López Díaz Violeta Del Carmen

Fecha Detención : 29-08-1974
Lugar Detención : Santiago


Edad : 40

Actividad Política :
Actividad : Secretaria

Estado Civil e Hijos : Viuda, 2 hijos
Nacionalidad : chileno


Relatos de Los Hechos

Categoría : Testimonio

 

Fecha de Nacimiento: 21 de Septiembre 1933
Fecha de detencion : 29 de Agosto 1974
Edad a la fecha de detencion : 40 anos
Cedula de Identidad : 3.103.593 de Santiago
Estado Civil : Viuda
Profesion : Secretaria

Violeta del Carmen López Díaz, nació el 21 de septiembre de 1933, en Santiago. Hija de Rebeca Díaz Leiva y Julio López.
Violeta del Carmen vivía con su madre en Pedro Mira 907  San Miguel; era viuda y tenía dos hijos.
Se desempeñaba como secretaria de S.A.T.CH. Sociedad de Autores Teatrales de Chile, tenía un grupo de teatro llamado "Acuarium" el
que funcionaba desde 1968; éste se reunía a veces en su domicilio cuando debían ensayar; por esto los vecinos murmuraban que eran
reuniones clandestinas. El domicilio de Violeta habia sido allanado varias veces por agentes de la DINA, todos sin orden de detención legal.
A causa de esos rumores, el 29 de agosto de 1974 a las 22:00 horas, en circunstancias que Violeta se encontraba en cama, ya que había
llegado enferma del trabajo; se hace presente un grupo de civiles, quienes sin mostrar orden de arresto ni credenciales procedieron a
detenerla. Estas personas se movilizaban en tres camionetas, en las que permanecieron otros civiles.En esa oportunidad también detienen
a Luis Lobos Jorquera, quien vivia en esa casa más de 10 años. Luis Lobos J. recuperó su libertad el 6 de septiembre del mismo año,
declarando: "Debo manifestar-que estuve detenido en el Carnparnento Tres Alamos, desde el día 29 de agosto de 1974 hasta el día 6 de
septiembre del mismo año. En esa época vi que doña Violeta López Díaz se encontraba en ese lugar. A pesar que me encontraba incomunicado, el 4 de septiernbre siendo más o menos las 22 hrs., cuando saliamos del baño, vimos un grupo de mujeres que hacían gimnasia y, me pude percatar que entre ellas se encontraba doña Violeta López. Después de esa fecha no la volví a ver hasta el 6 de septiembre de 1974, como a las tres de la madrugada, cuando me llevaron en una camioneta hacia un lugar que desconozco; al salir de Tres Alamas la volvi a ver. Ese mismo día fui puesto en libertad, de tal modo que nunca más la volví a ver ni supe nada  de Violeta".
El 3 de septiembre de 1974 se interpone Recurso de Amparo ante la Corte de Apelaciones de Stgo., Rol 1046-74, el 4 de septiembre del
mismo año y ante los informes o respuestas negativas de las autoridades referidas, fue rechazado, ordenando la Corte enviar los antecedentes  al Juzgado respectivo para "investigar la posible comisión de delitos con motivo del desaparecimiento de la amparada".
 

El estupor de sus familiares se acrecentó el 24 de julio de 1975, al leer en el diario El Mercurio una información del semanario "LEA"
de Buenos Aires, que publicó una nómina de 60 personas, supuestamente eliminadas en diversos  paises, entre los  que se encontraba Violeta.  Como es de conocimiento público nacional e internacional, esa publicación junto a otra del Diario O'DIA constituyen la primera
maniobra del régimen para acallar y blanquear el problema  de los Detenidos-Desaparecidos, eludiendo de esta forma  la responsabilidad
que le cabe en ello. Han pasado los anos y el problema delos ·Detenido -Desaparecidos se mantiene latente en el pueblo chileno, el que exige VERDAD Y JUSTICIA para cada uno de los casos de desaparecidos y CASTIGO a los culpables.


Querella contra la DINA y Pinochet por miristas desaparecidos

Fuente :8 de Septiembre 2005 La Nacion

Categoría : Prensa

Dos querellas contra el ex comandante en jefe del Ejército, general (R) Augusto Pinochet Ugarte y miembros de la disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), interpusieron familiares de tres miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que desaparecieron en 1974. El abogado Nelson Caucoto entabló un escrito a favor del matrimonio formado por Bárbara Uribe y Edwin Van Yurick; y el jurista Carlos Cáceres por Violeta López, quienes fueron arrestados y posteriormente trasladados al centro de detención donde se les perdió el rastro


31 años buscando a la madre

Fuente :18 de Septiembre 2005 La Nacion

Categoría : Prensa

El 29 de agosto de 1974, Ricardo venía del colegio cuando se enteró que su madre no estaba en casa; un grupo de militares la había llevado detenida. No era la primera vez, así que conservó la esperanza de que la devolvieran. Junto a su abuela y su hermana de 14 años esperaron, pero Violeta no apareció por ningún lado. Ricardo tenía 16 años cuando visitó la Vicaría de la Solidaridad por primera vez, para poner un recurso de amparo a favor de su madre. También peregrinó por cuarteles de Carabineros e Investigaciones, pero la respuesta siempre fue la misma: “Tu mamá te dejó botado; vuelve a tu casa, niño”, le decían.

A los 31 años de su desaparición, el coronel (R) Manuel Contreras entregó los nombres de más de 580 personas que fueron arrojadas al mar. Uno de esos nombres era el de Violeta López. Fue el primer indicio del paradero de la obrera de Cecinas Loewer y militante del MIR desde que había sido denunciada como una de las 119 víctimas de la Operación Colombo. Durante años, sus amigos y compañeros de trabajo en la industria cecinera cargaban pancartas con su nombre por los tribunales y en cuanta protesta se organizaba. En conjunto, la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu) intentaba dar con el paradero de algún familiar para interponer una querella a su favor. Pero no aparecía nadie. La casa donde vivió la familia, ubicada en San Miguel, tenía otros ocupantes. Nadie sabía nada de Violeta.

Hasta dos meses atrás, cuando un hombre cincuentón llegó hasta las oficinas de Codepu. Le preguntaron qué hacía ahí y él respondió: “Soy el hijo de la mujer que sale en la foto”. Ricardo apuntaba a un afiche donde estaba la imagen de los desaparecidos de la Operación Colombo.

Olvido y esperanza

Pasados tantos años, la historia dio un nuevo giro. Por primera vez, luego de la desaparición de Violeta, este 7 de septiembre pasado interpuso una nueva querella en contra de Augusto Pinochet, por secuestro, torturas y asociación ilícita terrorista. Simbólico, además, ya que ese mismo día la Corte Suprema llegó a acuerdo sobre el desafuero del ex mandamás de Chile por la Operación Colombo.

Ricardo no tiene respuesta única para responder por qué no inició una acción legal antes. Querer olvidar y desesperanza son algunas de sus frases. Su mujer desde hace 18 años, Patricia Orellana, agrega uno más, el dolor: “Hasta hoy, cada vez que se acuerda del tema llora”.

El odio

Cuando se llevaron a Violeta, la familia quedó marcando ocupado. Al día siguiente, un miembro de la Fuerza Aérea llegó a hablar con Ricardo. Le dijo que su madre volvería si es que se decidía a cooperar con ellos. Su hijo, que hasta ese momento no tenía idea de la militancia en el MIR de su madre, le preguntó a qué se refería. “Me respondió: Ella sabe”, recuerda.

Violeta no apareció, así que Rebeca, madre de la desaparecida, intentó desempeñarse de jefa del hogar. No tenían más familia. Violeta era viuda. “Le era muy difícil. Durante años lloraba todas las noches en su habitación”, explica Ricardo. Para la hermana de Ricardo, también llamada Rebeca, fue igualmente duro. Se paraba al final de un pasillo, al lado de la puerta de calle, y comenzaba a moverse como autómata hacia atrás y adelante, totalmente ida del mundo. Ricardo se acuerda que intentaba sacarla del trance, pero la pequeña de 14 años no respondía. “Ellas dos eran muy unidas”, recuerda su hermano

Ricardo dejó el Liceo Barros Borgoño, donde cursaba primero medio, y comenzó a trabajar como jornalero fuera de Santiago. Él mismo explica que su conducta iba entre “una rabia eterna” y el horror de que les sucediera algo a ellos nuevamente. La primera fase se expresaba cuando asomaba el alcoholismo que desarrolló luego de la desaparición de su madre. Se fue preso una y otra vez debido a que durante las noches de toque de queda salía a las calles a exigir el paradero de Violeta y luego insultaba a los uniformados. “Me dieron miles de pateaduras al interior de las comisarías. En el furgón, antes de llegar, yo golpeaba contra los muros porque no me importaba que me pegaran ni me mataran”, recuerda.

Casi diez años estuvo Ricardo en ese trance. También empezó a jalar cocaína. Finalmente, se hizo chofer de camión y se fue a viajar incluso fuera de Chile. Luego, se casó y con la creación de una nueva familia comenzó a sanar, aún sin justicia.

Dos meses atrás veía el noticiario junto a su mujer y una pancarta con el rostro de su madre lo dejó helado. “No puede ser. ¿Quiénes son?”, pensó. Su mujer averiguó que en el Codepu le podrían dar información debido a que manejaban una querella por la Operación Colombo. “Anda. No dejes de hacerlo”, le aconsejó.

Los detalles

Ricardo le hizo caso y ahí lo contactaron con los ex compañeros de trabajo de su madre. Habían formado un Comité de Derechos Humanos de la ex industria estatal Loewer.

Al verlos, después de tantos años, Ricardo se enteró de otras cosas, como que Violeta era muy querida y, también, de los momentos duros que vivió antes de que se la llevaran para siempre.

Para el momento del golpe, Violeta trabajaba como obrera en Loewer. Álvaro Morales, compañero de trabajo, recuerda que el 14 de septiembre llegaron en la mañana como de costumbre, pero a ella y a 11 personas más de la empresa los apartaron del grupo. “Los militares nos encañonaron contra la muralla”, manifiesta. Les dijeron que quedaban suspendidos de sus funciones. Tendrían que ir solamente a firmar hasta nuevo aviso.

Los amigos de Loewer

Así lo hizo el grupo de trabajadores segregados. María Quilaqueo, además de compañera, era amiga de Violeta. Se le viene a la memoria que la detenían durante el día y luego la soltaban para que fuera a la empresa y cumpliera con la obligación de rutina.

“Una vez llegó temblando de miedo. Decía que la habían hecho tragar bencina y que la habían amenazado con fuego. Le decían que la iban a prender”. También le quedó grabado que durante esos pocos días de firma obligatoria en la empresa, “Violeta estaba muy asustada porque la amenazaban con que le iban a hacer daño a sus hijos”.

Pocos días después, Violeta y sus 11 compañeros fueron expulsados de Loewer. Ella continuó como mirista en la clandestinidad, siendo detenida y torturada en numerosas ocasiones, hasta ese 29 de agosto de 1974, cuando desapareció y nunca más se supo de ella. Una de sus amigas recuerda que la buscó. Se hizo amiga de un oficial de la FACH y consiguió que la invitara a una comida de la institución. Cuando estaban adentro logró que la dejaran entrar a los galpones donde tenían a los detenidos. La idea no era sacarla de ahí, sólo quería verla. “Caminé a través de pasillos de detenidos. Estaban en cuclillas con las manos amarradas atrás y los ojos vendados”, dice. Pero nada, Violeta no estaba ahí. Luego, fue a Cuatro Álamos con la esperanza de encontrarla. Gracias a los contactos que había formado, llegó hasta el interior, pero sólo había un detenido. “Caminaba de un lado a otro y hablaba y hablaba sin parar ni mirar hacia el resto del mundo. Estaba completamente loco. Ahí, yo no seguí. No pude más. Era demasiado terrible”, recuerda.

Sin embargo, el tiempo pasó y los desencuentros también. 150 compañeros de trabajo de Violeta se volvieron a unir hace dos años para hacer el Comité de Derechos Humanos de Industria Loewer. Son todos abuelos, algunos con clara tendencia política y otros no. Las reuniones son los sábados en San Miguel. Hacen acciones de beneficencia. Ayudan a niños más pobres que ellos y piden justicia para sus amigos torturados y asesinados.

El encuentro para Ricardo ha sido “muy enriquecedor”, y para los amigos de Violeta también. Ahora es común que se encuentren en las reuniones sabatinas. Cada vez que puede, Ricardo va y se sienta con ellos a escuchar sobre, por ejemplo, cómo actuaba su mamá en la compañía de teatro Acuario, creada junto a compañeros de Loewer. “Me dicen que tenía una personalidad magnética. Yo sé que era así”, dice.

Un grupo de estos trabajadores y su mujer acompañaron a Ricardo este 7 de septiembre a poner la querella en contra de Augusto Pinochet. Aún no se conocía del desafuero que recibió por la Operación Colombo el miércoles pasado, pero existía buen ánimo. Hecho el trámite, todo culminó con un abrazo grande entre los presentes y una amplia sonrisa en el rostro del hijo de Violeta López.