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Cuaderno secreto del crimen de José Carrasco

''Anoche fileteamos unos huevones y hay que pajear los fierros''

El Mostrador

12-4-01

Un ex agente de la CNI que declara en el cuaderno secreto de la ministra Dobra Lusic inculpa a dos de sus compañeros del crimen del periodista José Carrasco Tapia, ocurrido tras el atentado a Augusto Pinochet, el 7 de septiembre de 1986.

El pasado seis de abril la ministra Dobra Lusic se declaró incompetente para seguir conociendo el proceso por el homicidio del periodista José Carrasco Tapia y cuatro disidentes al régimen militar, lo que nuevamente otorgó notoriedad pública al emblemático caso.

La decisión de la magistrada derivó en que la causa se acumuló a la llamada Operación Albania, que fue instruida por el magistrado Milton Juica -quien precisamente hoy jura como el nuevo miembro de la Corte Suprema-, quien también logró amplios resultados, al igual que Dobra Lusic, en su investigación.

Conozca los detalles del cuaderno secreto:

''Negro, tú eres el único que puede ayudarnos''

"Al momento que procede a abrir el portamaletas del auto, al interior me mostró un saco de color verde de transporte de ropa del Ejército, que contenía varias armas", asegura el testigo secreto del caso Carrasco.

El 8 de septiembre de 1986, entre las 14 y 15 horas, un automóvil Nissan Stanza color celeste, perteneciente a la Brigada Especial de la Unidad Antisubersiva de la CNI (UAT), llegó hasta el domicilio de un ex agente de ese servicio, cuya identidad El Mostrador se reserva por razones de seguridad.

En el vehículo iba el oficial civil de la CNI y luego empleado del DINE, Jorge Vargas Bories (o Jorge Polanco) y como conductor el agente Víctor Muñoz Orellana ("El cordillera").

Vargas Bories bajó del auto y tocó el timbre de la casa. "Negro, tú eres el único que puede ayudarnos", dijo a uno de los testigos secretos de la causa que instruye la ministra en visita Dobra Lusic, por la muerte de cuatro opositores al régimen militar, el 8 de septiembre de 1986, entre quienes se contaba el editor de la desaparecida revista Análisis, José Carrasco Tapia.

El testigo se interesó en las palabras de Vargas Bories y lo acompañó hasta el vehículo.

"Al momento que procede a abrir el portamaletas del auto, al interior me mostró un saco de color verde de transporte de ropa del Ejército, que contenía varias armas", continúa.

La presente declaración está extractada del cuaderno secreto del proceso y consta -a su vez- en el "informe pericial balístico reservado Nº 28", fechado el 29 de septiembre de 1999, al que tuvo acceso exclusivo El Mostrador por una fuente que pidió mantener reserva de su identidad.

''Estos fierros están calientes''

"A la vista del saco, yo ví un fusil AK, una ametralladora con silenciador marca HK SD2, una pistola CZ, una pistola Llama y una pistola Walther PPK, calibre 7.65 mm con silenciador", relató el declarante a la magistrada especial.

Vargas Bories, según el testigo, siguió con su relato: "Anoche fileteamos a unos huevones y los fierros hay que pajearlos" (sic), asegura el testigo, quien explica que en la jerga de la CNI la última palabra significaba alterar el estriado de los cañones. Esto sirve para modificar las marcas que, al disparar, el ánima (la parte interna del cañón) le hace a las vainillas y a los proyectiles.

Las estrías son el rayado helicoidal que tienen los cañones de las armas -salvo las escopetas y los morteros-, que sirven para dar mayor precisión a las balas que tienen trayectoria tensa.

"A la vista del saco, yo ví un fusil AK, una ametralladora con silenciador marca HK SD2, una pistola CZ, una pistola Llama y una pistola Walther PPK, calibre 7.65 mm con silenciador", relató el declarante a la magistrada especial.

El ex agente se negó a la petición de Vargas Bories. "Estos fierros están calientes. Lo que quiere decir que habían sido usados recientemente", aseguró.

Declara que Vargas Bories "me insultó tratándome de traidor y, acto seguido, se fueron en el mismo vehículo, sin que volviera a verlos".

La noche del 8 de septiembre, al escuchar las noticias referidas a la muerte de José Carrasco, Abraham Muskablit, Eugenio Rivera y Gastón Vidaurrázaga a manos del autodenominado Comando 11 de Septiembre, el testigo las relacionó "en forma inmediata".

Notables coincidencias

En el informe mencionado, el jefe del Laboratorio de Criminalística (Lacrim), subprefecto Fernando Ilabaca, valora la la declaración del testigo secreto porque su reconocimiento de las armas es coincidente con el análisis balístico hecho a los proyectiles que quedaron en los cuerpos de las víctimas. "Por lo señalado precedentemente, lo expuesto por el declarante es notable, dada la coincidencia establecida en el armamento señalado", escribió Ilabaca.

En el anexo 2 del informe policial Nº 233/000202 del 9 de junio de este año y que fue preparado por el Departamento Quinto de Investigaciones, otro testigo menciona las armas de cargo que tenía la CNI. Todas concinciden con las que Vargas Bories habría mostrado al testigo secreto.

En el informe mencionado, el jefe del Laboratorio de Criminalística (Lacrim), subprefecto Fernando Ilabaca, señala "por lo señalado precedentemente, lo expuesto por el declarante es notable, dada la coincidencia establecida en el armamento señalado".

Cabe recordar que si bien las armas pertenecían al cargo fiscal, al disolverse la CNI, según testigos declarantes, éstas fueron vendidas a los funcionarios y otras traspasadas al cargo de Inteligencia del Ejército.

Las que fueron usadas en el crimen nunca han sido halladas ni entregadas por el Ejército. Se presume que las hicieron desaparecer.

La pistola vinculada al tráfico de drogas

El arma que permitió asesinar a uno de los cuatro disidentes al régimen militar fue vendida a un narcotraficante por 30 mil pesos.

La pistola Walther 7,65 mm que aparece mencionada en el proceso, perteneció a un ingeniero y asesor en materia de diseño de armas y explosivos de proyectos secretos de FAMAE, cuya identidad este medio se reserva porque no declara en el proceso como inculpado.

En 1984 le vendió a bajo precio el arma, según declaró ante la ministra Dobra Lusic, a un oficial de Ejército que conocía, pero de quien, casualmente, olvidó su nombre.

Años más tarde, la misma arma apareció implicada en un contrabando de droga en el norte del país.

El implicado en el narcotráfico declaró en el expediente, que la magistrada tuvo a la vista, que el arma le fue vendida en 30 mil pesos por un hombre en las cercanías del persa del Bío-Bio.

''Vengo a contar mi verdad''

A fines del año pasado el coronel activo del Ejército Krantz Bauer Donoso, procesado en calidad de autor en el crimen de José Carrasco y en la Operación Albania, con lo cual arriesga un posible presidio perpetuo hasta la pena de muerte, se reunió en secreto con tres abogados de derechos humanos a quienes les relató paso a paso como se realizó la operación que terminó con la vida del periodista.

En noviembre del año pasado el coronel activo del Ejército Krantz Bauer Donoso tenía problemas de conciencia y deseaba delimitar responsabilidades en las operaciones en las que había participado.

Hasta esa fecha figuraba procesado en calidad de autor del delito de secuestro calificado seguido de homicidio, tanto en el caso Carrasco como en la Operación Albania. Bauer sabía en ese instante que arriegaba la cadena perpetua o incluso la pena de muerte.

Su idea no sólo era relatar su verdad sino, además, había un marco amplio de colaboración de los ex agentes de la CNI, que buscaban que se les aplicara las pena que les correspondía, evitando ser sancionados por los actos cometidos por otras personas o en el cumplimiento de órdenes superiores.

Fue así como Bauer Donoso se reunió con los abogados de derechos humanos Nelson Caucoto, Héctor Salazar y Jorge Mario Saavedra.

El militar, en un acto que no dejó de llamar la atención a los profesionales, relató paso a paso cómo se ejecutó la operación que terminó con la vida del ex editor de la revista Análisis, José Carrasco Tapia, y otros tres opositores del régimen militar, en venganza por el atentado perpetrado por el FPMR contra Augusto Pinochet el 7 de septiembre de 1986.

El encuentro, solicitado por el propio oficial se realizó en una oficina de Santiago, que las fuentes solicitaron se mantenga en reserva.

Jorge Molina Sanhueza

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