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         Despedida a Rodriguito.

 

Hijo, mío:

                 Hoy te evoco, como tantas veces, jugando con tus hermanos. Fuiste un niño dulce y peleador, esa mezcla te acompañó siempre. Recuerdo tu pequeña figura, junta desde siempre a la de tu hermano mayor, casi de tu misma edad. Siempre juntos inventando la vida. Tu admiración ante las cosas, tu descubrir el día y creer que el mundo iba naciendo contigo. Tus inventos, tus juegos y también tu tristeza por otros al entrar al Colegio: "Ese niño no vive con su mamá" y tus ojos abiertos al borde de las lágrimas. "El Eduardo se hace el grande de 10 años y me reta cuando pasamos y está la cabra del lado"... Esos niños del pasado lejano tal vez no te recuerden, pero existieron como tú.

            Más tarde, tu acercamiento a tu hermano menor. Tus juegos, tus peleas y, posteriormente, tus enseñanzas, el contarle tus ideas que, niño todavía, ya habían calado en ti. Tu bla bla permanente, que podía ser tan serio a veces, tu forma de hablar salpicada de garabatos.

            También el cuidado con tu pequeña hermana. A ella le enseñabas a defenderse: "Si te pegan, haz esto", y te mordías la lengua en la lección. O "Mira el cielo, esas son las constelaciones". Tus lecciones de vida y también de sueños.

            Cristián y tus conversaciones profundas en la plaza. Carlos y tu transformación del mundo. Y Marina, tu amada, que te hizo pensar en un futuro que no llegó.

            Todo eso quedó en el recuerdo... Hace 25 años mi ojos te vieron por última vez. Te reté porque decías leseras, porque no tomabas la vida en serio. Pero la vida sí fue seria contigo. Se llevaron tu porte, tus ojos dulces y, sobre todo, tu risa, esa risa que te acompañó siempre.

            Hoy estamos aquí, tu familia, tus amigos y los amigos que no te conocieron, despidiéndote. Es una despedida llena de ausencias. No están todos tus hermanos, falta Eduardo. No están todos tus sobrinos, faltan los de Suecia, y tampoco estás tú... nos quitaron todo.

            Este árbol te recordará. Será la vida que te arrebataron. Extenderá sus brazos pidiendo justicia, pero también cobijará bajo sus ramas a otros niños que buscarán lo que tú buscaste.

            Adiós, hijo mío, estés donde estés, descansa en paz. Aquí, en este lugar que te vio por última vez, yo también te dejo mi corazón.

 

                                                                                                            Mamá

 

Villa Grimaldi, 27 de mayo de 2001.

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