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Sergio Arellano Stark
EN CHILE SE VIOLARON LOS DERECHOS HUMANOS

Miguel Felipe de la Serna

Ercilla – Oct 99




Pocos generales de Ejército que tuvieron una participación importante en el Gobierno de las Fuerzas Armadas, reconocen tan abiertamente como él que en ese período se transgredieron los derechos fundamentales. En una entrevista concedida a Ercilla el lunes 11 de octubre, el general -sometido a proceso por su presunta responsabilidad en el caso "Caravana de la muerte"- se explaya sobre este tema y revela cómo actuaba cuando sus subordinados cometían esos excesos.





El general Sergio Arellano Stark está, literalmente, en el banquillo de los acusados. Su participación en la llamada "Caravana de la muerte" -acontecimientos ocurridos entre el 16 y el 22 de octubre de 1973-, a la que no se refiere con ese nombre, lo ha dejado entre la espada y la pared, obligado a permanecer por poco más de 120 días en arresto domiciliario, lo que le hace sentirse "como enjaulado".
Arellano Stark, un general retirado de 78 años de edad, casado con Raquel Iturriaga, dos hijos y seis nietos, es representado en tribunales por dos familiares cercanos: su hijo, Sergio Arellano Iturriaga, y su sobrino, Claudio Arellano Parker, con quienes también conversó Ercilla. Am-bos, junto con pregonar a los cuatro vientos la inocencia que siempre ha alegado su defendido, se esfuerzan por revertir el auto de procesamiento dictado por el ministro de fuero, Juan Guzmán Tapia, por el secuestro de tres personas en Copiapó, 13 en Calama, y tres en Cauquenes.
"Debe ser el único uniformado que por no más de diez días de comisión de servicio, ordenada por la Junta de Gobierno para regularizar y uniformar procesos, ha sido sometido a poco más de 25 años de juicio público", dice Claudio, en su céntrico bufete de abogado.
El general Arellano, a pesar de la situación que vive, se había mantenido tranquilo. Reacio a hablar con la prensa, esta misión estaba encargada a sus familiares-abogados. Pero accedió a la petición de Ercilla -concretada el lunes 11 de octubre-, porque consideró necesario salir al paso de lo que llamó "muchas especulaciones", en especial a las informaciones provenientes de Estados Unidos que lo ligan al asesinato del ex comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats, y de su esposa, hecho acaecido en Buenos Aires en 1974.
En su departamento, y después de sortear la guardia que hay a la entrada del edificio, respondió todo cuanto se le preguntó, siempre con tono pausado, amable y directo, excepto al momento de referirse al caso Prats, hecho que le hace airarse. Destacan en el living dos fotografías: una con el rey Juan Carlos de España, y otra con el ex presidente Eduardo Frei Montalva, de quien fue edecán. Y extraña no ver las típicas fotos que adornan las mesas de centro de la casi totalidad de los oficiales en retiro, aquellas en que aparecen con el general Pinochet. Antes de comenzar con las preguntas, contó que hacía algunos días, con autorización del juez Guzmán Tapia, había ido al dentista, y aprovechó de pasar a saludar al general -detenido igual que él- Humberto Gordon, en el hospital Militar.

¿Cómo está, general? ¿Qué siente al estar en su casa, pero detenido?
-Lógicamente que no puedo sentirme contento. Antes, caminaba diariamente cinco kilómetros y jugaba tenis; ahora, bajo cada mañana al estacionamiento de mi edificio y camino para allá y para acá. No se lo doy a nadie. Este año ha sido pesado, pero siento respeto por la Justicia, pues las leyes de la República son para todos los ciudadanos, de civil o de uniforme.

¿Qué opina del auto de procesamiento en su contra? ¿Se considera usted a merced de lo que se ha llamado una "caza de brujas", o de un "terrorismo moral"?
-El auto de procesamiento en mi contra es injusto. Sé que sólo establece presunciones, pero en el proceso no hay siquiera bases para presumir mi responsabilidad. No deseo imputar intenciones a los jueces ni caer en calificativos. En todo caso, me ha costado comprender la evolución de este proceso, tanto en su forma como en su fondo.

SUS RELACIONES CON PINOCHET



El general Arellano no habla con el senador Pinochet desde 1976. Sobre su detención, dice que tanto España como Inglaterra deben dejar actuar al juez chileno Juan Guzmán.

Su hijo y abogado, Sergio Arellano Iturriaga, reconoce que para nadie es un misterio que los vínculos amistosos entre Pinochet y su padre se enfriaron durante los primeros meses del Gobierno militar, lo que desembocó en su pase a retiro no voluntario, a comienzos de 1976. En los polémicos documentos desclasificados de la CIA, incluso se habla de Arellano Stark como un "competidor" del entonces gobernante.
General, ¿por qué se alejó de todas las actividades militares y sociales del Ejército después de su retiro?
-La verdad es que no me alejé de nadie... ¡Me alejaron! Pero soy leal al Ejército y sigo siendo general hasta el final, hasta la muerte. El Ejército sigue siendo mi institución. Tuve la oportunidad de ser invitado a almorzar por el nuevo comandante en jefe, ya que fui oficial instructor del teniente general Ricardo Izurieta en la Escuela Militar. Me ofreció todo el apoyo del Ejército.
A raíz de las consecuencias derivadas de la "Caravana de la muerte", Arellano escribió dos cartas a Pinochet aclarando su participación. En la primera de ellas, del 25 de noviembre de 1974, fija -entre otros temas- su posición sobre los atropellos a los derechos humanos, citando a la Dina, a cargo en ese entonces del coronel Manuel Contreras, y a la Fiscalía de Aviación. "Ninguno de estos dos organismos depende de mí" -escribió-, y relata también sus contactos con algunos civiles, lo que le permitía "orientarme de algunas técnicas y modalidades de trabajo, que me hacen concluir que se han olvidado de lo que significa derechos humanos fundamentales y que vivimos en un Estado donde la legalidad tiene plena vigencia".
Denunció, además, que los dos organismos citados efectuaban prácticas incorrectas: "Se ha maltratado y sometido a diversos apremios físicos, en forma innecesaria y torpe, a muchos detenidos. No es posible que se esté hablando de una Gestapo, pero tenemos una gran herramienta en nuestras manos: nuestra capacidad de rectificación para enmendar un error, antes de que se convierta en incontrolable".
¿Qué opina de la detención del senador Pinochet, general?
-Se está atropellando la soberanía. No somos colonia de nadie ni país de segundo orden. La detención por más de un año del general Pinochet es una falta de respeto, que debe ser mutuo entre las naciones.
¿Cuál cree usted que debe ser la actitud de los chilenos?
-No podemos aceptar que los países poderosos, grandes, barran el suelo con Chile. Creo que también tenemos dignidad. En Chile se sustancian cuarenta y ocho querellas contra el ex presidente, y tanto España como Inglaterra deben dejar que actúe el ministro de fuero, Juan Guzmán Tapia.





HOMICIDIOS INJUSTIFICADOS



"El exterminio de detenidos sin juicio es homicidio, tanto en la guerra como en la paz, y como tal, es siempre inaceptable".

Usted siempre ha defendido su condición de delegado de la Junta de Gobierno en los viajes al norte y sur del país, y ha pedido que se investiguen los fusilamientos.
-Exactamente. Se ha pretendido relacionarme con ellos, en circunstancias de que mi labor consistía, precisamente, entre otros aspectos, en regularizar la precaria administración de la justicia militar.

En su opinión, ¿se justifican algunas de esas muertes?
-A mi modo de ver, se trata de homicidios injustificados de personas, respecto de las cuales no se siguió el debido proceso. Lamentablemente, las causas respectivas se cerraron sin investigar.

Eso fue por la aplicación de la Ley de Amnistía.
-Claro, ley cuyo fin social reconozco y acepto, pero que en mi caso me representó un perjuicio. Sin embargo, ahora me encuentro procesado por una figura ficticia, como es el secuestro. El fallecimiento de esas personas fue ratificado por médicos que extendieron certificados de defunción plenamente válidos. Más bien parece tratarse de una forma paralegal de reabrir procesos que estaban definitivamente cerrados, y sobre los cuales había cosa juzgada.

General, derechamente, ¿hubo o no atropellos a los derechos humanos?
-La verdad de las cosas es que hubo gente que se nos fue de las manos...

¿Cómo así?
-...Bueno, conscriptos que se nos fueron de las manos, muchachos de 19 o 20 años que no captaban ciento por ciento el gran problema. Imposible que lo captaran, no tenían por qué hacerlo, pero ellos decían: "...ahora que somos Gobierno...".

¿Y qué hacían los oficiales?
-Había que sujetarlos, porque en las noches, en los patrullajes, ellos actuaban solos.



REVELADORES ESCRITOS



Es muy posible que en el futuro sea el hijo del general, Sergio Arellano Iturriaga, quien tenga que decidir si da a conocer los escritos del ex uniformado.

General, usted ha escrito parte importante de sus actividades militares. ¿Cuándo publicará sus memorias?
-Efectivamente escribí muchas de mis experiencias a partir del pronunciamiento militar, pero no calificaría esos escritos como memorias.
¿Pero qué hará con ellos?
-Aún no lo he definido. En la medida en que constituye una parte de nuestra historia, en algún momento se deberán conocer, al menos en sus aspectos fundamentales. Probablemente lo decidirán mis hijos.
Respecto a estos documentos, cercanos al general en retiro recuerdan un extraño robo que sufriera hace unos años. Desconocidos ingresaron a su departamento y registraron todas las dependencias. No sustrajeron joyas, dinero u otros objetos de valor, pero sí desaparecieron varios de estos borradores, en especial algunos relativos a los casos de Copiapó, Calama y Cauquenes.
Las mismas fuentes precisan otros detalles de su vida, que bien podrían ser parte de estas memorias. En noviembre de 1975, viajó junto al entonces presidente Augusto Pinochet a España, para estar presente en los funerales del generalísimo Francisco Franco. "Arellano -relata uno de estos allegados- fue incluido en la comitiva la noche anterior a la partida. La invitación incluía a su esposa, y durante la sepultación de los restos de Franco, curiosamente fue marginado del círculo cercano al ex mandatario. Inclusive, al término de la ceremonia fúnebre quedó solo, y con uniforme de gala debió caminar varias cuadras hasta abordar un taxi que lo llevara al hotel".





"Me cuesta visualizar la reconciliación, en circunstancias de que estamos varados en acontecimientos de hace un cuarto de siglo que, como sociedad, no hemos sabido resolver".

Entonces, sí hubo violaciones a los derechos humanos.
-Sí, lamentablemente, sí. Fueron casos aislados de unidades que dependían o no de mí, y actuaban en mi jurisdicción (la II División de Ejército, que se extendía entre La Serena y Rancagua).

¿Qué hacía usted cuando se enteraba de esos atropellos?
-Indudablemente que aplicaba sanciones. Se cometieron errores. Ahora, el clima que se había producido por hechos anteriores al 11 de septiembre fue de una odiosidad enorme. Yo lo alcancé a vivir, porque a fines del 71 regresé de España, donde fui agregado militar, naval y aéreo, para hacer el curso de Alto Mando y ascender a general. En Chile se vivía un ambiente increíble.

¿Cree usted que las Fuerzas Armadas -y el Ejército en particular- deben pedir perdón y arrepentirse por las injusticias cometidas, como lo señalara el arzobispo de Santiago en el Tedéum del 18 de septiembre?
-Entiendo que las palabras del arzobispo Francisco Javier Errázuriz estaban dirigidas a los responsables de atropellos a los derechos humanos, y no a las Fuerzas Armadas como instituciones. Estas no tienen por qué pedir perdón ni humillarse ante quienes destruyeron el país. Lo que sí sería útil para normalizar nuestra convivencia es que los actores de ese período histórico, particularmente los partidos políticos y las instituciones armadas, efectúen actos de reconocimiento de los errores cometidos.

¿Podría ser la mesa de diálogo una instancia válida para ello?
-Podría producirse en la mesa de diálogo, si a ella se incorporan todos los que deben estar y se analizan los hechos a partir de las causas del quiebre institucional.

¿Fue difícil restablecer el orden, controlar a los grupos armados opositores y lograr la tranquilidad interna en la primera fase del Gobierno militar?
-Los primeros días del Gobierno militar fueron extremadamente tensos. No sólo porque se había sembrado mucho odio y porque nuestra acción (el golpe militar) evitó una inminente guerra civil, sino también porque hubo una reacción armada, la que si bien estuvo por debajo de la fraseología del "poder militar popular" y de las amenazas de los grupos extremistas, era difícil de dimensionar en su exacto potencial. El hecho es que las Fuerzas Armadas y Carabineros perdimos muchos hombres, lo que produjo temor y posicionaba a muchos en un contexto bélico. Los militares se preparan para la guerra y no para mantener el orden interno, y esta posición sicológica tuvo mucho que ver en lo sucedido en los primeros meses.

Pero eso, ¿justifica la comisión de injusticias?
-Una injusticia quizá se pueda comprender, pero jamás justificar. El exterminio de detenidos sin juicio es homicidio, tanto en la guerra como en la paz, y como tal, es siempre inaceptable. Con mayor razón lo es la represión sistemática, extendida más allá del estallido de las pasiones del primer período.

SECRETA MISION DE ESTADO

El único momento en que Sergio Arellano se mostró enojado durante la entrevista, se produjo cuando Ercilla le consultó acerca de la mención que hace la CIA en los documentos desclasificados recientemente, elaborados en noviembre de 1973 por sus agentes en Chile.
Ellos se refieren a una supuesta coordinación que le habría cabido al general en retiro en tareas de espionaje y seguimiento, que desembocaron en el asesinato del ex comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats, y de su esposa Sofía, en el exclusivo sector de Palermo, Buenos Aires, el 29 de septiembre de 1974. "Es simplemente una infamia. Inclusive, no coincide con la fecha que allí se menciona. Llegaremos a fondo en la investigación y he dispuesto a mis abogados que así lo hagan".
Las informaciones procedentes de Estados Unidos indican que habría viajado a Argentina el 27 de noviembre de 1973. No obstante, Arellano relata que en esos días estaba por recibirse de la II División de Ejército, de la Guarnición Militar de Santiago y del Juzgado Militar, por lo cual trabajó intensamente -esa semana- para asumir en reemplazo del general Herman Brady.
"Los militares estamos formados en la escuela de la lealtad, y no iba a cometer el deshonor de seguir los pasos de un ex comandante en jefe del que era amigo, al igual que nuestras esposas. Le repito que este infundio es una maldad, que lo atribuyo a un 'engendro de Satanás' ", enfatiza Arellano.
Por aquel entonces, efectivamente el general Arellano realizó algunos viajes al extranjero. Lo hizo a mediados de noviembre de 1973, a Perú y Bolivia, con el propósito de dar a conocer a los presidentes de esos países limítrofes las causas del pronunciamiento militar y las ideas que sustentaba el nuevo Gobierno en su relación vecinal. Se trató de una misión -de Estado- que le fue encomendada por los miembros de la Junta de Gobierno, la que estuvo revestida del carácter de "secreta".
El periplo se inició en Lima, con el presidente Juan Velasco Alvarado, iniciándose así el término del enfriamiento de las relaciones diplomáticas, comerciales y de todo tipo que afectaban a Chile y Perú, así como un largo trabajo para establecer lo que se ha llamado la "confianza mutua".
Desde la capital peruana, Arellano se dirigió a La Paz, donde Hugo Banzer le ofreció una cena en su hogar. Este acercamiento sería considerado, con posterioridad, como el hito más importante del "Abrazo de Charaña", entre Pinochet y Banzer.
En cuanto a Argentina, lo que efectivamente ocurrió -según narra Arellano- es que de La Paz voló a Buenos Aires, aunque ya sabía que el presidente Juan Domingo Perón, con quien debía entrevistarse para cumplir el objetivo de su misión, estaba enfermo y no podría recibirlo. Sin embargo, ese día no tuvo vuelo directo La Paz-Santiago, por lo que decidió viajar a la capital argentina. Llegó en la noche, se hospedó en un hotel, y a la mañana siguiente siguió rumbo a nuestro país.
A su juicio, al vincularlo con el homicidio del general Prats y su esposa, hay una clara "desinformación". "Esta acción abyecta es algo más que una difamación, se acerca más bien a una suerte de conspiración en mi contra, la que deberá ser aclarada. Estoy convencido de que al hacerlo obtendremos respuesta a muchas interrogantes".



RECONCILIACION Y JUSTICIA

¿Cómo ve usted la reconciliación entre los chilenos? ¿cercana, a mediano plazo, o muy lejos?
-Me cuesta visualizar la reconciliación, en circunstancias de que estamos varados en acontecimientos de hace un cuarto de siglo que, como sociedad, no hemos sabido resolver. Se confunden intereses legítimos y espurios, dolor y rencor, justicia y venganza.



Claudio Arellano Parker, abogado y sobrino del general en retiro, dice que unos pocos días en comisión de servicio le han significado a su tío 25 años de juicio público.

¿Tiene confianza en la justicia chilena?
-Es incuestionable que en Chile ha faltado justicia, que los jueces se han doblegado ante el poder del Gobierno o del entorno político. Hubo una justicia sesgada que permitió excesos que pudieron impedirse, y algunos parecen creer (en la actualidad) que la reivindicación pasa por cambiar el sesgo. Y eso tampoco es justicia.

Pero queda la justicia de Dios.
-Por cierto, creo en la justicia de Dios como infalible y definitiva, y pensando en ella, guío todos mis actos. Pero me rehúso a pensar que en la patria a la que me he entregado por entero, no podamos tener una justicia ciega y objetiva. A mi juicio, la carrera judicial tiene algo de apostolado y mucho de vocación, como sucede con la carrera militar o el sacerdocio. Por ello, creo en los jueces y creo en la justicia, aplicable aquí y ahora. De otra forma, no tendremos verdad ni reconciliación.

¿Cuál es su responsabilidad en los hechos que son de conocimiento público?
-Podría caberme alguna responsabilidad militar, al igual que al general Joaquín Lagos Osorio. Pero éste denegó hacer justicia cuando denuncié ante él, en su calidad de comandante de la I División (Antofagasta) y juez militar, el hecho perpetrado en mi ausencia en Calama, cuando fueron fusiladas trece personas. Lo repito e insisto: "No tengo responsabilidad penal". Con el correr de los años, curiosamente desaparecieron las actas de los fusilamientos perpetrados en Calama.





 

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