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El chaleco Rosado de Jacqueline

  Por su hermana Michele, Argelia 1977

 

 El día que nos avisaron, había amanecido lindo en noviembre, con calorcito y la primavera volándonos las cabezas, con los pájaros que ensayaban su canto para el verano y con la gente soñando vacaciones. Pero después de eso todo cambió desde entonces los colores fueron más oscuros y los días más tristes, hasta las pequeñas cosas familiares se tornaron amenazadoras.

 

Era un lindo día de noviembre cuando nos avisaron.

Hace ya tanto tiempo Jacqueline.

Y los años se nos han resbalado entre los dedos

Y me niego a aceptar, que de ti sólo quedaron

unas fotografía borrosas,

nn recuerdo lejano,

un eco olvidado,

un tejido inacabado

unos hilos de bordar

el telegrama ése que me enviaste, te acuerdas?

Y un nombre en una lista.

No Jacqueline, pero qué estoy diciendo!

Si no es que sólo quede eso, sino que además queda eso.

 

No hay un solo día, desde ése, en que yo no haya parado de recordarla. Siempre, en la mañana o en la noche, o en momentos imprevistos, precediendo angustias o después de haber pensado en eso precario que se llama felicidad. Para poder escribir todo esto que deseo como corresponde, tendría que acompañar mis palabras con risas, aromas, fotos, vacaciones, ternura, cartas, miedo, pena, trámites burocráticos, y sobre todo esperanza.

Mi hermana (y lo escribo con qué orgullo), que desde el 30 de octubre del 74', dejó de ser una mujer de 24, embarazada de 4 meses, estudiante de Servicio Social, militante de MIR, casada, linda y joven, simpática y atolondrada, para convertirse en una desaparecida.

 

No puedo dejar de pensar, que lo que escribo no me pertenece. No sé, pero aún no lo creo. Ya son 5 años y todavía me despierto pensando que no fue sino una pesadilla. Nosotras éramos cuatro, con papá y mamá. Una familia normal, en un país normal, en una situación normal. Pero como en un juego de ajedrez, empezaron a caer nuestros amigos seguidos de terribles historias de torturas. Torturas? Pero si eso es algo que no corresponde a nuestra época!

 

Y comienza el miedo -esa cosa fría que recorre el cuerpo y recoge el estómago; que hace flaquear las piernas y sentir el desamparo- y la magia exorcista que tiene la palabra mamá y sirve para alejar peligros, ya deja de servirnos. El miedo, el miedo al timbrazo de la puerta, a los militares, a los autos con antenas, a la gente que pregunta, a los sospechosos de delatar, a las personas con las cuales habíamos discutido de política. Miedo en definitiva a todo.

 

Pasa así un año, y en Julio del 74, caen dos primos con Bárbara, la compañera de uno de ellos. Fue nuestra propia hermana quien nos contó lo terrorífico e increíble de esa historia, en que los agentes de la DINA, como una manera de presionar para que hablaran, irrumpían en casa de mi tía con uno de los dos hermanos muy maltratado por las torturas, y le repetían: "no ve pues señora, si él cooperara no le pasaría esto, ahora tendremos que llevarlo de nuevo para tratar de que hable"

 

Ni aún así lo consiguieron, él salió después de dos años y medio en libertad, pero su hermano y su cuñada integran la lista de los desaparecidos (Edwin Van Yurick y Bárbara Uribe). El peligro se acercaba. En octubre cae una amiga de Jacqueline. Era terrible, pero egoístamente pensé, que al menos no habí sido ella.

En la noche del 30 de octubre tocan a su puerta, era la cuñada de Jacqueline que venía a contarle que había problemas. Desde la oscuridad, aparecen dos de la DINA que le preguntan por Marcelo, ella contesta que no está, a lo que le responden que se la llevarán como rehén. Me cuentan que empiezan a golpearla y que la suben al segundo piso a patadas. Arriba lo revisan todo por más de dos horas, hasta que al final la obligan a salir, ella antes toma un chaleco rosado para abrigarse. Los agentes volverían después para esperar a Marcelo, a quien detienen en la mañana, tras esperarlo la noche entera que aprovechan para romperlo todo y robar. Qué rabia me da pensar que tocaron el charango de Marcelo y que después se lo llevaron. Era un charango que tenía su historia. Jacqueline en un viaje de estudios que hizo a Bolivia, casi sin dinero, se las arregló para comprárselo, y después de innumerables aventuras logró llegar con él donde Marcelo. Si se piensa bien era un fetiche, pero también algo así como el amor vuelto música.

 

Jacqueline bordaba, bordaba mucho, y era en una antigua caja de galletas de lata donde guardaba sus hilos multicolores, en la cual, para protegerse de posibles ladrones (nosotras sus hermanas) le había escrito en la tapa dentro de un corazón dibujado por ella misma: "Prohibido abrir esta caja" Y esa caja quedó entre las cosas que nuestra madre guardó de Jacqueline. Ha pasado tanto tiempo... cuando tuve que partir de Chile, dos años después, cuando no tuve más remedio que partir de Chile, mi madre decidió abrir esa maleta para sacar la caja y regalármela, ya que yo era la otra que bordaba. Me la traje a Argel, y la tenía guardada con amor y respeto, pero cuando un día quise sacar un hilo de ella, me di cuenta de que lo que ella había escrito se había borrado. Traté de percibir la frase o lo que pudiera quedar de ella, busqué ávidamente huellas de lápiz, un pequeño cambio de color, un débil trazo de aquel corazón dibujado por ella; pero no, todo se había borrado. Y sentí cómo el tiempo se había ido, y cómo a pesar de nuestros esfuerzos no lo habíamos podido detener. Y qué pasó con el "Prohibido Abrir esta Caja?", te lo llevaste contigo, así como con nuestra vida tibia, nuestro futuro asegurado, Y con todas nuestras risas?

 

Y se empieza a vivir una experiencia nueva y extraña, en la que nada se sabía pero podía sospecharse. Mamá viaja a Santiago (donde había ocurrido la detención). A las dos semanas el resto de la familia viaja a reunirse con ella, y yo quedo sola. Un día recibo un llamado telefónico en que mi madre me cuenta que por fin tienen algo concreto para comunicarme (aclaro que en esas situaciones siempre lo peor es algo concreto, y lo mejor sólo una esperanza). Me dice que esta muy feliz, porque por intermedio de un militar conocido de mi padre se enteraron de que mi hermana está en un campo de concentración viva aunque incomunicada. Incomunicada?, campo de concentración? Tengo miedo, no puede ser!

 

Llega así la época de navidad y el mundo ajeno a estas tragedias, piensa en regalos a hacer, y en pavos. es cuando recibo otro llamado en que me cuentan que el militar amigo de nuestro padre, había prometido llevar a la mamá el día de Navidad a que viera a Jacqueline (incluso ahora siento un escalofrío al acordarme de eso). Ese hombre tenía un negocio en el sector elegante de Santiago; era ahí donde citaba a mi madre para ponerse de acuerdo en cómo harían la visita, una bella ilusión. Llegó por fin el día 24, y mi madre me cuenta que al llegar al negocio del amigo, para de ahí partir en busca de mi hermana, él, le regala por navidad un paquete de chocolates, pero momentos antes de partir le pide vendarse los ojos ya que irían a un recinto militar secreto. Sin embargo pasa el tiempo y él que no deja de decirle que falta muy poco para que vea a su hija, le pide que le cuente qué le va a decir, lo cual aumenta su expectativa. Desafortunadamente, cuando no faltaban más de cinco minutos para la media noche, el tipo le dice que verdaderamente lo siente pero que ha recibido una orden a último minuto, y que no podrán ir...

 

Si sólo hubiéramos sabido eso, pero supimos después por otras prisioneras, que Jacqueline estaba en ese momento en "Cuatro Alamos", y que el militar "amigo", era en realidad de la DINA y que estaba a cargo de una casa de torturas. Nosotros nos resistíamos a creer, pero Radio Moscú lo confirmó, incluso dio la dirección de aquella casa tenebrosa que el maldito regentaba. Eso y de esa manera fue que nos convecimos de que habíamos caído en el trágico y sádico juego de un torturador. Sólo esperamos el día, en que la justicia se haga cargo de él.

 

Entonces comienzan a salir compañeros de "Tres Alamos". Y comenzamos a conocer diferentes detalles de la detención de nuestra hermana. Un día recibimos una declaración hecha por una comisión de la "Cruz Roja Internacional" durante una visita efectuada a "Cuatro Alamos" el día el 20 de noviembre del 74', cuyo texto decía "Se teme por la vida del matrimonio compuesto por Jacqueline Drouilly y Marcelo Salinas".

 

A veces cuando estábamos haciendo trámites, y venía la infaltable pregunta de la edad de Jacqueline?, yo siempre vacilaba, es que sacar cuentas siempre me ha costado. Además para mí, ella se quedó en sus 24, así que incluso ahora no puedo responder a esa pregunta mecánicamente; sin antes ponerme a pensar y a hacer cálculos.

 

Veinticinco, veintisiete, qué importa!

eres milenaria y naces cada día

Me recuerdo de tus manos, de tu risa

todo querías hacerlo, todo querías vivirlo

tu material es indestructible

eres inmortal

eres tan fuerte que puedes contra eso,

eso que rompe y desgarra, que degrada y sublima, que prueba y que mide.

Y estas siempre a mi lado, todo el día, toda la noche

te siento tan cerca, tan cerca que puedo tocarte

Si mis palabras sirvieran de algo, escribiría la vida entera!

Si mis lágrimas sirvieran de algo, secaría mis ojos llorando!

Si mi amor sirviera de algo, amaría hasta morir!

Pero sé que sólo sirve seguir tu ejemplo y mi vida ya la llené con él

No temas, nada será en vano.

 

Mi primo que había sido detenido en Julio del 74', nos contó que había hablado con Jacqueline, por medio de una rendija en una de las barracas y que ella le había dicho que estaba bien, pero que Marcelo estaba en malas condiciones por las torturas. Eso mismo declararía mi primo en Argel el 78' ante el "Tribunal de la Comisión Investigadora de los Crímenes de la Junta Militar en Chile". Pero felizmente él se salvó, de la suerte corrida por su hermano y por Bárbara, su esposa, sólo se tiene certeza de que forman parte de la lista de los desaparecidos.

 

La necesidad de Jacqueline nos obligaba a inventarla, y la encontrábamos en cualquier lugar. Mi madre cada vez que veía un furgón de la policía, insistía que la llevaban atrás, y cuando lográbamos ver a quien llevaban, nos encontramos muchas veces con niñas de caras pálidas y macilentas, que como mí hermana, estaba sufriendo como ella, pero no era ella; ella aparecía solamente en sueños con su chaleco rosado, eso no lo pudo evitar la dictadura.

 

Anoche soñé contigo Jacqueline

soñé que estábamos en nuestra citroneta vieja,

y cuando te preguntaba si había sido duro, tu sonreías pero no con esa sonrisa tan conocida por nosotros, que llenaba la casa y hacía sentir el olor a primavera. No, no era esa sonrisa,

era una sonrisa triste, una sonrisa excusa, era como pedirme perdón por sólo venir así en sueños.

Quiero que pasen luego las horas,

quiero que pase luego el día y quiero que venga la noche,

para volver a soñar contigo Jacqueline.

 

Una tarde tuvimos la suerte de recibir a una niña que venia de ser liberada y que había estado con Jacqueline. Lo que nos contó fue una mezcla de cosas que nos produjeron pena y alegría. Ella no conocía a mi mamá personalmente, pero sí por referencias de mi hermana. Le tomaba las manos y le decía: "pero Normita, si es tanto lo que te conozco, Jacqueline nos hablaba tanto de ti..." y comenzaba una larga lista de historias y anécdotas que sólo nosotros podíamos conocerlas ya que formaban parte del folklore de nuestro hogar. Pero junto a ésas cosas tiernas, nos contó también que Jacqueline había perdido a su bebé. Quizá lo que más nos golpeó, fue lo que nos contó sobre un día en que nuestra hermana le había dicho muy contenta, que uno de los hombres de la DINA le había avisado que saldría en libre platica, lo que significaría que reconocerían su detención, y después, lo más probable sería que la iban a expulsar del país en libertad.

 

Claro que la sacaron, pero de ella nunca más se encontró nada.

Ni un rastro, ni una hoja,

ni un aliento, ni un cabello, ni una flor para señalar su paso,

ni una miga de pan para indicar el camino,

ni un grito ni un suspiro.

Sólo dejó una ruta cósmica para poder llegar hacia ella,

con un recuerdo, un sueño, un ejemplo.

 

Mientras tanto, estábamos trabajando en el "Comité Pro Paz", nos habíamos dado cuenta de que no éramos los únicos en esta situación, y eso nos permitió salir de nuestros márgenes y conocer el problema en todo su impacto.

 

Ese año fue particularmente caluroso y el buen tiempo duró hasta mucho después del verano. El estado del tiempo se convirtió para mi en una obsesión. Yo pensaba, que mientras durara el buen tiempo serían menos los días que Jacqueline y Marcelo tendrían frío. Por lo que cada día con sol era recibido por mi con un infinito agradecimiento. Además, el imaginar cuando Jacqueline volvería se me transformó en un juego masoquista y trágico. Tenía mentalmente una lista de todas la fechas importantes como la navidad, el 18 de septiembre, los cumpleaños, y yo me decía "no, si esta navidad estará aquí", pero la navidad pasaba y ella no estaba. La crueldad de la desaparición de Jacqueline se burló de todas las listas de fechas de su tonta e ingenua hermana, que creyó poder dominar el terrible poder de la máquina del terror, con exorcismos de efemérides vacías y estúpidas.

 

Nuestro padre quedó cesante. Para eso bastó un pequeño papel de la DINA hablando de su peligrosidad (para la DINA todos los parientes de los desaparecidos eran extremistas peligrosos). Y tuvo que partir. Pero mi madre dijo que nadie la sacaría de Chile hasta que no supiera de Jacqueline. Entonces permaneció allá con mi hermana menor y la otra mitad de la familia partió alejándose diez mil kilómetros.

 

Pero nuestro objetivo no variaba.

Aunque sólo quede en el mundo una flor, un espejo, una estampilla,

yo seguiré preguntando por ti.

Aunque el mar se retire, los pájaros entristezcan, el cordero se vuelva feroz,

yo seguiré buscando por ti.

Aunque las tijeras unieran, los burócratas amaran y los relojes confundieran el tiempo, yo seguiría soñando contigo.

Aunque la verdad mintiere, el amor odiara y la valentía atemorizare,

yo seguiría pensando en ti.

Aunque sólo una boca hubiera, un oído, un corazón,

yo seguiría hablando de ti. Aunque todo eso pasara, aunque yo ya no existiera, yo seguiría, yo seguiría, yo seguiría Jacqueline.

 

Alguna vez al leer las noticias referentes al descubrimiento de tantos asesinados, al encontrar en un párrafo escondido, la frase de "... junto con los dos primeros restos humanos sacados del horno de Lonquén, se podían distinguir, pedazos de unos restos de tejido rosado", he llorado con pena y desesperación, recordando que mi hermana Jacqueline al ser detenida llevaba un chaleco tejido por ella misma de ese color, y es con él que la veo todavía en mis sueños.

 

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