Araya Peeters Arturo


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Placa Commemorativa

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Fecha Detención :
Lugar Detención :

Fecha Asesinato : 27-07-1973
Lugar Asesinato : Domicilio -Providencia


Fecha Nacimiento : 30-01-1926 Edad : 37

Actividad Política : Sin militancia
Actividad : Edecan de Marina

Estado Civil e Hijos : casado 4 hijos
Nacionalidad : chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :Especial para G80 – 27 de junio de 2012

Categoría : Antecedentes del Caso

Hace 39 años:

El asesinato del comandante Arturo Araya Peeters

Arturo Alejandro Muñoz

Se trató de un asesinato planificado, para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre. La derecha fascista perpetró el crimen… Washington lo cobijó y financió. Nuestra memoria sigue viva.

 En la medianoche del día 26 de julio de 1973, el Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters, fue asesinado por un francotirador, que le disparó a mansalva desde algún lugar frente a su domicilio.

 Poco antes, había llegado a su casa, tras asistir –acompañando al mandatario socialista– a una recepción en la Embajada de Cuba. Uno de los delincuentes que participó en el delito, Guillermo Claverie Bartet, fue condenado a tres años de prisión. Sin embargo, no permaneció ni un día en la cárcel, purgando esa pena. Incluso, estando prófugo, fue indultado por la dictadura, gracias a una decisión del almirante José Toribio Merino Castro.

 Se trató de un asesinato planificado, para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre y, a la vez, un recordatorio de que todo hombre de la Armada que no estuviese de acuerdo con los planes fascistoides del almirante Merino Castro sería considerado traidor y castigado con la muerte. Así ocurrió con Araya, un hombre limpio y leal a la Constitución.

 La noche del 26 al 27 de julio de 1973, un francotirador abrió fuego contra el marino, mientras los mercenarios de Patria y Libertad armaban una algazara en la calle frente a su casa, luego de hacer algunos disparos al aire, a objeto de lograr que el edecán presidencial saliese al balcón, para investigar lo que sucedía. En ese momento, una bala impactó en el pecho del comandante Araya Peeters.

 El crimen, que en su momento la derecha y los servicios de inteligencia navales intentaron achacar a fantasmales grupos armados de izquierda, fue en realidad la obra de una sórdida conspiración ultraderechista, con apoyo de oficiales golpistas de la Marina.

 Un total de 32 miembros de Patria y Libertad –cuyo fundador era Pablo Rodríguez Grez– fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval; pero, todos quedaron libres, tras algunos tirones de orejas. Sólo uno de ellos, Guillermo Claverie, luego de haber estado un tiempo prófugo, resultó condenado a tres años y un día de prisión, como autor material del crimen, pena que tampoco cumplió ya que, al final, todos los conspiradores fueron indultados en 1981 por el asesino y ladrón apellidado Pinochet Ugarte, “por servicios prestados a la Patria".

 En una entrevista publicada por el diario La Nación, Claverie juró que era inocente y aseguró que fue obligado a confesar, tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea y que, al parecer, fue elegido como chivo expiatorio por sus jefes de Patria y Libertad, entre ellos Pablo Rodríguez.

 Aunque admitió haber estado en el lugar de los hechos, dijo que siempre permaneció en la calle y que la trayectoria de la bala que mató al Edecán, que estaba en un balcón, era de arriba hacia abajo. Afirmó, además, haber disparado su pistola después que vio caer al hombre del balcón y que en ese momento ignoraba de quién se trataba. Las declaraciones de Claverie fueron parte, en la Corte de Apelaciones, del alegato de Arturo Araya, hijo de la víctima y abogado querellante en el juicio.

 El planificado crimen cometido contra el Comandante de la Marina y edecán del Presidente Allende, ocurrido en la calle Fidel Oteíza –entre Marchant Pereira y Carlos Antúnez– de la comuna de Providencia fue, en definitiva y claramente, una bien montada operación terrorista de inteligencia y desestabilización política, estructurada por la extrema derecha junto a grupos fascistas y ultra nacionalistas insertos en las Fuerzas Armadas, quienes contaban con apoyo y financiamiento de la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA), tal como lo reconoció –muchos años después– el gobierno norteamericano, al desclasificar sus documentos confidenciales.

 Los golpistas del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) ya venían ejecutando decenas de atentados y autoatentados con bombas, algunos previamente ‘negociados’, como el realizado en la casa del Almirante golpista Ismael Huerta, a mediados de julio de 1973, en Viña del Mar, con el objetivo de ir construyendo un ambiente favorable al próximo golpe de Estado.

 La ametralladora Bataan, con la que el militante del Comando Rolando Matus (CRM) y agente del SIN, infiltrado en la empresa estatal ECON, Guillermo Claverie Bartet, disparó al comandante Araya, después de hacer explotar una bomba señuelo y balear el frontis de la casa, para hacerlo salir al balcón, fue suministrada por el SIN a través de Jorge Ehlers Trostel, personaje que después –en plena dictadura– ocuparía un alto cargo en el área de deportes (DIGEDER).

 Claverie Bartet ya había sido detectado disparando contra tropas leales a la Constitución, durante el ‘Tanquetazo’ [29 de junio de 1973], desde una terraza de ECOM [el tipo creía que, ese día, la Marina iniciaba un golpe; eso fue publicado poco antes del 11SEP73 por el quincenario dirigido por Marta Harnecker, Chile Hoy]. Fue echado de ECOM, pero no entregado a la Policía… ¡¡¡increíblemente!!!

 Los asesinos fraguan coartada indignante

 Al entonces teniente del SIN, Daniel Guimpert Corvalán, junto con el capitán del Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR) Germán Esquivel Caballero –quien más tarde participaría en múltiples ‘desapariciones’ cometidas por el Comando Conjunto y el SICAR–, le cupo realizar uno de los aspectos más sucios y cobardes del complot desestabilizador.

 Al otro día del asesinato del Edecán Naval del Presidente Allende –un sábado–, Esquivel y Guimpert recorrieron diversas comisarías buscando un ‘chivo expiatorio’ a quién cargarle el crimen. El elegido fue un preso por ebriedad, que trabajaba en una empresa CORFO (SEAM) y portaba un carnet de militante del Partido Radical, integrante de la Unidad Popular (UP).

 Como eso no era muy convincente, ni bastaba para completar sus planes, fabricaron un carnet del Partido Socialista e interrogaron privadamente al funcionario, que –sometido a salvajes torturas– se auto inculpó de haber participado en el asesinato, "junto con un comando del PS-Elenos" y algunos cubanos. El mecánico de SEAM CORFO terminó encargado reo y procesado por la Justicia Naval, bajo la dirección del Fiscal Aldo Montagna.

 El nombre del mecánico eléctrico de SEAM CORFO torturado por Guimpert y Esquivel era José Luis Riquelme Bascuñán y fue interrogado y encargado reo por el ministro conspirador de la Corte de Apelaciones Abraham Meerson y por el Fiscal Militar Joaquín Erlbaum. El desgraciado mecánico fue tan bien torturado que se echaba la culpa de haber participado en el crimen con un grupo de GAP y cubanos dirigidos por Bruno [Domingo Blanco] uno de los jefes de esa guardia de Salvador Allende.

 Al día siguiente, los medios opositores y diversos políticos –entre los que destacaron los senadores derechistas Víctor García Garzena y Fernando Ochagavía, junto al diputado demócrata cristiano Claudio Orrego Vicuña y al director del diario democristiano La Prensa, Jorge Navarrete– iniciaron una campaña de injurias y acusaciones contra el gobierno de la UP y la representación cubana en Chile.

 El problema, para los conspiradores de diversos pelajes y militancias que se concertaron en torno al falso hallazgo de los asesinos del comandante Araya fue que, a los pocos días, la Policía de Investigaciones detuvo a casi todos los miembros de la banda conformada por elementos del Comando Rolando Matus, Partido Nacional (PN), Democracia Radical (DR) y Patria y Libertad, que habían participado directamente en el asesinato del edecán.

 Entre ellos, destacaban el presunto autor de los disparos (Guillermo Claverie), una dirigente de la Juventud del Partido Nacional y del CRM (Uca Eileen Lozano), el hijo ‘patria y libertad’ del conocido empresario panadero Castaño (Odilio Castaño Jiménez); el militante de Patria y Libertad Luis ‘Fifo’ Palma Ramírez –que, dos años después, tendría una destacada participación en el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y en las desapariciones del Comando Conjunto–, un sobrino CRM del psiquiatra de la DINA Laihlacar (de apellidos Potin Laihlacar), el dirigente de la DR Guillermo Schilling y un militante del CRM (Miguel Sepúlveda Campos) hijo de un conocido almirante retirado*.

 Los que no fueron detenidos, se escondieron en un fundo de la Región de Valparaíso y se entregaron a un comando de la Marina, al otro día del golpe. Los que estaban detenidos y procesados en las cárceles de Valparaíso y Santiago, fueron sacados de prisión el 12 de septiembre por comandos del SIN e integrados a las actividades represivas. El crimen del comandante Araya quedó impune y con expediente desaparecido.

Cambia, todo cambia

 El teniente Guimpert Corvalán salió de la Marina a fines de los 70’s y se dedicó a regentar un negocio de venta de armas, en las cercanías del Edificio de las FFAA, en la Plaza Bulnes. Gozaba de libertad bajo fianza hasta que fue nuevamente detenido, inculpado en más de una decena de casos de detenidos desaparecidos, en algunos de los cuales fue incluso indultado a principios de los años 90´s.

 Su cómplice en el intento de falsificación del asesinato del comandante Araya –Guillermo Esquivel– llegó al grado de coronel de carabineros en la DICOMCAR (Dirección de Comunicaciones de Carabineros) y fue detenido, por cheques protestados, en 1991. Falleció en extrañas y nunca aclaradas circunstancias, en 1993, mientras estaba denunciado, en diversos procesos por desapariciones y asesinatos.

 Transcurridos 35 años desde el asesinato del valeroso edecán del Presidente Allende, la versión oficial que entregó la dictadura comenzó a desmoronarse en los tribunales y a emerger la verdad: se trató de un crimen planificado por la derecha en contra del comandante Araya. La medida, que la familia del oficial había solicitado, por primera vez en agosto del año 2003, se aprobó ante la aparición de nuevos antecedentes aportados por Guillermo Claverie.

 El 28 de Abril de 2008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó reabrir la investigación del asesinato. Por unanimidad, la Octava Sala del tribunal de alzada determinó que el juzgado a cargo del caso procediese a la reapertura de la investigación, tomando testimonio a Guillermo Claverie Bartet y realizase otras diligencias que de ello se deriven.

 El relato que Claverie entregó a los periodistas de La Nación Domingo, hace pocos años, mueve a la duda. Aseguró que todavía sentía miedo de lo que pueden hacerle los viejos (y nuevos) miembros de las cofradías golpistas:

“Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estai vivo y firma ahí!’. Y, por supuesto, que así siempre firmé todo.”

 Sus confesiones confirman lo que los hijos del Edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la Justicia naval y que culminó en 1980, con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: "Es que esa investigación está plagada de vicios", sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

 Con estas confesiones de Claverie, los hijos del Edecán lograron que la Corte de Apelaciones de Santiago ordenara reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que, en su momento, fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

Las preguntas quemantes

 Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea (miembros de Patria y Libertad) lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del Edecán a su domicilio fue anunciada a ellos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por un segundo grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, fue la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteíza, cometiera el asesinato.
 Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos en los muros de la casa del capitán de navío. Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán y que entró directo, sin antes rebotar en parte alguna, los disparos suman seis. Pero, nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que las vainillas encontradas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, no pertenecían al proyectil que perforó el cuerpo del Edecán.

 Eso significaría que al comandante lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar –presumiblemente desde el frente de su casa–, ligeramente desde arriba hacia abajo. A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. Pero, este insiste en explicitar muchas preguntas, todas ellas sin respuestas oficiales.

 ¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el Edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

 ¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya Peeters, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó crear al grupo de ultraderecha esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

 ¿Por qué Ehlers, literalmente, huyó a Alemania días después de que los hijos del Edecán interpusieron la querella, en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

 ¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la Justicia naval, quienes afirmaban que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

Torturas, presiones y amenazas

 Detenido preventivamente en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana –aún en plena dictadura– los gendarmes sacaron a Claverie y le condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. En ese lugar –contó el mismo Claverie al diario La Nación– lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien oficiaba como actuario. "Me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio". Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

 “Ahí, me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después, me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso", expresa.

 Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, se le acercó un auto desde el cual descendió un individuo que él conocía, el que le obligó a subir al vehículo.

 “Era el ‘Fifo’ Palma [Luis Palma Ramírez, que después integró el Comando Conjunto] y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón? Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’".

 Esa última frase del tal ‘Fifo’ Palma –suponiendo que Claverie dice la verdad– es la que deberá dilucidar el juzgado a cargo de la reapertura del caso, pues resulta vital establecer la identidad de aquella “gente que ahora es muy importante”. ¿Qué tan ‘importante’ es hoy esa gente? ¿Parlamentarios? ¿Empresarios? ¿Diplomáticos chilenos en el extranjero? ¿Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas? ¿Oficiales aún activos? ¿Dirigentes políticos? ¿Dirigentes de gremios patronales? Tarde o temprano, el país conocerá sus nombres, los que serán agregados al de Guillermo Claverie, quien sí estuvo en uno de los grupos sediciosos y criminales aquella infausta noche.

* La lista de integrantes del comando asesino, publicada por la revista CAUCE nº 15, del 9 de julio de 1984:

René Guillermo Claverie Bartet
Mario Eduardo Rojas Zegers
Guillermo Francisco Necochea Aspillaga
Miguel Víctor Sepúlveda Campos [hijo de un Almirante (r)]
Uca Eileen Lozano Jeffs (CRM-JN)
Guillermo Adolfo Schilling Rojas (primo del ‘Mamo’ Schilling, dirigente del Partido Socialista)
José Eduardo Iturriaga Aránguiz
Luis Guillermo Perry González
Luis César "Fifo" Palma Jiménez (posteriormente, fue miembro del Comando Conjunto)
Ricardo Vélez Gómez
Rafael Mardones Saint Jean (primo hermano de José Luis Mardones Santander, Presidente del Banco Estado)
Adolfo Palma Ramírez (hermano del ‘Fifo’ Palma)
Enrique Quiroz Ruiz
Wilfredo Humberto Perry González
Odilio Castaño Jiménez (actual co-dueño de la cadena de panaderías Castaño)
Carlos Fernando Farías Corrales
Juan Zacconi Quiroz
Andrés Pablo Potin Laihlacar
Tito Alejandro Figari Verdugo

 


Hace 50 años en Chile: Así fue el asesinato del comandante Arturo Araya Peeter por francotiradores de derecha

Fuente :elsiglo.cl, 27 de Julio 2023

Categoría : Prensa

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. La derecha perpetró el  crimen, Washington lo cobijó y financió. Nuestra memoria sigue viva.

En la medianoche del  26 de julio de 1973, el Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters,  fue asesinado por un francotirador que le disparó a mansalva desde algún  lugar frente a su domicilio.

Poco antes había llegado a su casa, tras asistir –acompañando al mandatario socialista- a una recepción en la embajada de Cuba. Uno de los delincuentes que participó en el delito, Guillermo Claverie Bartet,  fue condenado a tres años de prisión. Sin embargo, no permaneció ni un día en la cárcel purgando esa pena. Incluso, estando prófugo, fue indultado por la dictadura gracias a una decisión del almirante José Toribio Merino Castro.

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre, y a la vez un recordatorio de que todo hombre de la Armada que no estuviese de acuerdo con los planes fascistoides del almirante Merino Castro sería considerado traidor y castigado con la muerte. Así ocurrió con Araya, un hombre limpio y leal a la Constitución.

La noche del 26 al 27 de julio de 1973, un francotirador abrió fuego contra el marino, mientras los mercenarios de Patria y Libertad armaban una algazara en la calle frente a su casa, luego de hacer algunos disparos al aire a objeto de lograr que el edecán presidencial saliese al balcón de su domicilio para investigar lo que sucedía. En ese momento, una bala impactó en el pecho del comandante Araya Peters.

El crimen, que en su momento la derecha y los servicios de inteligencia navales intentaron achacar a fantasmales grupos armados de izquierda, fue en realidad la obra de una sórdida conspiración ultraderechista con apoyo de oficiales golpistas de la Marina.

Un total de 32 miembros de Patria y Libertad, cuyo fundador era Pablo Rodríguez Grez, fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval, pero todos quedaron libres tras algunos tirones de orejas. Sólo uno de ellos, Guillermo Claverie, luego de haber estado un tiempo prófugo, resultó condenado a tres años y un día de prisión como autor material del crimen, pena que tampoco cumplió ya que, al final, todos los conspiradores fueron indultados en 1981 por el Augusto Pinochet Ugarte, “por servicios prestados a la Patria”.

 

En una entrevista publicada por el diario La Nación, Claverie juró que era inocente y aseguró que fue obligado a confesar tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea, y que al parecer fue elegido como chivo expiatorio por sus jefes de Patria y Libertad, entre ellos Pablo Rodríguez.

Aunque admitió haber estado en el lugar de los hechos, dijo que siempre permaneció en la calle y que la trayectoria de la bala que mató al edecán, que estaba en un balcón, era de arriba hacia abajo. Afirmó además haber disparado su pistola después que vio caer al hombre del balcón y que en ese momento ignoraba de quién se trataba. Las declaraciones de Claverie fueron parte en la Corte de Apelaciones del alegato de Arturo Araya, hijo de la víctima y abogado querellante en el juicio.

El planificado crimen cometido contra el Comandante de la Marina y edecán del Presidente Allende, ocurrido en la calle Fidel Oteíza -entre Marchant Pereira y Carlos Antúnez- de la comuna de Providencia, fue en definitiva y claramente una bien montada operación terrorista de inteligencia y desestabilización política, estructurada por la extrema derecha junto a grupos fascistas y ultra nacionalistas insertos en las fuerzas armadas, quienes contaban con apoyo y financiamiento de la Central de Inteligencia Americana (CIA), tal como reconoció muchos años después el gobierno norteamericano al desclasificar sus documentos confidenciales.

Los golpistas del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) ya venían ejecutando decenas de atentados y autoatentados con bombas, algunos previamente ‘negociados’,   como el realizado en la casa del Almirante golpista Ismael Huerta a mediados de julio de 1973 en Viña del Mar, con el objetivo de ir construyendo un ambiente favorable al próximo golpe de estado.

La ametralladora “Bataan” con la que el militante del Comando Rolando Matus y agente del SIN infiltrado en la empresa estatal ECON,  Guillermo Claverie Bartet,  disparó al comandante Araya después de hacer explotar una bomba señuelo y balear el frontis de la casa para hacerlo salir al balcón, fue suministrada por el SIN a través del Sr. Jorge  Ehlers Trostel, personaje que después –en plena dictadura-  ocuparía un alto cargo en el área de deportes (DIGEDER).

Claverie Bartet ya había sido detectado disparando contra tropas leales a la Constitución el día del tanquetazo (junio de 1973) desde una terraza de ECOM (el tipo creía que ese día la Marina iniciaba un golpe, eso fue publicado poco antes del golpe por el quincenario dirigido por Marta Harnecker, ‘Chile Hoy’). Fue echado de ECOM, pero no entregado a la Policía… ¡¡increíblemente!!

LOS ASESINOS FRAGUAN COARTADA INDIGNANTE

Al entonces teniente del SIN, Daniel Guimpert Corvalán junto con el capitán de Inteligencia de Carabineros Germán Esquivel Caballero, quien más tarde participaría en múltiples ‘desapariciones’ cometidas por el Comando Conjunto y el SICAR, le cupo realizar uno de los aspectos más sucios y cobardes del complot desestabilizador.

Al otro día del asesinato del edecán naval del Presidente Allende -un sábado- Esquivel y Guimpert recorrieron diversas comisarías buscando un “chivo expiatorio” a quién cargarle el crimen. El elegido fue un preso por ebriedad que trabajaba en una empresa CORFO (SEAM) y portaba un carnet de militante de un partido de la Unidad Popular (el Partido Radical).

Como eso no era muy convincente ni bastaba para completar sus planes, fabricaron un carnet del Partido Socialista  e interrogaron “privadamente” al funcionario que, sometido a salvajes torturas, se auto inculpó de haber participado en el asesinato “junto con un comando del PS-Elenos” y algunos cubanos. El mecánico de SEAM CORFO terminó encargado reo y procesado por la Justicia Naval bajo la dirección del Fiscal Aldo Montagna.

El nombre del mecánico eléctrico de Seam Corfo torturado por Guimpert y Esquivel era José Luis Riquelme Bascuñán y fue interrogado y encargado reo por  el ministro conspirador de la Corte de Apelaciones (Abraham Meerson) y por el Fiscal Militar Joaquín Erlbaum. El desgraciado mecánico fue tan bien torturado que se echaba la culpa de haber participado en el crimen con un grupo de GAP’s y cubanos dirigidos por Bruno (Domingo Blanco) uno de los jefes del GAP.

Al día siguiente, los medios opositores y diversos políticos -entre los que destacaron los senadores derechistas Víctor García Garzena y Fernando Ochagavía, junto al diputado Demócrata Cristiano Claudio Orrego Vicuña  y al director del diario democristiano ‘La Prensa’, Jorge Navarrete- iniciaron una campaña de injurias y acusaciones contra el gobierno de la UP y la representación cubana en Chile.

El problema para los conspiradores de diversos pelajes y militancias que se concertaron en torno al falso hallazgo de los asesinos del comandante Araya fue que, a los pocos días, la Policía de Investigaciones detuvo a casi todos los miembros de la banda conformada por elementos del Comando Rolando Matus (CRM), Partido Nacional (PN), Democracia Radical (DR)  y Patria y Libertad, que habían participado directamente en el asesinato del edecán.

Entre ellos,   destacaban:  el presunto autor de los disparos (Guillermo Claverie), una dirigente de la Juventud del Partido Nacional y del CRM -Uca Eileen Lozano-, el hijo “Patria y Libertad” del conocido empresario panadero Castaño, Odilio Castaño Jiménez; el militante de Patria y Libertad, Luis “Fifo” Palma Ramírez, que dos años después tendría una destacada participación en el SIFA y en las desapariciones del Comando Conjunto, un sobrino CRM del psiquiatra de la DINA, Laihlacar, de apellidos Potin Laihlacar , el dirigente de la DR, Guillermo Schilling, y un militante del CRM, Miguel Sepúlveda Campos, hijo de un conocido almirante retirado. (**)

Los que no fueron detenidos se escondieron en un fundo de la Región de Valparaíso y se entregaron a un comando de la Marina al otro día del golpe. Los que estaban detenidos y procesados en las cárceles de Valparaíso y Santiago fueron sacados de prisión el 12 de septiembre por comandos del SIN e integrados a las actividades represivas. El crimen del comandante Araya quedó impune y con expediente desaparecido.

Cambia, todo cambia.

El teniente Guimpert Corvalán salió de la Marina a fines de los 70´s y se dedicó a regentar un negocio de venta de armas en las cercanías del Edificio de las FFAA en la Plaza Bulnes. Gozaba de libertad bajo fianza hasta que fue nuevamente detenido, inculpado en más de una decena de casos de detenidos desaparecidos, en algunos de los cuales fue incluso indultado a principios de los años 90´s.

Su cómplice en el intento de falsificación del asesinato del comandante Araya  -Guillermo Esquivel- llegó al grado de   coronel de carabineros en la DICOMCAR y fue detenido -por cheques protestados- en 1991. Falleció en extrañas y nunca aclaradas circunstancias en 1993, mientras estaba denunciado en diversos procesos por desapariciones y asesinatos.

Luego de 35 años del asesinato del valeroso edecán del Presidente Allende, la versión oficial que entregó la dictadura comienza a desmoronarse en los tribunales y emerge la verdad: Se trató de un crimen planificado por la derecha en contra del comandante Araya.  La medida, que la familia del oficial había solicitado por primera vez en agosto del año 2003, se aprobó ante la aparición de nuevos antecedentes aportados por Guillermo Claverie. 

El 28 de Abril de 2008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó reabrir la investigación del asesinato. Por unanimidad, la Octava Sala del tribunal de alzada determinó que el juzgado a cargo del caso proceda a la reapertura de la investigación, tome testimonio a Guillermo Claverie Bartet (hoy tiene 63 años de edad) y realice otras diligencias que de ello se deriven.

El relato que Claverie entregó a los periodistas de ‘La Nación Domingo’, hace pocos años, mueve a la duda. Aseguró que todavía sentía miedo de lo que pueden hacerle los viejos (y nuevos) miembros de las cofradías golpistas.

Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estai vivo y firma ahí!’. Y por supuesto que así siempre firmé todo”.

Sus confesiones confirman lo que los hijos del edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la justicia naval y que culminó en 1980 con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: “Es que esa investigación está plagada de vicios”, sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

Con estas confesiones de Claverie, los hijos del edecán lograron que la Corte de Apelaciones de Santiago ordenara reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que en su momento fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

Las preguntas quemantes.

Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea (miembros de ‘Patria y Libertad’) lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del edecán a su domicilio fue anunciada a éstos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por otro grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, fue la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteíza, cometiera el asesinato.

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos en los muros de la casa del capitán de navío. Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán, y que entró directo sin antes rebotar en parte alguna, los disparos suman seis. Pero nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que las vainillas encontradas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, no pertenecían al proyectil que perforó el cuerpo del edecán.

Eso significaría que al comandante lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar -presumiblemente desde el frente de su casa-, ligeramente desde arriba hacia abajo. A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. Pero este insiste en explicitar muchas preguntas, todas ellas sin respuestas oficiales.

¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al   comandante Araya Peeters, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó crear al grupo de ultraderecha  esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

¿Por qué Ehlers literalmente huyó a Alemania días después de que los hijos del edecán interpusieron la querella en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la justicia naval,   quienes afirmaban que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

Torturas, presiones y amenazas. 

Detenido preventivamente en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana –aún en plena dictadura- los gendarmes sacaron a Claverie y le condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. En ese lugar, contó el mismo Claverie al diario La Nación, lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien oficiaba como actuario. “Me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio”. Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

Ahí me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso”, expresa.

Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, se le acercó un auto desde el cual descendió un  individuo que él conocía, el que le obligó a subir al vehículo.

Era el ‘Fifo’ Palma (Luis Palma Ramírez, que después integró el Comando Conjunto) y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón? Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’”.

Esa última frase del tal ‘Fifo’ Palma –suponiendo que Claverie dice la verdad- es la que deberá dilucidar el juzgado a cargo de la reapertura del caso, pues resulta vital establecer la identidad de aquella “gente que ahora es muy importante”.  ¿Qué tan ‘importante’ es hoy esa gente? ¿Parlamentarios? ¿Empresarios? ¿Diplomáticos chilenos en el extranjero?  ¿Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas? ¿Oficiales aún activos? ¿Dirigentes políticos? ¿Dirigentes de gremios patronales?  Tarde o temprano el país conocerá sus nombres, los que serán agregados al de Guillermo Claverie, quien sí estuvo en uno de los grupos sediciosos y criminales aquella infausta noche.

(**) LA LISTA DE INTEGRANTES DEL COMANDO ASESINO (publicado por Revista ‘CAUCE’  Nº 15, del 09/07/1984).

René Guillermo Claverie Bartet
Mario Eduardo Rojas Zegers
Guillermo Francisco Necochea Aspillaga
Miguel Víctor Sepúlveda Campos (hijo de un Almirante (r))
Uca Eileen Lozano Jeffs (CRM-JN)
Guillermo Adolfo Schilling Rojas (primo del ‘Mamo’ Schilling, dirigente del Partido Socialista)
José Eduardo Iturriaga Aránguiz
Luis Guillermo Perry González
Luis César “Fifo” Palma Jiménez (posteriormente, fue miembro del Comando Conjunto)
Ricardo Vélez Gómez
Rafael Mardones Saint Jean (primo hermano de José Luis Mardones Santander, Presidente del BancoEstado)
Adolfo Palma Ramírez (hermano del Fifo Palma)
Enrique Quiroz Ruiz
Wilfredo Humberto Perry González
Odilio Castaño Jiménez (actual co-dueño de la cadena de panaderías ‘Castaño’)
Carlos Fernando Farías Corrales
Juan Zacconi Quiroz
Andrés Pablo Potin Lailhacar
Tito Alejandro Figari Verdugo

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por Arturo Alejandro Muñoz


Hace 39 años: el asesinato del comandante Arturo Araya Peeters

Fuente :elciudadano.cl, 7 de Febrero 2012

Categoría : Prensa

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre. La derecha fascista perpetró el crimen…Washington lo cobijó y financió. Nuestra memoria sigue viva.

En la medioanoche del día 26 de julio de 1973, el Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters, fue asesinado por un francotirador que le disparó a mansalva desde algún lugar frente a su domicilio.

Poco antes había llegado a su casa, tras asistir –acompañando al mandatario socialista- a una recepción en la embajada de Cuba. Uno de los delincuentes que participó en el delito, Guillermo Claverie Bartet, fue condenado a tres años de prisión. Sin embargo, no permaneció ni un día en la cárcel purgando esa pena. Incluso, estando prófugo, fue indultado por la dictadura gracias a una decisión del almirante José Toribio Merino Castro.

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre, y a la vez un recordatorio de que todo hombre de la Armada que no estuviese de acuerdo con los planes fascistoides del almirante Merino Castro sería considerado traidor y castigado con la muerte. Así ocurrió con Araya, un hombre limpio y leal a la Constitución.

La noche del 26 al 27 de julio de 1973, un francotirador abrió fuego contra el marino, mientras los mercenarios de Patria y Libertad armaban una algazara en la calle frente a su casa, luego de hacer algunos disparos al aire a objeto de lograr que el edecán presidencial saliese al balcón de su domicilio para investigar lo que sucedía. En ese momento, una bala impactó en el pecho del comandante Araya Peters.

El crimen, que en su momento la derecha y los servicios de inteligencia navales intentaron achacar a fantasmales grupos armados de izquierda, fue en realidad la obra de una sórdida conspiración ultraderechista con apoyo de oficiales golpistas de la Marina.

Un total de 32 miembros de Patria y Libertad, cuyo fundador era Pablo Rodríguez Grez, fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval, pero todos quedaron libres tras algunos tirones de orejas. Sólo uno de ellos, Guillermo Claverie, luego de haber estado un tiempo prófugo, resultó condenado a tres años y un día de prisión como autor material del crimen, pena que tampoco cumplió ya que, al final, todos los conspiradores fueron indultados en 1981 por el asesino y ladrón apellidado Pinochet Ugarte, “por servicios prestados a la Patria».

En una entrevista publicada por el diario La Nación, Claverie juró que era inocente y aseguró que fue obligado a confesar tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea, y que al parecer fue elegido como chivo expiatorio por sus jefes de Patria y Libertad, entre ellos Pablo Rodríguez.

Aunque admitió haber estado en el lugar de los hechos, dijo que siempre permaneció en la calle y que la trayectoria de la bala que mató al edecán, que estaba en un balcón, era de arriba hacia abajo. Afirmó además haber disparado su pistola después que vio caer al hombre del balcón y que en ese momento ignoraba de quién se trataba. Las declaraciones de Claverie fueron parte en la Corte de Apelaciones del alegato de Arturo Araya, hijo de la víctima y abogado querellante en el juicio.

El planificado crimen cometido contra el Comandante de la Marina y edecán del Presidente Allende, ocurrido en la calle Fidel Oteíza -entre Marchant Pereira y Carlos Antúnez– de la comuna de Providencia, fue en definitiva y claramente una bien montada operación terrorista de inteligencia y desestabilización política, estructurada por la extrema derecha junto a grupos fascistas y ultra nacionalistas insertos en las fuerzas armadas, quienes contaban con apoyo y financiamiento de la Central de Inteligencia Americana (CIA), tal como reconoció muchos años después el gobierno norteamericano al desclasificar sus documentos confidenciales.

Los golpistas del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) ya venían ejecutando decenas de atentados y autoatentados con bombas, algunos previamente ‘negociados’, como el realizado en la casa del Almirante golpista Ismael Huerta a mediados de julio de 1973 en Viña del Mar, con el objetivo de ir construyendo un ambiente favorable al próximo golpe de estado.

La ametralladora «Bataan» con la que el militante del Comando Rolando Matus y agente del SIN infiltrado en la empresa estatal Ecom, Guillermo Claverie Bartet, disparó al comandante Araya después de hacer explotar una bomba señuelo y balear el frontis de la casa para hacerlo salir al balcón, fue suministrada por el SIN a través de Jorge Ehlers Trostel, personaje que después –en plena dictadura- ocuparía un alto cargo en el área de deportes (Digeder).

Claverie Bartet ya había sido detectado disparando contra tropas leales a la Constitución el día del tanquetazo (junio de 1973) desde una terraza de Ecom (el tipo creía que ese día la Marina iniciaba un golpe, eso fue publicado poco antes del golpe por el quincenario dirigido por Marta Harnecker, ‘Chile Hoy’). Fue echado de Ecom, pero no entregado a la Policía… ¡¡increíblemente!!

LOS ASESINOS FRAGUAN COARTADA INDIGNANTE

Al entonces teniente del SIN, Daniel Guimpert Corvalán junto con el capitán de Inteligencia de Carabineros Germán Esquivel Caballero, quien más tarde participaría en múltiples ‘desapariciones’ cometidas por el Comando Conjunto y el Sicar, le cupo realizar uno de los aspectos más sucios y cobardes del complot desestabilizador.

Al otro día del asesinato del edecán naval del Presidente Allende -un sábado- Esquivel y Guimpert recorrieron diversas comisarías buscando un «chivo expiatorio» a quién cargarle el crimen. El elegido fue un preso por ebriedad que trabajaba en una empresa Corfo (Seam) y portaba un carnet de militante de un partido de la Unidad Popular (el Partido Radical).

Como eso no era muy convincente ni bastaba para completar sus planes, fabricaron un carnet del Partido Socialista e interrogaron «privadamente» al funcionario que, sometido a salvajes torturas, se auto inculpó de haber participado en el asesinato «junto con un comando del PSElenos» y algunos cubanos. El mecánico de Seam Corfo terminó encargado reo y procesado por la Justicia Naval bajo la dirección del fiscal Aldo Montagna.

El nombre del mecánico eléctrico de Seam Corfo torturado por Guimpert y Esquivel era José Luis Riquelme Bascuñán y fue interrogado y encargado reo por el ministro conspirador de la Corte de Apelaciones (Abraham Meerson) y por el fiscal militar Joaquín Erlbaum. El desgraciado mecánico fue tan bien torturado que se echaba la culpa de haber participado en el crimen con un grupo de GAP’s y cubanos dirigidos por Bruno (Domingo Blanco) uno de los jefes del GAP.

Al día siguiente, los medios opositores y diversos políticos -entre los que destacaron los senadores derechistas Víctor García Garzena y Fernando Ochagavía, junto al diputado demócrata cristiano Claudio Orrego Vicuña y al director del diario democristiano ‘La Prensa’, Jorge Navarrete– iniciaron una campaña de injurias y acusaciones contra el gobierno de la UP y la representación cubana en Chile.

El problema para los conspiradores de diversos pelajes y militancias que se concertaron en torno al falso hallazgo de los asesinos del comandante Araya fue que, a los pocos días, la Policía de Investigaciones detuvo a casi todos los miembros de la banda conformada por elementos del Comando Rolando Matus (CRM), Partido Nacional (PN), Democracia Radical (DR) y Patria y Libertad, que habían participado directamente en el asesinato del edecán.

Entre ellos, destacaban: el presunto autor de los disparos (Guillermo Claverie), una dirigente de la Juventud del Partido Nacional y del CRM –Uca Eileen Lozano-, el hijo «Patria y Libertad» del conocido empresario panadero Castaño, Odilio Castaño Jiménez; el militante de Patria y Libertad, Luis «Fifo» Palma Ramírez, que dos años después tendría una destacada participación en el Sifa y en las desapariciones del Comando Conjunto, un sobrino CRM del psiquiatra de la Dina, Laihlacar, de apellidos Potin Laihlacar, el dirigente de la DR, Guillermo Schilling, y un militante del CRM, Miguel Sepúlveda Campos, hijo de un conocido almirante retirado. (**)

Los que no fueron detenidos se escondieron en un fundo de la Región de Valparaíso y se entregaron a un comando de la Marina al otro día del golpe. Los que estaban detenidos y procesados en las cárceles de Valparaíso y Santiago fueron sacados de prisión el 12 de septiembre por comandos del SIN e integrados a las actividades represivas. El crimen del comandante Araya quedó impune y con expediente desaparecido.

CAMBIA, TODO CAMBIA

El teniente Guimpert Corvalán salió de la Marina a fines de los 70´s y se dedicó a regentar un negocio de venta de armas en las cercanías del Edificio de las FFAA en la Plaza Bulnes. Gozaba de libertad bajo fianza hasta que fue nuevamente detenido, inculpado en más de una decena de casos de detenidos desaparecidos, en algunos de los cuales fue incluso indultado a principios de los años 90´s.

Su cómplice en el intento de falsificación del asesinato del comandante Araya -Guillermo Esquivel- llegó al grado de coronel de carabineros en la Dicomcar y fue detenido -por cheques protestados- en 1991. Falleció en extrañas y nunca aclaradas circunstancias en 1993, mientras estaba denunciado en diversos procesos por desapariciones y asesinatos.

Luego de 35 años del asesinato del valeroso edecán del Presidente Allende, la versión oficial que entregó la dictadura comienza a desmoronarse en los tribunales y emerge la verdad: Se trató de un crimen planificado por la derecha en contra del comandante Araya. La medida, que la familia del oficial había solicitado por primera vez en agosto del año 2003, se aprobó ante la aparición de nuevos antecedentes aportados por Guillermo Claverie.

El 28 de abril de 2008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó reabrir la investigación del asesinato. Por unanimidad, la Octava Sala del tribunal de alzada determinó que el juzgado a cargo del caso proceda a la reapertura de la investigación, tome testimonio a Guillermo Claverie Bartet (hoy tiene 63 años de edad) y realice otras diligencias que de ello se deriven.

El relato que Claverie entregó a los periodistas de ‘La Nación Domingo’, hace pocos años, mueve a la duda. Aseguró que todavía sentía miedo de lo que pueden hacerle los viejos (y nuevos) miembros de las cofradías golpistas.

«Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estai vivo y firma ahí!’. Y por supuesto que así siempre firmé todo».

Sus confesiones confirman lo que los hijos del edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la justicia naval y que culminó en 1980 con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: «Es que esa investigación está plagada de vicios», sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

Con estas confesiones de Claverie, los hijos del edecán lograron que la Corte de Apelaciones de Santiago ordenara reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que en su momento fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

LAS PREGUNTAS QUEMANTES

Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea (miembros de ‘Patria y Libertad’) lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del edecán a su domicilio fue anunciada a éstos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por otro grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, fue la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteíza, cometiera el asesinato.

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos en los muros de la casa del capitán de navío. Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán, y que entró directo sin antes rebotar en parte alguna, los disparos suman seis. Pero nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que las vainillas encontradas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, no pertenecían al proyectil que perforó el cuerpo del edecán.

Eso significaría que al comandante lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar -presumiblemente desde el frente de su casa-, ligeramente desde arriba hacia abajo. A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. Pero este insiste en explicitar muchas preguntas, todas ellas sin respuestas oficiales.

¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya Peeters, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó crear al grupo de ultraderecha esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

¿Por qué Ehlers literalmente huyó a Alemania días después de que los hijos del edecán interpusieron la querella en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la justicia naval, quienes afirmaban que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

TORTURAS, PRESIONES Y AMENAZAS

Detenido preventivamente en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana –aún en plena dictadura- los gendarmes sacaron a Claverie y le condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. En ese lugar, contó el mismo Claverie al diario La Nación, lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien oficiaba como actuario. «Me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio». Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

«Ahí me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso», expresa.

Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, se le acercó un auto desde el cual descendió un individuo que él conocía, el que le obligó a subir al vehículo.

«Era el ‘Fifo’ Palma (Luis Palma Ramírez, que después integró el Comando Conjunto) y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón? Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’».

Esa última frase del tal ‘Fifo’ Palma –suponiendo que Claverie dice la verdad- es la que deberá dilucidar el juzgado a cargo de la reapertura del caso, pues resulta vital establecer la identidad de aquella “gente que ahora es muy importante”. ¿Qué tan ‘importante’ es hoy esa gente? ¿Parlamentarios? ¿Empresarios? ¿Diplomáticos chilenos en el extranjero? ¿Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas? ¿Oficiales aún activos? ¿Dirigentes políticos? ¿Dirigentes de gremios patronales? Tarde o temprano el país conocerá sus nombres, los que serán agregados al de Guillermo Claverie, quien sí estuvo en uno de los grupos sediciosos y criminales aquella infausta noche.

(**) LA LISTA DE INTEGRANTES DEL COMANDO ASESINO (publicado por Revista ‘Cauce’ Nº 15, del 09/07/1984).

René Guillermo Claverie Bartet

Mario Eduardo Rojas Zegers

Guillermo Francisco Necochea Aspillaga

Miguel Víctor Sepúlveda Campos (hijo de un Almirante (r))

Uca Eileen Lozano Jeffs (CRM-JN)

Guillermo Adolfo Schilling Rojas (primo del ‘Mamo’ Schilling, dirigente del Partido Socialista)

José Eduardo Iturriaga Aránguiz

Luis Guillermo Perry González

Luis César «Fifo» Palma Jiménez (posteriormente, fue miembro del Comando Conjunto)

Ricardo Vélez Gómez

Rafael Mardones Saint Jean (primo hermano de José Luis Mardones Santander, Presidente del BancoEstado)

Adolfo Palma Ramírez (hermano del Fifo Palma)

Enrique Quiroz Ruiz

Wilfredo Humberto Perry González

Odilio Castaño Jiménez (actual co-dueño de la cadena de panaderías ‘Castaño’)

Carlos Fernando Farías Corrales

Juan Zacconi Quiroz

Andrés Pablo Potin Lailhacar

Tito Alejandro Figari Verdugo

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Por Wari


Ordenan reapertura de caso por crimen de edecán Araya

Fuente :La Nación, 29 de Abril 2008

Categoría : Prensa

En un fallo unánime, la Octava Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó ayer reabrir la investigación por el homicidio del edecán naval del Presidente Salvador Allende, Arturo Araya Peters, ocurrido en calle Fidel Oteíza, comuna de Providencia, el 27 de julio de 1973.

El dictamen da curso a la solicitud de sus familiares respecto de realizar nuevas diligencias en la causa, como judicializar la declaración del ex miembro de Patria y Libertad, Guillermo Claverie Bartet (62), condenado en 1980 por la fiscalía naval a tres años de presidio como autor material del crimen, quien en su testimonio legalizado ante notario- asegura que él no disparó al fallecido edecán.

Esta confesión de Claverie permitió a los hijos de Araya pedir la reapertura del caso luego de que el 18º Juzgado del Crimen decretara el sobreseimiento tras estimar que se había agotado la investigación.

Los ministros Cornelio Villarroel, Mario Carroza y el abogado integrante Carlos López dispusieron que la causa sea remitida al tribunal correspondiente, ya que el antiguo juzgado que instruía el proceso se fusionó.

Cronología de un Asesinato: Complot para Asesinar al Comandante Araya
Enviado por: Miguelmo el Jueves, 09 de Octubre de 2003 – 10:21 PM AST
Ex Fiscal Naval, acusado como cómplices de estos hechos hoy ocupa el cargo de Jefe del Consejo de Defensa del Estado en la V Región.

El diario «La Nación» publicó una entrevista y reportaje del periodista Jorge Escalante a los dos hijos del asesinado comandante y edecán naval del Presidente Allende comandante naval, Arturo Araya Peeters. El oficial fue asesinado -por balazos de una metralleta- en el balcón de su casa de la calle Fidel Oteiza de la comuna de Providencia en la madrugada del 27 de julio de 1973. Todo apunta a que su muerte fue un frío y planeado asesinato digitado por el mando golpista de la Marina y organizado por el Servicio de Inteligencia Naval (SIN), con la colaboración de dos agentes civiles que reclutaron un comando formado por militantes del Comando Rolando Matus del PN, de Patria y Libertad y de la Democracia Radical.

FUENTE: www.lafirme.cl  – 9-10-2003

En 1986 o 1987 la periodista Mónica Gónzalez tuvo acceso al expediente de la «Justicia Naval» y publicó una extensa y documentada crónica sobre el asesinato de 1973 y sus hechores en la revista «Cauce». El 28 de enero del 2003 el periódico «La Firme» -a propósito del procesamiento por varias desapariciones de uno de los agentes del SIN que participó en el complot de 1973 Daniel Guimpert Corvalán- publicó una ampliación de las investigaciones de Mónica González, dando cuenta de los políticos PN y PDC -a los que habría que agregar al senador PN Ochagavía- que participaron en los aspectos mediáticos del complot, para acusar a militantes socialistas y «cubanos» del asesinato del edecán naval de Presidente Allende. Ese texto está disponible en: http://www.memoriaviva.com/Boletin/Boletin59.PDF Los agentes civiles del SIN que recibieron y operaron la metralleta «Baatan» -que nunca apareció- fueron Jorge Ehlers -un conocido ex deportista que en dictadura fue nombrado Director de la DIGEDER- y Guillermo Claverie Bartet, un funcionario civil de la empresa estatal ECOM, que había actuado en los grupos civiles armados que intentaron apoyar el fallido «tanquetazo» del 29 de junio del 73. Pocos días después del asesinato del edecán naval, comenzó en la Marina la brutal persecución de los golpistas y el SIN -con todo tipo de torturas- a un centenar de marinos y suboficiales constitucionalistas que habían denunciado los preparativos golpistas a dirigentes políticos de la UP y del MIR (Carlos Altamirano, Oscar G. Garretón y Miguel Enríquez). Pocos días antes -en julio del '73- habían comenzado los curiosos «atentados explosivos» a casas de oficiales navales con explosivos suministrados por el propio SIN. Uno de los más escandalosos, fue el realizado a principios de julio del '73 contra la casa del Almirante golpista Ismael Huerta Celis, posteriormente Ministro de RREE de la dictadura. El 2 de septiembre del 2003 en «El Mercurio» el ex dirigente de «Patria y Libertad» Roberto Thieme reconoció que a partir de abril de 1973 el grupo fascista recibió asesoría, planos y explosivos del SIN para realizar atentados a torres eléctricas y oleoductos, además de ayudar a «Patria y Libertad» en labores de protección a los camioneros golpistas en paro. El «atentado dominical» a la vacía casa del almirante Huerta fue develado por la Policía de Investigaciones del Valparaíso a mediados de julio, que detuvo e hizo confesar al jefe de la «celula SIN-Patria y Libertad» -que se juntaba en la panquequería «Gipsy» de Viña- el ex teniente naval y ayudante de órdenes del propio «bombardeado almirante» Jorge «Cote» Montecinos Johnstone, primo hermano del dirigente gremialista, ex Alcalde pinochetista designado de Valparíaso y hasta el 2001 diputado UDI Francisco Bartolucci Johnstone. La revista «Punto FInal» reveló en agosto de 1991 la participación que también tuvo en esa «autobomba» -destinada a agudizar el clima golpista en la Marina- la propia hija de Huerta y cófrade «gremialista» de Bartolucci en la UCV doña Mina Huerta Dunsmore, hoy Presidenta de la «Corporación 11 de septiembre». El Prefecto de Investigaciones Juan Bustos Marchant que detuvo al comando y al ex teniente «terrorista» fue detenido, torturado y acusado de «complicidad con el narcotráfico» después del golpe militar. El 2 de mayo de 1974 la Marina comunicó a la prensa y a su familia que «el Prefecto Bustos se había suicidado con su arma de servicio mientras estaba detenido y a disposición de la Fiscalía Naval». Sólo en septiembre de 1996 -ya que la familia no se atrevió a concurrir en 1990-91 a la «Comisión Rettig»- la Corporación Nacional de Reparación (CNRR) declaró formalmente que la muerte del Prefecto Juan Bustos Marchant fue un asesinato y violación de DDHH. Este crimen de «lesa humanidad» sigue aún impune y no hay querella de la familia. Hace algunas semanas el quincenario «The Clinic» -sin ser hasta ahora desmentido- denunció que uno de los cómplices de ese asesinato fue el ex Fiscal Naval Enrique Vicente, que hoy ocupa el cargo de Jefe del Consejo de Defensa del Estado en la V Región.
 


Guillermo Claverie, condenado como autor del crimen del edecán de Allende “Yo no maté al comandante Araya”

Fuente :La Nación, 20 de Abril 2008

Categoría : Prensa

Su historia es de novela. Sostiene que fue torturado y dopado para arrancarle una confesión, y que en la Fiscalía Naval firmó sus declaraciones a punta de pistola. Los hijos del edecán, que ya no creen que él haya sido el asesino de su padre, son hoy su única luz de esperanza. Por primera vez cuenta su drama. Abre la puerta de su casa con una sonrisa, aunque dice que para él su existencia está destrozada. Cigarrillo en mano, chal al cuello y bien peinado, su saludo amable no logra disimular un rictus de sufrimiento. Pero una luz, que parece salida de un buen guión de cine, se enciende ahora al final del negro túnel que cruza ya por 35 años.

"¡Yo no maté a su padre, yo no asesiné al edecán Araya, créanme por favor!", clama Guillermo Claverie Bartet (62 años) con voz desgastada por el tiempo que lo ha tratado con rigor. Acechado por fantasmas que nunca se han rendido para seguir recordándole las horas y los disparos de aquella noche del 26 de julio de 1973 en calle Fidel Oteiza, en Providencia. La noche del crimen del edecán naval del Presidente Salvador Allende, Arturo Araya Peeters.

"Me golpearon, me torturaron, me amenazaron con la muerte y perdí a mi familia y las ganas de vivir, pero jamás lograron que confesara el crimen que no cometí, aunque la justicia naval me condenó como el autor material", afirma mirando a los ojos.

Su nombre quedó grabado en la memoria colectiva como el asesino oficial del edecán de Allende, después de que a los instigadores del complot para apurar el golpe de Estado un grupo de ultraderecha y algunos altos oficiales en servicio activo de la Marina de 1973 se les derrumbó la trama que habían planeado para culpar del crimen a un grupo de izquierda, incluidos algunos miembros de la guardia personal de Allende.

Escuchar el relato de Claverie sobrecoge. Es primera vez que cuenta su historia y no resulta fácil convencerlo que hable con LND, porque todavía siente miedo.

"Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estái vivo y firma ahí!’. Y por supuesto que así siempre firmé todo".

Sus confesiones confirman lo que los hijos del edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la justicia naval y que culminó en 1980 con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: "Es que esa investigación está plagada de vicios", sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

Los hijos buscan desde hace casi cinco años que un nuevo juicio establezca la verdad del crimen de su padre y se conozca al o a los verdaderos autores, materiales e intelectuales. Pero se han encontrado con "situaciones extrañas" que los hacen sospechar que todavía hay manos que quieren tapar más de algo.

Con estas confesiones de Claverie, los hijos del edecán pretenden que la Corte de Apelaciones de Santiago ordene reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que hace unos meses fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

Aquella noche

El recuerdo de Guillermo Claverie de lo que sucedió aquella noche aún está nítido. Cuando entran por la calle Fidel Oteíza, donde vivía el edecán, era cerca de la medianoche.

"Vi a un señor que se asomó a un balcón y le gritamos que se entrara. Poco antes habíamos estado creando caos por los alrededores, como nos ordenaron. De repente sentí unos disparos aislados y al poco rato una ráfaga de ametralladora que salió desde el balcón. Entonces vi al señor que con su mano izquierda sostenía una ametralladora, y apuntaba hacia el frente y no hacia abajo, por donde pasábamos nosotros".

Acto seguido, dice Claverie, vio cuando la persona del balcón se inclinó hacia abajo como doblándose. "Yo todavía no había disparado", aclara.

Afirma que la luz artificial de la calle le permitió vislumbrar que el hombre del balcón vestía una bata "medio de color verde, como con unos dibujos en el pecho que me parecieron manchas. Hoy creo que eran manchas de sangre, porque se veía que la persona estaba herida".

Todavía Claverie no disparaba, pero lo hizo instantes después de escuchar la ráfaga que disparó el edecán hacia el frente. "Lo hice cuando ya no lo tenía a la vista, porque cuando escuché la ráfaga me agaché y busqué refugiarme debajo del balcón apegándome hacia el muro, dejé de verlo y entonces recién hice unos disparos. Es imposible que mis disparos ni siquiera hirieran a la persona del balcón que estaba a 4,5 metros sobre el nivel de la calle, porque yo ya no lo veía para nada".

Los imposibles

Todos estos detalles, que Claverie ha ido aportando a los hijos del edecán y que ahora accedió a contar a LND, coinciden plenamente con las pericias balísticas realizadas por la Policía de Investigaciones para el proceso iniciado en 1973 por la justicia naval. Y ratifican el resultado de la autopsia realizada al edecán Araya en el Hospital Militar por el doctor Tomás Tobar Pinochet, considerado una eminencia por sus pares y el mismo que practicó la autopsia al Presidente Allende.

Respecto de la bala que mató al edecán impactándole en el pecho, el informe forense del doctor Tobar establece: "La trayectoria intracorporal seguida por el proyectil estando el cuerpo en posición normal [de pie], es de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha, y ligeramente de arriba hacia abajo. El disparo corresponde a los llamados de larga distancia en medicina legal y es de tipo homicida".

La precisa descripción científica derriba cualquier posibilidad de que los disparos de Claverie, como él también afirma, pudieran dar muerte o herir al edecán. A no ser que se profanen las leyes de la física y la balística, o interesadamente se quiera alterar las circunstancias del crimen.

La definición del doctor Tobar de que el disparo que causó la muerte del comandante Araya correspondió "a los llamados de larga distancia en medicina legal" coincide con la versión de Claverie respecto de su ubicación esa noche: casi pegado al muro de la casa y 4,5 metros por debajo del balcón donde estaba el comandante. Tal como está registrado en el expediente del juzgado naval. Vale decir, estaba casi al lado de la víctima.

Las huellas de la verdad

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos de bala en los muros de la casa del capitán de navío. "Tres adyacentes a la ventana del dormitorio, uno en el borde superior de la persiana de la ventana [del dormitorio], y uno en las inmediaciones del lugar donde fue herido el comandante Araya [inmediatamente debajo del borde del balcón]".

Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán, y que entró directo sin antes rebotar en alguna parte, los disparos suman seis. Pero nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que ninguna de las vainillas halladas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, pertenecen al proyectil encontrado en el cuerpo del edecán.

Eso significa que al edecán lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar presumiblemente desde el frente de su casa , ligeramente desde arriba hacia abajo.

A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. ¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

Este antecedente cuadra con los seis disparos hechos esa noche hacia el balcón del edecán: cuatro vainillas halladas y dos no encontradas nunca.

¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó que el grupo de ultraderecha creara esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

¿Por qué Ehlers literalmente huyó a Alemania días después de que los hijos del edecán interpusieron la querella en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la justicia naval (cuyos nombres LND se reserva), afirmando que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

Al estudiar las seis mil fojas del expediente del Juzgado Naval, como lo hizo LND, y analizar las declaraciones de los jóvenes ultraderechistas (algunos de Patria y Libertad) que actuaron esa noche, queda establecido que tres grupos coordinados actuaron a la espera de que el edecán llegara a su casa desde la Embajada de Cuba, donde había acompañado al Presidente Allende a una recepción por el aniversario del triunfo de la Revolución Cubana. Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del edecán a su casa fue anunciada a éstos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por otro grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, era la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteiza, lo hiciera.

Torturas en la AGA

Estando Claverie detenido en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana los gendarmes lo sacaron y condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. Allí, cuenta, lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien hacía de actuario. "Me sacó y me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio". Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

"Ahí me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso", expresa.

Cuando lo liberaron desde la cárcel, un año y medio después, cuenta que en su casa en Santiago se armó una pequeña fiesta que le dio el grupo con que actuó la noche del crimen. Pero durante el ágape se llevó más de una sorpresa.

"Esa tarde también llegaron el secretario de la Fiscalía Naval, Garretón Iturra, Arestizábal y otro oficial a quien no conocía, que dijo que venía en representación de la Armada. También llegó Jorge Ehlers, que extrañamente me regaló un queso entero, lo que en el lenguaje de la inteligencia significa que estás haciendo un regalo a un traidor".

Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, en la calle se le acercó un auto desde donde lo obligaron a subir.

"Era el Fifo Palma [César Palma Ramírez que después integró el Comando Conjunto] y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón?’. Le pregunté si era porque yo decía que no era el asesino del comandante Araya, y me contestó: ‘¡Ah, parece que te estái avispando, huevón! Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’".

Un epílogo de emoción

Claverie se queda largo rato en silencio. Luego mira a Enrique, uno de los hijos del edecán presente en la conversación, y dice con tono sereno: "Haberlos conocido y hablar con ustedes ha significado para mí, después de 35 años, la desaparición de esa culpa que yo nunca tuve, pero que al final me grabaron en mi mente a golpes y amenazas. Ahora siento que con ellos, los hijos del comandante Araya, comparto un dolor y les he tomado tanto aprecio que cuando no los escucho por teléfono los echo de menos".

El indulto que Augusto Pinochet le otorgó a él y a todo el grupo el 22 de julio de 1981, "por servicios prestados a la patria", no logró sanar sus heridas. "¡Nunca he visto a tanto maricón junto!", expresa, como poniendo el sello a todo lo que después del crimen debió vivir.


Por primera vez la Armada recuerda hoy al ex edecán naval de Allende

Fuente :La Nación, 27 de Julio 2006

Categoría : Prensa

Por primera vez, la Armada recordará hoy con una misa al ex edecán naval, capitán de navío Arturo Araya Peeters, tras treinta y tres años de su asesinato producto de un complot para debilitar el Gobierno de Salvador Allende y acelerar el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

La ceremonia religiosa se efectuará a las 08:30 en la Escuela Naval de Valparaíso, y contará con las asistencia de su madre Fanny Corominas y sus hijos.

El comandante en jefe de la institución, almirante Rodolfo Codina, no podrá asistir ya que está fuera del país, al igual que el secretario general de Marina, contralmirante Cristián Millar. Los actos recordatorios se originaron en un encuentro que el almirante Codina sostuvo con los hijos del capitán Araya, Arturo y Enrique, constituyendo el primer contacto desde su muerte la madrugada del 27 de julio de 1973. Actualmente se instruye un nuevo proceso para determinar a los reales autores intelectuales y materiales del crimen del edecán de Allende.


Oficial (R) naval dice que crimen del edecán fue “en defensa propia” 

Fuente :La Nación, 7 de Febrero 2006

Categoría : Prensa

Interrogado sobre su participación en el crimen del edecán del Presidente Allende, capitán de navío Arturo Araya Peeters, el oficial de la Armada (R) Jorge Ehlers Trostel declaró recientemente en el nuevo proceso que se instruye en el 17° Juzgado del Crimen de Santiago, que a Araya se le disparó “en defensa propia” y calificó el hecho como “absolutamente casual”.

Sin embargo, los hijos del edecán, asesinado la madrugada del 27 de julio de 1973, evalúan pedir el procesamiento de Ehlers por el delito de “homicidio calificado”, como lo informó a La Nación Arturo Araya Corominas, abogado querellante e hijo mayor del ex asesor presidencial.

Ehlers Trostel, que se desempeñó como jefe de la Digeder durante el régimen de Pinochet, salió con destino a Alemania el 15 de octubre de 2003, cuando el caso se activó por una querella interpuesta por los hijos de Araya. Estos afirman que el proceso que en la década de los ‘70 instruyó el Juzgado Naval de Valparaíso estuvo plagado de irregularidades y “cosas extrañas”.

De hecho, Ehlers fue sindicado múltiples veces en este proceso por los participantes del grupo de ultraderecha que esa madrugada protagonizó la asonada como quien los convocó y proveyó parte de las armas, además de oficiar de “nexo” entre ellos y la oficialidad de la Armada.

No obstante, el abogado Araya sostiene que Ehlers “apenas” fue interrogado una vez por el fiscal naval, no fue procesado ni menos condenado con las bajas penas que afectaron a quienes la investigación naval sindicó como los responsables del “maltrato de obra a un oficial naval”.

“En el crimen de nuestro padre, Jorge Ehlers fue el nexo entre la cúpula de la Armada que pretendía el golpe militar, y el grupo de ultraderecha que esa noche actuó para hacer salir a nuestro padre al balcón y exponerlo a los disparos”, afirma Arturo Araya.

El abogado dice que la teoría del complot entre la Armada y la ultraderecha civil para asesinar al comandante cobra “cada vez más fuerza” en la nueva indagatoria, donde se siguen acumulando evidencias en ese sentido


Las Pruebas que Apuntan a una Conspiracion para Asesinarlo: ¿Quién mató al comandante

Fuente :lanacion.cl, 20 de Marzo 2005

Categoría : Prensa

A 32 años del homicidio del edecán naval del Presidente Allende, incongruencias en la investigación de la justicia de la Marina y una pista aportada hace un par de semanas por un ex policía civil, amenazan con echar abajo la versión oficial. La justicia civil reactivó el caso. Todo apunta a un complot del más alto nivel.

La madrugada del 27 de julio de 1973, segundos después de las ráfagas que se escucharon en la calle Fidel Oteíza, ocho personas sintieron otros disparos. Tres de ellas, René Claverie Bartet, Guillermo Perry González y César Palma Ramírez, distinguieron claramente que fueron dos tiros. Elsa Moder Echeverría dijo en el proceso que los escuchó “más débiles, en forma distanciada”. Rafael Mardones Saint-Jean los oyó “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”. Estamos en la escena del crimen del edecán naval de Salvador Allende, el comandante Arturo Araya Peeters.

Esa noche del 26 de julio de 1973 el comandante Araya acompañaba al Presidente Allende en una recepción en la embajada de Cuba. La situación política en el país era extremadamente tensa y la derecha y la ultra derecha clamaban por el golpe de Estado. Un mes antes oficiales del ejército habían protagonizado la asonada conocida como “El tancazo” frente a La Moneda. En este escenario de conflicto, Allende intentaba sumar fuerzas buscando un acuerdo con la Democracia Cristiana para consensuar cambios en su programa de gobierno.

Un par de días antes del atentado al edecán, los dirigentes del grupo armado de ultraderecha Patria y Libertad, Roberto Thieme y Miguel Cessa, se reunieron en un departamento de Vitacura con dos oficiales de la Armada. Uno de ellos del cuerpo de almirantes. Los oficiales les informaron que el día 25 de julio de 1973 se iniciaría en el país un nuevo paro nacional y que para incrementar la tensión requerían que Patria y Libertad realizara atentados dinamiteros. Con ello, la facción golpista de la Armada sellaba un pacto con Patria y Libertad. Pero necesitaba algo más.

Una chispa para desatar el pandemonio. El asesinato del comandante Arturo Araya Peeters pudo haber sido esa chispa, así como el homicidio del general Prats también pudo haberlo sido tres años antes. Al menos así lo pensaron los que organizaron el complot para matarlo. 

ALGO NO CUADRA

En los muros de la casa de Fidel Oteíza 1953, en la comuna de Providencia, donde vivía el capitán de navío Arturo Araya Peeters, quedaron marcados, pasada la 01.30 horas de ese día 27, cinco impactos de proyectiles. Con la bala que mató al edecán sumaron seis los disparos hechos en dirección al balcón del segundo piso de su casa, que miraba directo al norte, hacia avenida Providencia.

Pero sólo hallaron cuatro vainillas. Los policías civiles de Homicidios rastrearon el lugar y alrededores esa misma madrugada y regresaron con luz de día. No encontraron más que las cuatro vainillas de los disparos hechos desde la calle en dirección al balcón donde se encontraba el edecán, con su metralleta Walter calibre 9 mm en la mano izquierda. Pero los disparos de ataque fueron seis. Las otras dos vainillas nunca aparecieron.

René Claverie disparó tres tiros en ráfaga hacia el balcón. Lo hizo con un rifle automático Marcatti “tipo Batán”, desde el nivel de su cintura y moviéndolo en “forma de abanico”. De acuerdo a peritajes y a la reconstitución de escena realizada el 7 de noviembre de 1973, Claverie hizo fuego parapetado en un pilar de la reja del antejardín, de abajo hacia arriba, pues el balcón estaba a 4,5 metros de altura, y de derecha a izquierda con relación a la posición del edecán en el balcón.

Otro integrante del grupo armado, Carlos Farías Corrales, disparó con un revólver Pasper calibre 22 el cuarto tiro desde una posición similar a la de Claverie.

Al darse cuenta del ataque, el capitán Araya lanzó una ráfaga con su metralleta, sin herir a ninguno de los integrantes del comando. Los hechos que sucedieron después ocurrieron muy rápido. “(Araya) disparó una ráfaga en dirección al norte”, dijo Claverie en el proceso. “Él disparó hacia el frente”, afirmó Alicia Moder, la esposa del comandante. Lo claro es que, teniéndolos a tiro desde arriba, el edecán no apuntó contra los nueve jóvenes que estaban en la calle. A pesar de la búsqueda policial, ninguno de los siete proyectiles disparados por el capitán fue encontrado, salvo las correspondientes siete vainillas recogidas en el balcón.

 PRIMERAS SOSPECHAS

Mardones, uno de los atacantes, declaró que entre el tiroteo se tiró al suelo y se cubrió la cabeza con los dos brazos. “Cuando me levanté, vi que el señor del segundo piso retrocedía hacia el interior”. Lo que Mardones dijo a continuación resume el núcleo del misterio de esa noche. Es la pista cifrada del enigma, todavía sin aclarar, de aquellos segundos en los que se extinguió la vida del comandante Araya.

“Cuando yo estaba tendido y me cubría la cabeza con los brazos, sentí disparos de otro calibre, distintos a la primera ráfaga”. Es el preciso instante en que aquellos dos disparos “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”; los mismos que Claverie, Perry y Palma Ramírez declararon escuchar, fueron hechos en contra del comandante. Perry y Palma formaron parte de los atacantes. Elsa Moder y Armando Michell eran parientes de la esposa del edecán.

Carlos Farías precisó los hechos que ocurrieron inmediatamente después, cuando el grupo corrió por Fidel Oteíza hacia Pedro de Valdivia al oriente, esquina ubicada a 95 pasos desde la casa del edecán. “Cuando yo y algunos más llegamos a la esquina de Fidel Oteíza con Pedro de Valdivia se continuaron sintiendo disparos. Por ello, presumo que, fuera de los dos que ya habían disparado (Claverie y él), hubo otra persona más que se quedó replegada y que también disparó, o mejor dicho, podría haber disparado contra la casa del edecán”.

La conclusión de Farías es similar a la del abogado Raúl Tavolari Oliveros, quien entonces asumió la defensa de Claverie, acusado y condenado por el Juzgado Naval de Valparaíso y la Corte Marcial Naval como quien mató al edecán con uno de los tres balazos que hizo esa noche.

“Para producir su muerte, al comandante Araya se le disparó desde un lugar diferente de aquel en que estuvo Claverie”, dijo Tavolari al contestar la acusación a su defendido en el juicio. Frase breve que entonces resultó irrelevante para los jueces navales. La justicia naval dio por acreditado que el edecán del Presidente Allende murió por uno de los tiros hechos por Claverie, y que el ataque fue “fortuito”, porque “se encuentra fehacientemente acreditado en el proceso que tanto el hechor como sus compañeros no conocían absolutamente la calidad militar de la víctima. El acto estuvo dirigido a ultimar a un extraño y no a un militar (…) sin ninguna preparación previa”, dice la sentencia.

 LA NUEVA PISTA

Sin embargo, 32 años después las cosas toman otro rumbo y una pista aportada hace un par de semanas por un ex policía civil que integró el grupo que indagó el crimen antes del golpe de Estado, amenaza con echar abajo la verdad oficial que la justicia naval estableció sobre el asesinato después del golpe militar.

De acuerdo a los peritajes balísticos, ninguna de las armas encontradas disparó el proyectil calibre 22 Long Rifle que mató al edecán, ni disparó las cuatro vainillas (tres marca Orbea y una marca Remington) calibre 22 Long Rifle encontradas en la calle frente a la casa del edecán. Otras siete vainillas halladas en Providencia con Lyon fueron percutadas por la misma arma que disparó frente a la casa del edecán las tres vainillas Orbea. Pero el arma que usó Claverie, de la cual presumiblemente provinieron los disparos que arrojaron las 11 vainillas Orbea referidas, desapareció. Por ello, nunca se pudo establecer científicamente que fue ese rifle automático el que las disparó.

A pesar de ello, la justicia naval dio por establecido que una de las cuatro balas cuyas vainillas se hallaron en la calle frente a la casa “impactó al comandante Araya y le causó la muerte”, no obstante que ninguno de los peritajes balísticos emitidos antes del golpe militar estableció esa conclusión. Salvo dos emitidos después del 11 de septiembre de 1973. Pero incluso estos dos informes son ambiguos, porque, por otro lado, defienden lo establecido en la autopsia respecto de la trayectoria de la bala homicida.

El antecedente entregado por el policía retirado a los hijos del edecán, Enrique y Arturo, es coincidente con múltiples antecedentes del proceso, en cuanto a que el atentado al comandante Araya fue un complot bien organizado y coordinado, en el que esa noche actuaron tres grupos concertados. LND estudió las 2 mil fojas de los 6 tomos del expediente.

 AUTOPSIA Y PERITAJES

Según el informe de la autopsia al edecán, “la trayectoria intracorporal seguida por el proyectil, estando el cuerpo en posición normal, es de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha y ligeramente de arriba hacia abajo. El disparo corresponde a los llamados de larga distancia en medicina legal y es de tipo homicida”.

Por lo tanto, según las leyes de la física y la balística, el edecán nunca pudo morir por uno de los cuatro disparos hechos desde la calle por Claverie o Farías, si el balcón donde estaba se encontraba a 4,5 metros de altura desde el suelo. Tampoco pudo ocurrir de esa manera, porque Claverie disparó, de acuerdo a la reconstitución de la escena, “de derecha a izquierda” en relación con la ubicación del edecán.

Y si el disparo correspondió a aquéllos de “larga distancia” y del “tipo homicida”, vale decir hecho medidamente con la intención cierta de causar la muerte de alguien, distinto a la ráfaga “en abanico” que lanzó Claverie, ¿quién disparó entonces “ligeramente de arriba hacia abajo” y de “izquierda a derecha” según la trayectoria de la bala homicida periciada por la autopsia?

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos de bala en los muros de la casa. “Tres adyacentes a la ventana del dormitorio; uno en el borde superior de la persiana en la ventana (del dormitorio); y uno en las inmediaciones del lugar donde fue herido el comandante Araya”. (ver infografía).

Esta descripción encierra otra parte del misterio. Porque las vainillas halladas frente a la casa fueron cuatro, pero hubo cinco impactos de bala en los muros. ¿Quién disparó el quinto proyectil y desde dónde, y por qué no se halló la vainilla de ese quinto disparo, ni tampoco la del sexto tiro que mató al edecán?

 CONTRASTES

“A su padre lo mató un tirador escogido que le disparó desde el frente, de esa casona que todavía existe y que era un colegio de monjas”, les dijo a los hijos del edecán el oficial de investigaciones retirado. Les afirmó que a esa conclusión llegaron, pero que vino el golpe y no alcanzaron a consignarlo en un informe escrito.

De acuerdo a las fotografías del informe de la reconstitución de escena, el comandante enfrentó el ataque con su cuerpo levemente girado a la derecha. Vale decir, presentando más sobresaliente la parte izquierda de su tórax. Y la autopsia sostuvo que la bala entró y se alojó en su tórax “de izquierda a derecha”.

De acuerdo con todo esto y a la información del policía, se puede desprender que habría sido un tirador escogido quien, desde ese lugar, habría hecho los dos disparos que varios escucharon segundos después de las ráfagas de Claverie, el tiro de Farías y las ráfagas del edecán.

¿Correspondía el proyectil que dio bajo el borde del balcón, al mismo tipo de bala que mató al edecán? Los hijos del comandante se interrogan por qué el Juzgado Naval de Valparaíso no investigó estas cuestiones que ahora resultan vitales para aclarar el crimen de su padre.

En el proceso actuó como fiscal el capitán Aldo Montagna Barghetto y como secretario el oficial naval Jorge Garretón Iturra, ex cónsul general en Caracas. Juez naval fue el contraalmirante Arturo Troncoso Daroch, siendo auditor de la Armada el capitán Enrique Campusano Palacios.

 UN COMPLOT 

Bajo estas nuevas luces, el análisis del expediente confirma que el crimen del edecán Araya fue parte de un complot, en el que esa noche actuaron tres grupos coordinados. No obstante, la sentencia del Juzgado Naval afirmó que “el homicidio tuvo lugar sin ninguna preparación previa”. Horas antes del crimen, a las seis de la tarde del 26 de julio de 1973, Claverie y Guillermo Bunster conversaron con los dirigentes de Patria y Libertad “Miguel Cessa, un tal Alonso y otros cuyos nombres no recuerdo”, dijo Claverie. A las 20:30, ambos se fueron a la casa de Jorge Ehlers Ölkers y su yerno Alejandro Ellis. Éstos les dijeron, según Claverie, que los estaban buscando para que juntaran a su grupo, porque esa noche había que crear el caos en un sector de Providencia “porque la Marina se deja caer esta noche sobre Santiago”. Ehlers les consiguió la Marcatti 22 largo y les dio una caja de miguelitos.

El grupo se juntó en la casa de Bunster. Cada uno salió con un arma. A las 23 horas, Ehlers y Ellis les dieron el vamos. Esa noche el edecán Araya acompañaba al Presidente Allende en la recepción en la embajada de Cuba. El capitán llegó a las 00:30 horas del día 27 a su casa.

El grupo comenzó a dar vueltas por el sector. “Nos empezamos a aburrir”, dijo Alejandro Figari, otro integrante, hasta que “Claverie nos dijo que la señal era una bomba”. El primer bombazo, en Carlos Antúnez, era la indicación para que Juan Zacconi y Guillermo Necochea entraran por Pedro de Valdivia y bajaran por Fidel Oteíza al poniente, para lanzar la segunda bomba frente a la casa del edecán con el fin de hacerlo salir. “Pensamos que ya no habría golpe de Estado esa noche, cuando sentimos la explosión”, dijo Zacconi.

“Al oír la explosión cerca de Pedro de Valdivia, llegaron los Perry, Palma, Farías, Claverie y Bunster”, dijo Andrés Potin, otro concertado. “Claverie nos dijo que entráramos por Carlos Antúnez y dobláramos por Fidel Oteíza”, afirmó Figari. Todo coordinado.

Palma, Figari, Potin fueron después agentes del Comando Conjunto.

El asesinato del edecán Araya está siendo nuevamente investigado por la jueza del 17º Juzgado del Crimen de Santiago, Patricia González. La magistrada dictó esta semana una orden de investigar a la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos Humanos de la policía civil. A ello se suma otra querella que los hijos del edecán interpusieron el viernes en contra de Jorge Ehlers y otros civiles que formaron parte del complot.

por Jorge Escalante

 


A 50 años del asesinato del edecán Araya: CIPER vuelve a publicar el reportaje que reveló que un grupo de ultraderecha cometió el crimen

Fuente :ciperchile 28/7/2023

Categoría : Prensa

El pasado jueves 27 de septiembre en el Palacio de La Moneda se rindió homenaje al capitán de Fragata Arturo Araya Peeters, edecán naval del Presidente Salvador Allende. El edecán Araya fue asesinado el 27 de julio de 1973. En esas últimas semanas de la Unidad Popular, la prensa de derecha culpó a grupos de izquierda. Pero después del 11 de septiembre no se volvió a hablar del asunto. Once años después, una rigurosa investigación de la periodista Mónica González reveló a qué se debía ese silencio: el edecán Araya fue asesinado por un comando de ultraderecha en colaboración con sectores de la Armada que pretendían precipitar el golpe de Estado, los criminales fueron liberados por la dictadura y el único condenado recibió el indulto de Augusto Pinochet. El 26 de junio de 1984, la revista Cauce difundió ese reportaje de Mónica González (Premio Nacional de Periodismo 2019, exdirectora y fundadora de CIPER) y hoy, al cumplirse 50 años del crimen del edecán Araya, CIPER vuelve a publicar esa pieza periodística que sorprendió al país con una verdad incómoda para la dictadura y sus aliados.  

INFORME ESPECIAL: QUIÉNES ASESINARON AL COMANDANTE ARAYA

En julio de 1973 el entonces Edecán Naval de Allende fue acribillado a balazos y la ejecución fue atribuida a partidarios del gobierno.

La verdad es otra: el marino fue ultimado por un comando de ultraderecha que se entregó el 12 de septiembre de 1973 y sus integrantes indultados por el General Pinochet en 1980.

La noche del 26 de julio de 1973 constituye uno de los eslabones más novelescos y oscuros en la cadena de hechos que determinaron el éxito del golpe militar del 11 de septiembre. Aquel día, Santiago y específicamente Providencia, vivieron una inusitada jornada de violencia que culminó con el asesinato del Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, Capitán de Fragata Arturo Araya Peeters. Sus asesinos, militantes de Patria y Libertad, confesos, recibieron posteriormente el indulto del General Augusto Pinochet Ugarte en su calidad de Presidente de la República. Este hecho se ocultó deliberadamente ante la opinión pública. Pero sólo es una ínfima parte de una historia rocambolesca cuyos hilos manipularon manos -hasta hoy- anónimas.

¿Quién era realmente Arturo Araya? Solamente un abnegado Edecán Naval? ¿Era un alto jefe de inteligencia? ¿Qué rol jugó Jorge Ehlers en los sucesos acaecidos esa noche? ¿Fueron efectivamente los sectores golpistas de la Armada los que programaron aquella jornada? ¿Por qué no se les aplicó a los culpables todo el rigor de la ley? 

Las interrogantes son múltiples. CAUCE se abocó a la tarea de investigar ésos hechos. Estos son los resultados. (Vea aquí el artículo original de Revista Cauce)

Así se tejió la historia

El 26 de julio de 1973 el país entero vivía un clima de tensión y zozobra. La situación de inestabilidad y de violencia se había agravado desde que el 29 de junio fuera sofocado, con problemas, un levantamiento militar protagonizado por un grupo de militares del Regimiento Blindado No 2, al mando del Coronel Roberto Souper Onfray. El grupo insurgente bombardeó la Moneda y atacó luego el Ministerio de Defensa con la intención de rescatar de su interior al Capitán Sergio Rocha Aros, detenido a raíz del «cuartelazo» que se detectó cuatro días antes.

El Comandante en Jefe del Ejército General Carlos Prats sofocó el levantamiento  marchando él personalmente al frente de sus tropas. El saldo del «tancazo» fue: 32 heridos a bala, 22 muertos entre civiles y militares y 50 detenidos. Luego, el Congreso rechazó el Estado de Sitio que pretendió implantar el Gobierno por tres meses.

El 4 de julio, ante la escalada de insurgencia desatada en el país, los tres Comandantes en Jefe de las F.F.A.A emiten una declaración en la que reiteran a «SE. el Presidente de la República el invariable respaldo de las Fuerzas Armadas al régimen constitucional y su respeto por las prerrogativas presidenciales». 

En medio de un ambiente de caos provocado por las múltiples paralizaciones de faenas y los problemas de abastecimiento, el Presidente del Partido Democratacristiano, Patricio Aylwin, declara: «No hay diálogo posible bajo amenaza o intimidación. Nadie dialoga con una pistola al pecho». El Instituto Nacional de Estadísticas informa que la inflación en los últimos 12 meses ha alcanzado 283,4 por ciento. Jarpa, por su parte, denuncia que «el país se está transformando en un gran manicomio en el cual el médico jefe ha perdido el control». La opinión pública conoce de la existencia de grupos del MIR, que, frente a los cuarteles, llaman abiertamente a la subversión. Se multiplican los allanamientos en busca de armas, practicados por fuerzas militares.

El 25 de julio estalla un nuevo paro nacional indefinido de camioneros. Al día siguiente, las más altas autoridades de Gobierno y diversos personeros militares, entre los que se cuentan los tres Edecanes presidenciales, visitan la Embajada de Cuba en el día de su aniversario patrio. El Edecán Naval Arturo Araya Peeters se retira promediando la medianoche. 

Terrorismo en acción

A la 1.30 horas, aproximadamente, un comando terrorista hace estallar una bomba en una camioneta de INDAP estacionada en Carlos Antúnez con Fidel Oteiza, a dos cuadras del domicilio de Arturo Araya. Esa noche en todo el sector se sentirán ráfagas de metralleta y bombazos: arden barricadas y se producen enfrentamientos. También hay impactos de bala en un transformador de energía eléctrica cercano.

El Comandante Araya, inquieto por las explosiones, se asoma al balcón de su residencia, al parecer metralleta en mano. La casa del Edecán es de dos pisos, pintada de blanco y con un pequeño antejardín. No hay árboles altos en las proximidades, por lo que ningún obstáculo se interpuso entre el balcón y el grupo terrorista ubicado en la pequeña calle que comunica Pedro de Valdivia con Carlos Antúnez.

Fue el momento en que se produjo la descarga. Varios proyectiles lo impactaron. Herido de gravedad fue trasladado en ambulancia al Hospital Militar. Araya es operado de urgencia. Inútil. A las 2.10 de la madrugada muere ante la consternación de sus familiares y amigos.

El 27 de julio Chile se despierta con una gran interrogante: ¿Quiénes mataron al Capitán de Fragata Arturo Araya? El clima de tensión aumenta minuto a minuto. Efectivos reforzados de la policía civil y uniformada realizan intensos patrullajes y rastreos en busca de los asesinos, Allende está consternado. Para nadie era un misterio que Arturo Araya se había constituido en uno de sus más apreciados colaboradores y amigos. 

Los preparativos del funeral comienzan. La viuda se hace eco de la campaña que la prensa opositora desata acusando a los partidarios del Gobierno del asesinato. Moy de Tohá es testigo de aquellos momentos. Allende la llamo para que lo ayudara en los preparativos. Acompañó a Alicia Moder, la viuda de Arturo Araya, durante los momentos previos y en la ceremonia fúnebre. Fue testigo de la negativa de la viuda a recibir las condolencias presidenciales. El gesto no escapó a los altos mandos militares. Tampoco a la gran cantidad de oficiales de la marina presentes. Finalmente, y luego de una aguda tensión, la ceremonia se realizó en La Moneda.

Las más altas autoridades del país, políticas, eclesiásticas y militares se dieron cita. Moy de Tohá recuerda que ésa fue una de las raras ocasiones en que su temple la traicionó. Al llegar a La Moneda y subiendo las escalinatas escucho unas carcajadas que provenían del Salón O’Higgins. Frente a la puerta del salón, se dio cuenta que Fernando Léniz, en ese entonces Presidente de la Empresa «El Mercurio», era el emisor de las carcajadas «No dudé un instante y le ordené que se retirara», dice Moy de Tohá. 

"Tenemos al asesino"

En medio de una gran confusión y de una verdadera guerra de rumores, trasciende que un detenido, confeso del asesinato, está en poder de Carabineros. Simpatizante del Partido Socialista obrero electricista del Servicio de Equipos Agrícolas Mecanizados de la CORFO, José Luis Riquelme Bascuñán aparece señalado como el principal culpable.

Es sólo el comienzo. Casi inmediatamente después y sorpresivamente el Prefecto de Carabineros de Santiago, General Fabián Parada, declara a la Radio Agricultura: «Me dirijo a los radioescuchas de todo el país. Les habla un hombre, un General de Carabineros. Yo no he conversado con el Presidente para informarle que tenemos un detenido. Esto es totalmente falso y se los digo con la honradez de más de 30 años de servicio. Sé que muchos compañeros me están escuchando. Sé que mis jefes, mis oficiales subalternos saben que he sido un hombre que ha dedicado su vida entera al servicio de la comunidad. Pero para estas canalladas que se dicen por la radio yo no me presto ni menos para que tome el nombre del Presidente de la República. A todos les pido perdón. Es primera vez que un General de Carabineros se presenta ante un micrófono. No soy un general como otros se imaginan…” Esta insólita declaración hizo pensar a muchos que el asunto era más complicado de lo que se suponía.

La historia del asesino de izquierda continuó siendo ampliamente difundida “El Mercurio” escribe que «pese al hermetismo en círculos del Tribunal, se tuvo conocimiento que el proceso puede pasar a ser uno de los más apasionantes de los últimos tiempos por claras implicancias de personajes insospechados». La investigación continúa. El obrero sospechoso es interrogado por el Fiscal Militar, Joaquín Earlbaum, y por el Ministro de la Corte, Abraham Meersohn. El Presidente Allende nombra una comisión compuesta por todos los servicios de inteligencia para que indague el crimen. 

Cabeza del grupo investigador es el Subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea, General Nicanor Diaz Estrada.

Riquelme confiesa y habla de sus contactos, de la participación de tres cubanos en el comando asesino. En una edición especial de Zig-Zag titulada «Anatomía de un Fracaso”, se lee «En extrañas circunstancias caía asesinado el Edecán Naval, Comandante Arturo Araya Peeters. A los pocos días se entregó como implicado en el crimen un militante socialista, quien vinculo en el hecho nada menos que a uno de los jefes del GAP, Domingo Blanco, más conocido como Bruno. Cuando éste cayó detenido más tarde, confesó su participación».

Así culminó para la opinión pública el asesinato de Arturo Araya del cual nunca más se volvió a hablar después del 11 de septiembre de 1973. 

Pretenden ser héroes

Por diversos conductos: Cauce descubrió que la historia del asesinato de Arturo Araya era muy diferente. Llegamos a Valparaíso, conocimos el expediente del proceso y la verdad es que nos encontramos con otra madeja y con una verdad sorprendente.

Lo primero es que el obrero José Luis Riquelme, simpatizante socialista, fue dejado en libertad inmediatamente después del 11 de septiembre y de él nunca más se supo. Según pudimos concluir después de muchas indagaciones, el 12 de septiembre un grupo de muchachos pertenecientes a Patria y Libertad toma contacto con las Fuerzas Armadas.

Ocultos en un fundo en la zona de San Felipe dicen ser los autores del asesinato de Arturo Araya. Un camión militar los conduce a Valparaíso. No alcanzan a estar 60 días presos y son trasladados a una clínica de Santiago mientras se tramita el proceso.

Cauce tuvo acceso a la documentación procesal. De su lectura se desprende que uno de los integrantes del comando asesino, Mario Rojas Zegers, había sido puesto a disposición del Tribunal el 3 de agosto de 1973. La opinión pública nunca conoció este hecho. En esa misma época el Juzgado Militar se declaró incompetente para seguir conociendo la causa. Fuimos informados también que el principal implicado, Guillermo Clavenie Bartet, autor real, al menos como resultado del proceso, de los disparos asesinos, había actuado anteriormente para la Inteligencia militar. Nicanor Diaz Estrada nunca obtuvo confirmación de estos hechos. 

La lectura del proceso arroja muchas luces sobre los hechos. En él se deja constancia que el grupo de Claverie manifiesta «haber sido avisados que ese día a la medianoche se produciría un golpe de Estado propiciado por la Armada Nacional y por la Fuerza Aérea y por esta razón, estimaron necesario colaborar con la acción militar. El legajo refiere más adelante que «actuando de este modo, el grupo entendía que se daría una excusa a las Fuerzas Armadas para justificar el derrocamiento del Gobierno”.

"La marina toma Santiago"

Guillermo Claverie declara durante la indagatoria: «Alrededor de las 20.30 horas del 26 de julio nos dirigimos con Willie Bunster en el auto Dodge Dart de su abuela a la casa de Jorge Ehlers. Nuestra intención era saber si había alguna novedad. En esos minutos se encontraba estacionado frente a la casa un jeep japonés perteneciente a Alejandro Ellis, yerno del señor Ehlers. En cuanto nos vio expresó: «Qué bueno que hayan venido. Los estábamos tratando de ubicar, porque habrá un operativo esta noche. La marina se deja caer sobre Santiago para tomar el control de la situación».

Claverie agrega: «Ellis nos dijo que teníamos que ir al sector de Providencia a fin de sembrar el caos y ayudar a las fuerzas navales. Otros grupos tenían asignados diferentes sectores y que si había que volar micros, incluso con pasajeros, lo hiciéramos». 

Ehlers entregó la metralleta

Otro de los implicados. Guillermo Bunster Titsh, declaró: «Sé que había diversos sectores en los cuales se trataría de provocar incidentes. De la casa de Ehlers sacamos una caja de miguelitos Una metralleta Batan nos la consiguió Jorge Ehlers de un señor que vive en Américo Vespucio con Apoquindo».

Todas estas declaraciones fueron ratificadas por el abogado defensor del comando asesino, Raúl Tavolari, quien expresó a Cauce que «ellos estaban convencidos que los iban a recibir como héroes ya que estaban siendo organizados y financiados por gente de las Fuerzas Armadas El armamento lo proporcionó gente de las Fuerzas Armadas”.

– ¿Quién era el contacto que tenían en las FF.AA.?

“Básicamente era Jorge Ehlers, según me declararon».

En octubre de 1974 se les otorga la libertad, hecho que ya se cumplía a medias en la clínica de reposo donde se encontraban. Pero las interrogantes siguen surgiendo. El arma asesina no fue jamás hallada. Ninguna de las armas puestas a disposición del Tribunal disparó las balas asesinas.

De la misma manera no se pudo establecer quién fue el autor del disparo ni el arma que disparó la bala marca Remington cuya vainilla apareció frente a la casa de Arturo Araya Fue realmente Claverie el autor de los disparos? ¿Encubrió con su declaración a otra persona?.

Cauce consultó la opinión del abogado Raul Tavolari, quien expresó «Puede que, efectivamente, el arma que desapareció sea el arma asesina. La otra explicación, más novelesca, es que la bala vino de otro lado. Por la trayectoria de la bala es posible imaginárselo» Una de las diligencias que nunca pudo hacer cumplir Tavolari fue que se citara a declarar a Jorge Ehlers. Este, con posterioridad al golpe militar, ocupó durante tres años la dirección de la DIGEDER.

El proceso se fue prolongando. Los integrantes de la Corte Marcial que concedió la libertad al comando asesino fueron el Almirante Adolfo Walbaum y la Ministro Iris González. Por procedimiento, la Corte Marcial para la Marina de Guerra debió haber pedido previamente autorización al Almirante José Toribio Merino, su superior jerárquico.

Finalmente, y después de muchas tramitaciones, el proceso llegó a la Corte Suprema, la que confirmó la sentencia solicitada por la Corte Marcial para el principal responsable: 3 años y un día. No había lugar a la remisión de la pena. No quedó más que recurrir al indulto presidencial. 

La ley y sus interpretaciones

Interesante resulta leer el proceso a la luz de los hechos de violencia que se conocen hoy día. En él se lee: «Lo que la ley prohíbe es constituir milicias privadas, grupos de combate o partida militarmente organizada. Cabe colegir que necesariamente estas milicias deben crearse con el fin preciso de tener actuación militar, es decir, deben estar de tal manera constituidos, financiados, dotados, ayudados, instruidos, incitados, que puedan, con alguna perspectiva racional de éxito, enfrentarse a otras milicias, grupos o partidas».

Y el libelo del Juez Naval agrega: «Es obvio que la organización bastante inconexa y desordenada del grupo de Claverie no puede llegar a constituir, en forma alguna, uno de los organismos que la ley prevé y más bien podría caracterizársele como un simple conjunto de jóvenes de mente convulsa».

Aquella noche el comando asesino atacó, con explosivos y armas, buses, vehículos, transformadores eléctricos. Sus integrantes arrojaron miguelitos e hirieron a tres hombres indefensos en diferentes puntos de Santiago para culminar asesinando al Comandante Arturo Araya. Extraña interpretación de la justicia.

Para Guillermo Claverie no era extraño. El 3 de diciembre de 1980 se dirige al General Augusto Pinochet en los siguientes términos: “He reiniciado mi vida desempeñándome cómo ciudadano ejemplar, cumplidor de mis obligaciones y deberes para con la Patria cómo fue y ha sido siempre Los hechos que me tocó protagonizar son para la mayoría de los chilenos solamente un oscuro recuerdo en el tiempo, pero para mí, un anónimo protagonista de los hechos que hoy hacen que nuestra Patria sea uno de los escasos remansos de paz en el mundo, tales hechos cobran dramática vigencia”.

Y agrega: «Confiando enteramente en la comprensión y sentido de equidad de VE. para con el que fue uno de los colaboradores para lograr la paz actual, me permito solicitar la gracia del indulto».

Al parecer el General Pinochet, el Almirante José Toribio Merino y Enrique Montero Marx, ex compañero de armas de Arturo Araya y Ministro del Interior de la época, compartieron los fundamentos de la solicitud, pues el indulto les fue concedido de inmediato.

 

General (R) Nicanor Díaz Estrada: «Yo no los habría indultado»

Al final de la investigación visitamos al General (R) Nicanor Diaz Estrada, jefe militar de la investigación del asesinato del Comandante Arturo Araya. Se sorprendió. «¿Quiere arruinar mi libro?, dijo con una sonrisa. Es evidente que conoce mejor que nadie los entretelones del caso y que el libro que prepara seguramente será polémico. No hay que olvidar que el rol que jugó en la investigación le permitió tomar contacto con todos los servicios de inteligencia del país y así ser uno de los artífices del golpe militar del 11 de septiembre.

Sentado en el living de su hogar recuerda al Comandante Araya:

– Era un hombre muy profesional. Con profundas convicciones democráticas. Uno de los grandes problemas que tenía era que algunos oficiales de la Armada creían que era UP.

-¿Y Ud. qué cree?

Que no lo era. Categóricamente se lo digo. No era UP.

-¿Quién lo nombró a Ud. a la cabeza de la comisión investigadora?

Yo era Subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Recibía información de otros departamentos de inteligencia. En una reunión que hubo con Alfredo Joignant, Director de Investigaciones, éste le tiró la caballería encima a algunos oficiales. Entonces yo le manifesté al Almirante Carvajal, Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, que no era posible ponerle capitanes a Joignant. Luego nos llamó el Presidente y comenzó todo.

-¿Ud. estaba consciente que el asesinato de Araya se estaba presentando como ejecutado por fuerzas de izquierda?

Se pretendió presentarlo así, pero a mí no me importaba qué partido lo había hecho. Hubo problemas con un muchacho que era afanosamente buscado en Farellones, Joignant puso más de 100 agentes y este muchacho con la mandíbula quebrada cruzó cerros y se entregó a nosotros.

-¿Quién era ese muchacho?

El primero del grupo que realmente mató a Araya. Se entregó un día domingo en la mañana. (Al parecer se refiere a Mario Eduardo Rojas Zegers).

-Al final ¿se hizo justicia o no?

Cuando ubicamos a los asesinos se hizo justicia. Que después los hayan indultado es otro cuento.

Yo en esa parte no tengo nada que ver.  Esa historia es mucho más complicada. Cuando lea mi libro entenderá. Yo no los habría indultado. A estas alturas ya no me extraña nada.


HISTORIAS DE MARINOS: CAPITÁN DE NAVÍO ARTURO ARAYA PEETERS

Fuente :unofar.cl

Categoría : Prensa

CAPITÁN DE NAVÍO ARTURO ARAYA PEETERS.

Asesinado el 27 de julio de 1973.

El Capitán de Navío don Arturo ARAYA Peeters nació en 1926. Estudió en el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso.

Ingresó a la Escuela Naval “Arturo Prat” el 19 de febrero de 1942, egresando de guardiamarina en 1947. Entre 1948 y 1950, cumplió funciones en la 2ª Zona Naval, en la isla Quiriquina como instructor de la Escuela de Grumetes.

En 1957 es designado instructor de cadetes de la Escuela Naval. En 1958 ascendió a Capitán de Corbeta, siendo embarcado en el Buque Escuela “Esmeralda”.

Entre 1960 y 1961 cursó estudios en la Academia de Guerra Naval y egresó como Oficial de Estado Mayor. En 1965 ascendió a Capitán de Fragata.

Entre 1968 y 1970 se hace cargo como Jefe del Departamento de Relaciones Públicas de la Armada. En 1970 es designado subdirector de la Escuela Naval.

El 3 de noviembre de 1970 es designado Edecán del Presidente de la República de Chile don Salvador ALLENDE Gossens.

El 27 de julio de 1973, falleció asesinado por un grupo terrorista. El hogar del comandante ARAYA estaba en la calle Fidel Oteíza 1953 y hacia allá marchó el grupo terrorista instalándose en el sector de las calles Carlos Antúnez y Pedro de Valdivia en la comuna de Providencia. Estaban fuertemente armados y montaron una provocación para lograr que él diera la cara.

Arrojaron “miguelitos” para romper neumáticos de los vehículos, detonaron explosivos en el sector, dispararon a un transformador eléctrico, atacaron microbuses y finalmente se instalaron frente a la casa del oficial, insultándolo y provocándolo. Era ya la medianoche y el comandante finalmente se asomó a tratar de calmar a los violentistas. Además de conminarlos a terminar su acción, efectuó un disparo al aire para hacerles saber que estaba armado.

En ese momento un francotirador del grupo que estaba instalado en el techo del Colegio de Monjas que existía en el barrio, le disparó al Edecán presidencial dándole muerte.

Sus restos fueron despedidos por el Comandante en Jefe de la Armada, almirante Raúl MONTERO Cornejo, quien dijo: “El Comandante Araya zarpó en la medianoche como los navíos cuando emprenden sus largas travesías. No murió como él lo hubiese querido, en el puente de mando de un buque, pero sí tuvo la entereza del hombre de mar para enfrentar el peligro, resuelto y viril, dando la lección postrera de gallardía y entrega”.

Sus restos se encuentran en el cementerio N° 2 de Valparaíso, en el cerro Panteón, específicamente en el mausoleo de oficiales de la Marina.

“Recuerda marino: De las cubiertas regadas con tu sangre, brotarán la libertad y las glorias futuras de la patria”.

Fuentes consultadas:

1. La Marina de Chile, Día a Día, de Enrique Merlet Sanhueza

Carlos Saldivia Rojas

Suboficial Mayor Naval (R)

Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional


Pedro Araya, hijo del edecán de Allende asesinado en `73: "Merino ordenó la muerte de mi padre"

Fuente :rvl.uv.cl 28/7/2023

Categoría : Prensa

A 50 años del asesinato del edecán de Salvador Allende, el capitán de la Armada Arturo Araya Peeters, RVL conversó con Pedro Araya, su hijo. Él nos comentó que la idea fue por iniciativa de la ministra de Defensa, Maya Fernández y del comandante en jefe de la Armada, Juan Andrés de La Maza, hace poco menos de un mes, realizar este homenaje.

Este jueves, el Presidente Gabriel Boric nombró a la sala de los edecanes con el nombre de Capitán Arturo Araya Peeters, en una ceremonia en que se colocó una placa en homenaje a su nombre y destacando que fue edecán del Presidente Salvador Allende.

Comentó que cuando recibieron la invitación oficial, "aceptamos inmediantamente, es el primer homenaje que se hace oficalmente a mi padre y era muy importante para nosotros", dijo

En la ocasión, Araya, junto a Boric y de la Maza, "conversamos de la trayectoria de mi padre, fue todo bastante distendido, no conocía en persona al presidente, es de mucha piel y me dejó muy buena impresión", comentó.

En el plano judicial, Araya manifestó su decepción con la justicia, ya que las resoluciones no acreditaron delito ni responsables, "si fuera por esa resolución judicial, mi padre  debería estar tomando once comingo, ya que significa que no lo mataron". Añadió que hubo datos cuestionables en el proceso, ya que Araya estaba en un balcón cuando es asesinado, sin embargo, hay informaciones que apuntan a que recibió un disparo desde arriba, cuando, a juicio de su hijo, el ataque fue desde abajo.

A pesar de no haber obtenido justicia, en la familia no recurrieron a instancias superiores en el exterior, "se pensó ir en un minuto a cortes internacionales, pero ya pasaron 30 años y no se hizo nada", confesó.

Respecto del valor del nombre de su padre, Araya comparte: "Considero absolutamente que mi padre es un marino constitucionalista, ese fue el motivo por el cual lo mataron, en julio iba a ascender a capitán de fragata, lo que significaba que iba a tener alto mando. No quiero politizar la figura de mi padre, pero habían marinos constitucionalistas y estaba el señor Merino (José Toribio) que se autoadjudicó como comandante en jefe de la armada". Recordar que a la época, Merino, el único jefe naval miembro de la junta militar, ejercía como jefe de la zona naval desde Valparaíso.

Al momento de preguntar su opinión acerca de qué cree que ocurrió entorno a la muerte de su padre, es categórico: "Según mi investigación de hace 50 años, Merino ordenó la muerte de mi padre a un par de infantes de marina". Hay que recordar que este hecho es retratado por el documentalista Patricio Guzmán en la Batalla de Chile, donde aparecen escenas correspondientes a los funerales de Araya Peeters e instala la idea que fue desde la Armada que se empezó a planificar la idea del Golpe de Estado.

Ante los 50 años del 11 de septiembre de 1973, Araya reflexiona el actual momento: "Hay que aprender de la historia, creo que hoy el tema está muy politizado, con una ultraderecha atacando al gobierno por todos lados. El llamado que haría es que no exista un segundo comandante Araya y que los políticos y las fuerzas armadas hagan su labor. La democracia es lo más importante que hay en este país y no podemos jugar a perderla nuevamente, fueron 50 años duros", finalizó.