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BARBARA Y EDWIN

 

Barbara nació un 13 de diciembre de 1953, en verano. Fue la tercera de una familia de 4 hermanas mujeres: María Teresa, Diseñadora, Viviana, secretaria y Mónica Profesora de Filosofía, hija de Enrique Uribe V., arquitecto y Teresa Tamblay, fallecida. Perteneciente a una familia de clase media chilena de antes de la década de los 80’, familia de izquierda. Creció en el hogar de la familia sin carencias económicas ni afectivas, por el contrario, tuvo una niñez rodeada de cariño, de admiración y de acogida. Desde pequeña tuvo un fuerte carácter, rebelde y apasionado que lo dejó claro cuando a los 5 años, hizo por primera vez la “cimarra” y falsificó una firma, divertida y volada, que se expresaba en las acotaciones que hacía en la casa, en el colegio y donde se encontrara. Era sencilla a pesar de tener una figura con desplante. Alta, morena, estilizada, de cabellos y ojos de color miel.  Aparentaba ser una persona autosuficiente, pero ella era toda oidos y corazón frente a las injusticias de su entorno, dependía de los afectos, tenía un intenso mundo interno que ponía en práctica en la solidaridad y generosidad hacia quienes estaban cerca de ella. Estuvo en muchos colegios particulares y en la enseñanza media en liceos fiscales. En la mayor parte de estos establecimientos educacionales fue expulsada y sancionada. Las razones fueron múltiples, pero siempre hubo algo de defensa ante las situaciones de prepotencia e injusticia frente a las compañeras más desvalidas. Ese carácter la fue transformando en líder de grupos tanto en el colegio como en sus relaciones con amistades.

 

Cuando tenía 16 años y luego de pasar por una etapa de “lolería” de Providencia, común a la década de los 70’, descubrió, en un viaje a la Universidad de Concepción a aquellos estudiantes universitarios que encendían las palabras queriendo transformar la sociedad y las reflexionó para decidir qué hacer; luego, en el verano de 1971 se incorporó a trabajos voluntarios junto al movimiento campesino y al sector de obreros de la ciudad de Talca, lugar de participación de los estudiantes universitarios de Concepción. Es allí donde Bárbara tuvo un cambio radical. Llegó una lola de Providencia y regresó a la casa como una joven madura, de vestimentas más sencillas, con una mirada que ofrecía nuevos horizontes: los sueños la envolvieron, la esperanza de alcanzar el cielo, de tomar las estrellas, la hizo vibrar, crecer y entregarse. Al llegar a Santiago, se incorporó al trabajo poblacional, especialmente en La Bandera y Nuevo Amanecer. Se vinculó al MIR y fue una activa militante de esa organización. Nunca estuvo de acuerdo con la formación teórica de izquierda, decía que se aburría leyendo libros de Marx y Lenin, estaba convencida que la injusticia no era una cuestión de libros, del pasado, sino que era una acción permanente, un acto de servicio, un acto de amor. No la comprendieron mucho, sin embargo, ella hizo durante su militancia este ejercicio: dar hasta que le doliese. Es así como de la casa se fueron desapareciendo las comidas, los útiles escolares, la ropa, para dárselos a las familias más necesitadas. La casa se llenó de jóvenes, de pobladores a quienes ella traía para acogerlos. Y también la casa se llenó de música, su voz clara , diáfana y con un timbre maravilloso, transformada los días en cantos, en nuevos cantos que nos contagiaban a todos soñando con un nuevo amanecer.

 

Fue durante su trabajo en las poblaciones, cuando conoció a Edwin Van Yurick A. de la misma edad de ella, también hijo de padre arquitecto y proveniente del Manuel de Salas. Edwin tenía un hermano mayor, Cristián quien estaba casado con Eugenia Yulis y tenían una preciosa hija, Francisca, a quién Edwin dedicaba sus escasos minutos. Andaba en una moto, o en un jeep, corriendo para realizar las tareas partidarias, las tareas de los pobladores, desplegando toda la energía de su juventud. Edwin era reservado, calmado, mucho más reflexivo, era de mediana estatura, de tez blanca, ojos pardos y un color rubio ceniza de cabello, de una estructura atlética, muy bella figura. Tal vez, en su introversión escondía dolores de su historia familiar; eso no lo sabremos nunca, pero Bárbara lo contagiaba con su alegría, su postivismo y su hermosura. Ambos tenían una historia parecida, eran muy diferentes de caracteres, que se complementaban, ella conversadora y el más silencioso, formaron una pareja de jovenes comprometidos con lo que sucedía en Chile.

 

Al verlos todos pensaban que eran una pareja ideal, ambos jovenes, fuertes, hermosos, inteligentes y comprometidos. Se casaron el 29 de diciembre de 1973  después del golpe militar y partieron a iniciar su vida junta. Tenían los dos 20 años de edad. Bárbara había estudiado secretariado en el Manpower y Edwin había dejado la carrera de Pedagogía en Historia de la Universidad. Ellos entendían que en ese período era transitorio y que luego podrían retomar sus vidas normalmente. Ambos estaban trabajando, Bárbara lo hacía en una Empresa Fotográfica y Edwin en una Editorial. Vivieron en muchos lados por la represión que los acechaba, para luego, decidir habitar la casa de los padres de Edwin, en la comuna de Ñuñoa.

 

El 10 de julio de 1974, Edwin es detenido en la vía pública por agentes de la DINA, entre los que figuraba Osvaldo Romo; A Bárbara la van a buscar a su casa luego de regresar del trabajo. Los dos permanecieron en Londres 38 sometidos a torturas atroces, físicas y psicológicas. Al mismo tiempo detienen a Cristián, hermano de Edwin y, a María Teresa hermana mayor de Bárbara y Profesora de Arte en la Universidad del Norte de Antofagasta. A todos se les somete a careos, presionando a Bárbara y a Edwin a hablar. Los dos se dan fuerzas, los dos se comunican a pesar de las vendas de sus ojos, los dos saben que no pueden flaquear, que dependen uno del otro, para vivir o morir. Muchas personas los ven y se recuerdan de ellos, tal vez por su juventud, tal vez porque era el primer matrimonio de jovenes miristas allí en esos centros de interrogatorio y tortura.

 

A Edwin lo trasladan un día a Villa Grimaldi, cuartel central de operaciones de la DINA, a cargo en ese momento de Marcelo Moren Brito. Lo torturan en presencia de su hermano y le atraviesan una camioneta por sus piernas. Edwin a los 20 años comienza con un proceso de gangrenamiento en su pierna; el ex agente, Samuel Fuenzalida Devia lo vio y conversó con él bajo estas circunstancias. Edwin se resiste, Edwin no habla.

A Bárbara la llevan desde Londres 38 a 4 Alamos, incomunicada, allí permanece en una celda junto a otras mujeres también detenidas, cuenta algunas cosas sobre su vida, reservándose los miedos, las incertidumbres de la represión en contra de su familia, canta por la ventana y su voz recorre las celdas de los detenidos, todos jovenes como ella y espera... Los testimonios dicen que ella espera que la vengan a buscar. Espera la muerte, junto a Edwin. Un día, al parecer el 2 o 3 de agosto la sacan con destino final.

 

Conservamos una foto del matrimonio. Están llenos de felicidad rodeados de quienes más los amaron, nos dejaron esa foto para recordarlos. Fue un día caluroso y divertido, fue un día de encuentros y reencuentros pues ya habían pasado tres meses del golpe militar. Llegaron los amigos, llegaron quienes no debían ir por medidas de seguridad, fue un día pleno, que quedará por siempre en nuestras vidas.

 (escrito por la hermana de Barbara Uribe)

 
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