Valenzuela Morales Andres Antonio

Rut: 5.443.690-4

Cargos:

Grado : Cabo

Rama : Fuerza Aérea

Organismos : Comando Conjunto


Declaración Jurada: Andres Antonio Valenzuela Morales

Fuente :Revista Mensaje, Enero-Febrero 1985

Categoría : Prensa

Texto integro de una de las declaraciones juradas del ex agente de la Fuerza Aerea de Chile (FACH), Andres Valenzuela Morales hechas a la Vicaria de la solidaridad a fines del año 1985.

Comparece: Andres Antonio Valenzuela Morales. Carnet de Identidad 5.443.690-4 de Renca, nacido el 30 de Noviembre de 1956 en Papudo, domiciliado en el Pasaje Barranquilla 2044 de la Poblacion Juanita Aguirre de Conchali, casado, quien bajo la Fe de Juramento expone:

Entré al Servicio Militar en Abril de 1974, en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina, donde estuve 3 meses, para ser destinado a la Academia de Guerra Aérea, ubicada en la Comuna de Las Condes de Santiago.

Llegué a esta repartición junto a un grupo aproximado de 60 conscriptos, de los cuales 15 pasamos a depender de la Fiscalía de Aviación y el resto quedó como personal de la AGA, haciendo labores de vigilancia y otras que son de rutina.

Quien dirigía todo nuestro grupo era un oficial de nombre (NN)(1), el cual unificaba los trabajos de inteligencia contra la subversión, que en ese período estaban dirigidos fundamentalmente contra el MIR Es muy poco lo que puedo señalar sobre lo ocurrido en ese recinto, puesto que sólo me tocó hacer labor de vigilancia (2)

Después del trabajo en la Academia de Guerra nos trasladamos, todo el grupo, a una casa ubicada en la Avenida Apoquindo, inmueble que ya no existe, puesto que allí se construyó un Banco. Al trasladarnos, nos fuimos con unos 15 detenidos del MIR. Puedo recordar que había un mirista de apellido Pérez que salió al extranjero, el cual era visitado por su mujer en el recinto de detención. Recuerdo también a una militante del MIR que le decían "la Negra': era alta, pelo corto. No sé qué destino tuvo.

En este recinto de Apoquindo, estuvimos unos 3 meses mas o menos. Hacíamos allanamientos y detenciones. Yo participaba en la Fuerza de 'Reacción", es decir resguardando, a quienes realizaban los operativos, de algún posible ataque en los alrededores. Las personas detenidas salían libres o iban a dar a la Cárcel. También en este recinto el grupo era dirigido por (NN) y uno de sus subalternos mas cercanos era (NN) a quien apodaban el "Wally". [3]

Muy poco tiempo después nos fuimos quedando sin detenidos, ya que la represión al MIR pasó a estar a cargo de la DINA, por lo que nos trasla-damos al edificio de Santa Rosa con Alameda, donde queda la "Comunidad de Inteligencia", es decir todos los servicios institucionales, excepto la DINA.

En este lugar nuestro equipo se disuelve, quedando cada uno en oficinas diferentes. El miembro de la FACH Guillermo Bratti Cornejo, que venía trabajando en mi grupo, se fue a El Bosque, ya que esa era su Unidad; a él lo apodaban "el pelao Lito".

Había otros funcionarios de la FACH apodados "Patricio, "Chirola", todos de la Unidad de El Bosque.

Cuando empieza el año 1975, se reúne nuevamente el grupo, con (NN), Bratti y los otros, excepto de la Base El Bosque, y nos vamos a operar a un pequeño hangar que queda en el aeropuerto de Cerrillos, entrando por la puerta principal, inmediatamente por la mano derecha, en dirección a la costa, ubicándose actualmente casi frente a un gran letrero que dice "40 KMS. VEL. MAX."

A nuestro grupo se agregó (NN) que era "Patria y Libertad" (aclaro no sé si su nombre era Luis o Cesar o ambos, pero estoy seguro de sus dos apellidos).

Este individuo llega con un equipo de civiles: "Luti", "Yerko", "Patén" y otros. Este (NN) había sido condenado por la muerte del Edecán Naval de Salvador Allende y, al parecer, su equipo también había actuado en el hecho. Era un equipo que actuaba muy profesionalmente. Debo reiterar que (NN) también estaba integrado a este equipo y era uno de sus jefes.

Nuestro tarea era trabajar la represión en el Regional Sur del Partido Comunista. Me recuerdo que en una noche se hizo una pesquisa, en la cual no participé, donde cayeron unos 12 militantes mas o menos.

Aparece en escena en esta época – principios del tercer trimestre del año – el "Juanca", que era Carol Fedor Flores Castillo, quien había sido militante del Partido Comunista y yo lo había visto detenido en el año 1974, en la AGA. El apodo "Juanca" derivaba de su nombre de guerra, Juan Carlos. En todo caso, en esta época él participaba en los interro-gatorios de los detenidos aportando la mayor cantidad de datos, puesto que conocía a un inmenso número de militantes. El era un agente mas, e incluso se le facilitó una casa, que había sido requisada al MIR y que quedaba ubicada en la comuna de La Florida. Usaba arma, intercomunicador, iba a nuestras practicas de tiro y entraba a las reparticiones de la Institución como cualquiera de nosotros.

Por este período, probablemente en septiembre del 75, cae detenido el "Quila Leo", que había sido ex-grumete de la Armada; no recuerdo exactamente si era militante de las juventudes comunistas o del Partido Comunista, y lo identifico inequívocamente por la foto que se exhibe, como Miguel Angel Rodríguez Gallardo. Con él conversé muchas veces, ya que estuvo largo tiempo detenido.

Por la falta de comodidad de este lugar (ni siquiera había agua) nos vamos a una casa ubicada en Santa Teresa 037, a la altura del Paradero 20 de la Gran Avenida, conocida como "NIDO 20".

Esta era una casa en que el vecindario notoriamente se podía percatar lo que pasaba adentro ya que entraban y salían personas, había 2 vigilantes externos de uniformes, siempre apostados afuera, los que tenían prohibición de ingresar al interior de la casa y eran siempre alumnos de la Escuela de Especialidades. Esta casa tenía una chimenea en el living y tres dormitorios. Llegamos allí con unos 20 detenidos mas o menos, los que estaban hacinados, a tal punto que se usaban los closets como celdas de castigo: el "Quila Leo" estaba allí encerrado, para permitir la incomunicación.

Desde aquí se empezó a sacar detenidos para interrogarlos en otro lugar, que también conocí. Se encuentra ubicado en el Paradero 18 de Vicuña Mackenna, en la calle Perú No. 9053, a la cual se llegaba entrando por Rojas Magallanes y doblando a la derecha por la calle que he señalado. Este lugar era conocido como "NIDO 18". La propiedad había sido requisada a un militante del MIR, de apellido Sotomayor.
En este recinto se torturaba e interrogaba.

Cuando empiezan a ser usados los recintos "NIDO 20" y "NIDO 18", actuábamos en un comando conjunto con miembros de los servicios institucionales de Carabineros y la Marina. Por Carabineros tenía el mando un teniente apodado "El Lolo", de apellido (NN), hoy capitán de Carabineros y Jefe del Grupo Operativo Represivo de Carabineros que ha comandado la represión en Pudahuel en los últimos meses.

Por la Marina participaba también al mando un teniente (hoy en retiro) (NN) (hoy trabaja en importaciones de elementos de seguridad y negocios de armas Winchester y tiene oficina en Bulnes).

Puedo recordar, sin determinar exactamente las fechas, que en el NIDO 20 fallecieron dos personas; una, recuerdo le decían Yuri, llegó enfermo, era bajo, crespo, pelo castaño, corto, trabajaba en la Municipalidad de La Granja o Cisterna y había sido detenido en su lugar de trabajo. Murió por una bronconeumonía fulminante, ya que lo tenían colgado en el baño.

Además llevaron del NIDO 18 al 20 a un detenido a quien le decían "Chino", o "Camarada", era bajo, de unos 50 año, fornido. Venía muy torturado desde el NIDO 18, estuvo como unos 15 días con nosotros. Al final llegó un grupo de civiles en la noche, que no sé si eran de Patria y Libertad o de la DINA (esto lo dudo, porque había gran rivalidad con ese Servicio, a tal punto que a veces buscábamos personas que ellos ya tenían detenidas o viceversa, sin que lo supiéramos). Bueno, a este señor lo golpeaban haciendo un ruedo, tirándoselo y pegándole entre unos y otros. Yo estaba de vigilante y nos enervaba que le pegaran sin sentido, ya que casi no le preguntaban nada. Al final lo dejaron tirado en el piso, al lado de la chimenea, y se fueron. A la salida se encontraron con (NN) que venía llegando, el que no participó en esa acción. Ese detenido pasó muy mala noche y en la mañana el centinela interno se dio cuenta que estaba muerto.

Al mediodía volvió (NN) con ropa (estoy casi seguro que era del propio detenido) y una máquina de afeitar. Lo afeitan y le cambian ropa al cadáver y después lo sacan en un vehículo, según decían para entregárselo a la familia. Nunca más supe de él.

Ahora me recuerdo que a Yuri, como también fallecido, lo llevaron muerto al NIDO 18 y desde allí lo hicieron desaparecer, según me comentó un agente de la Marina, tirándolo al mar. También recuerdo ahora, que en la casa del NIDO 18 aún sigue funcionando un grupo de la Marina y también sé que han modificado el frontis del sitio.

Existió también un detenido que era calvo, que contaba haber sido campeón de box y era taxista Vivía en la Gran Avenida1 estuvo cerca de dos meses y entregó una persona que trabajaba en Madeco, el cual nos condujo a un arsenal de metralletas AKA, las cuales se las llevó la DINA. En realidad nunca supe si era militante del MIR o del PC, pero me extrañó que después de esto saliera libre impunemente. En el NIDO 18 cayeron 2 hermanos detenidos, como, calculo, de unos 38 a 40 años. Uno de ellos vestía chaqueta de cuero café y se ahorcó en la celda de aislamiento. El otro hermano salió al parecer en libertad.

Miguel Angel Rodríguez Gallardo o "el Quila Leo", seguía detenido en estos recintos. En el NIDO 18, recuerdo, hubo una persona que intentó suicidarse, subiéndose a una escala de tijeras y sólo logró quebrarse un brazo. Según las fotos que he visto de los desaparecidos del año 75, podría parecerse muy cercanamente a Humberto Fuentes Rodríguez y creo recordar que le llamaban "el viejo Fuentes". [4)

Estamos en este relato ubicándonos aproximadamente en el mes de noviembre de 1975, época en la cual nos trasladamos, con varios detenidos, al Regimiento de Artillería Antiaérea de la FACH. En el interior de ese Regimiento hay una cárcel, llamada La Prevención, que hoy en día no se usa, sino para guardar equipos.

Llegarnos con unos 20 detenidos provenientes de los NIDOS 18 y 20; estaba el Quila Leo, el calvo del brazo enyesado y otros que no recuerdo.

Como a los dos días de llegados a ese recinto, se monta un operativo por el sector norte de Santiago y cae detenido Ricardo Weibel en el barrio El Salto, cerca del Regimiento Buin

Se le sacó de su casa, lo reconozco ahora inequívocamente por la foto que se me exhibe de él; es una de las personas con la cual mas converse. También fue detenido en ese sector un joven que era muy buen caricaturista (hacía dibujos de casi todos nosotros); cayó detenido Bezoa de nombre René; y caen detenidos los dos "Fanta", el menor, es detenido con su novia, y no les recuerdo sus nombres. La novia era delgada, bajita y morena.

A todos estos se les interrogaba, y seguían cayendo muchos mas detenidos.

Cuando estábamos en Colina ingresó a nuestra agrupación personal del Ejército, al mando de un Oficial que rotaba seguido. Estuvieron poco tiempo trabajando.

Este personal de Ejército interrogó en una oportunidad a uno de los detenidos, quien, a causa de la electricidad aplicada de 200 voltios directos, fallece por paro cardíaco. El detenido era de unos 50 anos, tenía placa dental casi completa. Permaneció muerto casi toda la noche en su celda y fue sacado por el mismo equipo del Ejército que lo pone en un portamaletas de un auto Chevy Nova y se lo llevan.
Después de este incidente el Ejército se separo del Comando Unido.

Estando detenido Ricardo Weibel por primera vez, llegó un helicóptero, que no recuerdo exactamente si era de la FACH o del Ejército y tampoco recuerdo si era tipo UH o PUMA. Se llevaron unos 10 o 15 detenidos en el aparato para tirarlos al mar. Participó en esta operación el agente (NN) alias el "Pifo" por la FACH, y había personal de las otras instituciones. Se fueron, según recuerdo, los siguientes detenidos: el calvo del brazo fracturado y enyesado; un ex regidor de Renca del Partido Comunista, que era cojo, usaba zapatos ortopédicos, tenía una edad madura de unos 50 anos mas o menos; también iba el caricaturista. Esto afectó mucho a Ricardo Weibel ya que conversaba mucho con este último detenido por ser de celdas vecinas; cada vez que Weibel sentía ruido de helicóptero tiritaba intensamente.

El agente (NN) dijo que los tiraron al mar a la cuadra de San Antonio. A raíz de que explicó que el detenido calvo con el brazo quebrado y a quien decían "el viejo Fuentes" despertó cuando iban a lanzarlo al mar, deseo aclarar que los detenidos iban drogados. (NN) comentó que uno de los agentes del Ejército a sangre fría le pegó un fierrazo en la cabeza al detenido que tenía la fractura en el brazo y lo lanzó abajo, por este motivo sé que los lanzaron al mar.

Después de este hecho liberaron a varias personas entre ellos el Fanta chico y su novia, Ricardo Weibel y otros que no recuerdo.

Bezoa y el Fanta grande cumplían ya en estos instantes tareas de informantes. Esto lo supe porque los sacaban de las celdas a un lugar, les retiraban las vendas y las esposas y tenían un trato muy preferencial; aclaro que al hacer los interrogatorios, el Fanta grande escribía las declaraciones; detrás del interrogado que estaba vendado, Bezoa afirmaba o negaba con señas según lo que hablaba el detenido. Según creo el Fanta chico nunca colaboró.

Ricardo Weibel lo fueron a detener pocos días después por segunda vez, el agente (NN) fue a dejarlo y a buscarlo nuevamente a la casa, diciéndole a la esposa que seria un interrogatorio de pocos días y que no tendría problemas lo llevaron a Colina nuevamente. En este recinto, él sospechó que lo iban a matar, porque no lo interrogaban, no lo vendaban y lo dejaban circular. Efectivamente, pocos días, más de una semana, durante los cuales vio actuar a Carol Flores como un agente cualquiera y a Bezoa y el Fanta colaborar y servirse con nosotros café y otros alimentos, etc. (reitero que Bezoa y el Fanta estaban siempre como detenidos colaborando, mientras que el Carol Flores era un agente más).

En esta oportunidad aparece un vehículo, que era una citroneta Furgón. Allí echan a varios detenidos entre los cuales está el Quila Leo y Ricardo Weibel. Iba también un detenido flaco, de unos 28 años a 30 años, que ya había intentado suicidarse en su celda cortándose las venas con un pasador metálico del pantalón que afiló en el cemento hasta convertirlo en un arma cortante; en esa ocasión lo condujeron al Hospital de la FACH, donde se recuperó y ahora igual lo llevaban para matarlo.

En el vehículo colocaron chuzos, palas y un bidón con combustible. Como agentes en esta operación participaban Bratti, Flores, (NN) y otros agentes de las otras instituciones, que iban en otro vehículo. Volvieron el mismo día, después de unas 4 horas, sin los detenidos. Estoy absolutamente seguro, porque me lo dijo uno de los agentes, que fueron asesinados en los terrenos militares de Peldehue; además deseo resaltar que, como yo no participé en el opera-tivo, antes de irse me pasaron los carnets de identidad de los detenidos, sus cédulas de conducir, relojes, anteojos, billeteras (la de Weibel tenía muchas fotos); yo debí quemar y enterrar esas cosas.

No recuerdo más hechos y datos importantes por ahora que ocurrieran en Colina en relación a los detenidos. Una circunstancia de excepción y que conmovió a todos fue cuando caen detenidos Guillermo Bratti y Carol Flores y (NN) (que venía también de la AGA y era un Patria y Libertad); según (NN) los detuvieron porque habían pasado información al Partido Comunista y al MIR, pero esa explicación no nos satisfizo ya que era normal que quien caía en desgracia era desprestigiado para que lo odiaran; estos agentes detenidos quedaron vendados y en celdas. Otra versión que conocimos de su detención, era que habían entregado información, que poseíamos, a la DINA, la que efectué operaciones perjudicando a nuestra agrupación; la DINA, según ellos, les había ofrecido más dinero, vehículo y casa. Esto lo declaró Bratti y yo lo escuché en una cinta grabada de su interrogatorio años después. A ellos los alejaron de nosotros y en ese momento se decidió que Bratti fuera dado de bajo y los otros marginados de la institución

En el verano de 1976 terminamos de operar en el recinto de Colina, lo que ocurrió seguramente a principios del mes de marzo; nos trasladamos a un recinto que le decían "la Firma", que- queda ubicado casi frente donde esté el SIAl. Y era un edificio del Diario El Clarín, ubicado en la calle Dieciocho de Santiago. Hoy ocupa ese lugar el DICOMCAR, y allí trabaja "el Lolo", que ya he dicho que es un capitán de Carabineros de apellido (NN), y en ese lugar se han efectuado los interrogatorios a la gente detenida en Pudahuel en las últimas semanas. Esto lo conozco porque, para un operativo en que se detuvo a alrededor de 200 personas en una noche, el "Lolo" pidió apoyo a mis servicios y allí me pude enterar de que aquel recinto que yo conocí como "la Firma" es usado por DICOMCAR.

Volviendo al relato del año 1976, puedo señalar que recién llegado a este recinto en marzo del 76, se montó un operativo para detener a José Weibel Navarrete, hermano del anterior, lo que fue ejecutado por un grupo de Patria y Libertad que operaba con (NN). Nosotros apoyamos a este grupo de la siguiente manera: a mí me correspondió ir con otros agentes en el bus en que viajaba el "Checho Weibel" con su señora e hijo; yo iba sentado atrás. Y no tentamos claro cómo íbamos a bajar al hombre. En un instante se produjo un lanzazo efectivo (no fue inventado). Un chico de unos 14 o 15 años le robé a una señora la cartera. En ese minuto uno de los agentes de la Marina señaló a Weibel diciéndole "ése lo hizo" y le pidió al chofer que parara la micro para bajarlo; se le subió inmediatamente a un vehículo y yo me retiré en otro vehículo, terminando el Operativo, todos nos fuimos a "la Firma". Apenas llegamos lo interrogaron, pero no muy largo. Días después a raíz de una inspección que se creía que iba a ocurrir por parte de un grupo de derechos humanos , se trasladó a Weibel, a el Fanta, a Bezoa, a una casa de tres pisos que queda en calle Bellavista, casi frente a las canchas de tenis (aún existe) y que era la casa donde dormíamos los solteros.

Allí estuvieron los detenidos por espacio de una semana. Una noche que yo estaba de franca, sacaron a Weibel y lo hicieron desaparecer. Estoy seguro que lo mataron, porque (NN) señaló que había sido tirado en el interior del Cajón del Maipo, lo cual tenía un significado inequívoco para mí, por lo que voy a relatar. Antes quiero decir que Bezoa y el Fanta fueron dejados en libertad en esa época.

Paso a relatar ahora la experiencia mía en relación al Cajón del Maipo. Pocas semanas después de lo ocurrido con Weibel se armó un operativo en el cual debí participar. Me pasó a buscar (NN) a la casa de Bellavista y me dijo que debía acompañarlo. Iba en su auto Tormo. Me causo extrañeza el hecho que de la tropa iba yo solo. Fuimos al recinto 'la Firma", donde estaba "el Lolo", (NN), (NN) y otros agentes de Patria y Libertad. Había una mesa con cosas, como para un cóctel. Me serví, aun cuando no entendía nada de lo que pasaba; al terminar le dijeron al centinela que trajera el paquete (se trataba de un detenido). Para mi sorpresa trajeron a Bratti esposado, vendado y drogado. Entonces le empiezan a decir que había metido las patas por traicionar la causa y otras cosas parecidas. Lo metieron en el portamaletas de un auto y partimos en dos vehículos. Yo iba en el que conducía (NN), enfilando hacia el Cajón del Maipo. Al momento de salir me dieron una pastilla, la que también tomaron algunos agentes. (NN) hizo el trayecto con mucha seguridad, y pasado un puente por donde atraviesa el río de izquierda a derecha dobló a la izquierda por un camino que queda en la ladera oriente en ese sector, se detuvo en un lugar que quedaba como 7 km. adentro y a unos 40 metros de unos acantilados. Bajaron a Bratti, vendado, y (NN) lo coloco cerca de una piedra y le dijo: "¿Cómo querís morir?", además quiso hacer un juego macabro con él, ya que le decía "si querís, arrancai, y te persigo". Estaba medio curado. Bratti le dijo "sácame las esposas y la venda". Yo se las tuve que sacar, e inmediatamente me mandó al vehículo a buscar cordeles y alambres, cuando llegué al auto y comenzaba a sacar las cosas de la maleta, sentí una ráfaga de metralleta con silenciador. Al regresar al lugar vi que (NN) lo remataba. No vi disparar al resto. Me pidieron que lo amarrara por los pies y en las manos, pero no recuerdo si estaban a la espalda o adelante. Se le puso piedras de lastre, me señalaron que lo empujara por el acantilado, pero como había unos arbustos había que sacar el cuerpo hacia el vacío, alguien me sujetó de la mano y quedé colgando, llegando a pensar en algún momento que también me iban a matar, pero al final él cayó al agua y todos regresamos.

Carol Flores sé que lo mataron también, pero no puedo recordarme si fue días antes o días después que a Bratti. (NN) hizo una alusión que era el mismo lugar o sector.

Después de esto seguimos trabajando en "la Firma", apareciendo Bezoa y el Fanta como colaboradores del Servicio.

Se inicio una represión contra más militantes del PC. Fue detenido "José" quien después entregó el punto donde se iba a reunir con Contreras Maluje; también es detenido el "Macaco" que era el encargado de finanzas del Partido Comunista, de la Juventud (el "Macaco" tenía un departamento chico en el centro); fue detenido alguien a quien le decían "el Vicario" y otro que componía relojes; eran unas ocho o nueve personas.

Cuando José señaló que tenía que reunirse en una casa en el sector de la Gran Avenida, con Contreras Maluje, se montó la operación siendo detenido Contreras Maluje después que salió José. Contreras Maluje estaba acompañado de dos niñas y, al vernos, huyó varias cuadras por lo que debieron seguirlo y reducirlo entre diez, ya que era muy fornido., se le subió a una camioneta Kleinbus Volkswagen, que era de la Marina. El chofer estaba tan nervioso que, en el trayecto por Gran Avenida, atropelló a un peatón.

Llegamos a "la Firma", donde interrogaron a Contreras Maluje en relación a "José", con el objeto de encubrirlo para que no se diera cuenta que por él había sido detenido. Contreras Maluje no decía nada. En un momento, cuando le aplicaban electricidad, lo levantaron y le hicieron sacarse la venda, viendo sentados al frente de él, mirándolo, a sus compañeros detenidos. En la pared de esa sala había un organigrama de la Juventud, donde los nombres de los detenidos estaban marcados con rojo. No recuerdo que estuvieran más detenidos que el "José", el "Vicario", el "Macaco", el "relojero" y otros a quienes no identifico.

Contreras inventó un punto para el día siguiente, en el sector de calle Nataniel. Se montó el operativo y Contreras caminó por Nataniel en dirección a Avda. Matta (en ese entonces el tránsito venía hacia el norte. En un momento, se escuchó por radio en mi vehículo que yo andaba nos fuimos al sector pensando en el accidente, llegamos casi junto al vehículo en que iba (NN) y un jeep de Carabineros que casualmente pasó por ahí. Nos dimos cuenta que Contreras se había tirado a las ruedas de la micro, y tratando de incorporarse gritaba; "Soy comunista y no es ningún pecado, avisen a la Farmacia Maluje de Concepción". Gritaba su nombre y el cargo en el Partido. Le pedía ayuda a Carabineros para que por favor no le dejaran en nuestras manos, diciéndoles "Son de la DINA, mostrando a (NN) les decía: "Ese es el jefe", "miren como me torturaron" y mostraba sus muñecas amoratadas por las esposas. Se juntó mucha gente; Carabineros se paralogizó, no pidió ninguna identificación, fue muy difícil subirlo al auto, ya que se resistió y sólo con la ayuda de unos detectives que pasaron en una patrullera, se le incorporó al vehículo Fiat 125 color celeste, con patente de la Dirección de Inteligencia de la institución, todas las cuales se encontraban a nombre del Representante Legal del Director general Ruiz.

Volvimos con él al recinto "la Firma" donde los jefes lo golpearon mucho en una celda, a pesar de que iba herido, con el brazo fracturado, la cabeza rota y sangraba por la boca. Los jefes le decían: "Te pusiste la soga al cuello", después de esto quedó solo, botado y sin atención médica. José al ver esto, estuvo muy deprimido durante mucho tiempo, pues se sentía culpable; ese día yo me fui de franco quedando un equipo de guardia; al entrar el día siguiente, me contaron que en la tarde lo habían llevado a un lugar de la cuesta Barriga que yo conocía.
Para terminar, paso a explicar como conocí ese lugar.

A unos diez días que esto ocurriera – lo de Contreras Maluje – me mandaron con un marino en una Renoleta a hacer una fosa grande en un lugar que yo no conocía. Subimos por la cuesta Barriga un trecho y nos internamos a pie por una quebrada pequeña, unos 70 metros o más allí, con dos agentes de la Marina, "el Alex" y "el Chico", estuvimos trabajando unas tres horas haciendo una fosa para dos personas. Ese día me pude dar cuenta de que había allí otros cadáveres ocultados, ya que sin querer me paré sobre una fosa y un marino me lo representó; creo que habían por lo menos unos 6 cadáveres.

Al día siguiente, volví al lugar en una Renoleta con varios agentes que también iban en otro vehículo. Llevamos 2 detenidos, iban vendados y sólo recuerdo a uno, al cual tuve que ayudar a subir por la quebrada. Caminaban semi inconscientes porque los drogaban. Al que recuerdo me había dicho que era profesor, era alto, delgado, ojos claros, pelo casi rubio, vestía una parka o un cortavientos. Me costó mucho subirlo. Se dio cuenta que lo iban a matar, ya que en voz baja me dijo que él no había hecho nada malo. Del otro detenido, no tengo memoria. Cuando ya estaban en el lugar del martirio, (NN) me mandó hacia abajo, hacia la carretera para ver que no ingresaran por la huella otros vehículos o personas que anduvieran cazando; estando abajo, sentía como (NN) se burlaba de ellos mientras les disparaba ráfagas con silenciador (el sonido es seco y corto). Después bajaron con (NN) y (NN) que era un tipo sádico, todavía se burlaba.

Estoy seguro que en ese lugar hay más cadáveres de los que yo tengo noticias y tampoco puedo asegurar que, cuando se decía que alguna persona salía en libertad, realmente así ocurría.

Cuando ocurrió el escándalo de Contreras Maluje hubo una orden de la superioridad de replegarnos de inmediato a la institución y volvimos a hacer labor institucional. [5]

Por ahora, es esto lo que puedo declarar en relación al caso de los Detenidos – Desaparecidos. No volvimos a actuar directamente en la subversión hasta mucho después, y sólo como apoyo a la C.N.I. (por ejemplo, en los enfrentamientos más o menos irreales de Fuente Ovejuna y Janequeo en el año 83).

Leída que fue por el compareciente, la ratifica firmando.
Santiago, 28 de agosto de 1984.
 

NOTAS:

[1]Por razones de prudencia y respeto, Mensaje se reserva los nombres de los otros agentes involucrados, detallados en la declaracion  ante la justicia (N. de la R.)

[2] Las siguientes notas están tomadas textualmente de una segunda y larga declaración jurada que el mismo ex-agente hizo ante la Vicaría de la Solidaridad, para ampliar y completar su relato anterior. Entre los detenidos, que recuerdo hubo en AGA, puedo mencionar al ex- Capitán Ferrada y al cabo Figueroa, ambos de la FACH; a Victor Toro, "el Reta", "el Pelao" Moreno, "el loco Mario", que ahí intentó suicidarse, a Villavela, a uno que le decían "el Kila" (ex-Quilapayún); al diputado o senador Montes con su esposa y dos hijas. El señor Montes siempre estuvo en el pasillo del segundo piso de la AGA. El segundo piso de la Academia tenía dos o tres salas grandes, las que fueron acondicionadas como departamentos. En esos departamentos habían algunos presos de cierta confianza de la jefatura".

[3] "Entre los trabajos que recuerdo haber realizado, como prestando protección a los allanamientos, está el efectuado a un parvulario en el sector de Plaza Egaña, donde descubrimos un laboratorio fotográfico del MIR. Recuerdo también el de La Reina Alta, para sector de Peñialolén, con unos miristas. Después supe que éste había sido un simulacro para proteger a un informante de la organización, que vivía en la AGA y a quien le decían "Barba" o señor Velasco. Debo agregar que tiempo después y siendo yo su vigilante lo secuestró la DINA cuando transitábamos por Alameda a unos metros de la calle Nataniel, exactamente donde ahora está la salida del Metro, estación Moneda. Allí nos encartonaron unos agentes de la DINA y se lo llevaron.

También recuerdo que me tocó operar en la Avenida Kennedy, donde se iba a detener al "coño Molina" del MIR; en esa oportunidad el mirista se dio cuenta de nuestra trampa y escapó seguido por uno de nuestros vehículos. Se le dio alcance en una luz roja y allí fue rafagueado por (NN) cuando Molina intentó sacar un arma para defenderse, el mirista murió casi instantáneamente. Cuando estábamos tratando de manejar esta situación apareció un Peugeot de color rojo que no quiso obedecer nuestra orden de alto, y tirando el auto sobre uno de nuestros agentes se dio a la fuga, siendo seguido por una camioneta C-10 donde yo iba junto a dos agentes y un oficial. El fugitivo tomó por Kennedy hacia el centro y nosotros abrimos fuego sobre el vehículo faltando aproximadamente dos cuadras para llegar al paso bajo nivel que está al terminar el Club de Golf; como le reventáramos un neumático, ese auto se estrelló contra un poste y se volcó y además uno de los impactos le dio en la espalda al sujeto causándole la muerte. Al revisar sus pertenencias nos dimos cuenta que se trataba de un teniente de Ejército y que el auto había pertenecido al hijo del general Pinochet. Supimos después que desde ese entonces el oficial sufría delirio de persecución y había hecho la maniobra contra nosotros por ese motivo".

[4] "Deseo agregar también que tanto los lugares denominados Nido 20 y Nido 18 como en el lugar de Colina al cual me referí en la declaración anterior, iba con cierta regularidad cada vez que era requerido un médico llamado (NN) "hijo", el que hoy es cardiólogo en el hospital de la FACH y en ese entonces era médico interno. Este médico atendió a una persona que detuvimos el año 76 de apellido Guerrero, el que fue herido por casualidad al momento de detenerlo, por un agente que era marino y fue llevado para recuperarse al hospital de Carabineros. (…)

El médico que mencioné también enyesó al "viejo Fuentes Rodríguez", cuando, al intentar suicidarse, se quebró el brazo en el Nido 18. También trataba médicamente dándole pastillas al Quila Leo, ya que era ulceroso. También ponía inyecciones a los detenidos cuando éstos eran drogados

[5] "Sin embargo, el año pasado (1983), después de ocurrida la muerte de Carol Urzúa y como dos días antes del 7 de septiembre, supimos a través de (NN) que la C.N.I. pedía a nuestro grupo la apoyáramos para capturar, en un día que nos señalarían, al grupo subversivo que había matado a Carol Urzua. 21 día en La mañana nos reunieron a un pequeño grupo y en una camioneta llegamos a Borgoño, lugar donde la C.N.I. tiene un recinto. Sólo (NN) se bajó a hablar con los oficiales de la C.N.I. y nosotros tuvimos una larga espera de horas dentro de la camioneta, que quedó ubicada en el patio de ese recinto. Poco después del mediodía, se nos dijo que nos ubicáramos en el sector de Plaza Egaña y hacia allá partimos. Por radio, ya que estábamos conectados en la misma frecuencia, empezamos a oír algunos antecedentes aislados de lo que estaba pasando. Estando detenidos en el patio de Borgoño, escuchamos que habían empezado a seguir al No 1 (que era Palma) y a quien supimos posteriormente, que interceptaron por Avda. Kennedy en un auto. También supimos que detuvieron en un paradero a otro del grupo de los tres que están en el Consejo de Guerra y que cerca de donde está ubicado el centro de detención conocido como Capuchinos, detuvieron al tercero. Cuando ya había oscurecido, se nos señaló por radio que nos moviéramos hacia el sector de la calle Arrieta, al Oriente de la circunvalación Américo Vespucio antes de llegar a una subestación eléctrica, porque se nos dijo que allí debíamos esperar órdenes para liquidar un objetivo, esto quería decir matar a una persona que vivía en ese sector; incluso me recuerdo que nosotros cometimos un error, puesto que nos paramos en un pasaje, cuyo nombre no recuerdo ,y nos retaron diciéndonos que nos moviéramos, porque estábamos precisamente frente a la casa de nuestro objetivo y todavía no había llegado el resto de las fuerzas y se estaba evaluando las condiciones del lugar. En definitiva, decidieron no proceder en esa casa, puesto que había mucha gente en las casas vecinas (creo que había una fiesta) y la operación podría tener un costo demasiado alto en vidas. Entonces se nos ordenó irnos hacia Avda. Colón, donde hay un supermercado que está en la esquina sur-oriente, en relación a una rotunda donde también desemboca la calle Tomás Moro. Allí estuvimos un rato, mientras se daban las instrucciones para actuar en una casa de calle Fuente Ovejuna, donde se había detectado que había tres personas. A ese estacionamiento llegó un Jeep de la C.N.I. (tienen dos de ese tipo), que tiene el techo corredizo y en el cual se instala una ametralladora Punto 50, sobre un sistema hidráulico que permite subirla sobre el nivel del techo y operarla por dos hombres, uno que dispara y otro que va pasando la cinta de municiones. Después de un momento, nos dirigimos todos frente a la casa de Fuente Ovejuna. Exactamente sobre la parte delantera, había un pasaje y allí se instaló el Jeep; yo recuerdo que quedé detrás de un poste y, en definitiva, todo el resto del personal tenía absolutamente rodeada la casa. Se preguntó por el oficial al mando: "¿Lista la base de fuego?", y, ante la respuesta afirmativa se dio la orden de hacer fuego, accionándose el techo del Jeep, saliendo la ametralladora y empezó a disparar por espacio de un minuto, yo creo. Debo dejar constancia que esa arma dispara 1.000 tiros por minuto. Terminada esta operación, en que sólo participó la base de fuego, volvió el silencio y por alto parlante se le pidió a las personas adentro que se rindieran. Desde la casa se dijo "nos vamos a rendir". Entonces salió uno de los moradores, con las manos en alto, puestas en la nuca; me recuerdo que era de tez blanca y delgado. Cuando se aproximaba a la reja del antejardín, se adelantaron 2 agentes de la C.N.I. y lo rafaguearon a casi un metro de distancia; doblándose hacia adelante, cayó al suelo.

En ese instante la mujer, desde dentro, tiró una ráfaga hacia afuera. Esto provoco una nueva orden de disparar, lo que hicimos todos, junto a la base de fuego. No sé cuánto duró eso, pero obviamente no deben haber sido más de tres o cuatro minutos. Fue en este momento en que se lanzó una bengala dentro de la casa, la que provocó el incendio. A mi me tocó arrastrar hacia la calle, posteriormente, al primero que murió y a la mujer después. Penetramos en la casa y en el pasillo se encontraba tirada la mujer, la cual también ayudé a arrastrar hacia la calle y en otro lugar que no recuerdo, estaba (NN). Unos cinco minutos después, se acercó la Brigada de Homicidios, para hacerse cargo de la parte legal. Nosotros recibimos la orden de dirigirnos hacia el sector poniente de la ciudad a la calle Janequeo, que quedaba cerca de la Plaza Garín, la que nos costó mucho ubicar. Cuando ya estuvimos cerca de nuestro objetivo, nos dijeron que nos agacháramos pues venia corriendo una de las personas que debía ser eliminada y que pasó por el costado de nuestra camioneta. Cuando llegó a un sector donde hay una pared, fue rafagueado por unos agentes de la C.N.I. e inmediatamente la base de fuego, que también estaba en el lugar, empezó a disparar sobre una casa junto a otros agentes.

Ahora me vienen a la memoria detalles de esta acción. Se dijo que uno de los agentes de la C.N.I. había sido herido. Lo cierto es que no lo fue por "José", sino que él trató de meter una granada "Cardoen" por la ventana. Para eso, cruzo corriendo por el costado de una ventana y la lanzó, con tan mala suerte que la granada rebotó en los barrotes de la ventana y volvió a la vereda. Explotó y las esquirlas le hirieron las nalgas y parte trasera de las piernas. En el tórax no le pasó nada, porque iba con chaleco antibala. También recuerdo que apenas cayó asesinado el que iba corriendo por la calle, se acercó un agente de la C.N.I. que tenía una mano con guante, y le pasó por la mano un arma y la dejó botada cerca de ella pero iba desarmado.

Me impresionó mucho esa vez la rapidez que tuvo el C.N.I. en ese detalle, para cubrirse de esa muerte.
En un minuto se hizo la calma, entramos a la casa y en el patio trasero encontramos muerto a "José". La gente del vecindario nos gritaba que allí había un niño, el cual al. principio pensamos estaba tirado sobre una cama, pero se trataba de una almohada ensangrentada. Después supimos que el niño había saltado por el patio y había ido a dar donde una señora, pero no nos preocupamos más de él. Después de ocurridos estos hechos volvimos a la Central de Operaciones en Borgoño y allí fuimos liberados, dirigiéndonos hacia nuestra oficina y a la base. Quiero dejar expresamente claro que la intención y la orden en ambos hechos que he relatado, era simplemente liquidar a los moradores, puesto que ya se sabía que los autores directos de la muerte de Carol Urzúa estaban detenidos y podían ser mostrados en la prensa.

El Ciudadano

22 de Abril de 2014

Andrés Valenzuela "Papudo" el agente arrepentido, ¿Héroe o villano?. "Nuestra misión era matar comunistas", señaló en declaración judicial

Cambio21 da a conocer en exclusiva nuevas declaraciones entregadas judicialmente por "El Papudo", acerca del modo en que operaba el siniestro Comando Conjunto. La misión era "exterminar al Partido Comunista", lo que implicaba dar muerte a los dirigentes nacionales y regionales, tanto adultos como de la JJCC.

Sin dudas las declaraciones judiciales entregadas por el ex agente del Comando Conjunto Andrés Valenzuela, alias El Papudo, respecto a la muerte del Presidente Eduardo Frei Montalva, que no son las únicas a que tuvo acceso en exclusiva Cambio21, generaron fuertes repercusiones en el país y más allá de nuestras fronteras. Políticos, abogados y público en general y la repercusión en las redes sociales, se hicieron eco de las palabras publicadas por nuestro medio.

Valenzuela abandonó solo hace unos días Chile, en el mismo sigilo con que volvió a declarar a nuestro país, en causas de Derechos humanos. Hoy entregamos nuevos antecedentes exclusivos acerca de lo declarado judicialmente por "El papudo". Tanto sus confesiones ante los magistrados, como en sus diálogos con nuestro medio, Valenzuela se mostró seguro de cooperar con la justicia.

Canal 7, CNN y muchos otros medios y agencias nacionales y extranjeras, reprodujeron en extensas crónicas los dichos de Valenzuela que diera a conocer Cambio21. Los ex senadores e hijos del Presidente asesinado por la dictadura, Eduardo y Carmen Frei, salieron a ratificar las sospechas que por años mantuvieron acerca de la muerte de su padre. No fueron los únicos que reconocieron como válidas las denuncias entregadas por el ex agente de seguridad.

Un abogado de la ex Vicaría de la Solidaridad que prefirió mantener reserva de su nombre, la abogado Carmen Hertz y otros personeros ligados a los Derechos Humanos,, también tuvieron palabras para referirse a los testimonios judiciales de "El Papudo", así como al rol que éste agente ha cumplido en el esclarecimiento de muchos hechos que hasta ahora, han permanecido ocultos por el silencio cómplice de aquellos que conocen lo sucedido con casos de detenidos-desaparecidos.

El crimen de Frei

Andrés Valenzuela, ex miembro del organismo represor volvió voluntariamente a Chile desde su autoexilio en Francia para dar testimonio sobre distintos casos de violaciones a los Derechos Humanos en los cuales poseía información relevante, aunque no en todos reconoció conocer antecedentes, según consta de sus declaraciones judiciales tenidas a la vista por Cambio21. Entre los casos en que su aporte ha resultado relevante, se encuentra el primer magnicidio cometido en nuestro país: Eduardo Frei Montalva.

Según la información a la que tuvo acceso exclusivo Cambio21, el ex agente confirmó que la muerte del presidente Frei Montalva se realizó por envenenamiento, el que se llevó a cabo por medio del vendaje que se utilizó en la herida producto de una operación, vendas que fueron untadas con talio y gas mostaza aplicado en pequeñas cantidades y que finalmente le causaron la muerte.

El complot se realizó en la UTI (Unidad de Tratamiento Intensivo) de la Clínica Santa María, tras haber sido sometido a un procedimiento para tratar una hernia al hiato en 1982, momento en que se procedió a la intoxicación del Presidente.

El juez Alejandro Madrid pudo desentrañar parte importante de la trama que precedió al asesinato de Eduardo Frei Montalva. Logró conformar el delito de homicidio por envenenamiento y procesar a las seis personas, incluidos los médicos de la Universidad Católica, Helmar Rosenberg Gómez y Sergio González Bombardiere, autores de la misteriosa autopsia que mantuvieron oculta por 20 años sin informar a la familia. Estos dos médicos se encuentran procesados en calidad de encubridores. Otros de los inculpados son los médicos Pedro Valdivia y Patricio Silva Garín.

Como autores se sindica judicialmente a Luis Becerra Arancibia, ex chofer del ex mandatario, y de Raúl Lillo, en esa época agente de la Central Nacional de Informaciones.

Ex Senadora Carmen Frei "Es doloroso"

Fue ella la primera en poner en el tapete las sospechas acerca de que el ex presidente había sido asesinado. La hija del asesinado presidente Eduardo Frei Montalva señaló a Cambio21, que le impactó conocer los nuevos antecedentes sobre la forma en que se cometió el crimen de su padre, envenenado con vendas o apósitos infectados con una toxina en una herida post operatoria, según relató judicialmente el ex agente Valenzuela.

"Hoy con lo que ustedes contaron en Cambio21, (la información) ya está dentro del proceso. Esta persona (Andrés Valenzuela) ha declarado ante el juez y sin duda que es un paso más en el esclarecimiento de la verdad. Aunque haya pasado tanto tiempo, siempre vuelve el dolor y el recuerdo cuando salen nuevos antecedentes, por eso es que es doloroso, pero al mismo tiempo positivo, en el sentido de que vamos caminando certeramente a esclarecer lo que fue el asesinato de mi padre", aseguró a nuestro medio.

Para Carmen Frei es importante lo que informó Cambio21 y que se encuentra en el proceso, "esta persona (Andrés Valenzuela) en su declaración, mencionó otros nombres y sin duda que el juez tendrá que investigar y pedir más antecedentes de estas personas o recabar más información sobre ellas", declaró.

"Las heridas cuestan mucho sanarlas. Creo que el recuerdo es para siempre y el dolor también. Lo que se hace es vivir con el dolor y lograr que sepamos la verdad completa -manifestó-, yo tengo la fuerza suficiente para no descansar hasta que conozcamos la verdad. Sin duda que todo esto nos ayuda a confirmar lo que ya sabemos y sobre todo a tanta gente que me trató tan mal cuando hablé por primera vez, que ellos también ahora se den cuenta de que yo no mentía y que la verdad está saliendo poco a poco", concluyó.

Ex Presidente y ex Senador Eduardo Frei "Impactante"

Así respondió el hijo del Presidente Frei al conocer las declaraciones de El Papudo ante el Juez, que reprodujo Cambio21 como primicia. El ex senador DC, destacó el valor de los datos publicados por nuestro medio y exigió que el Ejército coopere en la investigación. ¿Por qué no entregan esta información? Ojalá que podamos avanzar en eso", señaló.

Para el ex senador Frei "esta declaración es clave para el cierre de la investigación, aunque reconoce que resulta "evidente" que la orden de cometer el asesinato de su padre vino de los altos mandos. "Ojalá que con esto se cierre la causa y se proceda a condenar a los culpables o al menos a los que están vivos", indicó.

"Uno se pregunta: ¿Era posible que esta organización que asesinaba personas, que tenía laboratorios clandestinos, que tenía clínicas clandestinas, que traía productos en valijas diplomáticas que llegaban a La Moneda no tuviera una decisión superior? Es evidente que sí", dijo Frei.

"Si uno analiza todos los casos que ha ido cerrando el ministro Madrid, como el caso de (Eugenio) Berríos, (ve que) altos oficiales de las Fuerzas Armadas participaron en la decisión de sacarlo de Chile y después asesinarlo en el extranjero; así lo confesó un ex general, entonces ¿por qué no entregan esta información? Ojalá que podamos avanzar en eso", dijo el líder DC, a El Diario de Cooperativa, comentando la publicación de Cambio21.

"Que esto sirva para para cerrar de una vez por todas para cerrar la causa y condenar a los culpables", señaló a CNN el ex presidente Frei, comentando la noticia dada a conocer por Cambio21. "Varios generales deben conocer claramente como se tomó la decisión de asesinar a mi padre y deben entregarla, como lo hizo un ex general en el caso Berríos, que sirvió para aclarar esa muerte", indicó Frei Ruiz Tagle. "Lo mismo la Universidad Católica, que hicieron una autopsia falsa, que manipularon los restos del presidente Frei, que fueron a sacar toda evidencia, sin autorización de la familia", denunció.

Las otras declaraciones de Andrés "El Papudo" Valenzuela

Las declaraciones dadas a conocer por Cambio21 acerca del asesinato del Presidente Frei Montalva, no fueron las únicas entregadas por El Papudo ante Tribunales en su estadía en Chile. El 12 de marzo de 2014 declaró ante ministros de la Corte de Apelaciones de Santiago, en distintos procesos, como se acredita de fojas 1703-1704, 4263-4264 y 6259-6261, entre otras. Allí Andrés Valenzuela Morales entregó datos sobre el ente represor y sus funciones.

Sobre el Comando Conjunto del cual fue parte y desertó asqueado de los crímenes cometidos por ese ente opresor, "El Papudo", relató pormenorizadamente cuáles eran los objetivos de ese ente transformado en asociación criminal. Afirmó que "la finalidad de este organismo era reprimir al Partido Comunista, ya que era considerado como enemigo del gobierno militar".

Al conocer las declaraciones de "El Papudo", Karol Cariola, diputada y secretaria general de las Juventudes Comunistas de Chile, en conversación con Cambio21, señaló que "esto a nosotros nos hace reflexionar sobre lo que significaría para nuestro país si la dictadura aún estuviera vigente, ya que muchos de nosotros no estaríamos vivos. Las declaraciones de este exmilitar son tremendamente fuertes, golpean porque reafirman lo terrible que fue la dictadura militar, la dimensión en cuanto a la violación de los Derechos Humanos, que se llevaron adelante que es una parte de nuestra historia que conocemos y además tenemos testimonios y que esto reafirma con aún más fuerza".

Valenzuela también explicó que "la labor en contra del Partido Comunista, esto es, detener a sus miembros y, en muchos casos ‘darles muerte', principió por los organismos llamados regionales de este partido. La represión abarcaba tanto al Partido como las Juventudes Comunistas", afirmó.

Con relación a lo anterior, Karol Cariola comentó que "yo no lo viví personalmente, pero nuestra organización, las Juventudes Comunistas, tiene en sus filas a miles de compañeros que fueron perseguidos, torturados y desaparecidos que fueron militantes de la ‘Jota', asesinados y otros que tuvieron que salir al exilio. También así lo vivió el Partido Comunista".

Andrés Valenzuela "El Papudo". Perdón por Verdad

Muchas personas se han preguntado si corresponde juzgar a Andrés Valenzuela por los hechos que revisten carácter de crímenes en que habría participado. Ello, porque les cuesta entender que se encuentre libre y a pesar de lo que sabe, nunca ha sido procesado. Otros, justifican el hecho, pues los antecedentes que voluntariamente ha entregado "El Papudo", han permitido conocer la verdad en muchos temas, es más aseguran, debiera servir de ejemplo a otros ex represores para que dieran a conocer aquello que conocen.

Un ex abogado de la Vicaría de la Solidaridad, órgano defensor de los Derechos Humanos que tuvo un rol fundamental durante la dictadura y que fue aquel que cooperó con la salida de Andrés Valenzuela del país, y quien solicitó mantener reserva de su nombre, señaló a Cambio21 que "a mí me parece que Valenzuela ha hecho algo que a me hubiera gustado que hicieran todos los que participaron en hechos de violaciones a Derechos Humanos."

Y continúa fundamentando que "Es más, lo hizo antes que se terminara la dictadura, lo que se valora aún más. Hay otros que sabiendo lo mismo o más que Valenzuela callaron entonces y callan incluso después de terminada la dictadura. Eso quiere decir que compartieron lo que se hizo. Me refiero a oficiales, pero los soldados que fueron obligados a participar, bien podrían entregar sus testimonios y con ello conocerse la verdad, afirma."

Reclama que "el comportamiento de los medios, como La Tercera -dice-, que alegan porque no lo procesaron, no alienta a nadie a seguir su camino y eso no ayuda, menos a conocer la verdad por los familiares de víctimas de DDHH, es más -asegura-, los que lo sacamos en aquella época pagamos un gran costo, pero preferimos optar porque la verdad y la justicia primaran y no perder otra vida (la de Valenzuela)", señaló

"Hay que recordar que sus declaraciones tumbaron más de 10 generales y no sé cuántos oficiales, aclarándose no sé cuántos casos, por la valentía de reconocer el error de un muchacho que a los 18 años lo "pescaron" y lo llevaron a esto y lo convirtieron en lo que lo convirtieron, incluso en parte en víctima", aseguró el abogado.

Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP), dijo que "es relevante que esta persona, a pesar que fue un victimario, colabore en estas causas porque es necesario saber quiénes asesinaron a nuestros ejecutados políticos o quiénes fueron responsables de las desapariciones y escondieron sus cuerpos y saber dónde pueden estar sus restos. Para nosotros es violento y contradictorio el escuchar o leer las declaraciones de esta persona, porque él está comprometido con violaciones a Derechos Humanos".

La diputada Cariola (PC), sobre lo señalado por "El Papudo" ante la Corte de Apelaciones, dijo que "creo que estas declaraciones aportan en cierta medida algunos elementos, ojalá él pudiera dar datos más concretos como nombres, responsables y cosas por el estilo, porque eso es lo que contribuiría realmente a terminar con la impunidad y la injusticia, lo que no se ha hecho, ya que este tipo de acusaciones ya las conocíamos", a lo que agregó "creo que estos aportes debieran ir en la dirección de poder hacer justicia y terminar con la impunidad de los asesinos responsables".

Carmen Hertz, reconocida abogado en Derechos Humanos y ella misma víctima del atropello que significó el asesinato cruel de su marido, Carlos Berger, acerca del caso Valenzuela, parte aclarando que ella era abogado de la Vicaría de la Solidaridad cuando El Papudo entregó su testimonio original. "En primer lugar -asevera la abogado Hertz-, él no era un militar de alto rango, que era parte del Comando Conjunto, pero además colabora (con la Vicaría) en un momento tremendamente riesgoso para él y, en plena dictadura, entrega una información valiosísima", indica.

Aclara asimismo que "está contemplado incluso en nuestra legislación la colaboración con la justicia, el entregar información y no sólo en éste tipo de crímenes, sino que en los delitos comunes igualmente, transformándose en una circunstancia atenuante de responsabilidad", afirma.

Carmen Hertz señala que más que a aquellos que fueron obligados a cumplir órdenes, se debe apuntar a los autores ideológicos de estos crímenes y a los perpetradores con mando, "o sea los oficiales, alguien como Marcelo Moren Brito que nada tiene por entregar porque nada ha querido entregar. Aquí deben haber condenas ejemplares contra esos criminales con mando que además de ordenar perpetraban", concluye.

Por último, Carmen Frei (DC), aseguró: Él desde el principio ayudó con informaciones de muchos casos, no sólo al de mi papá. Por cierto que demuestra ser una persona que se arrepintió de las barbaridades que hizo y así, como recuerda esto de mi papá, espero que pueda recordar muchas más cosas, para que terminemos de una vez con los procesos que están en marcha", aseguró. Pero si a Valenzuela le corresponde perdón o castigo, Carmen Frei afirmó que "Esa parte la tienen que decidir los jueces. No me corresponde pronunciarme sobre esto".

¿Héroe o Villano? Sin dudas el lector se podrá plantear la misma pregunta y es muy posible que no todos lleguen a una misma conclusión. Pero cual sea la visión que usted tenga, es claro que los aportes a la justicia entregados por Valenzuela, han llevado verdad en muchos casos. Ojalá otros muchachos de entonces y que fueron obligados a participar en crímenes de lesa humanidad que posean información sobre ello, se atrevan a acercarse a los órganos pertinentes de Justicia o a los abogados de estos casos a contar su verdad, la que de seguro traerá paz a muchos otros que la necesitan en nuestro país.

Repercusiones en el extranjero

El impacto de las declaraciones judiciales obtenidas en exclusiva por Cambio21 no sólo se replicaron en nuestro país. Importantes cadenas de noticias en diversos lugares reprodujeron la información al instante de darse a conocer por nuestro medio. CNN, ANSA, Terra, UPI y muchas otras agencias internacionales dieron a conocer la información.

"Ex-presidente Frei murió envenenado, confiesa ante juez represor arrepentido", "Chile: un ex represor confirmó que Frei fue envenenado", "Un represor de la dictadura de Pinochet confirmó que el ex presidente Frei fue envenenado", "Expresidente chileno Frei Montalva fue envenenado", "Testimonio clave confirmaría asesinato de Frei", "Ex presidente Frei impactado con revelación de Cambio21 que revela que a su padre lo mataron con vendas envenenadas" y muchos otros titulares fueron portada, citando a Cambio21 e informando de la noticia en todo el mundo.

Otros casos en que declaró Valenzuela

Reinalda del Carmen Pereira Plaza, militante del Partido Comunista y ex dirigenta de la salud, fue detenida por agentes de seguridad el 15 de diciembre de 1976 cuando esperaba locomoción en la comuna de Ñuñoa para volver a su casa luego de realizarse exámenes relacionados con su embarazo. Dos hombres la redujeron y la introdujeron al vehículo en que se movilizaban mientras la mujer gritaba "sálvenme".

Marta Lidia Ugarte Román fue profesora y miembro del comité central del Partido Comunista de Chile, detenida el 9 de agosto de 1976 por agentes de la DINA y, según testigos, permaneció recluida en el sector denominado "La Torre" de Villa Grimaldi. Su deceso se debió a las torturas a las que fue sometida y su cadáver fue encontrado semidesnudo y dentro de un saco amarrado a su cuello con un alambre un mes después en la playa "La Ballena", de Los Molles.

"Calle Conferencia" se refiere a la querella criminal por genocidio, homicidios múltiples asociación ilícita, inhumación ilegal cometidos en perjurio del Comité Central del Partido Comunista de Chile que se reunió en calle Conferencia, el 4 de mayo de 1976, lugar que fue convertido en una "ratonera" por la DINA. La orden de detención la dio Manuel Contreras, pero la responsabilidad final se le atribuye a Augusto Pinochet.


Andrés Valenzuela: Confesiones de un agente de seguridad

Fuente :ciper.cl, 30 de Septiembre 2011

Categoría : Prensa

En noviembre de 1984, el régimen militar decretó Estado de Sitio y clausuró las revistas opositoras, entre ellas Cauce. Se buscó impedir la publicación de la entrevista que Mónica González, actual directora de CIPER, le hizo a Andrés Valenzuela (Papudo), suboficial activo de la Fach y agente del Comando Conjunto. En diciembre la publicó El Diario de Caracas, en Venezuela. Esta es la versión del diálogo en que, por primera vez y en plena dictadura, un militar reveló cómo los servicios de seguridad torturaron, asesinaron y desaparecieron a los opositores. Un testimonio que con los años fue confirmado punto por punto en tribunales.

“Quiero hablar de detenidos desaparecidos” dijo y su voz hizo eco en las paredes. En sus manos estrujaba un ejemplar de la revista Cauce, donde se denunciaban crímenes cometidos en la zona norte de Chile por los mismos servicios de seguridad a los que él hasta ese día (27 de agosto 1984) perteneció. Trémulo, ansioso, consciente de la desconfianza que inspiraba, las palabras salían de su boca a borbotones.

Era uno de esos hombres a los que once años de régimen militar transformaron primero en carceleros, luego en torturadores y más tarde en asesinos. “Sin querer queriendo, me fui transformando”, susurró luego de muchas horas, agobiado por el cúmulo de detalles relatados. Cientos de hombres y mujeres pasaron por sus manos, por sus ojos y oídos. Muchos de ellos fueron salvajemente torturados. Hasta la muerte. Otros, despojados de toda dignidad, obligados –al límite de la resistencia- a entregar a sus propios compañeros, fueron luego expulsados a la calle. Hombres sin hueso y sin alma. Una manera diferente de matar. Todos ellos dejaron sus huellas en Andrés Antonio Valenzuela Morales, 28 años, miembro de la Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile, FACH.

El relato que a continuación se transcribe es un episodio más en una larga historia de once años de violencia, muerte y destrucción. Es una historia simple que involucra a centenares de personas. Muchas de ellas han luchado durante años para que sus familiares –detenidos desaparecidos- regresen algún día con vida. Este relato les cortará las esperanzas para siempre. Una historia simple que retrata en forma descarnada la crueldad de un régimen, el abuso de poder que transformó a campesinos, jóvenes ciudadanos de Chile, en vulgares asesinos al amparo de la autoridad.

Esta es la historia de Andrés Valenzuela y de todos aquellos que hicieron que un día este hijo de campesinos quisiera “volver a ser un humano”.

¿Cuántos murieron sin haber claudicado jamás, sabiendo que su testimonio quedaba en las manos de sus captores asesinos?

Este relato es una prueba fehaciente de que todos esos sacrificios no fueron en vano. De alguna manera cada uno de esos prisioneros aportó para que un día Andrés Valenzuela se decidiera y relatara lo que hasta hoy el régimen militar ha intentado por todos los medios acallar.

Este es el mérito del relato de Andrés Valenzuela. Es el primero que compromete a muchos torturadores, asesinos, responsables de muertes fríamente planificadas. Es el primero también que entrega la verdad sobre algunos detenidos desaparecidos. Es el primero que penetra en el agobio y la desesperanza acumulados en los hombres que dicen representar el poder. Muchos hombres más, como Andrés Valenzuela, esperan algún día tener la valentía de dar un salto y hablar.

LA PREPARACION

“Sólo necesito hablar” musitó, mientras extendía su tarjeta de identificación militar (TIFA) número 66.650, válida hasta el 3 de septiembre de 1986.

“Quiero hablarle sobre cosas que yo hice, desaparecimiento de personas…”

-¿Recuerda nombres?
Sí. Los hermanos Weibel Navarrete, por ejemplo…

-Explíquese. Usted está muy nervioso y la carga emocional que ambos tenemos es grande. No será fácil este trabajo pero es necesario que explique y con detalles. Grabaremos todo y después veremos qué se publica. ¿Está de acuerdo?
Me da lo mismo.

-Yo no quiero que a la salida lo maten.
Va a suceder, pero al menos hablé.

-¿Cuándo entró a los servicios de seguridad?
El año 1974. Llegué a hacer el Servicio Militar al Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina. Allí seleccionaron personal para llevarlo a la Academia de Guerra de la FACH, en avenida Las Condes. En ese momento estaban terminando los procesos de los prisioneros. Al parecer, a mí los jefes me consideraban vivaracho y por eso creo me sacaron para trabajar en los “grupos de reacción”.

-¿Qué hacían en los grupos de reacción?
Acompañábamos a los que hacían allanamientos.

-¿Quién los seleccionó?
Un instructor cuyo nombre no recuerdo. Pero él no tiene nada que ver porque la selección fue al azar, no más. Fuimos alrededor de 60 conscriptos los seleccionados. Nos dividieron en dos grupos. La mitad se fue a trabajar a la Academia de Guerra; el resto, trabajamos directamente con prisioneros.

-¿En qué lugar?
En los subterráneos de la Academia de Guerra.

EL PRIMER PRISIONERO

-¿Usted venía de Papudo?
Sí. De ahí llegué a Colina y luego pasamos a depender de la Fiscalía de Aviación. Nosotros pasamos a los subterráneos, el lugar donde estaban los detenidos. Era la primera vez que veía a un prisionero. Creo que no lo voy a olvidar nunca…

-¿Por qué?
Nos formaron y nos dijeron que lo que íbamos a ver teníamos que procurar olvidarlo y el que hablara algo… Empezaron las amenazas y uno, que era muy joven, se impactaba. Descendimos al sector de la cocina. Bajamos una escalera de caracol, que era como un vértice; había tubos. Me dio la impresión de ir como en un submarino, un barco. Cuando salimos, pasamos cerca de unos baños. Éramos seis o siete hombres que íbamos a relevar a los reservistas, los primeros conscriptos. Los otros eran sólo reservistas, gente que habían llamado a cumplir ese trabajo. Recuerdo que, al doblar, lo primero que vi fue mucha gente de pie, con esposas, algunos con uniforme de la Fuerza Aérea. El capitán Ferrada (Gustavo Ferrada) estaba entre ellos. Ese fue el primer impacto. Uno viene de un regimiento donde tiene que saludar a medio mundo. Todavía recuerdo que se rieron cuando le pregunté al oficial cómo me dirigía a Ferrada; si le decía capitán. El oficial me dijo: “¡No, huevón, son prisioneros! Están con uniforme porque no tienen otra ropa”.

Lo que más me impactó fue ver a unas mujeres detenidas. Estaban de pie, con unos letreros que decían: “De pie 24 horas” y firmaba el “Inspector Cabezas”. Después supe que Cabezas era el coronel Edgar Ceballos, está en servicio activo todavía. Yo no entendía nada, hasta que el oficial me explicó que había que sentarse en la puerta de las piezas, con fusil, y “protegerlos”: es decir, impedir que conversaran. Había un reglamento interno que había que hacer respetar. La primera pieza que me tocó a mí fue la número 2; en ella estaban una señora de edad y Carol Flores (Nota 1), quien pasó luego a ser nuestro informante.

-¿Recuerda otros nombres?
Se suponía que había prisioneros considerados de cierta importancia y que podrían venir otros a rescatarlos. Por eso, las medidas de seguridad eran muy severas. Los reservistas pasaban junto a un prisionero y le decían: “A ver, huevón, párate, te quedai de pie”. Mandaban a sus presos como se les daba la gana. Yo comencé a preguntar por los prisioneros y decían: “Mira, con este hay que tener cuidado, porque es karateca. Es Víctor Toro”. A mí me impactó mucho; lo había escuchado nombrar por los diarios, era famoso. Era como estar frene a un personaje conocido. Retamales había otro, Moreno. También conocí allí a Arturo Villabela Arauco, enyesado. Había caído en un tiroteo. Así terminó mi primer día en la AGA.

-¿Hizo turnos en la noche también?
Sí, y me asusté mucho. Nos habían dicho que en caso que sonara la alarma toda la academia se oscurecía y se encendían unos reflectores. Había más ametralladoras punto 50 y desde ahí mismo alumbraban los reflectores durante la noche. Una noche sonó la alarma. Teníamos orden de que, en ese caso, todos los prisioneros tenían que tenderse con las manos en la nuca, estuviesen como estuviesen, desnudos, heridos… Y si el oficial daba la orden debíamos disparar contra los prisioneros. Yo estaba frente a la pieza donde se encontraba la señora de edad, era la esposa de un diputado comunista, estaba con sus hijos…

-¿Era Jorge Montes?
Sí, él era. Bueno, comenzó a sonar la sirena, todo quedó oscuro y se encendieron unas luces. Los detenidos actuaban en forma automática. Esto lo venían viviendo casi a diario y, a veces, se hacía para probarlos. Esa noche vi que el oficial de turno tomo una granada, le sacó el seguro y empezó a pasearse con la granada por el pasillo. Miraba todo, trataba de controlarnos ya que estábamos muy tensos. Él decía: “Tranquilos, muchachos, si quieren rescatar detenidos, van a cagar, porque van a morir todos: yo tiro la granada en el pasillo”. Recuerdo que en esa oportunidad, Flores dijo que no nos asustáramos porque eso pasaba todos los días. Así comenzó el proceso. Yo hacía guardias diarias hasta que me sacaron para los grupos de “reacción”

LA CAPTURA DEL MIR

-¿Cuánto tiempo estuvo en la Academia de Guerra?
No recuerdo exactamente, pero deben haber sido unos seis meses más o menos. Luego nos fuimos a casas de seguridad.

-¿Qué pasaba con los detenidos de la Academia?
Yo solamente hice guardias. Vi que les pegaban, los castigaban y, además, continué participando en allanamientos.

-¿En qué consistían los castigos?
En golpes, aplicación de electricidad. En realidad, nunca vi morir a nadie, pero nosotros estábamos aislados, no existía confianza para… En un enfrentamiento, sí, murió el “Coño” Molina (José Bordaz PazNota 2), del MIR. Murió también un oficial del Ejército (el teniente Hugo Cerda Espinoza, hijo de un oficial jefe del Hospital Militar, Hugo Cerda Pino), de mala suerte no más… En ese tiroteo yo participé, después me fui metiendo más.

-¿Qué más recuerda?
Había un hombre de cuyo nombre no me acuerdo, que intentó suicidarse. Tenía incluso la marca en la garganta: se había cortado con una botella o un vaso, en el baño. La verdad es que yo en ese momento era centinela no más, después me fui metiendo más.

-¿Cómo sucedió?
Sin querer queriendo, fueron seleccionando gente y todas las veces me incluyeron.

-¿Sabía usted lo que estaba haciendo?
Sí. Me daba cuenta.

-¿Y lo hizo?
Tenía que trabajar en alguna cosa.

-¿Le había hecho daño a usted o a su familia, el gobierno de la Unidad Popular?
No, en nada.

-¿Qué edad tiene?
28 años.

-Eso quiere decir que tenía 19 años cuando fue destinado a trabajar en casas de seguridad de la DINA.
No, yo nunca estuve en la DINA. Pertenezco al SIFA, Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea. En ese tiempo, teníamos problemas graves con la DINA, pensábamos que era inoperante. Por lo menos así opinaban nuestros jefes. Nosotros, siendo tan pocos, actuábamos más efectivamente que ellos. Por ejemplo, nuestro grupo logró detener a toda la cúpula del MIR.

-¿Y cómo siguió después su itinerario en la SIFA?
Ya le dije: pasé a los grupos de “reacción”. Realizábamos allanamientos, hacíamos guardia frente a las casas, controlábamos el tránsito mientras el resto allanaba, sacaba a la gente de la casa, detenían gente.

-¿A qué lugar llevaban a los detenidos?
Primeramente a la AGA. Pero nosotros en esa época no sabíamos más. No nos preocupábamos de los detenidos. Si los soltaban o los juzgaban, no teníamos idea. Sé que los torturaban. La primera vez que me tocó presenciar un trabajo de esos fue con una mujer. Me chocó mucho. Era una niña del MIR cuyo nombre olvidé.

-Descríbala.
Era una muchacha muy joven de buena situación económica, pelo rubio…

-¿Por qué le chocó?
Es que nunca había presenciado algo así. Yo estaba considerado entre los centinelas paleteados digamos. Entonces la hicieron pasar al baño y allí le sacaron la cresta y yo los vi. Otra vez me impresionó mucho un hombre que tenía la piel morada. Estaba enteramente morado, morado (Víctor Hugo Salinas Vilches, 55 años, detenido el 13 de septiembre de 1973. Le preguntaron una y otra vez por las armas sin creer que Salinas no sabía ni siquiera disparar).

-¿Qué le hicieron a la mujer?
Le pusieron corriente y ella gritaba. Era novia de un muchacho del MIR, karateca. No recuerdo la chapa que usaba, nos estaban haciendo una prueba para ver quiénes podían quedar definitivamente en el servicio.

-¿En qué consistían esas pruebas?
Nos empezaban a meter de a poco dentro del sistema y veían como aguantábamos, cómo reaccionábamos. Parece que yo reaccioné bien porque ya llevo diez años en esto.

LA CASA DE SEGURIDAD

-¿Usted me habló de dos casas de seguridad que tuvieron?
Sí. Fue antes de irnos a Colina. La primera casa estaba ubicada en el paradero 20 de Gran Avenida (Santa Teresa Nº 037, expropiada al dirigente del MIR, José Bordaz). Hoy día funciona allí una sociedad no sé si de diabéticos o de antialcohólicos.

-¿Cuántos detenidos había allí aproximadamente?
Se iba rotando, pero llegamos a tener alrededor de 40 detenidos, repartidos en tres piezas. Incluso había algunos metidos dentro de los closets.

-¿Qué tipo de torturas aplicaban?
Corriente, los colgábamos, golpes de manos y pies…

-¿Murió gente en ese lugar?
Sí. Uno fue el llamado “Camarada Díaz”. Tenia unos 50 años, medio canoso, bajito, de contextura regular (Humberto Castro HurtadoNota 3). El otro era un joven al que le decían “Yuri” (Alonso Gahona ChávezNota 4). Fue colgado en una ducha y como antes le habían aplicado corriente, tenía mucha sed. Abrió con la boca la llave y tomó agua. Luego llegó un centinela y le cortó el agua, pero él nuevamente la volvió a abrir y nosotros dejamos que el agua corriera. Debe haber estado unas horas con el agua de la ducha corriendo por el cuerpo. En la noche falleció de una bronconeumonia fulminante.

-El “Camarada Díaz”, ¿era Víctor Díaz, subsecretario general del Partido Comunista?
No, no era él. Llegó en una oportunidad un equipo que no sé de dónde provenía, podría haber sido DINA. No los conocía y empezaron a interrogarlo sobre armamento. Tengo entendido que Díaz sabía dónde estaba el armamento del Partido Comunista. Él no contestó nada y le pegaron bastante. Eran alrededor de nueve hombres lo que conformaban el grupo y entre todos le dieron. Antes ya le habían pegado, estaba bien golpeado.

-¿Habló?
No. No habló. Lo dejaron después allí y dijeron que iban a volver al día siguiente para seguir interrogándolo. Parece que notaron que estaba muy débil. Falleció esa misma noche.

-¿Qué hicieron con el cuerpo?
No lo sé. En el grupo que lo sacó estaba Roberto Fuentes Morrison.

-¿Dónde estaba la otra casa de seguridad?
En el paradero 18 de Vicuña Mackenna (“Nido 18” estaba ubicada en Avenida Perú Nº 9.035). Esa casa parece que pertenecía a un hombre de apellido Sotomayor, del MIR (Humberto Sotomayor). Era una casa grande de madera que tenía un taller mecánico y unos maniquíes. Parece que la esposa de él era modista. Allí se suicidó un hombre alto que andaba con una chaqueta de cuero café claro y pantalones café. Eran dos hermanos, comunistas. En ese tiempo trabajábamos solamente al Partido Comunista.

-Cuando dice nosotros, ¿a quiénes se refiere?
Al Comando Unido que actuaba junto a gente de Carabineros y la Armada. (Por la Armada el jefe era el entonces capitán Manuel Barra von Kretschmann y el teniente Daniel Guimpert; y por Carabineros, al mando de la entonces DICAR estaba el general Rubén Romero Gormaz y el teniente Manuel “Lolo” Muñoz Gamboa)

-Usted habló de los hermanos Weibel Navarrete, ¿qué pasó con ellos?
En ese tiempo nosotros trabajábamos en la Base Aérea de Colina. Allí estaba el menor de los Weibel: Ricardo. (Fue detenido el 26 de octubre de 1975). Estuvo con nosotros algunos días (hasta el 6 de noviembre). Yo conversaba mucho con él porque me tocaba hacer guardia si es que no tenía que salir a los operativos. Supe que era chofer de micro de la línea Recoleta-Lira. La primera vez que lo detuvimos yo participé, era en la avenida El Salto, cerca del Regimiento Buin. Luego fue en la casa, un equipo que integró el propio comandante Fuentes Morrison. Un día, cuando iba entrando a mi servicio, lo vi y le pregunté: “Y ¿qué pasó?”. No sé, me contestó, parece que hay algunas cosas que aclarar. Estaba muy nervioso, me dijo que creía que lo iban a matar. Ricardo se impactó mucho por la operación del helicóptero. Ellos sintieron cuando aterrizó.

-¿Se lo llevaron en un helicóptero?
No, se fueron en un vehículo, junto a Rodríguez Gallardo (Nota 5). Yo después saqué conclusiones y pienso que lo fueron a buscar por eso, porque lo iban a matar…

-¿Quién lo detuvo en la segunda oportunidad?
Recuerdo que fue Fuentes Morrison. Yo no fui. Lo fueron a buscar amistosamente. Llegó con una polera solamente. Lo sacaron varios más y lo mataron a balazos.

-¿En qué lugar?
En Peldehue. No sé exactamente el lugar, pero sí sé que fue en Peldehue, en los terrenos militares.

-¿Cuántos prisioneros más iban en esa operación?
Como ocho o nueve personas.

-¿Qué hacían con los cadáveres?
Me imagino que los quemaron porque iban con combustible. Llevaban un bidón con diez litros de combustible, llevaban además chuzos y palas. Me imagino que los quemaron para desfigurarlos y después los deben haber enterrado. También como le dije iba “El Quila” Rodríguez Gallardo, dirigente de la Juventud Comunista (detenido el 28 de agosto de 1975). “El Quila” incluso se despidió de nosotros.

-¿Cómo estaban cuando partieron?
Estaban enteros. Weibel se quebró un poco pero no como para llorar, muy luego se recuperó. Otro de los hombres que salieron era pintor o dibujante.

El amigo informante

-¿Quién entregó a Miguel Rodríguez Gallardo?
El informante Carol Flores; nosotros le decíamos Ricardo. Él entregó a casi toda la gente del Partido y de la Juventud. Vivía en una casa en la calle Los Tulipanes.

-Pero, ¿a Rodríguez Gallardo también lo entregó?
Sí, tengo entendido que habían sido compañeros de estudio. Miguel Rodríguez Gallardo fue un prisionero que llegué a admirar por su valor. Fue respetado incluso por los mismos jefes nuestros, por su inteligencia, por su hombría. Murió por sus convicciones. Pensó que lo que hacía estaba bien. Nunca lo pudimos quebrar, en ninguna circunstancia, ni mental ni físicamente. Estuvo en un armario, vendado; para que no se le fuera la mente buscaba dibujos en las tablas, se imaginaba situaciones, estuvo tanto tiempo vendado que llegó a desarrollar el sentido del oído más que nosotros, el olfato. Él cayó detenido poco antes que florecieran los árboles y en el “Nido 20” (la casa de seguridad del paradero 20 de Gran Avenida) había árboles y un día dijo “yo sé donde estoy: en el paradero 20 de Gran Avenida, la sirena que suena y que da la hora, yo la conozco”. Parece que en su juventud había sido bombero en esa compañía. También reconoció un pito de una fábrica que había por allí. El escuchaba y sacaba cuentas.

Antes de eso lo tuvimos en un hangar en Cerrillos, en el lado civil del aeropuerto. Allí un día nos dijo que estaba detenido en Cerrillos. Nosotros le preguntamos: “Pero, ¿cómo sabes? Puede ser Pudahuel, la Base Aérea El Bosque”. No, dijo, “escucho todas las indicaciones que da la torre de control y nunca ha dado la salida de un avión de combate ni tampoco de pasajeros: tiene que ser Cerrillos”. Así nos fuimos haciendo amigos de él. Cuando lo llevamos a Colina, estuvo perdido un tiempo. Sabía que era un lugar donde se hacía instrucción, que era un regimiento porque escuchaba los conscriptos en la mañana que trotaban y cantaban.

-¿Cómo murió?
En los terrenos militares de Peldehue junto a Ricardo Weibel.

-¿Por qué esa gente tenía que morir?
No lo sé. Eso lo dictaminaba el jefe.

-¿Usted no sintió nada? ¿No se había hecho amigo de él?
Sí, sentí pena, a varios de nosotros les pasó lo mismo, porque cuando él se fue sabía que lo iban a matar. Incluso nos dio la mano, se despidió de nosotros, nos agradeció que le diéramos cigarrillos. Nos conocía hasta los pasos. El sabía quien estaba de guardia, cuando era yo me llamaba y decía: “Papudo, dame un cigarrillo…”.

-¿Qué pasó con José Weibel, miembro de la comisión política del Partido Comunista?
Yo participé directamente en su detención. Lo bajamos de una micro, lo seguíamos desde su casa. Hacía varios días que era vigilado. (Fue detenido el 29 de marzo de 1976). Actuaban otros tipos que no eran de la Fuerza Aérea, actuaban como agentes, era gente de derecha, habían sido de Patria y Libertad. En la micro iba con su señora.

-¿Qué sucedió?
No recuerdo bien. Hubo un robo. Nosotros buscábamos la posibilidad de bajarlo. Iba una señora que no tenía nada que ver con nosotros ni con la DINA, le robaron y nosotros dijimos que éramos de Investigaciones y lo bajamos culpándolo del robo. Lo conducimos luego a una casa de seguridad que teníamos en Bellavista.

-¿En qué lugar?
Cerca de donde hay unas canchas de tenis, casi al llegar a la esquina. Creo que ahora construyeron un edificio de departamentos y parece que en el primer piso de la casa reparan lavadoras. Allí vivíamos los solteros del servicio y también teníamos detenidos.

-¿Qué hicieron con él?
Fue interrogado, estaba junto a René Bazoa, que también había sido detenido pero mucho antes y era nuestro informante. Lo usábamos para que sacara información a los otros. Había otro informante que le decían el “Fanta” (Miguel Estay), este cayó junto con René Bazoa y todavía es informante de los servicios de seguridad. Ahora usa el pelo muy corto, cortito, y barba.

-¿Está usted seguro?
Totalmente. Hace cuatro días lo vi llegar a una de las oficinas nuestras en Amunátegui N° 54 pero trabaja indistintamente para varios servicios incluyendo SICAR.

-¿Qué pasó con José Weibel?
Bueno, él fue interrogado y de allí salió un equipo y lo mataron en el interior del Cajón del Maipo y luego lo tiraron al río.

-¿Podría identificar el lugar?
Creo que sí porque allí se hicieron otras operaciones, la de Carlos Bratti Cornejo, por ejemplo.

-¿Quién era Bratti Cornejo?
Fue colega mío. Soldado primero de la Fuerza Aérea, pero trabajaba en nuestro servicio, claro que llegaba esporádicamente a la Academia de Guerra porque trabajaba en la Base Aérea El Bosque, trabajaba todo el sector de La Granja. Lo mataron en el Cajón del Maipo junto al informante comunista Flores (Carol Flores).

-¿Los mataron a los dos?
Sí, porque intentaron cambiarse de servicio e irse a la DINA. En ese tiempo la DINA les ofreció mejor remuneración económica, automóvil, casa. Los jefes se reunieron y decidieron que eso era traición porque la información nuestra la estaban pasando a la DINA y entonces ellos llegaban antes que nosotros a ejecutar una operación. Por ejemplo, incautar automóviles. Una vez se descubrieron unos tanques de combustible que tenía el MIR, no recuerdo el lugar pero quedaba cerca de Las Condes, sólo nosotros sabíamos de su existencia y llegó la DINA y los requisó. Hubo sospecha de que alguien estaba pasando información y se supo que eran ellos. En la institución se les hizo un proceso y el director de Inteligencia lo dio de baja. Dos meses después salió la orden, los empezamos a buscar y los mataron.

-¿Recuerda usted detalles de la “operación Bratti”?
En ese tiempo nosotros estábamos viviendo en la casa de Bellavista, éramos ocho agentes más o menos. Me pasó a buscar Adolfo Palma Ramírez alrededor de las diez de la noche y me dijo que había una operación. Nos fuimos a “La Firma”, como le llamábamos nosotros, que es la casa de calle Dieciocho, el ex local del diario Clarín. Allí había otros oficiales de Carabineros, de la Marina. Estaban todos los jefes del Operativo Conjunto. Me sorprendió que hubiera pisco en la mesa, una especie de cóctel pequeño. Uno de los presentes me dio una pastilla y me dijo que me la tomara. Yo me di cuenta de inmediato que era droga. La conversación siguió hasta que el trago se terminó. Yo no sabía de qué se trataba. A un centinela le dijeron que trajera “el paquete”, así llaman a los detenidos. En ese momento vi que entraron con Bratti esposado y los ojos vendados.

-¿Desde cuándo conocía a Bratti?
Él ingresó antes que yo. Yo lo conocí el año 1974 en la Academia de Guerra, después dejé de verlo un tiempo hasta que apareció nuevamente trabajando con nosotros.

-¿Qué paso luego? Me refiero a cuando llegó esposado…
Le hicieron preguntas. Se notaba que estaba muy choqueado. Estaba drogado. Le dieron órdenes luego al centinela para que lo sacara de la especie de living en que nos encontrábamos y salimos a los vehículos. Creo que iban dos autos. Adolfo Palma iba en uno de ellos conduciendo. A mi lado iba un agente de Carabineros y otro oficial de Carabineros también. Nos dirigimos al Cajón del Maipo.

ASESINATOS EN EL CAJON DEL MAIPO

-Descríbame el lugar en el Cajón del Maipo donde mataron a Bratti.
Hay que pasar San Alfonso, El Melocotón y cuando el camino cruza el río, pasábamos el puente e inmediatamente doblábamos a la izquierda. Nos internábamos por un camino de tierra unos 10 ó 15 kilómetros, no recuerdo con exactitud. Allí había unos acantilados.

-¿Estaba vivo Bratti?
Drogado creo, pero vivo. Lo pararon al frente de una piedra y él insistió en que le sacaran la venda y le soltaran las esposas. Supuso que lo iban a matar. Palma le preguntó que cómo quería morir, si quería arrancar. Se pretendió hacer un juego macabro por cierto. Bratti dijo que quería morir sin venda y sin esposas. Estaba muy entero. Palma entonces, se dirigió a mí y me ordenó que le retirara las esposas. Recuerdo que cuando me acerque a sacarle las esposas, él me dijo que hacía mucho viento y agregó: “Está fría la noche Papudo”. Sí, le contesté, pero yo estaba quebrado a pesar de estar drogado. Tenía miedo, pensé que los demás que participaban eran todos oficiales, salvo un agente de Carabineros y que quizás me iba a ir yo también con Bratti p´abajo. Me dio mucho miedo cuando me ordenaron: “¡Ya, sácale las esposas!”. Ellos estaban como a diez metros. Cumplí la orden, me devolví donde Palma y me mandaron a los vehículos. No recuerdo a qué fue, si a buscar algo, no sé. Cuando iba caminando hacia los vehículos, en una noche muy clara, sentí la ráfaga. Cuando volví al lugar había cordeles y ya estaba muerto. Me dijeron que lo amarrara y le pusiera unas piedras y lo tiramos por el acantilado.

-¿Le puso sólo piedras? ¿No incluyeron amarras con alambre?
No lo recuerdo. El hecho es que después se comentó que debíamos haberle puesto otra cosa porque apareció el cadáver, a los pocos días, en el Canal San Carlos. Palma me dio la mano para que yo me acercara al acantilado y lo soltara en el río.

-¿Usted lo tiró al río?
Sí, yo lo hice. En ese instante pensé que también me iban a soltar a mí. Me dio mucho miedo pero lo solté. Después regresamos a los vehículos y volvimos a “La Firma” donde tomamos otra botella de pisco y luego me fueron a dejar a la casa. Lógicamente me pidieron que no hiciera comentarios de lo que había sucedido, pero dentro del servicio se sabía de todas las operaciones que se realizaban.

-¿Cómo supo usted que estaba drogado?
Sentía como que no pisaba, no coordinaba. Recuerdo además, que fumaba y era como que no estuviera fumando.

-¿Qué sintió cuando asesinaron a su compañero de servicio?
Hasta ese momento pensaba que nos había traicionado. Porque nos dijeron que pasaba información al MIR y al Partido Comunista. Sentía pena pero en el fondo tenía rabia porque nos dijeron que había entregado una lista con nuestros domicilios, los lugares que frecuentábamos, etcétera, para que nos mataran. Pensé entonces que estaba actuando bien por el hecho de que Bratti era un funcionario.

-¿Cómo supo usted que esa no era la verdad?
El año 1979 estuvimos trabajando en Antofagasta, no en subversión. Y Adolfo Palma Ramírez me dejó en una oportunidad en su casa porque viajaba a Chuquicamata. Le cuidé su casa y me dediqué a escuchar casettes. Encontré declaraciones de detenidos, entre ellas las de Bratti. Ahí supe la verdad: se le acusaba de traición por querer pasarse a la DINA. Yo le hice saber a Fuentes que Palma tenía grabaciones con declaraciones de Bratti y de otros detenidos. Para ese entonces ya no estaba Palma en la FACH. Fuentes dijo que estaba bien porque eso iba a ser un respaldo en caso de que mañana él cayera detenido para entregar información.

-¿Participó Palma en muchas operaciones de detenidos desaparecidos?
En casi todas. Era el segundo de a bordo después de Roberto Fuentes. Él había sido de Patria y Libertad. Fue uno de los que participaron en el asesinato del comandante Arturo Araya Peters, el edecán de Allende y se jactaba de eso (asesinado por un comando de Patria y Libertad con armas entregadas por la Marina, el 26 de julio de 1973).

-¿Hay algún otro funcionario que haya sido eliminado?
No, de la FACH es el único que yo conozco.

-¿Y Calor Flores?
No era funcionario de la FACH. Era informante.

-¿Por qué mataron a Flores?
Porque intentó irse a trabajar a la DINA. Fue en 1976, no recuerdo si era DINA o si ya era CNI. En ese problema también estuvo metido Otto Trujillo, era de Patria y Libertad, lo había traído el comandante Fuentes Morrison al servicio. También estuvo implicado en el grupo que se quiso pasar a la DINA. A él lo dejaron en libertad. Por la influencia de Fuentes no lo mataron.

-¿Qué pasó con Trujillo después?
Trujillo ahora está trabajando para el SIM, el Servicio de Inteligencia Militar. Recuerdo que como castigo se le mandó a Punta Arenas, él era de allá. Fuentes lo trajo después a Santiago. De repente aparecía trabajando para nosotros. A Trujillo le dijeron que regresara a Punta Arenas, que no volviera más a Santiago, que se olvidara del asunto y de sus amigos. Luego apareció en el SIM trabajando con René Bazoa. Andaban juntos. Hace poco Otto Trujillo fue requerido por la justicia por una estafa. Estuvieron unos detectives en la oficina y le consultaron a Fuentes por él. Fuentes contestó que no tenía idea en consecuencia que sabía que estaba en el SIM.

-¿Qué pasó con Palma Ramírez?
En Pudahuel tiene una distribuidora de frutas, un local grande.

-¿En qué lugar?
Es por José Joaquín Pérez, una calle paralela a esa (da la dirección exacta)). A Palma le decíamos también “Fifo”.

-¿Hubo otras operaciones en el mismo lugar del Cajón del Maipo?
Sé de varias, una de ellas la de José Weibel, pero en las otras yo no participé. Carol Flores también fue muerto allí.

-¿Está seguro que allí mataron a José Weibel?
No sé si lo llevaron con otras personas pero sí sé que Weibel murió allí.

EL VIAJE EN HELICÓPTERO

-Usted me dijo que también supo de una operación en que lanzaron detenidos desaparecidos desde un helicóptero.
En ese tiempo estábamos en la Base Aérea de Colina, trabajábamos cuatro servicios: SICAR, Armada, Carabineros, Ejército y nosotros. Supe de una sola operación pero puede que hayan hecho más. Fue en el año 1976, cuando fue combatida la Juventud del Partido Comunista.

-Cuénteme todo lo que recuerda de la operación.
Llegó un helicóptero de la FACH a Colina y sacaron alrededor de diez o quince personas. Entre esas personas recuerdo claramente que iba un ex regidor (hoy concejal) de Renca que era cojo, tenía sus años, deben haber sido los mismos que cayeron con él en la redada. (Se trata de Humberto Fuentes Rodríguez, detenido desaparecido desde el 4 de noviembre de 1975. Fue arrestado en una camioneta amarilla con distintivo FACH).

-¿Salieron vivos de la Base Aérea?
Sí, los drogaban, les daban unas pastillas pero parece que no eran muy efectivas, porque se daban cuenta. Uno de los que participó, “Fifo”, me contó después que uno había despertado en el vuelo y le había pegado un fierrazo. Luego empezaron a lanzarlos al mar, frente a San Antonio creo.

-¿Les hacían algo antes de tirarlos?
Dicen que los abrían.

-¿Que los abrían…?
El estomago, para que no floten. Iban comandos de seguridad del Ejército, creo que con el corvo, antes de tirarlos al mar, los abrían. Fue una sola vez que llegó el helicóptero. Recuerdo a otro de los que se llevaron, de unos 45 ó 50 años, comunista, peladito, medio moreno, en una oportunidad intento suicidarse y se quebró un brazo. Se lo llevaron, lo vio un médico y estuvo enyesado harto tiempo. Él también se fue en el helicóptero. Había otro que hacía caricaturas. Los otros no los recuerdo.

-Trate por favor…
Intento, pero no recuerdo ni siquiera sus chapas.

-¿Recuerda los nombres de agente de seguridad que participaron en dicha operación?
Rolando Fuentes Morrison es uno y Palma Ramírez. Esos dos eran los jefes. En ese tiempo los que trabajábamos en esto éramos muy pocos militares, la mayoría era de afuera. Me acuerdo del “Luti”, llegaban de repente a la oficina pero dos eran extremistas de derecha que habían participado en atentados, como el asesinato de Araya Peters, por ejemplo, asaltos bancarios, etcétera, durante el período de la UP. Les conocía las chapas no más, nunca les supe los nombres. Eran de buen nivel social. Ellos hacían generalmente todo el trabajo de seguimiento. Los mandaba Palma. Nosotros participábamos en la captura solamente.

-¿Qué otras operaciones se hicieron en Colina?
Murió otra persona, era de aspecto similar al “camarada Díaz” que murió en la casa de seguridad. Lo mataron los del Ejército, lo interrogaron y lo dejaron allí. Luego lo fuimos a ver y estaba muerto. Lo llamamos, entonces se devolvieron y lo echaron en el portamaletas del auto. No sé qué pasó después con él.

-¿En qué estado estaba?
Golpeado, con moretones por todo el cuerpo, muy rígido. Tengo entendido que le pusieron corriente directa, de 220. Se le ponen dos cables directamente del enchufe, no de la máquina especial con que se tortura. Tiene que haber sido el año 1976 porque ese fue el año en que trabajamos en Colina, totalmente separados de la Base. Al interior de ella había una cárcel recién construida para los funcionarios que tienen que cumplir penas militares.

-¿Funcionaba como centro de torturas?
Sí. Estaba nueva. Ellos no la usaron. Incluso creo que no la usaron más porque allí funciona ahora otra cosa. Después fue cuando tuvimos problemas con el Ejército.

-¿Qué tipos de problemas?
Ellos querían mandar todas las operaciones y echaban a correr la antigüedad entre los jefes. Después, el Ejército optó por no operar con nosotros y empezaron a trabajar aparte. Nosotros seguimos trabajando igual con la Marina y Carabineros. Luego nos fuimos a trabajar a la calle Dieciocho, en el ex edificio del Clarín, que ahora pertenece a DICOMCAR. Ahí teníamos a los detenidos. De ese lugar sacamos a los que mataron en la Cuesta y ahí también cayo detenido Contreras Maluje.

-¿Participó René Bazoa en esa detención?
Él era el informante nuestro. Estuvo detenido en Colina. No era informante de antes porque fue torturado en Colina, él cambio su vida por la entrega de información. Digo esto porque él fue testigo de la operación que se hizo con el helicóptero y con la citroneta. Bazoa llegó con varios más, una mujer, uno que le decían “Fanta” (Miguel Estay). Después apareció Bazoa trabajando con nosotros.

-¿Con ustedes o con la DINA?
Él empezó a trabajar con los servicios de la FACH y después tengo entendido que se lo pasaron al Ejército cuando nosotros dejamos de trabajar la subversión.

-¿Quién asesinó a René Bazoa?
Tengo entendido que fue el Ejército, el SIM.

-¿Quién entregó a Carlos Contreras Maluje?
(El 3 de noviembre de 1976, a las 11.30 horas en Nataniel Cox, entre Coquimbo y Aconcagua y poco después de haber sido atropellado por un microbus, fue detenido por personal de seguridad. Desde ese día se encuentra desaparecido).
Un hombre alto, medio moreno, nariz respingada, abultada, ojos café, pelo negro y brillante. Él había estado detenido en el edificio del Clarín y entregó a Contreras porque dio el contacto. No recuerdo el puesto que tenía este hombre en las Juventudes Comunistas, pero era importante. Lo llamábamos “José”. Había otro, el “Macaco” que le decían, bajito, morenito, nosotros le pusimos “Macaco” porque le encontrábamos cara de mono. Había otro comunista que cayó con el “Macaco”, era de finanzas y tenía un departamento en el centro. A ése le decíamos “Relojero”. Todos esos detenidos se iban el día viernes a sus casas y los pasábamos a buscar el domingo a lugares previamente concertados, la Plaza Ñuñoa, por ejemplo. Cuando ellos nos entregaron a Carlos Contreras Maluje, se fijaron de a poco las reglas.

(Los tres comunistas informantes serían presumiblemente: Vargas, Mallea y Saravia).

-¿Murieron estos hombres?
De todos ellos el único que murió fue Contreras Maluje.

-¿Dónde vivía “José” (Vargas)?
Por el sector donde está la Municipalidad de Las Condes, creo que la calle se llama Paul Harris. Tengo entendido que todavía vive allí porque hace poco tiempo pasamos con un jefe por allí y dijo: “Por aquí vive José”. Ahí me di cuenta que todavía era un informante porque comentó que se había contactado con no sé qué nombre, el de una agente de la CNI.

MUERTE DE UN COMUNISTA

-¿Qué pasó con Carlos Contreras Maluje?
Recuerdo todo muy bien porque yo participé. Lo detuvimos con un familiar o un amigo de Contreras en San Bernardo. Íbamos con el informante “José”, que estaba detenido. En ese momento teníamos prácticamente a toda la directiva de las Juventudes Comunistas, nos faltaba Contreras. Para entonces ya trabajábamos sólo con la Marina y Carabineros.

-¿Dónde funcionaba el cuartel general?
En calle Dieciocho. Cuando cayó “José”, en el interrogatorio, él dijo que tenía un contacto con Contreras en una casa de San Bernardo. Y nos dijo: “Si me sueltan, yo hago el contacto con él y luego nos agarran”. Lo soltamos, hicimos todo el operativo y detuvimos a Contreras Maluje junto a un joven. Nos costó mucho detenerlo porque era más o menos fornido. Cuando bajábamos por Gran Avenida uno de los vehículos atropelló a una persona y seguimos. Llegando al cuartel comenzó el interrogatorio de Contreras. Le preguntábamos por todos los que teníamos detenidos, y él respondía que hacía tiempo que no los veía o decía no conocerlos. Le preguntamos por José, y contestó que no lo veía desde hacía mucho tiempo. Le sacamos la venda y le mostramos a todos los dirigentes que teníamos detenidos. Se dio cuenta –creo- que lo había entregado José. En ese momento, él dijo que tenía un “punto” (un contacto) con otro dirigente, no recuerdo con quién, en la calle Nataniel. Los jefes se reunieron porque había algunos que no querían efectuar la operación por la importancia que tenía Contreras en el Partido Comunista. Suponía que estaba tramando algo. Se decidió que la operación se llevara a cabo y salimos. Lo largamos en Nataniel y empezó a caminar hacia Avenida Matta. De repente, yo por radio escuché que dijeron: “Se tiró a la micro el sujeto”. Contreras había sido torturado hasta las últimas horas de la noche anterior, tenía las muñecas rotas con las esposas. Cuando escuchamos por la radio yo estaba como a siete cuadras del lugar. Cuando llegamos ya se había juntado mucha gente.

-¿Qué sucedió después?
Al vernos empezó a gritar que éramos de la CNI o de la DINA, no me recuerdo bien ya, que lo queríamos matar, que avisaran a la farmacia Maluje de Concepción. Gritaba además, cual era el pecado de ser comunista. Después empezó a hablar con gestos porque estaba semiinconsciente. Ahí llegaron todos los demás vehículos que estaban participando en el operativo y también un radiopatrullas de Carabineros. Ellos no sabían qué hacer, si llevarse detenido al chofer de la micro (Luis Rojas Reyes) y miraban a los tipos que se bajaban de los autos con radios, metralletas, pistolas. Luego, uno de los carabineros tomó al chofer y lo llevó a la parte trasera del vehículo para tomarle los datos y después le dijo: “ya súbase y váyase no más”. Cuando quisimos subirlo al vehículo, Contreras Maluje gritaba que no, que no quería que se acercaran los de la DINA. Le pidió incluso ayuda a Carabineros y decía: “Me han torturado” y mostraba las muñecas que tenía rotas. No quería subirse pero lo logramos meter a un automóvil Fiat 125 celeste cuya patente estaba a nombre del director de Inteligencia de la Fuerza Aérea, general Enríque Ruiz Bunger. A todo esto el general no tenía idea. En todas las operaciones el que mandaba era Roberto Fuentes Morrison. Incluso ese auto no debió haber participado en el operativo porque andaba con la patente derecha, no era una patente falsa. Por eso lo llamaron después a declarar por el proceso que hubo.

-¿A qué lugar lo llevaron?
Al cuartel de la calle Dieciocho. Allí fue golpeado. Llegó herido, con la cabeza rota y un brazo facturado. Lo bajaron como un paquete. Lo tiraron dentro del calabozo a puras patadas. Le dieron fuerte. Dijeron que había traicionado.

-¿Cuándo y cómo lo mataron?
En la noche. Estuvo todo el día en el calabozo. Le pegaron por pegarle porque ya nadie le preguntaba nada. Un suboficial de Carabineros le pegó una patada en la cara y le fracturó la nariz. Al otro día, cuando llegué, supe que lo habían llevado a enterrar al mismo lugar de la Cuesta donde yo había ido antes. Un equipo de Carabineros salió temprano a hacer el hoyo. Yo estaba ahí y les pregunté dónde iban, y respondieron: “al mismo lugar donde fuimos la otra vez”.

-¿Quién dirigió la operación?
Roberto Fuentes Morrinson.

-¿Dónde está ubicado el lugar donde fue enterrado Carlos Contreras Maluje y otros detenidos desaparecidos?
En una Cuesta en el camino Melipilla. Es una bifurcación del camino principal y nosotros doblamos a la derecha. Recuerdo que hay un desvío, avanzábamos por ese camino hasta un puente, pasando el puente empezaba la Cuesta. Como en la tercera o cuarta curva había un camino secundario, una huella. Había que internarse por allí unos 100 metros. Allí procedíamos a dejar los detenidos y los fusilábamos en el lugar. Allí mismo eran enterrados.

-¿Sin dinamitarlos?
No. Sólo se les disparaba con armas con silenciador.

-¿Llegaban vivos allá?
Sí.

-¿Cuánta gente llevó usted?
Dos personas, pero anteriormente habían ido con otros detenidos al mismo lugar, unas ocho personas más o menos. En la operación en la que yo participé había un olor típico de cementerio. Se notaba que antes habían ido a hacer otras operaciones. Esas operaciones se hacían en conjunto con el SICAR y la Armada.

-¿Qué sabe de las muertes de otros detenidos desaparecidos, como Eduardo Paredes, Bautista Von Showen, Enrique París…? (le entrego una lista haciendo una pausa entre cada hombre)
No, no tengo idea.

-¿No hacían comentarios entre ustedes?
Mucho compartimentaje. Lo que hace mi unidad no tiene por qué saberlo otra.

-¿Por desconfianza?
Sí, mucha.

EL JURAMENTO DE LA FACH

-¿Sabía usted que en cualquier momento también lo podían matar?
Siempre lo supe.

-¿Hizo algún juramento en la FACH antes de iniciar su trabajo?
Tengo un documento firmado en la Dirección de Inteligencia de la FACH en el que se dice que todo lo que haga no debo comentarlo, y si el día de mañana me echan del trabajo, debo seguir llevando una vida normal, pero no debo involucrar a nadie. Incluso dice que el que cae detenido, cae solo, todas las acciones las hizo solo, nunca contó con el apoyo de la institución.

-¿En qué otras operaciones participó?
En Fuenteovejuna y Janequeo.

-¿Cómo fueron esas operaciones?
Había que detectar a los que mataron al intendente de Santiago, Carol Urzúa. A nosotros nos llamaron cuando ya la operación estaba armada. Al equipo de contra subversión de la FACH le pidieron una colaboración. La CNI ya había hecho los seguimientos, tenía detectadas las casas, todo. Ahí cayeron presos los que están detenidos actualmente, a uno que le decían “Pitufo” Palma. El día de la operación estuve todo el tiempo en una camioneta. De repente se nos avisó que si salía el “uno” -los teníamos por número de acuerdo a su importancia-, se iniciaba toda la operación. Por radio escuché: “salió el uno, ¡síganlo!”, hizo contacto con otro y después se separaron y los detuvieron a los dos. A otro lo agarraron aquí al frente de Capuchinos, uno gordo, no recuerdo su nombre.

-Continúe…
Al que más recuerdo es a Palma, que fue sacado de un colectivo o de un taxi. En la tarde nos dirigimos a la casa de Fuenteovejuna. Nos reunieron antes en un supermercado por ahí cerca. Éramos alrededor de 60 agentes. Llegó un jeep con una ametralladora punto 30, nos reunió uno de la CNI, tengo entendido que es oficial de Carabineros, y dijo: “Bueno, aquí ningún huevón vivo, todos muertos”.

-¿Cuántos sospechosos eran?
Tres. Nosotros cerca de sesenta. De repente yo vi entrar el jeep que se estacionó. Justo al frente de la casa hay un pasaje. Dieron la orden por radio que tomáramos todas nuestras posiciones y luego, el mismo oficial preguntó si estaba lista la base de fuego. Yo no tenía idea de qué se trataba: era el jeep que estaba preparado, el jeep que tenía la CNI con una ametralladora que sale con un mecanismo hidráulico. Salió la ametralladora y empezó a disparar a la casa durante alrededor de un minuto. Después, por un altavoz se les conminó a rendirse diciéndoles que estaban rodeados por fuerzas de seguridad. Uno salió con las manos en alto, y cuando venía saliendo lo rafaguearon. De adentro respondió el fuego una mujer. Inmediatamente la casa comenzó a incendiarse por los efectos de una bengala.

-¿La bengala fue lanzada por ustedes?
Sí, por uno de los agentes que estaban apostados en el interior y al parecer cayó en algunos documentos, papeles y se dio inicio al incendio de la casa.

-¿La bengala tenía por objeto incendiar la casa?
No. Iluminarla para ver si había más personas adentro. Sabíamos que había dos muertos, pero eran tres personas, aún no teníamos conocimiento que Villavela había muerto. Por la posición en que fue encontrado posteriormente supimos que murió con las primeras ráfagas de ametralladora sorpresivas.

-¿Cuál fue su papel en la operación?
Disparar en caso de que alguien saliera de la casa. En realidad no fue necesario. Era una cosa de locos, toda la gente disparaba. Yo le disparé a un foco que había frente a la casa para obscurecer más el sector. Después, me preocupé de sacar a la gente de las casas de los lados, a los vecinos.

-¿Qué pasó después?
Llegó investigaciones y tomó en sus manos el caso, el asunto digamos legal. Luego, nos fuimos a Janequeo, en Quinta Normal, y como algunos de nuestros agentes se encontraban sin balas, por haber utilizado todo el stock, pasamos a buscar a nuestra oficina. Cuando llegamos a Janequeo ya nos estaban esperando. El mismo jeep estaba haciendo su trabajo.

-¿Cuántos eran los sospechosos?
Dos personas y deben haber habido unos cuarenta agentes, entre gente de la CNI y de la Fuerza Aérea. Sé que a uno de los extremistas lo mataron pasando una plaza que hay por ahí cerca. No llevaba armas, después apareció en la presa con un arma, pero se la puso la CNI. “José”, un argentino, murió en el patio de la casa.

-¿Qué paso con los cadáveres? ¿También se hizo cargo Investigaciones?
Después que nosotros terminamos nuestra parte en la operación, nos devolvimos a la oficina. La CNI siguió trabajando sola.

-¿Sabe usted de donde provino la información sobre este grupo mirista?
No, no lo sé. Sí sé que el MIR y el Partido Comunista están infiltrados por la CNI.

-¿En este momento?
Sí.

-¿Cómo lo prueba?
Me lo dijo un agente de la CNI. Hacen operaciones, matan personas cuando quieren. Ellos saben dónde está fulano, zutano, perengano. Incluso la gente que se asiló recientemente en la Nunciatura estaba vigilada.

-¿Por qué quiso hablar conmigo?
Porque quería desahogarme. Compré la revista Cauce y me puse a leer. No tenía idea sobre la muerte del cuñado de Juan Delmás. Vi quién era el periodista que había escrito esa crónica y la escogí. Pero a esto le vengo dando vuelta hace varios meses. Hoy día me decidí.

-¿Qué otros trabajos de este tipo a desarrollado?
Desde fines de 1976 en adelante la Fuerza Aérea se retiró de la acción antisubversiva. Sólo actuamos esporádicamente porque Roberto Fuentes, el comandante, tiene contactos y es muy amigo con la gente de la CNI.

-¿Roberto Fuentes Morrison sigue perteneciendo a la Fuerza Aérea?
Sí, pero ni siquiera trabaja, la jefatura no le da trabajo. Está ahí no más.

LA ESTRUCTURA DEL TERROR

-¿Qué contactos tiene usted con la CNI?
Todos los servicios tienen un contacto que se llama el “canal técnico”. Para traspasar informaciones hay contactos personales.

-¿No ha habido ningún operativo en el que le haya tocado participar?
Sí, un operativo para el que nos solicitó Carabineros. Nosotros, el equipo que yo conformo, estamos bien considerados dentro del trabajo de la contra subversión. Nos tienen por buenos. Fuimos llamados para hacer unos allanamientos en Pudahuel.

-¿Qué indicaciones les entregaron?
Tienen que ir a esta casa y estos son los dos sujetos que buscamos. Creo que estaban involucrados en la muerte de un carabinero. El pasaje creo que se llamaba “Apolo”.

-¿Descubrió algo?
Armas, no. Sólo documentación, propaganda, nada de importancia…

-Pero la televisión mostró armas…
Esa vez se hizo un allanamiento en el que participaron alrededor de 200 carabineros. Se allanó creo la mitad de la comuna de Pudahuel. Si en otro lado aparecieron armas, a mí no me consta. Todo se llevó a la Comisaría de Santo Domingo. Estaba en el suelo todo el material incautado, pero armas no había en ningún lado.

-¿Qué pasó en la Comisaría?
Cuando llegamos a la Comisaría de Santo Domingo, pasado Matucana, había más de cien detenidos de Pudahuel y algunos de Renca. Estaban todos en el patio de la Comisaría, puestos contra la muralla, vendados, con capucha. Luego ingresó un vehículo con los vidrios polarizados, sacaban uno a uno a los prisioneros y los ponían al frente del auto, con las luces altas. Les sacaban las capuchas y en el interior del auto había uno que indicaba quiénes eran y quiénes no eran. Al parecer era un hombre que había caído detenido tres días antes.

-¿Su señora sabía qué clase de trabajo realiza?
Sabe que trabajo en seguridad, pero no los trabajos específicos que yo realizo.

-¿Cuándo se casó?
Hace seis o siete años. Conviví con ella y me casé legalmente después.

-¿Cuándo la conoció?
En 1975, creo. Llegué a vivir a su casa, de uniforme, como aviador. Y de repente pelo largo, me pasaban a buscar en auto, bajaban tipos con ametralladoras. Se dio cuenta que tenía que ver con seguridad.

-¿Nunca le preguntó nada?
Sí, pero yo le decía que eran trabajos institucionales, nada que ver con la DINA o la CNI.

-¿Ella se preocupaba?
Sí, mucho. Mi señora después se empezó a dar cuenta y tuvo la certeza con la operación de Fuenteovejuna. Llegué con mi pantalón con sangre y ella había escuchado las noticias. Me preguntó si trabajaba en el lugar y tuve que decirle que sí. Como ella es muy reservada, no dijo nada pero sé que se tiene que haber preocupado mucho.

-¿No le dieron ganas de hacer otro trabajo?
Yo llegué a hacer el Servicio Militar a la FACH, a los 18 años, cuado recién salí del liceo.

TRATAMIENTO PARA LOS NERVIOS

-¿Nunca estuvo relacionado con actividades políticas?
No. El año 1973 tenía 17 años. Llegué a esto en una forma…, quiero decir que no lo busqué. De repente me vi involucrado en esto.

-¿Saben sus padres qué tipo de trabajo ha realizado?
Saben que soy agente de seguridad, o sea la parte legal del asunto, la seguridad del territorio pero nunca en…

-¿Conoció a Osvaldo Romo?
No. Lo único que sé es que le decían “El Dedo de Yeso”, porque lo usaba para indicar…, al menos dentro del servicio se le conoce así.

-¿Dónde vive?
En la población Juanita Aguirre, de la Fuerza Aérea.

-¿Arrienda o es propietario?
La Fuerza Aérea nos da la casa. No pagamos arriendo.

-¿Ha estado enfermo de los nervios alguna vez?
Sí, estuve en tratamiento, hay varios casos, muchos hospitalizados.

-¿Dónde los hospitalizan?
En la Clínica Ñuñoa. Hay un convenio con esa clínica. A mi me atendió un psiquiatra.

-¿Le preguntaba sobre estas mismas cosas?
No, porque el médico es del servicio. Yo pedí asistencia médica porque estaba muy tenso, nervioso. Conversé con un psicólogo y éste me mando a sacarme un electroencefalograma. Después me citó varias veces a conversar con él, armé cubos, etcétera, luego determinaron que mis problemas eran derivados de mis problemas económicos.

-¿Fue en profundidad el tratamiento?
No. Fue muy superficial.

-¿Después cómo se sintió?
Los problemas continúan pero me siento bien. Lo que quiero decir es que los problemas que tengo son conmigo mismo. O sea, lo que estoy haciendo ahora.

-¿Pero por qué no le contaba esto al psiquiatra?
No se lo podía decir. ¿Cómo le voy a decir que estoy aburrido de esto, que me quiero ir, que no quiero trabajar más acá, que estoy asqueado de este trabajo. ¡Imagínese!, el psiquiatra del servicio… Me iba a durar re poquito la vida.

-¿Cómo se llamaba el psiquiatra?
Hay tres médicos. El que me atendió no sé si es psiquiatra o psicólogo. Es muy importante, está considerado entre los mejores de Chile. Incluso ha participado en foros en televisión. Tengo entendido que trabaja en Canal 7 y hace campañas de propaganda.

-¿Cómo se llama?
Aracena.

-¿Le hacía preguntas relacionadas con su trabajo?
No, con mi familia nada más. Del trabajo no porque sabe todo. Nos conoce bien a todos. Otro de los médicos se apellida Rey y el tercero participa poco, su nombre no lo recuerdo pero tiene cara de loco, es más bajo que yo, usa los pantalones cortos, camina medio raro, usa anteojos ópticos, pelo liso, semi canoso. Pero Aracena sí que ha participado en contra subversión.

-Si un compañero suyo desaparece, ¿pueden preguntar a sus jefes por él?
Se pregunta, siempre que no exista lo que se llama cobertura, o sea, que fue trasladado, que fue dado de baja o en último término que fue sorprendido en una u otra cosa y está detenido. Ahí nadie lo puede visitar porque el que lo visite se va de baja. Le echan a perder la imagen como se dice.

-¿Qué misión estaba cumpliendo usted en este momento?
Hacía un curso de cuatro meses de Inteligencia de seguridad territorial, pero de eso no voy a hablar ni una sola palabra.

-¿Qué piensa usted del general Pinochet?
No me gusta. Creo que es el pensamiento de la Fuerza Aérea. No nos gusta porque es un dictador. Se rompieron las relaciones digamos cuando salió el general Gustavo Leigh. Dentro de los generales hay una cierta división por el general Pinochet…

-Y a usted, ¿por qué no le gusta?
Pienso que las ideas se deben combatir con ideas. Esto lo vengo pensando desde hace mucho tiempo. Si alguien me dice a mí que es comunista y… bueno, yo no lo puedo matar, tengo que demostrarle que está equivocado. Es que un país no se puede…

“HAY MIEDO”

-¿Está convencido de lo que esta diciendo?
Totalmente.

-¿Sus compañeros opinan lo mismo?
No se pronuncian abiertamente. Hay miedo a las represalias. Uno no puede opinar libremente. Nadie le va a preguntar a uno o a un jefe “¿qué te parece el general Pinochet?”. Eso no se hace.

-¿Conoció usted al general Leigh?
El día que dejó de ser miembro de la Junta de Gobierno. Trabajábamos en una casa de seguridad, pero no en contra subversión. De repente, llegó un oficial nuestro y eligió gente. A mí me eligieron -creo por la experiencia- para que prestáramos protección a la escolta del general. Nos fuimos al Ministerio de Defensa en un Fiat 125 y no nos querían dejar pasar. Le tiramos el auto encima a un centinela del Ejército que tenía cortado el camino por Gálvez. El conscripto no hizo nada, no se atrevió. Luego esperamos que saliera el general. Había muchos periodistas en el sector, gente que aplaudía y en eso llegó un auto Chevy Nova. Se bajó un oficial rubio y conversó con nuestro oficial y le dijo que la seguridad del general Leigh estaba en manos de ellos. Nuestro oficial le dijo que no, que lo escoltaríamos hasta su casa y que las únicas órdenes que esperábamos eran del general Leigh, que seguía siendo nuestro comandante en jefe. Pero ya había jurado el general Fernando Matthei. Recuerdo que uno de los guardaespaldas del general Leigh le pegó un puñete a un comando del Ejército que no lo quería dejar pasar hacia una oficina. De todas maneras no nos dejaron entrar al Ministerio. Se armó una discusión entre los dos oficiales y el nuestro dijo: “Ustedes se bajan, en caso de que este Chevy Nova se mueva, lo repelen”. No se atrevieron.

-¿Qué pasó después?
Luego nos fuimos escoltando hasta el edificio Diego Portales. Nosotros nos bajamos con nuestras armas en la mano y creo que el general Leigh se asombró mucho. Cuando bajan hay un centinela que dice: “Baja el uno”, ese es el general Pinochet; “baja el dos” y así sucesivamente. Cuando salió el general Leigh, dijo “baja el…” y no supo qué decir. Lo acompañamos hasta su casa. Allá Leigh nos formó a todos y se despidió de cada uno de nosotros y nos dijo que teníamos que seguir prestándole apoyo al nuevo comandante en jefe. Cuando le dijeron que alguien quería hablar con él, respondió que no quería a nadie de la Junta, ni ministro ni nadie. Se juntó mucha gente fuera de la casa. Nosotros seguimos vigilando el lugar y echamos a los CNI: estaba lleno de autos de la CNI. Para evitar problemas se fueron.

-¿No pensó nunca que todas las cosas y trabajos como usted les llama iban a salir un día a la luz?
Sí, lo pensé.

-¿Hay gente de la FACH en la CNI en estos momentos?
No. Los retiró el general Matthei después del caso de la dinamitada.

-¿Causó mucha conmoción en la FACH?
Sí, pero no por un problema sentimental. Encontramos que era un trabajo mal hecho. Una estupidez. Por eso mismo causó revuelo, porque había mucha gente nuestra trabajando en la CNI.

-¿Pero no habían retirado el año 1976 a su gente de la CNI?
Sí, pero como una semana antes se había enviado nuevamente gente en comisión, por un año. Cuando se supo el caso de la dinamitada, al día siguiente llegó una orden del general Matthei pidiendo que toda la gente regresara. La orden llegó a las ocho de la mañana a la CNI, a la diez se retiró toda la gente. Y al que no quería regresar se le dio de baja en la Fuerza Aérea y la CNI se hacía cargo de ellos, pero no como funcionarios FACH.

-¿No provocó problemas eso?
Problemas con el Presidente Pinochet, sí. Cuando se pidió gente nuestra para la CNI fue por una orden de él. En realidad pidieron de todas las instituciones. La única rama que retiró su gente fue la FACH, los otros siguieron trabajando. Nosotros pensamos que iba a haber un quiebre porque el general Matthei pasó a llevar una orden del Presidente.

-¿En qué forma?
Cuando se solicitó gente nuestra para la CNI, la FACH se opuso, pero luego salió una orden directa del Presidente de la República exigiendo que Matthei enviara gente. Con el problema de la dinamitada… se pensó que habría un quiebre. El mismo Álvaro Valenzuela, jefe de operaciones de la CNI, que quedó a cargo de nuestra gente, primero estaba muy prepotente y después tuvo que aceptar que los regresaran a la unidad de la FACH. Por eso mismo, después la Fuerza Aérea solicitó a todo el personal de seguridad que entregáramos toda la numeración de nuestro armamento. Para tener absoluto control y que nuestras armas no aparezcan mezcladas en un hecho delictual o algo raro que no tenga relación con la institución. Eso pasó hace como dos meses más o menos.

-¿Hubo otro momento de quiebre institucional que usted recuerde?
Sí, debe haber sido en febrero o marzo, marzo más seguro. Parece que hubo un quiebre al interior de la Junta, porque nosotros tuvimos que vigilar durante una noche el movimiento de los regimientos. Fue una sola noche porque al otro día se levantó la alerta.

-¿En qué lugar vigiló usted?
Tuve que controlar con mis compañeros el área de Independencia, el Regimiento Buin. Ver si había movimiento de camiones, cualquier cosa extraña. También debíamos estar alerta en mi unidad por si había movimiento desde Peldehue y El Salto.

-¿Ocuparon todo Santiago me imagino?
Por supuesto. Se comentó después que se estaba esperando que Pinochet firmara un decreto que afectaba a la Fuerza Aérea y entonces nosotros íbamos a estar en contra de esa iniciativa. Quisimos evitar sorpresas, como sucedió con el caso del general Leigh y por eso controlábamos por si había movimientos para destituir al general Matthei.

-Volvamos a lo personal, el adiestramiento que ustedes tienen, ¿no lo lleva a pensar que el tipo de trabajo que están haciendo es absolutamente anormal?
Pienso que sí. Uno actúa, no piensa, sólo actúa. Queremos ser eficientes y por eso mientras menos huellas quedan, mejor hecho está el trabajo que uno realiza.

-Para las protestas, ¿no jugaban un papel?
Nunca hemos participado. Hacemos un día común y corriente. La orden la impartió el general Matthei, él está muy preocupado de la imagen de la institución, quiere que la FACH desarrolle solamente su labor profesional y no pretenda más.

-¿En qué consiste su trabajo institucional?
Básicamente en la defensa territorial, para eso fueron creadas las Fuerzas Armadas.

LA MAQUINA DE MUERTE

-¿Ha matado a sangre fría alguna vez?
No.

-¿Estaba usted realmente consciente del tipo de trabajo que hacía?
Sí, hasta ahora.

-Pero… ¿se da cuenta?
Sí.

-¿Cómo pudo hacerlo?
Es una máquina que lo va envolviendo a uno hasta el punto de la desesperación, como me ha ocurrido a mí ahora. Sé que en este momento me estoy jugando la vida. Yo sé que quizás mi familia no me va a acompañar. Ni siquiera están de acuerdo con lo que he hecho, pero tenía que contarlo. Me sentía mal, estaba asqueado. Como le decía, quiero volver a ser civil.

-Pero usted lleva diez años como agente de seguridad, ¿no cree que de todas las balas que ha disparado…?
Es muy probable porque he participado en varios tiroteos. Es muy probable…

-¿Ha torturado?
Sí.

-¿En qué consistían esas torturas?
Aplicación de corriente, golpes…

-¿Cómo se comporta usted como padre?
Soy un mal padre.

-¿Por qué? ¿Les pega a sus hijos?
No, pero juego raramente con ellos.

-¿A qué lo atribuye?
No lo sé. Creo que en todo este tiempo he empezado a mirar la vida de otra manera. Me he dado cuenta de la situación por la que he pasado. No quiero que mis hijos me quieran. Sé que cualquier día me van a matar y no quiero que sufran. Por eso soy así en mi casa. Incluso mis hijos quieren más a los tíos. Cuando éstos llegan, mis hijos corren, los abrazan, los saludan… Cuando llego yo, a veces corren y yo no les hago mucho caso. Los quiero, pero no en el sentido que debería ser…

-¿Pero usted ha querido alguna vez a alguien? ¿Ha sentido cariño por alguna persona?
Sí, claro que sí, pero tengo una forma muy particular de querer a las personas. No sé como explicarlo… Prefiero que a mí no me quieran. Con mi familia soy muy distinto. No visito nunca a mis padres.

-¿Siempre fue así?
No. Cuando era muchacho me iba bien en los estudios. Era cariñoso y regalón de mis padres a pesar que soy el hermano del medio, somos tres hermanos. Era muy sentimental, después todos esos valores los fui perdiendo.

-¿Y no se daba cuenta?
Claro que sí y eso me producía conflictos.

-¿Cómo los solucionaba?
No los solucioné nunca en realidad. Los dejaba pasar.

-¿Tiene resentimientos contra la institución?
Contra ella, claro que no. Contra los que me transformaron, sí. Con los jefes que me llevaron a hacer lo que hice. Contra la institución no, tampoco contra las Fuerzas Armadas.

-¿Quiénes fueron esos jefes?
Roberto Fuentes Morrison.

-¿Cuándo lo conoció?
El año 1974, en la Academia de Guerra. Él no era de la FACH. Tengo la impresión que el año 1975 fue nombrado subteniente de reserva. Él siempre dio a entender que antes estaba infiltrado en Patria y Libertad. En 1980 fue baleado, le pegaron dos balazos y lo ascendieron a comandante. En este momento es comandante de escuadrilla, de reserva claro. Le gusta mucho lucir el uniforme.

-¿Qué tipo de persona es Roberto Fuentes?
Es alegre, siempre se le ve alegre, jovial.

¿Siempre fue él el que ordenaba matar?
Siempre salía en los operativos y era él que participaba con los jefes de Carabineros, de la Marina y del Ejército que trabajaban con nosotros. Dictaminaban a quien se mataba, por eso dudo que los jefes máximos de la FACH sepan qué pasó realmente.

-¿Está seguro que en este momento Fuentes Morrison no hace nada en la FACH?
Nada, a excepción que a veces trabaja con la CNI, pero porque él se ofrece para cooperar, hace contactos, favores personales. Ahí me enteré que en la CNI hay diversas unidades o agrupaciones. Una se llama la Agrupación Azul que se ocupa de los partidos políticos y así por cada área que tienen que trabajar: periodistas de oposición, sindicatos… Llevan años ya especializándose. Hay un área MIR, otra Partido Socialista, Partido Radical. Incluso se hacen bromas entre ellos porque los que más trabajo tienen son los que se ocupan del MIR.

-¿Tenía muchos amigos Fuentes?
Tenía amigos en diferentes lugares. Por ejemplo, uno de los que está detenido por la muerte de un obrero del POJH en Pudahuel, Joaquín Justo Piña Glamesti, era su amigo desde el tiempo de Patria y Libertad. En una oportunidad fuimos juntos a la Municipalidad de Pudahuel a hacer un trabajo. Buscábamos una persona, teníamos la dirección pero no lo podíamos ubicar en Pudahuel y fuimos a la Municipalidad. Cuando salimos, Fuentes subió a un funcionario de la Municipalidad al auto y comentaron que había que ir a ver a Piña y Fuentes dijo: “yo a mi gente no la boto, así que voy a ir a verlo a la cárcel”. Luego nombró a los otros que estaban presos con Piña. El que iba con nosotros en el auto respondió que se acordara que habían trabajado muchos años juntos y le dijo a Fuentes: “de ti aprendimos”. Ahí me quedó claro que habían trabajado juntos y que también pertenecieron a Patria y libertad. Siguieron conversando, hicieron alusión a que Fuentes había sido autor de la voladura de un oleoducto durante la época de Allende.

EL FUTURO

-¿Tiene miedo por su vida? ¿Ha pensado qué le va a pasar en el futuro?
Ahora sí tengo miedo.

-¿Qué medidas ha pensado tomar para el futuro?
No sé… dejo que el tiempo diga… No sé qué va a pasar conmigo.

-¿Sabe alguien que vino a conversar conmigo?
Nadie, absolutamente nadie.

-¿Usted se acaba de graduar?
Claro, tengo aprobado el curso. Me espera una nueva destinación. Tengo que graduarme mañana.

-¿Y lo va hacer?
No. No voy a estar.

-¿Va a ser una sorpresa para todo el mundo…?
Sí, para todos. Sé que va a ser un remezón fuerte dentro de la Fuerza Aérea, con repercusiones en muchos lugares, en la CNI…

-¿Pero usted en ningún momento se pudo oponer a ejecutar ese tipo de trabajo?
Tenía18 años y quería saber, nunca había estado con prisioneros y quise ir a ver. Le puedo decir que dentro de los servicios hay gente joven que llegó como yo y se metió tanto en la violencia que creo que ahora no pueden vivir sin violencia.

-¿Y qué pasará si quedan sin trabajo?
Por eso hay muchos casos de delincuencia. Carabineros que han sido sorprendidos asaltando servicentros, por ejemplo. No sé, creo que después de esto cuesta entrar en el mundo de la ley.

-¿Pensaba usted que estaba por sobre la ley?
Siempre pensé que estaba por sobre la ley…

-¿Se sentía muy poderoso?
Yo no. Pero a veces sí, tiene razón, poderoso, no yo como persona, el sistema lo encontraba poderoso.

-¿Eso lo llevaba a ser prepotente en su casa?
No. Nunca he sido prepotente ni peleador. En ese aspecto hasta he sido cobarde para pelear con otra persona de igual a igual. No me dominó la violencia hasta ese extremo.

-¿A otros compañeros suyos sí?
Ya le dije que no quiero dar los nombres de mis compañeros. Un día venía con un colega, en auto, habían atropellado una persona la que estaba debajo de la micro hecha pedazos. Nosotros veníamos comiendo un sándwich y él pasó en el auto muy despacio. Noté que gozó con el espectáculo. Yo miré y volví la cara. Había visto muchos muertos pero me impactó esa escena, no tanto el muerto, sino mi colega. Él siguió comiendo y era muy sano. Y eso es lo que creo que me ha llevado a hacer lo que estoy haciendo con usted. Me he dado cuenta del cambio que hemos tenido desde que éramos conscriptos, pavos algunos, otros tontos, sin mundo.

-¿Qué hace en sus horas libres?
No me gusta llegar a mi casa. Leo mucho. Me gusta leer. Antes me gustaba mucho jugar fútbol, después dejé de ir a la cancha.

-¿Qué le habría gustado hacer en la vida?
No lo sé. No lo he pensado nunca.

-¿No recuerda lo que quería ser cuando usted era un adolescente?
Aunque le parezca irónico, policía, detective, carabinero también.

-¿Qué le gustaría que fueran sus hijos en el futuro?
Doctor, cualquiera de los tres.

-Cuando veía usted a un médico que era del servicio y que participaba de esos trabajos, ¿qué sentía?
Vi a un médico poniendo pentotal, eso me impactó.

-¿Dónde lo vio?
En Colina. No sé qué médico era. No recuerdo. Se la puso al “Quila” (Miguel Rodríguez Gallardo)… Fue hipnotizado también… No hubo caso. Por eso le digo que es una de las personas que nosotros considerábamos enemigos que yo admiré, por su temple, su valentía, sus convicciones. A veces nos quebrábamos nosotros al lado de él cuando veíamos cómo le daban. Él siempre estuvo entero.

Yo diría que al principio cuando uno empieza, primero llora, escondido, que nadie se de cuenta. Después siente pena, se le hace un nudo en la garganta pero ya soporta el llanto. Y después, sin querer queriendo, ya se empieza a acostumbrar. Definitivamente ya no siente nada de lo que está haciendo…

NOTAS

*1-. CAROL FEDOR FLORES CASTILLO: Trabajaba en la Municipalidad de La Cisterna, vivía junto a su esposa en San Bernardo. Con el Golpe de estado quedó sin trabajo y se convirtió en soldador. Su padre era suboficial de Carabineros en retiro. Fue detenido junto a sus dos hermanos el 5 de agosto de 1974 en la casa de sus padres y llevado a la Academia de Guerra Aérea (AGA). Allí fue visitado en tres oportunidades por su esposa.
Fue liberado después de ser torturado el 23 de octubre de 1974. En su ausencia había nacido su primer hijo. Tras ser dejado en libertad comienzan a visitarlo agentes de la SIFA, entre otros Roberto Fuentes Morrison alias “Wally” hasta que se convierte en informante. Desapareció el 30 de mayo de 1976. Su cadáver apareció el 2 de julio de ese mismo año.

*2-. “Coño” Molina: José Bordas Paz, uno de los principales dirigentes del MIR, fue detenido el 5 de diciembre de 1974, en una ratonera que le hicieron en la calle y que terminó en una cacería a balazos en pleno barrio Vitacura. El equipo estaba al mando del coronel Horacio Otaíza y Edgar Ceballos.

*3-. HUMBWERTO CASTRO HURTADO (“CAMARADA DIAZ”): Obrero de 54 años, quien vivìa en una modesta casa en calle General Las Heras, en el pa5adero 30 de Gran Avenida junto a su esposa y sus dos hijos. Todos ellos presenciaron su detención, la que se produjo el 3 de septiembre de 1975 a las 2:30 de la madrugada.

*4-. ALONSO GAHONA CHAVEZ: Era un esforzado obrero de la Municipalidad de La Cisterna que había quedado solo, a cargo de sus dos pequeños hijos: Yuri (7 años) y Evelyn (6 años). Fue detenido por un grupo del Comando Conjunto, el que integraba su amigo Carol Flores, el 8 de septiembre de 1975. Su hijo “Yuri” se llego a mimetizar con un árbol a la salida del campo de prisioneros de “Tres Alamos”, esperando cada día su regreso. El tablero de ajedrez en el que su padre lo inició a mover los peones fue mudo testigo nocturno de su angustia. Sus largas caminatas durante las cuales le enseñaba a contar quedaran para siempre en su recuerdo.

*5-. MIGUEL ANGEL RODRIGUEZ GALLARDO: Casado con Rosalba Mendoza, tres hijos. Era ex grumete de la Armada y trabajaba como tornero mecánico. Fue arrestado el 28 de agosto de 1975.

*6-. Arsenio Leal Pereira, casado con Rosa Carrasco, cuatro hijos, fue otro de los detenidos asesinados por el Comando Conjunto y que Andrés Valenzuela identificó. Fue detenido en su casa, frente a su esposa e hijos en la madrugada del 29 de agosto de 1975. Cuando le entregaron el cadáver a su mujer el 9 de septiembre de 1975, le dijeron que se había suicidado. Así lo describió: “Parecía un viejito de 80 años en circunstancias que tenía 44 años. Tenía manchas violáceas bajo los ojos y en la parte superior izquierda del tórax. En sus piernas y brazos tenía manchas moradas. Las puntas de los dedos evidenciaban rastros de violencia: no tenía uñas. Los testículos los tenía aplastados como si hubiesen sido golpeados. En uno de sus hombros tenía una extraña marca: una quemadura. Tenía un orificio de bala, marcas en los tobillos y en los brazos de haber sido amarrado, un hoyo que le atravesaba la mano derecha, la frente golpeada y la nariz chueca. El pelo estaba pegado por sangre seca. Alrededor del cuello tenía una huincha de mezclilla…”.


El hombre que olía a muerte

Fuente :casosvicaria.cl, 2010

Categoría : Prensa

Una ley no escrita de los organismos represivos establecía que la traición se pagaba con la muerte. Por eso, en los años duros de la guerra sucia fueron contados los agentes que se atrevieron a desafiar la omertà. De ellos, ningún testimonio fue más valioso que el de «Papudo» Valenzuela, quien se presentó un día ante una periodista opositora y dijo: «Quiero hablar de detenidos desaparecidos». En este dramático caso se inspiró el noveno capítulo de Los archivos del cardenal. Lo más insólito es que Valenzuela sobrevivió y vive hoy en algún lugar de Francia.

L

a secretaria no tenía ninguna confianza en ese hombre de gestos nerviosos, pelo negro y bigote mal afeitado que por tercera vez llegaba hasta las oficinas de la revista Cauce, ubicadas en Huérfanos, entre Morandé y Bandera, en el centro de Santiago. Era el lunes 27 de agosto de 1984, hacía frío y el sujeto insistía en hablar con la periodista Mónica González. Con su experiencia trabajando en una revista opositora a la dictadura, en los años en que eso significaba hostigamientos, amenazas y censura, la desconfiada secretaria mintió: dijo que la reportera no estaba. Pero el tipo seguía allí, serio, apretando un ejemplar de Cauce entre sus manos, a la espera.

La periodista, que en realidad estaba en el piso superior, bajó justo en esos momentos. Escuchó que alguien la buscaba en la entrada. Pese a los poco disimulados gestos de la secretaria para que no se apareciera, decidió presentarse: «Yo soy Mónica González. ¿Qué quiere?». El hombre la miró fijamente, como para asegurarse de que era quien decía ser. Luego, sacó una identificación militar, se la mostró y le dijo: «Solo necesito hablar… Quiero hablarle sobre cosas que yo hice, desaparecimiento de personas».

Según la periodista, actual directora del Centro de Investigación Periodística (CIPER), fue así como la contactó el desertor de los servicios de inteligencia de la Fuerza Aérea Andrés Antonio Valenzuela Morales, exmiembro de un aparato represivo hasta entonces ignorado por los opositores a Pinochet, pero que entre 1975 y principios de 1977 llegó a rivalizar en ferocidad con la DINA: el Comando Conjunto, integrado por agentes de la FACH, la Armada y Carabineros.

Gracias a una espeluznante entrevista que la periodista le hizo en las horas siguientes a Valenzuela, de entonces veintiocho años, por primera vez se pudo obtener un testimonio directo (y no hubo otro más completo) sobre las torturas, muerte y desaparición de militantes de izquierda a manos de la dictadura. La confesión de «Papudo» –el apodo de Valenzuela entre sus compañeros de servicio– se extendió sobre métodos de exterminio, nombres de agentes, centros de reclusión ilegales y destino de los cuerpos de detenidos desaparecidos, muchos de los cuales (se supo entonces) habían sido quemados, enterrados en fosas ilegales o arrojados al mar desde helicópteros. También se conocieron detalles de la traición de algunos militantes de izquierda que no resistieron la tortura. Varias de las víctimas habían sido compañeros y amigos de Mónica González en las Juventudes Comunistas, colectividad en la que la periodista militaba desde la adolescencia.

Sin embargo, frente a ese hombre que era presa de una carga emocional evidente, lo primero era cerciorarse de que no se tratara de una trampa. «Lo único que se me ocurrió fue revisarlo, para comprobar que no traía armas», recuerda González. Luego subió con él hasta la oficina del director de la revista, Edwin Harrington, quien no se encontraba, para entrevistarlo a puertas cerradas.

«Lo van a matar»
Apenas se sentaron, González encendió su grabadora.

–¿Qué me quiere contar usted?

–Sobre mi trabajo actual, nada. Yo quiero hablar sobre detenidos desaparecidos.

–Lo van a matar.

–Va a suceder, pero por lo menos hablé.

Entonces reveló que él había detenido a José Weibel Navarrete, subsecretario general de las Juventudes Comunistas, apresado por agentes de civil el 29 de marzo de 1976, cuando viajaba con su esposa y dos de sus tres hijos en un microbús de la locomoción colectiva. «Yo tuve que reprimir un grito, porque José Weibel había sido uno de mis mejores amigos. Y como yo había investigado el caso, sabía que lo habían detenido en una micro, cuando iba junto con su mujer, María Teresa Barahona; que cada uno llevaba a uno de sus hijos en la falda, que una mujer en la micro había dicho que le habían robado la cartera, y que unos tipos habían tomado violentamente a Weibel y lo habían bajado. Nunca más se supo de él», cuenta Mónica González.

Valenzuela dijo que llevaban varios días siguiendo a Weibel y que ese 29 de marzo recibieron la orden de apresarlo. Todo calzaba, incluso la dirección exacta de la casa del dirigente en La Florida. En seguida habló de la parte que nadie conocía: que habían llevado a Weibel a una cárcel secreta en la calle Bellavista, donde estaba detenida la plana mayor de las Juventudes Comunistas. «Él fue interrogado y de allí salió un equipo y lo mataron en el Cajón del Maipo, y luego lo tiraron al río», reveló el agente.

La periodista lo escuchaba consternada. «Yo en ningún momento dejaba de pensar que todo era una trampa, que lo único que había detrás era que querían parar la revista, tomarnos detenidos y acusarnos de sedición».

«Papudo» hablaba a borbotones. Cuando comenzó a explayarse sobre un segundo caso, Mónica González lo interrumpió y salió de la oficina para conversar con Edwin Harrington, quien ya había llegado. Se acercó a su director y le dijo que la entrevista era sobre un asunto «muy grave» y que iba a durar horas. «Se trata de un hombre que está hablando de cómo mataron a nuestra gente. Hay que hacer salir a todo el mundo de la revista», le explicó.

Harrington entendió perfectamente. Solo él y un puñado de periodistas se quedaron.

«Ya no puedo más»
Mónica González llevaba un año en Cauce, luego de retornar del exilio desde Francia. En mayo de 1984 había publicado una investigación sobre la casa que Augusto Pinochet se mandó construir en El Melocotón, en predios adquiridos al Fisco a un precio irrisorio. Semanas después entrevistó al excomandante en jefe de la FACH, Gustavo Leigh, defenestrado en 1978 tras una pugna de poder con el jefe del Ejército. «La imagen de Pinochet se fue al tacho», decía Leigh, a propósito de El Melocotón. Por esa entrevista el régimen aplicó la ley de seguridad interior del Estado y envió a la periodista a la Cárcel de San Miguel, un penal de hombres.

Mónica González tenía treinta y cinco años cuando Andrés Valenzuela llegó hasta las oficinas de Cauce. «Papudo» traía consigo el último ejemplar de la revista, donde una investigación de la reportera denunciaba que, tras el millonario robo de un banco en Calama que costó la vida de dos cajeros, se había desencadenado una sorda purga al interior de la CNI. El atraco era en realidad una operación encubierta para financiar a ese organismo, la que al ser desbaratada acabó con varios agentes asesinados por sus propios compañeros, entre ellos Alfonso Fort, de veintisiete años. El padre de Fort aparecía en la revista exigiendo justicia.

Cuando la periodista le preguntó a «Papudo» por qué la había elegido a ella, el agente contestó: «Porque ya no podía más con el olor a muerto. Me despierto con el olor a muerto, me acuesto con el olor a muerto y ya no puedo más. Y vi el reportaje de Cauce y vi que usted se compadeció por el asesinato de este joven de la CNI. Y dije que usted no me va a cerrar la puerta».

En las primeras horas, la entrevista fluyó con «Papudo» entregando todos los detalles que recordaba sobre un detenido específico, como nombre, cargo, lugar de detención, torturas y destino del cuerpo, antes de pasar a otro caso. Mónica González se limitaba a hacer preguntas acotadas, mientras iba chequeando información en sus archivos personales.

A menudo Valenzuela no sabía nombres ni cargos. Entonces la periodista le pedía que describiera físicamente a la víctima, o que recordara si antes de morir habló de su familia u ocupación, cualquier detalle que luego permitiera unir piezas. «Yo buscaba desesperadamente pistas, porque no sabía hasta qué minuto iba a tenerlo de entrevistado: me dijo que no había llegado a su trabajo [Inteligencia de la Fuerza Aérea] esa mañana y que estaba desertando. Y me contó que a su mujer le había dicho que venía a hablar conmigo.

Entonces, yo estaba segura de que en cualquier minuto iban a llegar a buscarlo», cuenta la profesional.

El caso que más había marcado al agente fue el de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, un militante comunista apodado «El Quila», detenido el 28 de agosto de 1975 y al que las torturas no lograron quebrar. «Papudo» sentía necesidad de hablar de este hombre. Contó que siempre había sido cortés con sus captores y que su valor era reconocido incluso por los jefes. «Cuando lo mataron, incluso se despidió de nosotros», aseveró.

«Al Quila Rodríguez le debemos la confesión de Andrés Valenzuela», asegura González.

La periodista cuenta que «Papudo» se quebró varias veces al recordar este caso. Incluso en un momento quiso abrazarla. «Llore, pero no me toque», le advirtió ella. «Para mí lo importante era rescatar información clave para demostrar que los detenidos desaparecidos existían. De mi parte había odio: venía recién saliendo de la cárcel», cuenta.

La grabadora llevaba varias horas corriendo cuando en un momento alguien trajo bebidas y café. A medida que transcurría el relato, la periodista se percató de que «Papudo» hablaba como desertor de una organización distinta de la DINA y la CNI, los organismos hasta entonces identificados como responsables de la represión política.

«Cuando dice “nosotros”, ¿a quiénes se refiere?», preguntó entonces. «Al Comando Unido que actuaba junto a gente de Carabineros y la Armada», respondió Valenzuela. Un organismo independiente, que en su momento llegó a rivalizar con la todopoderosa DINA, que se ensañó especialmente con el PC y que luego de su disolución formal siguió latente en la FACH hasta entrados los años ochenta. La mención al Comando Conjunto era absolutamente nueva.

Al llegar la noche, decidieron seguir en otra parte: un lugar que Mónica González hasta hoy se niega a revelar. La conversación duró varias horas; «las más agotadoras de mi vida», recalca la periodista. La única condición que puso «Papudo» fue no entregar el nombre de sus compañeros de servicio. Sí estaba dispuesto a hablar de quienes daban las órdenes. Cuando se hizo evidente que había dicho gran parte de lo que sabía, González le preguntó qué iba a hacer, «porque yo pretendo publicar todo esto».

–Usted haga lo que quiera, pero yo termino acá y me voy a presentar a mi unidad.

–Usted está loco. Lo van a matar.

–Me da lo mismo. Yo ya estoy muerto.

La periodista se dio cuenta de que tenía que persuadirlo de salvar su vida. Su estrategia fue desentrañar su historia personal, desde que ingresó a cumplir con su servicio militar en la Fuerza Aérea hasta que fue seleccionado para cumplir funciones en la Academia de Guerra Aérea y, «sin querer queriendo» –como decía él–, se vio «envuelto en una máquina».

Le propuso, entonces, entregarlo a la Vicaría de la Solidaridad para sacarlo del país. Él aceptó, con una condición: quería despedirse de su mujer y sus tres hijos. Eso hizo al día siguiente.

La Vicaría se hace cargo
Mónica González llegó a creer que Valenzuela había sido asesinado, pues al día siguiente, cuando debían reencontrarse, la prensa informó sobre la aparición de un cadáver masculino. Pero al rato «Papudo» llegó.

Esa misma mañana el director de Cauce, Edwin Harrington, y Mónica González se presentaron en la Vicaría de la Solidaridad. Ahí se reunieron con el vicario Santiago Tapia y dos abogados. Uno de ellos –quien prefiere mantener su identidad bajo reserva– recuerda que los periodistas resumieron el testimonio de «Papudo», recalcando que había que sacarlo del país.

«De inmediato apreciamos que estábamos frente a un testimonio de una relevancia tremenda, pero también ante un altísimo riesgo. Este caso estuvo entre los cinco o seis de más alto riesgo que manejó la Vicaría. Por un lado, se trataba de una persona que estaba cumpliendo servicio. Y, por otro, había participado directamente en actividades brutales», apunta el abogado. El gran temor era que se tratara de un intento por infiltrar la Vicaría. «Eso comprometía la raíz de nuestra actividad», explica el profesional.

Sin embargo, los antecedentes que Valenzuela había aportado parecían verosímiles. Además, había dado señales claras de que estaba desertando. No había, por lo demás, mucho margen: era cuestión de tiempo para que los servicios de seguridad detectaran la traición.

Si es que ya no lo habían hecho.

Ese mismo día, poco después de almuerzo, Mónica González acompañó a Valenzuela a la calle Huérfanos y lo entregó a dos abogados de la Vicaría. «Lo primero que hicimos fue trasladarnos en un auto a la Cuesta Barriga», recuerda uno de ellos. En el lugar, Valenzuela señaló la ubicación exacta donde habían sido enterrados cuerpos de desaparecidos. Al regresar a Santiago, el exagente fue trasladado hasta el estacionamiento de un supermercado. Ahí lo esperaba una alta autoridad de la Vicaría. Desde ese momento, «Papudo» quedó oficialmente bajo el resguardo del organismo de la Iglesia Católica chilena. Y el vicario Tapia mandató al secretario ejecutivo, Enrique Palet, para coordinar una operación que constaría de tres fases: la primera, resguardar la seguridad del exagente; la segunda, tomarle una extensa declaración notarial; la tercera, sacarlo vivo del país.

Al terminar la jornada, el hombre que recogió en su auto a Valenzuela lo refugió en algún lugar de Santiago. «Un sitio de retiro», dice, sin precisar más. Allí, según recuerda, Valenzuela estuvo tres o cuatro días. En forma alternada, dos abogados de la Vicaría recogían su testimonio, corroborándolo con el archivo del organismo. Todo calzaba.

Según recuerda uno de los dos abogados implicados, este trabajo prosiguió después de que Valenzuela fuera trasladado a un lugar más seguro: un monasterio en la periferia de la capital. «Quienes estaban ahí no sabían quién era. Solo acogían a alguien. Ninguno de nosotros podía comentar nada con nadie, ni siquiera con el resto de la gente de la Vicaría», relata uno de los profesionales que tuvo contacto con «Papudo» en esos días. No más de seis personas sabían del tema.

Valenzuela oficializó su testimonio en una parroquia en Santiago, hasta donde llegó un notario. Luego volvió al monasterio, donde esperó varias semanas a que se diesen las condiciones para salir de Chile.

No fue tarea fácil. Se trataba de una operación ilegal. Pero las autoridades de la Vicaría asumieron el riesgo. Una alta fuente del organismo cuenta que tomaron contacto con una entidad externa, que fabricó los documentos para dotar a Valenzuela de una nueva identidad. Esa entidad, precisa un ex abogado de la Vicaría, era la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC). Luego se dio el vamos a la «operación combinada». La primera parte estuvo a cargo de dos abogados de la Vicaría que trasladaron a Valenzuela al sur. En la segunda etapa, el desertor de la FACH partió a Bariloche en bus, acompañado por otro abogado que subió al mismo vehículo. Valenzuela nunca supo las identidades de quiénes lo acompañaron. «Le dijimos que no preguntara nada», recuerda un profesional de la Vicaría que estuvo al tanto de los detalles de la operación.

Un segundo abogado vinculado a la Vicaría siguió a la pareja de viajeros, sin que ellos lo supieran.
Así fue como Valenzuela llegó a Bariloche, y desde ahí partió a Buenos Aires.

Un cura y una pistola
«El compromiso que hice con la Vicaría fue que yo no publicaría la entrevista hasta que me avisaran de que Andrés Valenzuela estaba fuera del país, a salvo», dice Mónica González.

Entre tanto, hizo cuatro copias del testimonio del exagente. Una la guardó ella. Otra se la entregó a los abogados que recibieron a Valenzuela. La tercera la dejó en una caja fuerte de propiedad del dirigente DC Narciso Irureta, quien también ocultó ahí las cintas de audio, sin hacer ninguna pregunta. La cuarta copia la hizo llegar al Partido Comunista, pues la mayoría de los antecedentes se referían a víctimas de la colectividad en que ella militaba.

Después, comenzó a confirmar todos los datos aportados por «Papudo».

Decidió pedirle ayuda al sociólogo comunista José Manuel Parada, jefe de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad. «A José Manuel lo conocía mucho, porque en mis reporteos acudía a la gente de la Vicaría. Para mi gran sorpresa él no sabía nada sobre Valenzuela: no lo habían puesto en conocimiento. Decidimos empezar a trabajar».

Parada, hombre clave de la Vicaría en la recopilación de información sobre las violaciones a los derechos humanos, decidió sumar al equipo al profesor Manuel Guerrero Ceballos, también militante comunista y dirigente de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH). Guerrero había sido detenido el 14 de junio de 1976, en circunstancias dramáticas. Dos agentes de civil lo habían reducido y baleado, y lo trasladaron sangrando hasta un cuartel secreto, donde fue torturado. Como la bala quedó alojada en su axila izquierda, un médico ordenó su traslado al Hospital de Carabineros. Meses después fue liberado.

Lo que en ese momento Guerrero no sabía era que había estado en manos del Comando Conjunto, en el cuartel conocido como La Firma. Vino a saberlo recién en 1984, a raíz del testimonio de «Papudo». Por eso su aporte sería esencial para González y Parada: era uno de los pocos sobrevivientes de ese organismo represivo.

«Entre fines de agosto, septiembre y octubre nos juntamos una vez a la semana (…) Un día de octubre llegué con la entrevista hecha, ambos la leyeron y uno me dijo: “Mónica, esto no lo puedes publicar, porque van a matarte”. Pero yo no tenía alternativa», recuerda la actual directora de CIPER.

Por esos mismos días llegó hasta la revista Cauce un sacerdote que pidió conversar con ella. La periodista recuerda que lo recibió en su escritorio, ubicado entonces en el primer piso de la revista, junto a los puestos de trabajo de sus colegas Marcelo Castillo y Manuel Salazar.

El cura tomó asiento y le dijo que venía de parte de la esposa de Andrés Valenzuela.

–No tengo idea quién es Andrés Valenzuela –le respondió González.

–Mire, su esposa está desesperada.

–No sé de quién me habla. No conozco a ningún Andrés Valenzuela.

–Por favor, escúcheme, yo sé que usted es amiga de él. Su esposa está angustiada, solamente quiere saber si está vivo.

–Le insisto: no sé de quién me habla.

Fue entonces que el sacerdote sacó una pistola y gritó:

–¡Dime la verdad, conchetumadre!

Marcelo Castillo corrió al lado de González, mientras la periodista atinaba a decir:

–¡Que se vaya, que se vaya…! ¡Saquen a ese hombre!

Nadie se explica muy bien cómo el falso cura se marchó.

«Fueron días bien terribles. Allanaron mi casa varias veces. Tuve que salir de ahí, pero volvía a cada rato. No había plata. Me iba a casas de amigos, donde no era fácil que te recibieran, porque uno tenía que decirles que estaba pasando por una situación de peligro. Pero hubo gente preciosa», dice González.

Además había otro problema: González, que militaba en el Partido Comunista desde los catorce años y había ocupado cargos sensibles en la clandestinidad, tuvo un choque con su partido. Según relata, tras entregar copia de la entrevista de «Papudo» al PC, una persona le entregó un recado de la dirección interior, entonces al mando de Gladys Marín. «Esa persona me trajo la instrucción precisa de que la entrevista se podía publicar, pero sin mencionar al “Fanta” [Miguel Estay Reyno] y a [René] Bazoa». Ambos habían sido militantes de las Juventudes Comunistas, pero desde fines de 1975, después de haber sido detenidos por el Comando Conjunto, se habían transformado en activos colaboradores de ese servicio de seguridad. El testimonio de «Papudo» confirmaba esto en detalle.

Aunque tras las detenciones de Estay Reyno y Bazoa el PC había comunicado a los suyos que los dos habían pasado a colaborar con la dictadura, el tema seguía siendo un tabú para el partido. «Argumentaron que una cosa como esa podía mellar la moral interna», acota la periodista. Pero González se negó a sacar esos pasajes del testimonio de Valenzuela. Y eso, explica, influyó en que dejara de militar en la colectividad.

En todo caso, lo que más le preocupaba por esos días era que la Vicaría no le comunicaba nada sobre la salida del desertor. Hasta que, caminando por el Paseo Ahumada, se topó con uno de los abogados del organismo:

–«Papudo» está fuera –le dijo.

El 4 de noviembre de 1984, sin embargo, el régimen militar decretó estado de sitio. Dos días después prohibió la circulación de las revistas opositoras, entre ellas Cauce. «El estado de sitio se dictó con el objeto de impedir que se publicara la entrevista. La dictadura ya sabía que este hombre se les había ido de las manos», explica Mónica González.

Apenas unos días después, el 14 de noviembre, Cauce despidió a sus periodistas.

Un material muy delicado
Clausuradas las posibilidades de publicar la entrevista en Chile, González contactó a un intermediario para ofrecerla al prestigioso diario norteamericano The Washington Post. Además del obvio impacto mediático, eso permitiría recibir un pago para los periodistas de Cauce, quienes por entonces confeccionaban un boletín semanal de noticias en el Colegio de Periodistas.

González recurrió al dirigente DC Claudio Huepe, un muy cercano amigo suyo que viajaría al exterior a fines de noviembre. «Yo sentía que mientras más mantenía esa entrevista en mi mano, sin publicar, había más peligro», relata la periodista. Sin entregarle detalles, le pidió a Huepe que transportara un material periodístico delicado y que hiciera gestiones para publicarlo en un diario extranjero, previa autorización suya. «Le pedí que no leyera nada hasta que estuviese arriba del avión. Le puse la copia de la entrevista dentro del forro de la chaqueta», recuerda.

Huepe llegó a Caracas, Venezuela, donde había estado exiliado, alrededor del 20 de noviembre. Se reunió, como era costumbre, con los chilenos que aún tenían prohibido el ingreso a Chile. Uno de ellos era Carlos Jorquera, «el Negro», un periodista que había estado el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda, acompañando al presidente Salvador Allende. «Apenas llegué a Caracas, creo que el martes 20 de noviembre, hablé con el Negro y le entregué el reportaje. Le dije que hiciera lo posible para que El Diario de Caracas lo publicara y pagara algo por el trabajo periodístico», le relata Huepe a González en una carta fechada el 9 de diciembre de 1984.

Y sigue: «Me planteó que veía muy difícil que cancelaran algo, porque no era la política del diario, y que leería el artículo y después me avisaría. Hablamos dos o tres días después y me informó que se lo había pasado al director [Rodolfo Schmidt]. A fines de esa semana [sábado 24] me contó que había gustado mucho, pero que querían acortarlo y que él se había opuesto. Posteriormente me llamó para decirme que habían llevado el asunto al directorio y que lo publicarían».

Pero Mónica González no había autorizado aún la publicación. Por lo mismo, el miércoles 28, según el relato del propio Huepe en la misiva, hablaron por teléfono. En ese minuto, ella le pidió que intercediera para que El Diario de Caracas no publicara la entrevista. Huepe habló con Jorquera, pero este se negó. «Pensarían que estamos pagados por Pinochet», le dijo, según escribió Huepe en la carta. El DC agregó que no había podido hablar con el director del diario, aunque sí con su asistente. «Le planteé el asunto con mucho dramatismo, diciéndole incluso que había problemas de seguridad y que la autora me había pedido que no lo publicaran», escribe Huepe.

A Mónica González le preocupaban dos cosas. Con Parada y Guerrero habían convenido adelantar el contenido de la entrevista a los familiares de las víctimas, pues era la confirmación de que muchos de ellos habían sido salvajemente asesinados. Además, las hijas de la periodista llegarían a Chile en diciembre desde París y ella no quería exponerlas a ningún peligro.

Pese a todo, la entrevista se publicó en Caracas, los días 7, 8 y 10 de diciembre de 1984. El reportaje, titulado en su primera entrega «LA TORTURA EN EL CHILE DE PINOCHET: ONCE AÑOS DE CRÍMENES RELATÓ UN ESBIRRO ARREPENTIDO», parte con una introducción de Jorquera, en la que afirma: «Hay fundado temor por la vida de Mónica González. Es de esperar que esta entrevista convenza a la CNI de que ya no vale la pena asesinarla».

La publicación clausuró cualquier posibilidad de acuerdo con The Washington Post y, de paso, la obtención de una retribución económica.

Un año después, González recibió otra misiva, esta vez de parte de Carlos Jorquera, la que, sin embargo, estaba fechada el 8 de diciembre de 1984. Ahí, «el Negro» le explicaba por qué no se la había jugado por detener la publicación: «Cuando el material estaba compuesto –es decir, las páginas montadas–, CH [Claudio Huepe] me llamó de urgencia, cumpliendo una solicitud tuya, para pedirme que detuviera la publicación. Le dije rotundamente que no. Por infinitas razones, algunas de las cuales son las siguientes: si, cuando el material iba a entrar a prensa, me juego para que no se publique (luego de todo lo que había hecho), entonces habría tenido que comprarme otra cara y olvidarme de todo lo que he tratado de hacer en mi vida. Porque, querida Mónica, NADIE habría dejado de pensar –y de ahí a asegurar no hay más que un breve plazo– que a mí me había pagado la CNI o que la embajada de Chile me había engolosinado con cualquier embeleco o que, simplemente, la CIA había conseguido meterme susto. A partir de ese instante, me habrían faltado años (y no son muchos los que me quedan) para tratar de explicar la verdad».

La publicación trajo otros costos para González. En la Vicaría hubo quienes se molestaron, pues consideraban que la seguridad de «Papudo» –quien en todo caso ya estaba fuera de Chile– se había puesto en riesgo. Además, aún no se presentaba a la justicia su declaración jurada. También hubo familiares de detenidos desaparecidos que reaccionaron airadamente. Y, con los años, Manuel Guerrero hijo ha señalado que la entrevista se publicó antes de que su padre tomara las medidas de seguridad necesarias para no ser asesinado, tal como ocurrió casi cuatro meses después, el 30 de marzo de 1985, cuando fue degollado junto a José Manuel Parada y Santiago Nattino, por agentes de la DICOMCAR.

–¿Qué siente cuando Manuel Guerrero hijo conecta la publicación de la entrevista con la muerte de su padre?

–Mucho dolor –responde Mónica González, en su oficina de CIPER.

–¿Ha hablado con él sobre el tema?

–Sí. Pero eso es privado.

No fue esta, sin embargo, la única publicación sobre «Papudo» antes de que Parada, Guerrero y Nattino fueran ultimados. En su edición de enero-febrero de 1985, la revista Mensaje reprodujo la declaración jurada de Valenzuela. Además, Mensaje conectó por primera vez a «Papudo» con la Vicaría de la Solidaridad, al señalar que el vicario Santiago Tapia había solicitado a la Corte Suprema la designación de un ministro en visita para investigar las revelaciones del desertor de la FACH. Pero, un mes antes de su detención, otro hecho dejó en la mira a Guerrero y Parada: la información que entregó un militante del PC acerca del trabajo que estaban desarrollando en la Vicaría.

«No pude darle la mano»
Antes de que Andrés Valenzuela saliera de Chile, la Vicaría se contactó con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Buenos Aires. Allí, la uruguaya Bernabela «Belela» Herrera Sanguinetti, funcionaria del organismo, tenía un fluido contacto con la Vicaría de la Solidaridad y la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Chilenas (FASIC). Además, sentía fuertes lazos con Chile, pues en los setenta había estudiado en el país y vivido en Santiago el golpe militar, y hasta 1980 ayudó a sacar a opositores del régimen hacia el extranjero. «Cuando ellos requerían nuestra ayuda en un caso pesado, me contactaban. Solo tenían que decirme “te mando una botella de pisco”», relata Herrera, quien entre 2005 y 2008 sería vicecanciller de su país, durante el gobierno de Tabaré Vásquez.

En la primavera de 1984, «Belela» Herrera recibió un llamado desde Santiago anunciándole, en clave, que debía recibir a un nuevo refugiado. Y un domingo en la noche tuvo frente a ella a Andrés Valenzuela. Lo acompañaban dos personas –al menos uno abogado de la Vicaría–, quienes le explicaron de quién se trataba. Herrera recuerda su reacción: «Sentí pánico, pavor y asco. Me costó darle la mano».

De inmediato lo trasladó a un hotel en el centro de la ciudad, lejos de los que frecuentaban los refugiados chilenos. No solo había que proteger a «Papudo» de los servicios de seguridad de la dictadura; de haberse enterado de su presencia, también los refugiados de la oposición chilena lo hubiesen agredido. «Usted se me queda en este hotel y la única persona que lo va a visitar soy yo. Si lo llegan a ver los refugiados, lo matan», le advirtió. «Fui dura con él y lo traté como a un enemigo. Él acató, porque estaba con mucho pánico», recuerda Herrera.

El exagente permaneció encerrado alrededor de diez días. Herrera lo visitó un par de veces, designó a un intermediario que tuvo contacto diario con él, y se encargó de que la Comisión Católica y CARES –que reunía a evangélicos– le llevaran almuerzo y comida a diario a su habitación.

Valenzuela se quejaba. «Estaba ansioso y asustado. Quería salir cuanto antes pero estas cosas demoraban», explica Herrera, quien, cuando todo estuvo listo, lo dejó en manos de un funcionario de la embajada de Francia, país que aceptó acogerlo. El funcionario partió con «Papudo» rumbo a Ezeiza, el aeropuerto bonaerense, y Herrera fue informada oficialmente de que el traslado había sido exitoso.

Un par de semanas después, la esposa y los tres hijos de Valenzuela pasaron por Buenos Aires, también recibieron ayuda del ACNUR, y finalmente se reencontraron con él en suelo galo.


Agente clave del comando conjunto vuelve a Chile a prestar testimonio ante la Justicia

Fuente :elmostrador.cl, 7 marzo, 2014

Categoría : Prensa

Se llama Andrés Valenzuela Morales. Su alías: "Papudo". Fue un desertor de la Fach y agente del Comando Conjunto. Su testimonio sirvió para saber cómo los servicios de seguridad torturaron, asesinaron y desaparecieron a los opositores a la dictadura militar.

Su historia fue puesta en escena 20 años más tarde en la serie nocturna de TVN: "Los Archivos del Cardenal".

Por estos días, se encuentra en Chile con el fin de prestar su declaración al magistrado Mario Carroza, por cuanto maneja información valiosa sobre varias causas de Derechos Humanos, en especial sobre el caso de "Fuenteovejuna".

Operación que se llevó a cabo en las calles Fuenteovejuna y Janequeo de la comuna de Las Condes, el 7 de septiembre del 1983, como represalia por la muerte del intendente metropolitano de ese entonces, el general (r) Carol Urzúa. Los muertos en este falso enfrentamiento fueron: los miristas Lucía Orfilia Vergara Valenzuela, Arturo Jorge Villavela Araujo, Sergio Peña Díaz, Alejandro Salgado Troquian y Hugo Norberto Ratier Noguera.

En 1993, Andrés Valenzuela Morales concedió una entrevista –casi desconocida– a la desaparecida revista Hoy, realizada por el periodista Carlos Antonio Vergara. Allí se refirió, entre otros temas, a la matanza de un grupo de militantes del MIR en la calle Fuenteovejuna. Ese testimonio se lo entregamos hoy nuevamente:

La entrevista

A los 38 años de edad (1993), con tres hijos y un reciente segundo matrimonio, Andrés Valenzuela Morales, ex agente del Servicio de Inteligencia de la FACH, SIFA, y ex miembro del aterrador Comando Conjunto, ha estado tratando de olvidar a Chile, aunque cree que le será imposible.

Tengo muy malos recuerdos, salvo del pueblito donde nací, Papudo-dice.

Cuesta imaginar que este hombre un poco tímido, de lenguaje simple y gestos francos, haya sido testigo y protagonista de tanto horror entre 1975 y 1976, cuando vio morir bajo atroces tormentos a docenas de personas.

Valenzuela vive en la actualidad en un pueblito al sur de París, donde trabaja como despachador de una fábrica de muebles.

Después de sus confesiones en 1984, permaneció oculto –asegura– en un monasterio en los alrededores de Santiago. En noviembre de ese año logró salir por el sur de Chile hacia Argentina. Desde Buenos Aires se trasladó a Francia.

Su ex esposa y sus hijos llegaron a Europa en marzo de 1985. En 1990 se divorció y hace un año (1992) contrajo matrimonio nuevamente con una francesa.

Parte de su tiempo libre lo ocupa en leer, deleite que combina con la pesca y los paseos.

–Donde vivo hay mucho verde, mucho bosque. A menudo salgo a buscar callampas –cuenta.

Esta entrevista se realizó en un pequeño departamento de París. La ocasión sirvió también para observar el reencuentro entre el anfitrión, un chileno que había estado detenido durante tres meses en la Academia de Guerra, y otro chileno –Andrés Valenzuela– que había sido uno de sus guardias.

Hace más de quince años habían estado en bandos opuestos. Ahora, mientras se filtraba por una ventana la brisa europea, ambos sonreían compartiendo el vino y el almuerzo. Así se inició la conversación.

¿Ha temido por su vida en el exilio?
-No, porque estoy viviendo de llapa desde 1984. Además, cuando hablé, lo que dije no le salvó la vida a nadie, sino que les costó a otros. Si yo no hubiera desertado, Parada, Guerrero y Nattino estarían vivos.

¿Por qué dice eso?
-Porque fueron asesinados por mi deserción. Querían saber por qué estaban trabajando sobre el Comando Conjunto. Antes de que yo hablara, el Comando no era conocido. Lo fue después de mis declaraciones.

¿Cuándo tomó la decisión de contar todo?
-Después de los asesinatos de Janequeo y Fuenteovejuna me dije: no puedo continuar en la Fuerza Aérea, con esta gente que cuenta falsos enfrentamientos. Después vi en la revista Cauce un reportaje donde se hablaba del "Fito" Palma (Adolfo Palma Ramírez) y se contaba que estaba metido en un defalco de dinero. Ahí dije: me voy, cuento todo; y elegí el nombre del periodista que escribía ese artículo.

¿Cómo fue esa entrevista?
-Llegué a la recepción y pedí hablar con Mónica González. Le dije: soy agente de seguridad y quisiera hablar con usted. Tengo algunas cosas que decirle, por ejemplo la suerte de los hermanos Weibel. Ella estaba aterrorizada. Me dijo que subiéramos al segundo piso. Cuando le estaba dando la entrevista se puso a llorar. Ella había conocido al "Checho" Weibel.

¿Qué pasó después?
-No puedo dar muchos detalles, ni los lugares precisos, porque el 11 de septiembre hubo un golpe de Estado y nadie se había preparado. Eso puede volver a suceder y gente como yo puede tener la necesidad de acudir a los mismos lugares. Donde estuve escondido fue bastante enriquecedor para mí.

¿Por qué?
-A nivel espiritual. Conversaba con el director del monasterio. Hablamos muchas cosas, de todo un poco. Me ayudó mucho, me reconfortó sicológicamente. Si no, creo que me habría suicidado. Estoy muy agradecido de ellos, les debo la vida.

¿Ha sentido ganas de volver a Chile?
-Sí, a veces, cuando escucho música latinoamericana, pero a veces siento odio por Chile.

¿Por qué?
-El sistema que se creó en Chile me hizo mal, a mí y a muchas personas. No se me pasa por la cabeza pasearme con mi mujer por Ahumada, mostrándole los edificios, y a lo mejor pasa por mi lado el hijo del "Quila Leo" (Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, asesinado por el Comando Conjunto), sin que yo sepa; o el hijo de Manuel Guerrero. Por eso no me gustaría volver.

¿Usted quedó con rencor hacia el uniforme militar?
-Hacia el uniforme militar no. Las Fuerzas Armadas en los tiempos de la dictadura engañaron a muchos jóvenes. Nos hicieron creer que estábamos para defender la patria, que era muy importante para el desarrollo institucional del país. Cuando uno entra a ser militar es para defender el país. Yo me di cuenta de que estaba atacando a mi propio país y a la gente que trabajaba para que nosotros pudiéramos ser pagados. Me di cuenta de que los estábamos asesinando. El odio que tengo es contra ese sistema.

¿Usted estaría dispuesto a ir a un juicio en Chile?
-Si los juzgaran a todos sí. Si todos van a ser juzgados, voy sin problemas. Con ciertas garantías, claro, porque no quiero llegar al aeropuerto y que me peguen un balazo. Hay mucha gente que me quiere silenciar.

¿Quiénes?
-Gente de derecha. Yo con la gente de izquierda no tengo problemas, es con los Palma Rodríguez, con los Corbalán…

¿Cómo fue esa operación de Fuente Ovejuna que lo choqueó tanto?
-Nos llamaron el mismo día. Fue Corbalán el que llamó al "Wally" para decirle que tenía a toda la gente que había asesinado a Carol Urzúa, que estaba todo ubicado y que ese día iban a proceder a detener. Entonces el "Wally" dijo: ¿puedo participar con mi gente?. Nosotros éramos cuatro o cinco de la Fuerza Aérea. Corbalán dijo vengan. Y nos fuimos a Borgoño donde estaba el cuartel general de la CNI. Ya había gente que estaba deteniendo. Nosotros estuvimos prácticamente todo el día en el cuartel Borgoño, en los patios, y seguíamos las declaraciones por radio. En la tarde, cuando se estaba oscureciendo, nos dijeron que nos trasladáramos a la Plaza Egaña. Una vez allí, de repente, por radio, dijeron: váyanse a un supermercado. Nos reunieron a todos en el estacionamiento y llegó un oficial de Carabineros que dijo: bueno, vamos a dirigirnos a la calle Fuenteovejuna, hablando muy bajo, pues nos dijo que estaba muy cerca. Vi entonces que llegó un jeep con una ametralladora, con unos tipos cubiertos con una especie de buzo y una capucha. Eran tres sobre el jeep. El oficial les hizo un gesto y se trasladaron cerca de Fuenteovejuna. Después llegamos nosotros y dijo: en la casa hay tres personas. No quiero a ninguno vivo; hay órdenes de no dejar a ninguno vivo.

¿Quién dijo eso?
-Era un oficial de Carabineros. No me acuerdo de su nombre. Era uno grande, rubio. Creo que era el segundo después de Corbalán. En ese momento él dio la orden al jeep de que se pusiera en posición, porque había una pequeña casita justo al frente de la casa. El oficial después preguntó por radio: ¿está preparada la base de fuego? El jeep estaba frente a la casa, que recuerdo estaba iluminada. Dijo: abran fuego. Y empezaron a disparar. Yo no sé cuánto tiempo. Para mí fue largo. Después pararon. Fue solamente el jeep el que tiró, ninguna otra persona disparó. Después, con un megáfono, dijeron: aquí habla la policía; están rodeados, salgan con las manos en alto. Entonces, de adentro alguien respondió: ya no disparen, vamos a rendirnos, y salió Sergio Peña. No lo vi cuando salió de la casa porque yo no estaba en el ángulo, sino que yo escuché que le decían: avanza, sale hasta la calle. Cuando salió a la calle tenía las dos manos en la nuca y abrió los pies esperando que lo allanaran. Entonces dos agentes se acercaron y le dispararon dos ráfagas de metralleta UZI. Inmediatamente, la mujer que estaba dentro gritó algo, asesinos, creo, porque ella estaba mirando. En ese momento dieron la orden de disparar a todos los agentes, o sea a los que podían.

¿Usted también disparó?
-Yo no podía tirar, pero si hubiera podido lo habría hecho. Yo tenía adelante mío a otros agentes. No se veía a nadie. La casa estaba oscura y la ametralladora seguía tirando. Después pasaron algunos agentes de la CNI que estaban enmascarados, con una especie de buzo y gorros pasamontañas, a quienes no puedo ubicar físicamente. Entonces tiraron cuatro o cinco granadas dentro de la casa. Luego lanzaron una bengala para saber si alguien estaba vivo. En ese momento la casa comenzó a incendiarse. Ahí se acercó "El Wally" y nosotros a la casa, porque dijeron que estaban todos muertos. Yo arrastré el cadáver de Sergio Peña que estaba en la calle y lo puse sobre la acera. Es una calle que tiene un jardín en el medio, con una bandeja. Lo dejamos sobre la bandeja, y después dijeron anda a sacar a la mujer antes de que el fuego llegue y apúrense porque a lo mejor hay explosivos en la casa. Entonces, yo con otro agente de la CNI, que no lo conozco, arrastramos también el cuerpo de ella. Me acuerdo que cuando lo estábamos arrastrando no pude determinar quién era. Supe después que era una mujer. Estaba totalmente deformada.

¿Y después qué hicieron?
-Inmediatamente nos fuimos. Llegaron los bomberos y los agentes de Investigaciones, que se quedaron en el lugar. Nosotros nos fuimos a calle Janequeo. Yo partí en el último vehículo y cuando llegamos ya estaban tirando sobre la casa donde estaba José, que era su nombre político creo. En ese momento vi que corría alguien. Hay una pequeña plaza y ahí alguien corre y yo vi que se acercan unos tipos y le disparan e inmediatamente cuando nosotros llegamos hay un tipo que dispara una pistola y se la pone en la mano al muerto para disimular que habría tirado, pero él no tenía arma.

¿Qué les diría a los familiares de los detenidos desaparecidos y de las víctimas de las ejecuciones?
-Que no pierdan las esperanzas, pero que luchen sin odio porque el odio engendra más odio y va ser algo de nunca terminar. Que luchen hasta saber dónde están los cadáveres de sus seres queridos o las circunstancias en que desaparecieron y quiénes lo hicieron.

¿Usted está dispuesto a ayudarlos?
-Sí, siempre. De mi parte lo único que puedo es pedirles perdón. Perdón por no haber hecho lo posible por haber aliviado los sufrimientos sobre todo de la gente que estuvo en manos del Comando Conjunto o en la Academia de Guerra.


Revelan que ex presidente Frei fue asesinado con venda envenenada

Fuente :20minutos.com, 9 de Abril 2014

Categoría : Prensa

Un ex agente represor de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), Andrés Antonio Valenzuela Morales, denunció ante los tribunales chilenos que el ex presidente Eduardo Frei fue infectado con una venda envenenada.

Valenzuela Morales, conocido por su alias "El Papudo", que está de visita en Chile, detalló ante el juez Alejandro Madrid, que investiga el asesinato del ex presidente Eduardo Frei Montalva, las circunstancias de la muerte de Frei.

El agente indicó que "estando en la embajada de Chile en Perú, un colega de nombre Alex Carrasco, me comentó que su esposa (enfermera en la clínica Santa María) habría escuchado que a Frei, "lo habían envenenado, con compresas infectadas".

Estas le fueron aplicadas, dijo la testigo, "sobre la herida dejada por la operación que le practicaron", causando bolutilismo agudo.

El botulismo es una intoxicación causada por la toxina botulínica, producida por la bacteria Clostridiumbotulinum, siendo la vías de intoxicación más común la alimentación.

Sin embargo también puede adquirirse la enfermedad por la contaminación de heridas abiertas.

Frei murió el 22 de enero de 1982, tras una cirugía digestiva por una hernia de hiato, que no presentaba mayores riesgos, pero luego su muerte se explicó como consecuencia de un shock séptico por complicaciones en la operación.

Pero en 2009 una investigación judicial concluyó que su muerte fue un homicidio, sin que hasta la fecha se dieran a conocer en detalle las circunstancias del crimen.

Andrés Valenzuela Morales, ex integrante de la Fuerza Aérea de Chile (Fach), fue miembro del denominado Comando Conjunto, desertó en 1984 y con ayuda de la Iglesia Católica pudo huir a Francia, donde reside actualmente.

El ex integrante de los aparatos represivos de la dictadura, vino a Chile para cooperar en casos de derechos humanos que permanecen pendientes en los tribunales de justicia chilenos.


"El general Leigh sabía que en la Fuerza Aérea se torturaba"

Fuente :elpais.com, 19 de Agosto 1986

Categoría : Prensa

El ex cabo de la Fuerza Aérea de Chile Andrés Valenzuela Morales que desertó a finales de 1984 de los servicios de seguridad de este país y vive desde entonces como refugiado político en Francia, fue la pieza clave de un complicado engranaje judicial que ha permitido desenmascarar los métodos de la guerra sucia chilena. Poco antes de abandonar su país, con ayuda de la Vicaría de la Solidaridad, Valenzuela hizo una extensa declaración jurada en la que detalló cómo operaba el Comando Conjunto -integrado por la aviación, la marina y el cuerpo de carabineros-, responsable de la desaparición, en 1976, de 10 integrantes de la dirección del Partido Comunista de Chile.

Valenzuela dejó detrás de sí una verdadera bomba de relojería que cayó en las manos de un juez honesto y paciente, Carlos Cerda. Después de trabajar durante casi dos años sobre la base de sus testimonios, este juez acaba de procesar a 38 militares, en una decisión que la oposición ha calificado de "histórica".Entre los procesados está el general Gustavo Leigh, comandante en jefe de la aviación y miembro de la Junta Militar hasta 1978, cuando fue alejado del poder en un golpe de mano del general Augusto Pinochet. Además de Leigh, aparecen involucrados otros tres generales, ocho coroneles, cuatro tenientes coroneles, 22 soldados y dos civiles que trabajaban como informantes para los servicios de inteligencia.

Pregunta. ¿Cuál era el procedimento utilizado normalmente en la guerra sucia?

Respuesta. Los sospechosos eran seguidos durante semanas por equipos especializados, entre los que estaba yo. Se hacían fotografías de sus contactos y, cuando eran detenidos, se les entregaba a los equipos de interrogadores con todos los antecedentes. Los que interrogaban. eran agentes que tenían cursos de información política y que habían aprendido a torturar en escuelas especiales en Brasil, Panamá y Suráfrica.

P. Usted formó parte del Comando Conjunto, que aparece como el responsable de la muerte de 10 dirigentes del partido comunista. ¿Cuántas personas fueron detenidas por este comando?

R. Tienen que haber sido más de 500 mientras yo trabajé.

P. ¿Y cuántas fueron asesinadas?

R. Hay 13 detenidos desaparecidos, que son los que yo recuerdo. Pero tiene que haber más. Yo no siempre estaba en el servicio. A veces me iba de vacaciones o no me tocaba trabajar y uno no sabía lo que pasaba entonces. Pero, además de esos 13 desaparecidos, fueron también asesinados el soldado Bratti Cornejo, el informante del partido comunista Carol Fedor Flores y un hombre que fue muerto a golpes y cuyo cadáver fue entregado a sus familiares.

P. ¿Cuántas personas íntegraban el Comando Conjunto?

R. Éramos alrededor de 40 entre gente de la Marina, la Aviación y carabineros.

El general Leigh lo sabía

P. ¿Había mujeres?

R. Participaban algunas mujeres, pero no directamente en la tortura, sino como señuelo en la calle, en el seguimiento de los sospechosos, ya que uno siempre se imagina que un agente de seguridad debe ser un hombre.

P. ¿El general Gustavo Leigh estaba al tanto de que se detenía y torturaba en la Fuerza Aérea?

R. Sí, él estaba al corriente, ya que los recintos secretos que nosotros teníamos, las casas de seguridad y todo el mobiliario era sumamente secreto. También estaba al corriente el general director de inteligencia de la Aviación [Enrique Ruiz Ramos, ahora procesado] y él le informaba al comandante en jefe, en ese tiempo el general Leigh.

P. ¿Quiénes daban las órdenes en este comando y decidían la suerte de los detenidos?

R. Las órdenes directas las daba el capitán de carabineros Manuel Muñoz Gamboa y el oficial de la aviación Roberto Fuentes Morrison. Pero no creo que ellos sean los culpables directos. Por el grado, no les correspondía tomar ese tipo de decisiones, sino que tiene que haber involucrados generales y coroneles.

P. ¿Como quiénes?

R. Por la Aviación tiene que estar involucrado el general Enrique Ruiz Ramos, actualmente retirado, y un general de apellido Romero [se trata del general Manuel Romero Gormaz, también procesado]. No sé quiénes eran los que mandaban en la marina.

P. ¿Cuáles eran los recintos secretos donde se torturaba?

R. Empezamos el año 1974 en la Academia de Guerra Aérea, que no era tan secreta, para irnos después con un grupo de prisioneros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), a una casa en Apoquindo [un barrio elegante de Santiago]. Cuando esta gente es expulsada de Chile empezamos a trabajar a la juventud del partido comunista y después al partido comunista. Aquí es cuando la aviación comienza a hacer desaparecer personas. Usamos un local ubicado dentro del aeropuerto Cerrillos [en Santiago]. Después tuvimos un local secreto en el paradero 20 de Gran Avenida, más tarde en el paradero 18 de Vicuña Mackenna, en una casa que había sido de un militante del MIR, y también una cárcel secreta en el interior del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina. Ah, uno de los recintos más importantes fue el edificio del ex diario Clarín, que le llamábamos La Firma y donde funcionó hasta muy poco el Dicomcar [servicios de información] de carabineros [responsable del secuestro y degollamiento de tres militantes comunistas, ocurrido el año pasado].

P. ¿Cuál fue su participación en los servicios de seguridad?

R. Yo no participé directamente en la tortura. No soy especialista en interrogatorio, pero eso siempre va a quedar a dudas. Yo participaba en el seguimiento, la detención y vigilancia de los detenidos.. Pero presencié las torturas, ya que cualquier agente tenía acceso a la sala de interrogatorios.

P. ¿Qué sintió la primera vez que participó en una tortura?

R. Yo me iniciaba recién en esto de los servicios de seguridad el año 1974 y me pidieron que acompañara a algunos oficiales, entre ellos el comandante Edgar Ceballos, a un departamento en la calle Pedro de Valdivia, que se usaba para torturas.. Fui con otro soldado que estaba también en la mili. Y presenciamos cómo le ponían electricidad a una muchacha joven. El comandante Ceballos le decía que si no hablaba les iba a decir a los soldados que la violaran. A mí me dio mucho miedo. Entré en uno de los dormitorios y me puse a llorar. Estaba muy asustado. De ahí se me metió en la cabeza que yo no me podía ir del servicio si no quería ocupar el puesto de esa joven.

P. ¿En las sesiones de tortura participaban también médicos?

R. No en el momento en que se estaba aplicando la tortura, sino, que después, cuando un detenido quedaba en muy malas condiciones, se traía un médico de confianza para que le recetara remedios, sobre todo para que viera a los que eran fracturados, ya que a veces la gente era fracturada como producto de los golpes que recibía.

El fusilamiento masivo

P. ¿Cómo fue el episodio en que fueron asesinados los actuales desaparecidos?

R. En una ocasión llegó una camioneta a buscar detenidos. Traían chuzos, palas y bidones con combustible (para quemar los cuerpos y desfigurarlos). Venían los oficiales que trabajaban con nosotros: Adolfo Palma Ramírez, que había sido de Patria y Libertad [grupo de ultraderecha responsable del asesinato, del secretarío naval del ex presidente Allende], el comandante Fuentes Morrison, el capitán de carabineros Manuel Muñoz y otros más que eran habituales ew este tipo de operaciones, cuando se trataba de asesinatos. A mí me pidieron que sacara a un detenido, de apellido Fuentes, y a otro guardia le pidieron que sacara a otro apellidado Gallardo. Nos cambiamos con mi compañero y yo saqué a Gallardo. Le dije que iba a quedar en libertad, pero él sabía lo que le esperaba. Me dijo: "Antes que me pongas las esposas quiero darte la mano. Algún día nos encontraremos".

P. ¿Cuántas personas fueron asesinadas esa noche?

R. Fueron asesinadas como 8 o 10 personas, entre ellas Gallardo, Fuentes, que había sido regidor [consejal], y Ricardo Weibel Navarrete [alto dirigente comunista]. Los fusilaron a todos en el interior del Regimiento Peldehue y sus cuerpos fueron enterrados en un lugar que desconozco.

P. ¿Qué otros procedimientos usaban para hacer desaparecer los cuerpos de los detenidos?

R. Sé de una operación que se hizo con otro grupo de personas. Yo estaba en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina [a 20 kilómetros de Santiago] y llegó un helicóptero con comandos del Ejército (grupo de élíte). Se llevaron como a 10 personas que habían sido drogadas previamente, ya que iban casi inconscientes. Según me contó después el agente Palma Ramírez, el helicóptero se dirigió hacia el océano Pacífico, frente al puerto de San Antonio. A los detenidos los abrieron con una bayoneta antes de lanzarlos al mar, para que no flotaran.

P. El Comando Conjunto también asesinó a alguno de sus integrantes. ¿Por qué mataron al soldado Bratti Cornejo?

R. Por las divergencias que teníamos con otro servicio de seguridad, la DINA. A Bratti Cornejo lo acusaron de pasarse a la DINA y entregar información de gente que estábamos trabajando nosotros.

P. ¿Usted, participó en su ejecución?

R. Sí, una noche pasó a buscarme César Palma Ramírez a casa. Fuimos a La Firma y allí nos esperaban varios oficiales, entre ellos el capitán Manuel Muñoz. Había un pequeño cóctel. Le dijeron al guardia que trajera el paquete, que era la denominación que le dábamos a un preso, y apareció vendado y esposado el soldado Bratti. Lo llevamos hasta el Cajón del Maipo [un río que cruza cerca de Santiago] y allí me di cuenta que lo iban a matar.


El torturador que quería ser marino

Fuente :elpais.com, 19 de Agosto 1986

Categoría : Prensa

Andrés Valenzuela era como muchos otros jóvenes chilenos hasta el año 1974, cuando ingresó en la Fuerza Aérea: estudió en un colegio parroquial, fue bombero voluntario desde los 14 años y quería ser marino. Se pasaba tardes enteras sentado frente al mar, viendo pasar los navíos de la Armada.Al comenzar la mili en 1974, fue seleccionado para vigilar como guardia a los primeros detenidos. Cuando terminó su período de servicio militar obligatorio, decidió quedarse en la Fuerza Aérea por razones económicas y, poco a poco, se fue involucrando en las tareas de la guerra sucia. A los pocos meses ya sabía demasiado como para volverse atrás. "Así fue como me quedé trabajando en los aparatos de seguridad durante 10 años", dice.

 

Ahora vive en un pequeño pueblo de Francia, rodeado de medidas de seguridad, con un miedo permanente a ser asesinado. Cada vez que sus tres hijos ven un policía le dicen a su padre: "Papá, vienen a matarte".

Por toda preparación para realizar su trabajo, recibió un tipo de adoctrinamiento basado en que la oposición interna es una amenaza a la seguridad nacional. "A uno le dicen que los detenidos son agentes que trabajan para los rusos, le exaltan el patriotismo y, de repente, uno se empieza a tomar a estos enemigos ficticios como enemigos reales, peligrosos para la sociedad chilena. Te dicen que hay que acabar con ellos porque sí no quedara nadie que se opusiera al régimen del general Pinochet, el país sería una maravilla. Que el país no crece por culpa de esta gente. Y uno empieza a creerse todo eso".

Agobiado por la anormalidad de su vida como torturador, decidió contarlo todo, pedir la protección de la Iglesia y escapar. Su testimonio sería la llave para abrir una puerta negra de la historia de Chile.