Cárcel de Calama

Ubicación: Calama II Región

Organismos :

Rama : Gendarmería


Descripción General

Categoría : Otra Información

En la Cárcel de Calama, ubicado en Granaderos Nº 720, hubo prisioneros políticos desde septiembre de 1973 hasta el año 1986 y en mayor número durante los años 1973 y 1974. El año 1986 marcó un pequeño aumento en la cantidad de detenidos en comparación con los años previos. De acuerdo a las denuncias, se registraron malos tratos, amenazas y golpizas en el recinto. Los prisioneros eran trasladados continuamente a otros lugares para ser interrogados y torturados.

Fuentes de Información Consultadas: CODEPU; Informe Valech; Archivo Memoriaviva;


28 personas ejecutadas por personal militar, en el camino entre Calama y Antofagasta

Fuente :Informe Rettig, 1991

Categoría : Otra Información

El 19 de octubre de 1973 fueron ejecutados por personal militar, en el camino entre Calama y Antofagasta, las siguientes 26 personas:

Haroldo CABRERA ABARZUA, de 34 años de edad, ingeniero, sub – gerente de finanzas en Chuquicamata, militante socialista; quien se presentó voluntariamente ante las autoridades militares el 12 de septiembre.  Sometido a Consejo de Guerra, fue condenado el 29 del mismo mes a 17 años de presidio, acusado de tenencia ilegal de armas y malversación de caudales públicos.  Al momento de su ejecución se hallaba cumpliendo su pena.

Mario ARGUELLES TORO, de 34 años de edad, taxista, dirigente socialista; detenido el 26 de septiembre de 1973 y condenado por Consejo de Guerra de 16 de octubre a tres años de relegación al sur del paralelo 38.  A la fecha de su ejecución se encontraba detenido en la Cárcel a la espera de la Comisión de Gendarmería que lo llevaría al lugar de su condena.  

Carlos BERGER GURALNIK, de 30 años de edad, periodista y abogado, director de la Radio El Loa y jefe de Relaciones Públicas de Chuquicamata, militante comunista; detenido el 11 de septiembre en las dependencias de Radio Loa, sometido a Consejo de Guerra el 29 de Septiembre y condenado a 60 días de prisión.  Al momento de su ejecución se encontraba cumpliendo su condena.  

  Carlos Alfredo ESCOBEDO CARIS, de 24 años de edad, chofer en Chuquicamata, militante socialista; detenido el 24 de septiembre en su domicilio, habiendo sido arrestado previamente en dos oportunidades, quedando en esas ocasiones en libertad.  A la fecha de su ejecución se hallaba recluído en la Cárcel de Calama y le había comunicado a su familia que sería relegado a la Isla Dawson. 

  Daniel GARRIDO MUÑOZ, de 22 años de edad, ex?funcionario del Ejército, sin militancia política; detenido el 5 de octubre de l973 por Carabineros de Calama y trasladado a la Cárcel de esa ciudad.  No se ha podido determinar la causa de la detención del afectado.   

Luis Alberto HERNANDEZ NEIRA, de 32 años de edad, empleado de Chuquicamata, militante comunista; detenido el 29 de septiembre de l973, en su domicilio en Chuquicamata, trasladado a la Comisaría de Calama y luego a la Cárcel Pública.  Se desconocen los motivos de su detención, los cargos en su contra y si se encontraba sometido a proceso.  

Hernán Elizardo MORENO VILLARROEL, de 29 años de edad, Secretario de la Gobernación de la Provincia del Loa, militante socialista; mantenido bajo arresto domiciliario desde el 12 de septiembre hasta el 12 de octubre, fecha en la cual ingresó a la Cárcel de Calama.  No existe información precisa respecto de los cargos que se le imputaban ni sobre el proceso que se le siguió, aún cuando existen versiones de que había sido condenado a dos años de prisión.  

Luis Alfonso MORENO VILLARROEL, de 30 años de edad, obrero de Chuquicamata, militante socialista, detenido el 12 de octubre de l973 cuando se presentó voluntariamente a declarar, al enterarse que existía una citación de la Fiscalía Militar en su contra.  Fue recluído en la Cárcel Pública de Calama.  Se ignora si existió un proceso o condena en su contra.  

David MIRANDA LUNA, de 48 años de edad, Sub?Gerente de Relaciones Industriales en Chuquicamata, dirigente nacional de la Confederación Minera, militante comunista; quien el día 16 de septiembre se presentó ante la nuevas autoridades para hacer entrega voluntaria de su cargo, quedando detenido bajo arresto domiciliario.  Ese mismo día fue trasladado por un patrulla militar al Regimiento de Calama y días más tarde, a la Cárcel Pública.  Se desconocen los cargos en su contra y su situación procesal al momento de la ejecución.  

Rafael Enrique PINEDA IBACACHE, de 24 años de edad, obrero de Chuquicamata, militante socialista; quien fue detenido por militares el 17 de septiembre en el Aeropuerto de Calama, cuando abordaba un avión con destino a Santiago, quienes tras interrogarlo lo condujeron a la Cárcel de Calama.  Allí comunicó a sus padres que sería relegado, aún cuando se ignora la efectividad de que hubiese sido sometido a proceso y condenado.  

Carlos Alfonso PIÑERO LUCERO, de 29 años de edad, chofer en Chuquicamata, militante comunista; detenido en los primeros días de octubre, por Carabineros, en casa de unos amigos y conducido a la Comisaría de Calama y dos días después a la Cárcel del lugar.  Se ignora si fue sometido a proceso.

  Fernando Roberto RAMIREZ SANCHEZ, de 26 años de edad, profesor en Minera Exótica, militante socialista; detenido primeramente el 11 de septiembre de l973 y puesto en libertad el 2 de octubre, luego es vuelto a detener el 10 de octubre y recluído en la Cárcel Pública de Calama.  Se desconoce la situación procesal del afectado a la fecha de su ejecución.

  Sergio Moisés RAMIREZ ESPINOZA, de 29 años de edad, empleado, sin militancia conocida; quien fue detenido en fecha indeterminada y por motivos desconocidos.  Tampoco se sabe cuál era su situación procesal a la fecha de su ejecución. 

  Alejandro RODRIGUEZ RODRIGUEZ, de 47 años de edad, dirigente sindical en Chuquicamata, ex Presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Regidor de Calama, militante socialista; quien quedó detenido el 17 de septiembre cuando se presentó voluntariamente al Cuartel de Investigaciones ante un llamado oficial y fue enviado a la Cárcel de Calama.  No se conocen los cargos que habría en su contra y su situación procesal, aún cuando sus familiares indican que habría sido condenado a 6 meses de prisión por un Consejo de Guerra.   

José Gregorio SAAVEDRA GONZALEZ, de 18 años de edad, dirigente estudiantil de enseñanza media, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); quien fue detenido el 24 de septiembre, sin tenerse noticias de su paradero hasta el día 29, fecha en que es llevado a la Fiscalía Militar.  Tras ser procesado por un Consejo de Guerra, es condenado a seis años de relegación al sur de paralelo 38, acusado de participar en reuniones prohibidas en tiempos de guerra. 

  Domingo MAMANI LOPEZ, de 41 años de edad, obrero y Presidente del Sindicato de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante socialista; detenido el 30 de septiembre de l973, por personal de Carabineros, permaneciendo incomunicado en una casa especial de interrogatorio y tortura ubicada en el sector de Dupont, y sin que su familia tuviera noticias de su paradero hasta el 12 de octubre de l973 fecha en que es ingresado a la Cárcel Pública.  Se le acusaba de actos de sabotaje con explosivos y tenencia de los mismos.  A la fecha de su ejecución se encontraba condenado a 20 años de prisión, a la espera de ser trasladado a Santiago para cumplir la pena.  

Jerónimo CARPANCHI CHOQUE, de 28 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante socialista.   

Bernardino CAYO CAYO, de 43 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante comunista. 

  Luis Alberto GAHONA OCHOA, de 28 años de edad, obrero de la Empresa NAcional de Explosivos (ENAEX), militante socialista.

  Manuel HIDALGO RIVAS, de 23 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), dirigente sindical, militante comunista.  

José Rolando HOYOS SALAZAR, de 38 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), dirigente sindical, militante socialista.  

Rosario Aguid MUÑOZ CASTILLO, de 26 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante socialista.  

Milton Alfredo MUÑOZ MUÑOZ, de 33 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante socialista.  

Víctor Alfredo ORTEGA CUEVAS, de 34 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), militante socialista.  

Roberto Segundo ROJAS ALCAYAGA, de 36 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), sin militancia política.  

Jorge Rubén YUENG ROJAS, de 37 años de edad, obrero de la Empresa Nacional de Explosivos (ENAEX), sin militancia.    Los últimos diez mencionados prestaban servicios en la planta de Explosivos Dupont de empresa ENAEX y fueron detenidos en dependencias de la empresa el día 12 de octubre de l973 a mediodía, por personal de Carabineros, siendo llevados inmediatamente a la Comisaría ubicada en el sector de Dupont.  El mismo día los detenidos fueron trasladados a la Comisaría de Calama, donde permanecieron en calidad de incomunicados alrededor de cinco días.  Durante su detención en ese Recinto fueron llevados en diversas oportunidades a otros lugares para ser sometidos a interrogatorios y torturas.  El día 17 de octubre fueron ingresados en la Cárcel Pública.  No existen antecedentes precisos sobre los cargos que se les imputaban, como tampoco sobre su situación procesal a la época de sus ejecuciones. 

  El día 20 de octubre de 1973 se dio a conocer por medio de la prensa una información oficial emanada del Jefe de Plaza, que señalaba que 26 detenidos de la Cárcel de Calama habían sido muertos por el personal militar que les transportaba a la Cárcel de Antofagasta, cuando aquellos intentaron huir aprovechando un desperfecto eléctrico del vehículo en el que eran trasladados.

  Idéntica versión se dio a los familiares directos de los ejecutados, a quienes además no se les hizo entrega de sus restos, sino solo de certificados de defunción que indicaban como lugar de la muerte, Calama, y como causa, fusilamiento.  Respecto de los cuerpos, existió un compromiso de la autoridad militar de la época en orden a entregarlos al cabo de un año, compromiso que no obstante constar en documentos entregados a las familias, jamás se cumplió.  A pesar de las sucesivas investigaciones para lograr dar con el paradero de los cuerpos, sólo durante 1990 se logró hallar el lugar en el que al menos durante un tiempo estuvieron ilegalmente inhumados y desde donde fueron retirados o explosionados en alguna ocasión. A pesar de ello, pudo identificarse pericialmente restos de Haroldo Cabrera.  

En cuanto a los hechos que condujeron al fusilamiento de los 26 detenidos de Calama, la Comisión se formó convicción que todos ellos fueron ejecutados al margen de la ley, con crueldad y ensañamiento, hecho ilícito de responsabilidad de agentes del Estado.  Se fundamenta tal convicción en las siguientes circunstancias :  
La versión de la autoridad en orden a que haya existido un traslado de los reos resulta inverosímil, sobre todo cuando se hallaba en el lugar una comitiva procedente de Santiago precisamente para revisar la situación procesal de los detenidos, sosteniéndose incluso, aunque ello no ha podido ser comprobado, que cuando los detenidos fueron sacados de la Cárcel se hallaba sesionando un Consejo de Guerra que les afectaba, lo que hace aún más absurdo que estos fueran llevados hacia otro lugar.  Tampoco tiene sentido el traslado si se considera que un significativo número de los detenidos tenía a esa fecha dictada sentencia condenatoria en su contra, otros estaban siendo procesados, otros debían ser relegados y algunos no tenían siquiera proceso iniciado, lo que contribuye a desvirtuar la existencia de algún motivo o razón que explique la necesidad de trasladar a todos ellos y en conjunto, a la ciudad de Antofagasta.  

Es improbable que haya existido un intento de fuga, entre otras cosas, por encontrarse entre los detenidos personas que estaban condenadas a penas relativamente muy bajas; por haber otros que estaban en precarias condiciones físicas producto de las torturas recibidas; y finalmente por la extrema dificultad de huir estando custodiados por un grueso destacamento militar.  

Aún más importante que lo anterior es que en las declaraciones públicas de las diversas autoridades y oficiales que tuvieron participación en los hechos, se ha discutido sobre quién dio la orden de proceder a las ejecuciones, sin aducir que se habría tratado en realidad de un intento de fuga, desmintiendo todos ellos la explicación inicial.  

Diversos testimonios confiables hacen concluir que en los fusilamientos participaron oficiales del Regimiento de Calama y de la comitiva venida desde Santiago.  

En relación a estos hechos no hubo investigación institucional que ordenaran las autoridades competentes para lograr el debido esclarecimiento de los hechos y delimitar las debidas responsabilidades, como era procedente.  Asimismo, los procesos judiciales, que terminaron siendo de la competencia de la Justicia Militar, fueron sobreseídos por aplicación del Decreto Ley de Amnistía.  

El hecho que sus cuerpos no hayan sido entregados a sus familiares, hace presumir una afán de ocultar los sucesos. Informe Rettig.


¿EL Viejo Pascuaero Existe?

Fuente :lashistoriasquepodemoscontar.cl, 15 de Abril 2005

Categoría : Testimonio

Para Haroldo Cabrera Abarzúa

Por Herman Maldonado

Las personas tenemos en nuestras casas una serie de habitaciones en las cuales recibimos a nuestras visitas de acuerdo con nuestra confianza o gusto. Es así como, cuando alguien golpea a la puerta, a algunos los recibimos afuera y a otros los dejamos entrar. Y a algunos de los que dejamos entrar les permitimos que lleguen al vestíbulo, a otros a la sala de estar, a otros a la cocina y, a los menos a nuestros dormitorios, donde dormimos y soñamos y mantenemos nuestros secretos, nuestra verdadera personalidad y nuestro comportamiento íntimo.

Haroldo para mí fue un amigo de vestíbulo, o entre el vestíbulo y la sala de estar, porque la verdad sea dicha, solo fuimos compañeros de trabajo. Él como gerente de administración de la Compañía de Cobre Chuquicamata y yo como supervisor de seguridad industrial. Él del Partido Socialista y yo, un pasivo del MIR, más conocido como comunista. A pesar de las diferencias más de forma que ideológicas, Haroldo siempre estuvo dispuesto a ayudar no tan solo a la gente de izquierda, sino también a aquellos no alineados que tenían problemas. Es decir, una persona altamente humana dispuesta a dar una mano e invitar a participar activamente en el proceso chileno.

Haroldo era casado con una mujer hermosa proveniente de Rumania, según me acuerdo, con la cual tenían dos hermosos niños. Ella trabajaba en la radio emisora de la compañía. Ambos eran activos en la asociación de supervisores del cobre y en el comité de abastecimiento.

Aquel día maldito de septiembre, temprano en la mañana la radio emisora de la compañía se silenció súbitamente. En mi oficina, la radio de onda corta del dibujante anunciaba que en Santiago se estaba dando un golpe de estado. Por esa misma radio portátil escuchamos el discurso de Salvador Allende diciéndonos que él no renunciaría al cargo de Presidente de la República y denunciaba a los oficiales golpistas. Pero nadie sabía qué estaba en realidad ocurriendo.

Mi primera intención fue ir a las oficinas del partido comunista, para enterarme que es lo que estaba ocurriendo. Antes de salir llamé a la oficina del Gerente General, David Silverman quien después desapareciera, pero la línea estaba ocupada. Me fui en mi “loro” (como le decían a los jeeps rumanos, por su fuerte color verde) hacia el centro del pueblo. En el camino me crucé con el carro de bombas que se dirigía hacia la mina. Como buen director del cuerpo de bomberos hice un giro en “U” y seguí a ese carro. El incendio era en la planta de azufre, algo más bien cotidiano, ya que el azufre es altamente combustible. La mayoría de estos incendios eran provocados por la fricción del polvo de azufre deslizándose desde lo alto del montón.

Aunque el incendio fue de duración corta, el tiempo que tomó la limpieza de los implementos contra incendio (mangueras, escalas, botas, etc.) y del carro terminó con lo que quedaba de mañana y llegó la hora de almuerzo. La vida hasta ese instante parecía normal.

El primer indicio de un cambio desconocido lo encontré al regresar a la oficina. La policía estaba controlando la entrada a la mina. El teniente a cargo, con quien había establecido una amistad de vestíbulo, me indicó que una vez que ingresara el vehículo a las dependencias de la mina (donde estaba mi oficina) ya no lo podría sacar. Según él, nada se sabía de lo que estaba ocurriendo, pero le habían ordenado tomar control de la garita para evitar saqueos.

En la oficina nadie sabía nada. Rumores de reuniones secretas, la caída de Allende, la muerte del mismo, un tancaso más serio que el anterior, batallas urbanas en Santiago, Concepción y Valparaíso, etc. Nada concreto, pero igual de siniestro. La gente de la oficina decidió esperar por noticias más concretas y decidimos esperar con el estomago lleno. Nos fuimos a almorzar. Afuera, todo parecía normal. Nada indicaba que el gobierno ya había sido derrocado y un poder siniestro se había apoderado de él.

Después de almuerzo, de regreso a la oficina nos encontramos con que uno de los camiones gigantes estaba bloqueando la entrada principal a la mina. El teniente amigo ya no estaba en la garita, pero el guardia me dijo, con una sonrisa en los labios, que Haroldo Cabrera lo había aparcado allí y se había llevado las llaves. Ningún vehículo podía salir o entrar por esta puerta principal.

De regreso ya en la oficina, a eso de la una y quince, el jefe nos informó que todo el personal que no fuera de producción debía irse a sus hogares y que el último bus saldría a las dos de la tarde. De allí en adelante los militares le iban a disparar a todo aquel que fuera sorprendido en la calle. Y que como no podíamos llevarnos los vehículos asignados, deberíamos caminar los dos o tres kilómetros hasta la garita de entrada al pueblo de Chuquicamata y allí abordar los buses que nos llevarían a Calama, donde yo residía. Al día siguiente, deberíamos esperar en lugares predeterminados para que un bus nos recogiera y nos trajera a la mina. Y que nos mantuviéramos atentos a los comunicados de la radio de Antofagasta para mayor información y noticias.

Pandemonio no logra describir el caos que existía en la garita de salida del pueblo. Camiones, camionetas, autos y buses no daban abasto para transportar a los miles de trabajadores que tenían que volver a sus hogares antes de las dos de la tarde.

Al día siguiente las noticias locales eran transmitidas de boca en boca, mezclando la realidad con la fantasía. Las verdades y falsedades venían tanto del compañero de trabajo como de la radio que daba los comunicados oficiales a cada minuto. Nuevas órdenes, contradicciones, leyes destituidas, nuevas leyes dictadas a medida que se necesitaban. Se prohíben los colores verdes, azules y grises. Se prohíbe el cabello largo en los hombres y los pantalones en las mujeres. No pueden andar más de dos personas juntas en la calles; mas se considera un tumulto, una reunión no autorizada y los trasgresores serán ajusticiados al momento. No se puede salir de la ciudad sin salvoconducto… etc.

Se supo que lo primero que los militares habían allanado había sido la emisora de la compañía, para evitar el llamado a la confrontación con los golpistas. Y mentían: Haroldo Cabrera había robado ochenta mil dólares y había huido a la Argentina. Haroldo Cabrera había organizado un grupo de resistencia y se había refugiado en las montañas, donde estaba combatiendo contra los golpistas. Los militares tenían cercado a Harold en la mina El Abra. Allende se había suicidado. Batallas en Santiago eran cada vez menores. Éste o aquel habían sido muertos en confrontación con las autoridades militares, etc. Verdades, mentiras, realidad y ficción.

Pero Haroldo Cabrera estaba escondido en Chuquicamata. Se entregó días después a cambio de la libertad incondicional de su mujer -qué más podía hacer-, es que no sabía que su esposa ya había sido expulsada del país el mismo día del golpe y que no se sabía que había ocurrido con sus dos hijos.

Días después de su aprehensión, Haroldo y otros veinticinco presos políticos fueron trasladados de la cárcel de Calama a la cárcel Antofagasta. A medio camino, el camión que los trasladaba se detuvo en medio de la pampa y los guardias dejaron que los 26 detenidos bajaran. Todos fueron acribillados a sangre fría. Esa noche la radio nos informo que los 26 habían intentado escapar.

Unos meses después, después de una búsqueda interminable, los padres de Haroldo encontraron a sus dos nietecitos en el Hogar del Niño, en Santiago.

¿Olvidar? ¿Perdonar? ¿El Viejito Pascuero existe?


Desaparición de Carlos Berger

Fuente :Libro: "La historia fue otra: Memorias", Marzo 2017

Categoría : Testimonio

Todos los días iba a ver a Carlos a la cárcel de Calama. Mi vida era esperar a que llegara la hora de visita, que en general era a las dos de la tarde. Los días pasaban muy lentos en Chuqui. Mi cuñado Eduardo seguía trabajando en el hospital, porque no lo habían echado. Pero todos los ejecutivos de Cobre Chuqui, los supervisores pertenecientes a la UP, los dirigentes sindicales, la casi totalidad del sindicato de la ENAEX, funcionarios de Cobre Chuqui, habían sido detenidos. Claudio Friedman había sido conminado por el propio coronel Reveco a irse. Su familia ya había partido, pero él se había quedado con el objetivo de ayudar a la gente. Reveco le dijo:

-Señor Friedman, aquí tiene el salvoconducto porque había que circular con ese permiso oficial Y váyase ya. Súbase a su auto y váyase, porque tengo órdenes precisas de detenerlo.

El mayor Reveco fue detenido por orden de la Junta días más tarde, recluido en la Academia de Guerra de la FACH, sometido a vejámenes y torturas y condenado por un consejo de guerra a tres años de prisión. Una de las acusaciones fue no haber detenido a Claudio oportunamente.

Se fue el Moro-siempre le dijimos así a Claudio- y me quedé sola. Lo único que hacía era leer y esperar para ir a ver a Carlos. Y eso que tampoco las visitas podían ser muy largas. Iba todos los días y todos los días me dedicaba a molestar al fiscal militar por distintas cosas, porque ya no tenía nada más que decirme luego de que las sentencias habían sido dictadas. Solo tenía que esperar que pasaran esos 61 días y empezar a planificar la vuelta a Santiago

En las conversaciones con Carlos ambos nos manifestábamos muy seguros de que, en atención a lo que estaba pasando en el país con el resto de la gente, en el caso de él había sido una condena leve. Yo trataba de hacerle ver que inevitablemente tendríamos que salir del país. Porque había sido jefe de gabinete de Millas, porque había estado en un curso de cuadros en Moscú y porque era un dirigente comunista conocido en Santiago. Le decía que nos fuéramos a Hungría, porque él tenía familia allí. En definitiva, en esas

primeras semanas de octubre de 1973, luego de conocida la sentencia, nos dedicábamos a trazar líneas para el futuro. Carlos, sin embargo, no quería irse, por ningún motivo. Aunque insistí tanto que me dijo:

—Podemos irnos unos días, dependiendo de cómo esté la situación, a Buenos Aires

Entretanto, me pidió una máquina de escribir y aceptaron que la entrara. Me pidió una colchoneta. Se la llevé y se la dio a David Miranda, que era más viejito. Carlos compartía la celda con uno de los cabros más jóvenes que había, que era presidente del centro de alumnos del Liceo de Chuquicamata: José Gregorio Saavedra, de dieciséis años. Fue la víctima más joven de la Caravana de la Muerte.

Eduardo me pasó su auto. Fue de una gran ayuda, porque no había transporte desde Chuqui a Calama. Iba a la cárcel, de la cárcel al regimiento, a la fiscalía y ahí me quedaba. El toque de queda era temprano. Trataba de que el tiempo pasara en eso y volvía a la casa de Eduardo. A sentarme a esperar el día siguiente. Yo estaba muy preocupada por Carlos, pero confiaba en que no le pasaría nada tan tremendo. La sentencia estaba dictada. Nada más podía ocurrir.

 

Hasta que llegó el famoso 19 de octubre. El día antes fui a hablar con el fiscal y le dije que faltaba tan poco para que se cumplieran los 61 días -que cumplían el 11 de noviembre que sería muy bue nos pudiera conmutar los días que faltaban por una multa. Me respondió que, sí que presentar el escrito Me sentí de lo más feliz y, como siempre suelo planificar con antelación compre los pasajes de vuelta a Santiago con el absoluto convencimiento de que el fiscal lo iba a dejar salir. Se suponía que el 19 salía en libertad. Así que hice la maleta de Carlos con toda su ropa. Y llegar al regimiento el día sellado alrededor del mediodía, a que me diera la

solución

El fiscal se negó a recibirme durante un rato. Era muy extraño, porque siempre lo había hecho sin problemas. Hasta que logré hablar con él y me dijo:

-No puede

Ahí me entere-porque se le salió al fiscal -que había arribado a la ciudad una comitiva militar, y me dio el nombre de Sergio Arellano Stark. Me dijo que llegaba a revisar los procesos. En ese minuto ente en estado de pánico

Aquí fregamos, pensé. A s alturas ya sean llevado a David Silberman a Santiago para enfrentar otro consejo de guerra. Estaba a la Escuela Militar detenido. Aquí van a revisar los expedientes, van a darse cuenta de que Carlos es comunista y que trabajo con Millas. Tendremos otro consejo de guerra seguramente lo van a trasladar a Santiago y ya tenemos para mucho tiempo, reflexioné. De inmediato me fui a la cárcel

El fiscal solo me había dicho que la comitiva de oficiales de Santiago revisaría procesos. Nada más. Yo no tenía idea quién era Arellano, come me hubieran dicho Juanito Pérez. Conocía muy poco a los milicos. Ubicaba al comandante a jefe probablemente Herman Bray (que el jefe de la guarnición militar de Santiago) y a Manuel Torres de la Cruz porque ha implementado la Ley de Control de Armas en Punta Are y había detenido a un montón de gente. Pero no a la estructura jerárquica del Ejercito. Cuarenta años después me vengo a enterar de que este criminal de Arellano fue el gran conspirador del golpe, jefe de la agrupación de combate Santiago Centro y que mandaba mucho más que Brady en Santiago. Que fue el que determino los operativos principales en la ciudad y, entre otras cosas, los asesinatos de la gente de La Moneda. La orden la dio el, no Brady, Pero en  octubre de 1973 nada de esto se sabía  Escasamente ubicabas a Prats, a Pinochet y a un mas

Llegue a la cárcel – deben haber sido las dos o las tres de la tarde- y logre ver a Carlos, que estaba muy alterado. Me dijo:

–Sacaron a un grupo de presos. Era una especie de comando, no reconocí a nadie del regimiento, los sacaron encapuchados y de una forma muy violenta. Entre ellos se llevaron a David Miranda, aunque muchas cosas selo las pude reconstituir después

Carlos estaba muy nervioso, porque no era un método que hubieran usado con ellos anteriormente. Nos quedamos especulando sobre los motivos de esa violencia. Ahi le dije que, pese a lo que hablamos pensado y nos había dicho el fiscal, no iba a poder salir en ese momento

-Va a haber una revisión de los procesos – le dije- pero es el caso nuestro creo que haya ningún problema- lo calmé.

Me fui de la cárcel y a eso de las cinco de la tarde, más o menos, llegaron a buscar un segundo grupo de presos, entre los cuales iba Carlos. Muchos años después me enteré de que la hija de David Miranda había ido a la cárcel alertada por lo que estaba ocurriendo y pudo observar esa segunda escena. Pero Alicia, que tenía quince años, no pudo ver a su padre desde fuera de la cárcel. En el proceso declaro que se vio a Carles. Lo tenia identificado por su apariencia física. Como era rubio y de ojos verdes, llamaba la atención. Y además ella dijo que lo ha visto varias veces caminando con una guagua y conmigo. Dijo que esa tarde se cruzaron las miradas y en la mirada de ella sintió que le estaba avisando de algo. Que Carlos le estaba tratando de decir algo. Cuando leí su testimonio, a mí no me cupo ninguna duda de que lo que Carlos le estaba tratando de decir era que me avisara a mi

Nada de esto lo viví directamente, porque después de la cárcel me fui a Chuqui a avisarle a Eduardo que el fiscal nos había negado la libertad anticipada. Vino el toque de queda del día 19, que era muy temprano, y como yo estaba muy alterada y ansiosa, Eduardo se vino conmigo. Termino su jornada y nos quedamos en su casa conversando. Llegó una abogada a vernos, Patricia Bahamondes, que era DC y trabajaba en la Gobernación de Calama. Nos quedamos hablando los tres muchas horas y elucubrando acerca de lo que estaba ocurriendo, pero jamás se nos pasó por la cabeza que algo similar a lo que ocurrió a las seis de la tarde en una zona llamada Topater podía ser siquiera concebible.

A eso de las ocho de la noche recibí un llamado anónimo. Me informaron que Carlos y los demás presos habían sido sacados de la cárcel. Comenzó entonces una de acontecimientos completamente demenciales Llamé por teléfono al alcalde y logre comunicarme con el

-Si lo llevaros, pero no se preocupe, porque los oficiales solamente los van a interrogar. Van a volver-me dijo

Después de las doce de la noche no contestó más. Patricia partió de casa a las seis de la sala del día 20 de octubre rumbo a Calama. Nosotros nos fuimos con Eduardo detrás de ella. Llegamos a la Gobernación, donde había montado espectáculo horroroso: estaba lleno de gente llorando, Patricia se me tiro encima y entre gritos me dijo:

-Carmen, los mataron a todos

-Qué?

—Los mataron a todos


Un hilo de la infamia…

Fuente :elpais.com.co, 21 de Febrero 2021

Categoría : Prensa

Testimonio de María Martín López, 81 años, en la búsqueda de los restos de Faustina, su madre, asesinada durante la Guerra Civil Española por fanáticos al servicio de los facciosos encabezados por Francisco Franco:

La noche del 21 de septiembre de 1936, a mi madre (de nombre Faustina López González) se la llevaron a declarar pero la mataron por el camino, mataron a 27 hombres y tres mujeres (…) Siempre mi padre, hasta que murió en 1977, escribió a las autoridades locales para intentar recuperar el cuerpo (…) Le dijeron: ‘Márchate, déjanos en paz, no nos reclames, no vayamos a hacer contigo lo que hicimos con ella’.
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Testimonio de Sonia sobre la suerte de su esposo Szmul Icek, polaco, prisionero número 117568 del campo de concentración y exterminio de Auschwitz.

A sus hermanas las vio por última vez en 1942, cuando decidieron presentarse ante la Gestapo en un intento por salvar la vida de su familia. Se fueron y desde entonces nunca más las volvieron a ver. Un mes después, los alemanes irrumpieron en la casa de los Icek y se llevaron al resto de la familia. Cuando llegaron en tren a Auschwitz (…) Szmul iba cogido de la mano de su padre, como si fuera un niño pequeño. Un soldado los separó y obligó al padre a subir en un camión. A su madre la vio de lejos y su padre murió en la cámara de gas.
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Testimonio de Iván Karpinski, encargado de montar guardia y quien asistió, impotente, a la masacre de mujeres sublevadas por parte de tropas del ejército soviético en el campo de concentración de Kengir, en Kazajistán, en 1954:

Y los carros les pasaron por encima (a las mujeres de Karaganda, en Kazajistán, una de las mayores colonias penitenciarias soviéticas entre los años 30 y 1958). Sucedió cuando el campo de disciplina de Kengir, establecido en esa ciudad, se sublevó. Las autoridades censaron 37 muertos, pero los testimonios dicen que fueron más de 600.
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Testimonio de Ángela Saavedra, ciudadana chilena, hermana de Pepe, víctima de la dictadura de Augusto Pinochet, en testimonio recogido por Amnistía Internacional, septiembre de 2008:

El 24 de septiembre de 1973 llegó un piquete de carabineros a mi casa. (…), sacaron a mi hermano diciendo que al otro día preguntáramos por él en la Comisaría de Carabineros (…)…el 29 de septiembre de 1973 apareció en la Cárcel de Calama donde estuvo hasta el 19 de octubre de 1973, fecha en que, según sabemos, fue masacrado en los cerros de Topater.
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Testimonio de Gustavo Soto Bracamonte, mayor (r) del Ejército de Colombia, condenado por participar en los ‘falsos positivos’, ejecuciones extrajudiciales que en Colombia dejaron, entre 2002 y 2008, al menos 6402 personas asesinadas, según la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP):

Durante el tiempo que estuve de comandante di (sic), si no estoy mal, 83 muertes, donde la gran mayoría, creo que muy poquitas, por allí unas cuatro o cinco, serán operaciones de muertes totalmente legales, las demás son muertes ilegítimas (…) Yo no voy a decir, que fui el que inicié eso en el Gaula (Ejército), ya los soldados sabían cómo presentar las muertes, cómo hacerlo, inclusive ellos me decían: ´Toca salir siempre con el arma’. Cuando salíamos a una operación y como era una unidad antiextorsión y antisecuestro, si se cogía (capturaba) a la persona en una captura, la orden era darlo de baja, presentarlo como muerte en combate.
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Un hilo de la infamia…


La criminal Caravana de la Muerte que recorrió la región de Antofagasta hace 43 años

Fuente :diarioantofagasta.cl, 18 de Octubre 2016

Categoría : Judicial

Fueron 40 las personas asesinadas en Antofagasta y Calama por la tristemente conocida “Caravana de la Muerte”; grupo liderado por el general Sergio Arellano Stark y que por órdenes de la dictadura militar, asesinó a opositores durante los primeros días del régimen.

Apenas perpetrado el golpe de estado y asegurada la muerte del Presidente Salvador Allende, el dictador Augusto Pinochet designó al general Sergio Arellano Stark para realizar una siniestra misión: aleccionar a los militares de provincia sobre como debían tratar a los ex dirigentes de la Unidad Popular.

El grupo de militares partió desde el aeródromo Tobalaba el 30 de septiembre de 1973, a bordo de un helicóptero Puma del ejército, cuyo recorrido inicial fueron ciudades del sur de Chile: Rancagua, Curicó, Talca, Linares, Concepción, Temuco, Valdivia, Puerto Montt y Cauquenes. A su paso dejó 26 personas muertas. El regreso de la caravana a Santiago fue el 6 de octubre.

EPISODIO ANTOFAGASTA

La comitiva asesina aterrizaba su helicóptero en el Regimiento Esmeralda de Antofagasta el 18 de octubre de 1973 provenientes desde Copiapó, donde ya habían dejado a su paso una estela de muertes de personas inocentes. Allí, fueron recibidos por General  Joaquín Lagos Osorio, jefe de la división Antofagasta del Ejército  quien, como un acto de gentileza por haber sido tantos años vecinos, le ofreció su hogar como hospedaje, a él y a su ex segundo comandante en el Regimiento “coraceros”, el coronel Sergio Arredondo.

Arellano no dijo ni mostró a su anfitrión la carta donde el propio Pinochet lo nombraba “Delegado de la Junta de Gobierno” y sólo se limitó a contarle que venía encomendado con el objetivo de “unificar criterios sobre la Administración de justicia y agilizar los juicios pendientes” y, solicitaba a Lagos reunirse con los miembros de la guarnición militar para tratar el tema de “la debida conducta en un momento tan crítico para el país.” Profundizó  en el punto relativo a la calidad del “enemigo que tenían al frente y el clima político que provocó la revolución”. Luego de ello, Lagos llevó a sus invitados Arredondo y Arellano a su domicilio a almorzar, mientras el resto de la Comisión lo hacía en el Hotel Antofagasta, no sin antes dejar expresas instrucciones de que todo estuviera dispuesto para que Arellano pudiera trabajar en su oficina de la Comandancia.

Mientras tanto, en la Intendencia, se aprestaban a recibir la inesperada visita de Pinochet, quien le avisaba que haría una escala en Antofagasta por unas horas, de su viaje a Iquique, junto a su mujer.

Así, cerca de las 18:30  ya en el hangar, Arellano y su comitiva estaban distantes del grupo de uniformados que recibía a Pinochet, lo cual causó extrañeza en algunos de los presentes.

Una vez que Pinochet  e Hiriart  pisaban suelo antofagastino, el comandante  informaba que en la ciudad la situación era de completa calma  y, luego de los saludos y vituperio de rigor, Pinochet avisaba  personalmente al teniente coronel Sergio Arredondo la buena nueva de que había decidido nombrarlo director de la Escuela de Caballería, el premio mayor para un comandante equitador.

El dictador emprende su ruta hacia Iquique. Lagos y Arellano se retiran a su residencia en el vehículo del primero y Arredondo solicita permiso para quedarse con el vehículo de Arellano. Lagos supone que Arredondo visitaría y festejaría con su familia, por lo que accede al préstamo del Automóvil.

Horas más tarde,  Arredondo se  disculpaba telefónicamente  con Lagos, por no asistir a la comida en casa de su anfitrión y Arellano se preguntaba a viva voz por el resto de la comitiva hospedad en el Hotel Antofagasta.

Esa noche el auditor militar Marcos Herrera Aracena, fue a la cárcel de Antofagasta, a las 23:30, a entregar a los prisioneros que debían morir. Horas más tarde, a las 01:30 de la mañana, los 14 prisioneros eran acribillados con ráfagas de ametralladoras.

El 19 de octubre, muy temprano por la mañana, mientras los dos comandantes se  alistaban para volver al Regimiento Esmeralda donde los esperaba el helicóptero con ruta hacia Calama, Herrera se presentaba ante ambos para “sacarle la firma” a Arellano, “por el trabajo efectuado el día anterior” explicaba el último.

Cuando el Helicóptero de la comitiva se elevó hacia el cielo con rumbo a Calama, Lagos volvía a su oficina de la Intendencia donde era recibido por un alarmado mayor Manuel Matta, encargado de Relaciones públicas, quién, con el rostro desencajado y luego de entender que Lagos no tenía conocimiento de lo sucedido en la noche anterior, comienza a relatar los hechos.

Lagos, escuchaba estupefacto y confundido a la vez, el relato de cómo se habían ocupado vehículos que estaban bajo su mando para el traslado de los presos hacia la Quebrada Way, cómo los habían asesinado, cómo habían trasladado los cuerpos hasta la morgue del Hospital Regional de Antofagasta, donde  debido al poco espacio del recinto, estaban a vista de todo el mundo. Junto con ello, comenzó a recibir llamadas de su esposa quien le pedía explicaciones de por qué fuera de su hogar habían una veintena de mujeres llorando desconsoladas por la muerte de sus esposos, hijos y hermanos.

Aún sin saber de la potestad con que Arellano estaba investido, trató de denunciarlo a Pinochet, pero éste no se encontraba ubicable en su visita entre Iquique y Arica. Entonces ordenó que el capellán hablara con las familias de las víctimas, que los médicos de la MORGUE “armaran” los cuerpos como pudieran (como si se tratasen de algo que pudieran reparar), entregarlos en urnas cerradas a sus familiares y, que se presentaran de inmediato todos los comandantes de unidades de su jurisdicción.

Las víctimas de Antofagasta no pasaron a ser detenidos-desaparecidos. Sus cuerpos fueron entregados a las familias. Esta situación de excepción se explica por la reacción del general Joaquín Lagos, quien no sabía de la especial investidura de Oficial Delegado que detentaba el general Arellano, no recibió instrucciones para  el entierro clandestino de los cadáveres y, por tanto, ordenó entregarlos a las familias. Ya sabemos que el general Lagos decidió, ese mismo 19 de octubre de 1973, renunciar al Ejército. Pero ese día seguía siendo tanto el comandante en jefe de la Primera División como el Intendente de Antofagasta y actuó como tal. Decidió, por ejemplo, que había que mentir para encubrir lo ocurrido delante de la ciudadanía. Tuvo que mentir, dijo, para conservar su “ascendiente sobre la ciudadanía”. Ordenó que se publicaran dos noticias, dando cuenta de sólo siete “ejecutados”.

En la primera, publicada por El Mercurio de Antofagasta, se informó de la ejecución de Mario Silva, Eugenio Ruiz-Tagle, Washington Muñoz y Miguel Manríquez, ejecuciones ordenadas por la Junta Militar de Gobierno a fin de acelerar el proceso de depuración marxista y de centrar los esfuerzos en la recuperación nacional“. Titular de esa noticia: “Planeaban asesinatos en masa en Antofagasta”.

La segunda publicación, tres días después, también en El Mercurio de Antofagasta, se tituló “Ejecutados tres extremistas”. Y el texto daba cuenta del fusilamiento de Luis Alaniz, Danilo Moreno y Guillermo Cuello “por resolución de la Honorable Junta de Gobierno”. Razón de las ejecuciones: estar “comprometidos en activismo político y conspiración terrorista”. Nada se dijo públicamente acerca de las otras siete víctimas. Veamos quiénes eran:

  • Luis Eduardo Alaniz Álvarez, 23 años, estudiante de Periodismo de la Universidad del Norte, militante del Partido Socialista. Se entregó voluntariamente a las autoridades militares en la ciudad de Arica al saber que era requerido por un bando militar en Antofagasta. Fue trasladado, a comienzos de octubre de 1973, a la cárcel de Antofagasta.
  • Mario Arqueros Silva, 45 años, gobernador de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Arrestado en su casa cuatro días después del golpe militar. Primero estuvo en la cárcel de Tocopilla y de ahí fue llevado a la de Antofagasta, cuatro días antes de su asesinato
  •  Dinator Ávila Rocco, 32 años, empleado de la estatal Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich), militante del Partido Socialista. Detenido a fines de septiembre en la localidad de María Elena, trasladado luego a la comisaría de Tocopilla y luego a la cárcel de Antofagasta.
  • Guillermo Cuello Álvarez, 30 años, funcionario de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), militante del Partido Socialista. Se presentó voluntariamente, dos días después del golpe militar, en la comisaría de Antofagasta y de allí fue llevado a la cárcel. Dos prisioneros declararon ante el juez que vieron a Cuello ser bajado en andas al salir de la cárcel, ya que le habían fracturado la columna durante las torturas. El oficial que dirigió los tormentos era el mayor Patricio Ferrer (SIM).

Los certificados de defunción que se entregaron fueron iguales para los catorce asesinados: Fecha: 19 de octubre de 1973 Hora: 01.30 horas Causa de muerte: Anemia aguda, lesiones debidas a proyectil.

  • Marco Felipe de la Vega Rivera, 46 años, casado, tres hijos, ingeniero, alcalde de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Detenido en su casa cuatro días después del golpe militar. Desde la cárcel de Tocopilla fue llevado a la de Antofagasta, cuatro días antes de su asesinato
  • Norton Flores Antivilo, 25 años, asistente social de la estatal Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich) en la localidad de María Elena, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa el 1º de octubre de 1973, trasladado a Tocopilla y de ahí a la cárcel de Antofagasta.
  • Darío Godoy Mansilla, 18 años, estudiante de enseñanza media, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa, en Tocopilla, y luego trasladado a la cárcel de Antofagasta
  • José García Berríos, 66 años, trabajador marítimo y dirigente sindical. Militante del Partido Comunista. Detenido en Tocopilla al día siguiente del golpe militar. De la comisaría de esa ciudad fue trasladado a la cárcel de Antofagasta.
  • Miguel Manríquez Díaz, 24 años, casado, un hijo, profesor, empleado de la estatal empresa de cementos Inacesa, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa dos semanas después del golpe militar, llevado primero al cuartel de Investigaciones y de ahí a la cárcel de la ciudad.
  • Danilo Moreno Acevedo, 28 años, chofer de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), dirigente sindical, militante del Partido Socialista. Se presentó voluntariamente, el 8 de octubre de 1973, al ser llamado por un bando militar. Estuvo una semana incomunicado en el cuartel de Investigaciones y de ahí fue llevado a la cárcel de Antofagasta.
  • Washington Muñoz Donoso, 35 años, interventor estatal de la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU). Detenido en su casa y recluido en la cárcel de la ciudad.
  • Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, 26 años, casado, una hija, ingeniero, gerente de la estatal industria Inacesa, militante del MAPU. Se presentó voluntariamente en la Intendencia de Antofagasta, al día siguiente del golpe militar, al ser requerido por bando militar. Por once días estuvo detenido en la Base Aérea de Cerro Moreno, donde fue torturado, y de ahí lo trasladaron a la cárcel de la ciudad.
  • Mario Silva Iriarte, 38 años, casado, cinco hijos, abogado, gerente de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (Corfo—Norte), ex concejal de Chañaral, secretario regional del Partido Socialista. Viajó especialmente desde Santiago para presentarse ante las nuevas autoridades de Antofagasta, al día siguiente del golpe militar. Su voluntaria presentación se efectuó en la Intendencia de la ciudad. Y luego, desde la Base Aérea de Cerro Moreno, fue llevado a la cárcel. Varios testimonios de ex prisioneros coinciden en señalar que, por ser muy jóvenes, buscaron su consejo. El estaba muy tranquilo, dicen, convencido de que se haría justicia y que —a lo más—serían relegados por pocos meses a un lugar alejado.
  • Alexis Valenzuela Flores, 29 años, empleado de la Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich), presidente del sindicato, dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT) de la zona, regidor de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Fue detenido una semana después del golpe militar, en su casa de Tocopilla. De la cárcel de esa ciudad fue llevado a la de Antofagasta el 15 de octubre, cuatro días antes de su asesinato. Durante toda su detención estuvo incomunicado.

En el caso de Antofagasta, el ministro Guzmán recibió el testimonio del ex prisionero Víctor Moreno Olmos, quien le contó que esa noche del 18 de octubre de 1973 fue sacado a la Sala de Guardia de la cárcel: “Vi un montón de personas paradas frente a la pared, encapuchados, amarrados con las manos atadas atrás y un gran número de  militares en traje de campaña”. Lo amarraron, lo vendaron y lo pusieron junto a los otros. Ordenaron a los presos gritar sus nombres para  chequear  con  una lista. —¡Moreno, Víctor! —dijo él cuando le indicaron con un golpe que era su turno.

En la entrega de los cadáveres, cada familia guarda un doloroso recuerdo en su memoria. La esposa de Mario Silva Iriarte, Graciela Álvarez, relató: “El general Lagos autorizó que lo enterráramos en Vallenar. El ataúd venía sellado, no pudimos ver su cuerpo. En una camioneta y un furgón, que nos prestaron en la Corfo, fuimos directamente al cementerio. No nos autorizaron a hacer un funeral ni a ponerle una lápida en su tumba. Y pensar que se entregó voluntariamente, porque él creía en el profesionalismo de los militares y jamás los imaginó capaces de masacrar“.

También en un sellado ataúd fue entregado el cuerpo del joven Eugenio Ruiz-Tagle, y su madre —Alicia Orrego—recordaba así ese día de octubre de 1973: “Sólo pude ver a mi hijo ya en el ataúd, a través del vidrio. De las torturas que sufrió en su cuerpo, no puedo dar testimonio directo. No lo vi, pero el abogado y el empleado de la funeraria lloraban al contármelo. De su cara, de su cuello, de su cabeza, sí puedo hablar. Lo tengo grabado a fuego para siempre. Le faltaba un ojo, el izquierdo. Tenía la nariz quebrada, con tajos, hinchada y separada abajo, hasta el fin de una aleta. Tenía la mandíbula inferior quebrada en varias partes. La boca era una masa tumefacta, herida, no se veían dientes. Tenía un tajo largo, ancho, no muy profundo en el cuello. La oreja derecha hinchada, partida y semi arrancada del lóbulo hacia arriba. Tenía  huellas de quemaduras o, tal vez, una bala superficial en la mejilla derecha, un surco profundo. Su frente, con pequeños tajos y moretones. Su cabeza estaba en un ángulo muy raro, creí por eso que tenía el cuello quebrado”. La familia del joven Miguel Manríquez, en cambio, pudo ver el cuerpo por  escasos segundos. Su padre estaba en una ceremonia  religiosa cuando se le acercó el capellán José Donoso y le informó que su hijo había sido fusilado. Se fue de  inmediato a la morgue  y lo vio: “Las manos estaban amarradas con alambre y en el cuello tenía un pañuelo negro. Pensé que le habían vendado los ojos”.

Y la familia del alcalde de Tocopilla, Marcos de la Vega, relató: “Nos entregaron su ropa en una bolsa plástica. Era un charco de sangre. Sólo pudimos ver su cara y una mano, en la que tenía una herida como si lo hubieran clavado. La verdad es que varios cadáveres tenían la misma marca en las manos. Era una herida profunda. Un oficial se enojó porque habíamos comprado una urna con vidrio. Quería urnas selladas completamente. No nos dejaron velarlo: de la morgue al cementerio directamente. Cuando llegamos al cementerio, estaba lleno. La gente corría de un entierro a otro. Y en Tocopilla, cuando se supo la  noticia, la gente salió a la calle llorando. Tuvieron que disparar  tiros al aire para que se entraran. Después del entierro, nuestra madre se acostó en su cama y ahí mismo murió de pena cinco meses después”. (Hermana de Marcos de la Vega, testimonio registrada en la Vicaría de la Solidaridad)

De acuerdo a la investigación, se logró determinar, que aproximadamente a las 10:00 horas del día 18 de octubre de 1973, se posó en el Regimiento de Infantería “Esmeralda”  -ubicado en A. Ejército s/n, Antofagasta- un helicóptero Puma del Ejército de Chile que transportaba una comitiva de militares procedente inicialmente de Santiago, presidida por un Oficial Delegado del Comandante en Jefe del Ejército.

EPISODIO CALAMA

El Episodio Calama se registró el 19 de octubre de 1973, cuando el helicóptero Puma del ejército, destinado a la Caravana de la Muerte, partió desde Antofagasta arribó hasta Calama.

Lugar donde el general de ejército Arellano Stark, llegó en calidad de oficial delegado del Comandante en Jefe de la Junta de Gobierno el Regimiento de Infantería N° 15 para “acelerar procesos judiciales”.

En esta ciudad fueron 34 las víctimas de la dictadura de Pinochet. Algunos de ellos fueron enterrados, exhumados y luego mutilados para hacerlos desaparecer.

Los restos de las personas asesinadas fueron encontrados en 1990, en una fosa ilegal al norte del kilómetro 16 y medio del camino a San Pedro de Atacama.

  • José Gregorio Saavedra González, 17 años, estudiante de educación media.  Dirigente estudiantil del MIR y FER.  Detenido bajo falsos cargos de terrorismo, fue torturado, mutilado y asesinado por agentes de la dictadura de Pinochet y la Caravana de la Muerte.  De su cuerpo, sólo se encontró un trozo de su mandíbula y su pie derecho en la fosa de la Quebrada del Buitre.  El resto se sus osamentas aún están desaparecidas.
  • Carlos Berger Guralnik, abogado y periodista, era el encargado de prensa de Radio El Loa, en Chuquicamata.  Fue detenido por negarse al cese de transmisiones radiales durante el golpe militar.  Condenado a 60 días de reclusión, fue retirado de la cárcel de Calama junto a otros 25 prisioneros políticos el 19 de octubre de 1973, y asesinado en el desierto.  Sólo se han encontrado un par de osamentas de su cuerpo.
  • David Silberman Gurovich, ingeniero civil de 35 años de edad y gerente general de Cobrechuqui, fue detenido el 15 de septiembre de 1973.  Condenado a 10 años de presidio a causa de su vinculación con la Unidad Popular, hasta el día de hoy figura en los listados de detenidos desaparecidos.  Su cuerpo nunca ha sido encontrado.
  • Mario Argüelles Toro contaba con 34 años de edad al momento de su detención.  Era comerciante y militaba en el Partido Socialista de Chile.  Fue torturado y mutilado antes de su muerte.  El 19 de octubre de 1973, junto a 25 presos políticos de Calama, fue asesinado por la “Caravana de la Muerte”.
  • Carlos Escobedo Caris tenía 24 años al ser detenido.  Fue chofer de la Compañía de Cobre Chuquicamata.  Sus familiares se enteraron de su muerte casi una semana después de ser asesinado por los militares.  El capellán de ejército Luis Jorquera les mintió, diciéndoles que le había otorgado la confesión y comunión católica antes de morir.
  • Haroldo Cabrera Abarzúa, de 34 años al momento de su asesinato, era ingeniero civil. Se desempeñaba como subgerente de la Compañía de Cobre
    Chuquicamata. Fue torturado y luego fusilado,el 19 de octubre de 1973, junto a 25 compañeros detenidos en la cárcel de Calama. Fue enterrado en la Quebrada del Buitre y su identificación se logró gracias a un dedo encontrado a flor de tierra.
  • Luis Bush Morales, ingeniero agrónomo de 29 años de edad.  Fue detenido el 4 de octubre de 1973 y fusilado al día siguiente por orden del coronel de ejército Eugenio Rivera.  Si bien su cuerpo fue recuperado en 1985, las pericias realizadas confirmaron que no murió fusilado sino por las torturas a las que fue sometido.
  • Jorge Yueng Rojas, obrero de la fábrica de explosivos Dupont de Calama, contaba con 37 años al momento de su asesinato.  Fue retirado de la cárcel de Calama el 19 de octubre de 1973 y ejecutado junto a otros 25 presos políticos.
  • Jerónimo Carpanchay Choque, obrero de la empresa Dupont de Calama y destacado atleta, tenía 28 años al morir.  Fue detenido el 12 de octubre de 1973.  Torturado en recintos de la misma empresa donde trabajaba, fue ejecutado el 19 de octubre junto a otros 25 compañeros de prisión.
  • Roberto Rojas Alcayaga, de 36 años de edad, era obrero en la fábrica de explosivos Dupont.  Fue incomunicado en la comisaría de Calama y luego trasladado a la cárcel como prisionero político.  El 19 de octubre de 1973, fue asesinado por la “Caravana de la Muerte” y su cuerpo hecho desaparecer en el desierto.
  • Bernardino Cayo Cayo pertenecía a la empresa Dupont en Calama y formaba parte de su Consejo de Administración.  Fue detenido el 12 de octubre de 1973.  Su familia fue informada que había sido trasladado a Antofagasta.  Sin embargo, agentes de la “Caravana de la Muerte” lo fusilaron.
  • Luis Contreras León, dirigente de la Unión Socialista Popular, fue detenido el 22 de octubre de 1973.  El ejército siempre negó su paradero hasta que en diciembre de 1990, su cuerpo fue encontrado en el fondo de un pique minero, completamente desnudo y con evidentes muestras de tortura.  Hasta esa fecha, engrosaba las listas de detenidos desaparecidos en Chile.
  • Alejandro Rodríguez Rodríguez, de 47 años de edad, era trabajador de la Compañía de Cobre Chuquicamata y Regidor por Calama. También fue Presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre. El día 11 de septiembre de 1973, cumplia las funciones de Alcalde de Calama. Fue retirado de la cárcel por la
    “Caravana de la Muerte” y asesinado el 19 de octubre.
  • Carlos Piñero Lucero, de 29 años de edad al momento de su muerte, era chofer de David Silberman (gerente general de la Cia. de cobre Chuquicamata, actualmente desaparecido).  Fue detenido el 17 de octubre de 1973 y asesinado junto a otros 25 prisioneros políticos el 19 del mismo mes.
  • Luis Gahona Ochoa, de 28 años de edad, era obrero de la fábrica Dupont en Calama.  Detenido el 12 de octubre de 1973, fue retirado de la cárcel junto a otros 25 prisioneros y asesinado en el desierto el 19 de octubre.  Su cuerpo nunca ha sido encontrado.
  • Fernando Ramírez Sánchez, de 28 años, era trabajador de la Cia. Minera
    Exótica. Detenido junto a su chofer el 11 de septiembre de 1973, fue dejado en libertad previo pago de una fianza. Más tarde, fue apresado nuevamente, torturado y asesinado el 19 de octubre.
  • Daniel Garrido Muñoz, ex militar, fue detenido y acusado de traición a la patria.  A los 22 años de edad, fue fusilado en el desierto, el día 19 de octubre de 1973.
  • Víctor Ortega Cuevas, era obrero en la fábrica de explosivos Dupont.  De 34 años de edad, fue detenido junto a nueve de sus compañeros de trabajo el 12 de octubre de 1973.  Fue asesinado por la “Caravana de la Muerte” el 19 de octubre.
  • Luis Hernández Neira, trabajador de la Compañía de Cobre Chuquicamata, fue detenido y enviado a la cárcel de Calama.  Luego, el 19 de octubre de 1973, fue llevado al desierto por la “Caravana de la Muerte” y asesinado junto a 25 de sus compañeros.
  • Manuel Hidalgo Rivas, obrero de la fábrica de explosivos Dupont en Calama.  Fue detenido el 12 de octubre de 1973 y asesinado el día 19 del mismo mes.  Su familia fue informada que había muerto al intentar escaparse.  Más tarde, se enteraron que en realidad lo había fusilado la “Caravana de la Muerte”.
  • Luis Moreno Villarroel era chofer en la Compañía de Cobre Chuquicamata.  Fue retirado de la cárcel de Calama por efectivos del ejército y fusilado en el desierto, el 19 de octubre de 1973.
  • Hernán Moreno Villarroel, hermano de Luis, era secretario de la gobernación de Calama.  Fue integrante de la guardia personal del presidente Allende.  Bajo arresto domiciliario tras el golpe militar, más tarde fue encarcelado hasta que la “Caravana de la Muerte” lo asesinó en las afueras de la ciudad el 19 de octubre de 1973.
  • Rolando Hoyos Salazar, mecánico de la fábrica de explosivos Dupont de Calama, tenía 38 años de edad.  Fue torturado en distintas ocasiones y, el 19 de octubre de 1973, fue asesinado por integrantes de la “Caravana de la Muerte”.  Su familia fue informada falsamente que saldría en libertad.
  • René Linsambarth Rodríguez tenía 27 años al momento de su detención.  Trabajador en el pueblo de Lasana, fue detenido por sospecha sólo porque su apellido no era nativo.  Después de ser torturado en el centro de detención de Dupont, desapareció hasta que sus osamentas fueron encontradas en el sector Moctezuma, en las inmediaciones de Calama.  Hasta 1997, integraba la lista de detenidos desaparecidos.
  • Domingo Mamani López era dirigente sindical y laboraba en la fábrica
    Dupont. Detenido el 30 de septiembre de 1973, fue condenado a 20 años de prisión por un tribunal militar. Sin embargo, el 19 de octubre fue fusilado en las afueras de Calama. Unos molares de Domingo fueron encontrados en la fosa de la quebrada El Buitre, pero el resto de su cuerpo aún no ha sido encontrado.
  • David Miranda Luna, militante y miembro de la Comisión Política del Partido Comunista, era subgerente de la Compañía de Cobre Chuquicamata.  Se presentó a los cuarteles militares tras un llamado de un bando militar y quedó detenido en la cárcel de Calama.  Sin juicio previo, fue asesinado en el desierto junto a otros 25 prisioneros políticos el 19 de octubre de 1973.
  • Rosario Muñoz Castillo era trabajador de la fábrica de explosivos Dupont.  Detenido junto a nueve de sus compañeros, fue retirado de la cárcel de Calama el 19 de octubre de 1973 para ser asesinado en Topáter.  Su hijo nació 15 días después de su muerte.
  • Milton Muñoz Muñoz, de 33 años de edad, era casado y tenía una hija.  Sin motivos aparentes, fue detenido y llevado a la cárcel de Calama.  Desde allí, fue retirado por personal militar y asesinado el 19 de octubre de 1973.
  • Ricardo Pérez Cárdenas, de 22 años de edad, era trabajador de la Cia. Minera Exótica.  Detenido el 30 de septiembre de 1973, fue torturado alevosamente durante días hasta que, por orden del ejército, se le fusiló el 5 de octubre.  Cuando se recuperó su cuerpo, se encontraron en él 23 balas de gran calibre.  Sus restos están sepultados en el cementerio de Calama.
  • Andrés Rojas Marambio se desempeñaba como chofer del hospital de
    Calama. Acusado de transporte de explosivos y terrorismo, fue detenido el 5 de octubre de 1973 y fusilado al día siguiente por órdenes del coronel Eugenio Rivera.

LOS ASESINOS

La comitiva estuvo formada por:

  • Sergio Arellano Stark, delegado directo de Pinochet, cabecilla de la comitiva, En octubre de 1973, fue designado por Augusto Pinochet como “Delegado de la Junta Militar de Gobierno”, cuya principal función era la de «agilizar y uniformar criterios sobre la administración de justicia» para con los prisioneros políticos.
  • Coronel Sergio Arredondo González, Alias “Rorro”. Brazo derecho de Arellano
  • Mayor Pedro Espinoza Bravo
  • Mayor Carlos López Tapia
  • Capitán Marcelo Moren Brito
  • Capitán Luis Felipe Polanco
  • Capitán Emilio de la Mahotiere González
  • Teniente Juan Chiminelli Fullerton
  • Teniente Armando Fernández Larios
  • Más dos clases de la Escuela de Infantería

Fuentes: 

Libro “Los Zarpazos del Puma”, Patricia Verdugo

Afedepp-Calama


Entregan en Chile identidades de 5 víctimas de la Caravana de la Muerte

Fuente :ultimahora.com, 28 de Julio 2011

Categoría : Judicial

Un juez chileno entregó hoy a sus familiares las identidades de cinco víctimas de la llamada "Caravana de la Muerte", una comitiva militar que en 1973 ejecutó a decenas de presos políticos en un recorrido por varias ciudades de Chile, informaron fuentes judiciales.
  
La información fue entregada a los familiares en la ciudad de Calama, a unos 1.564 kilómetros al norte de Santiago, en un acto encabezado por el juez Alejandro Solís y el director del Servicio Médico Legal (SML), Patricio Bustos.

Las identificaciones corresponden a Bernardino Cayo Cayo, Rolando Hoyos Salazar, Roberto Rojas Alcayaga, Manuel Hidalgo Rivas y Alejandro Rodríguez, indicaron las fuentes.

Se trata de cinco de los 26 presos políticos que el 19 de octubre de 1973 fueron sacados de la cárcel de Calama por los integrantes de la "Caravana de la Muerte", llevados al desierto y acribillados a tiros; posteriormente los cadáveres fueron dinamitados.

La "Caravana de la Muerte" estaba al mando del general Sergio Arellano Stark, quien actuaba como delegado del comandante en jefe del Ejército, es decir, de Augusto Pinochet.

Entre las víctimas había trabajadores de la mina de cobre de Chuquicamata, dirigentes sindicales, militantes de izquierda y hasta un periodista que habían sido apresados tras el golpe militar del 11 de septiembre de ese mismo año y condenados a diversas penas por consejos se guerra, algunos a sólo cien días de prisión.

Durante más de 20 años, madres, viudas y hermanas de las víctimas recorrieron diariamente el desierto en busca de sus parientes, hasta que el avance de la investigación judicial hizo posible el hallazgo, pero solamente de centenares de fragmentos óseos en las proximidades de la ruta que une a Calama con la ciudad de San Pedro de Atacama.

Con esos elementos, además de muestras de ADN y otros objetos como jirones de ropa, de zapatos y hasta un anillo matrimonial, ha sido posible establecer de forma paulatina, las identidades de las víctimas con el respaldo de laboratorios extranjeros.

Una vez que los restos sean devueltos a Chile, sus familias podrán recibirlos y sepultarlos, dijeron las fuentes.

Los crímenes de la caravana de la muerte formaron parte de los casos por los cuales el juez español Baltasar Garzón ordenó en 1998 el arresto en Londres de Augusto Pinochet, bajo cargos de secuestro, homicidio calificado y torturas.

En Chile, cinco integrantes de la "Caravana de la Muerte" fueron procesados y detenidos en 1999 por orden del juez Juan Guzmán Tapia, cuyo sucesor al frente del caso, Víctor Montiglio, arrestó a otros ocho exoficiales por acusaciones de homicidio.

El 17 de julio de 2006, la Corte Suprema de Chile desaforó a Pinochet por su implicación y el siguiente 28 de noviembre, el juez Montiglio procesó al dictador por el caso y ordenó su arresto domiciliario.

Pinochet, sin embargo, murió pocos días después, el 10 de diciembre del mismo año.


El ex dictador, acusado de ser autor intelectual de los crímenes de la 'Caravana de la Muerte'

Fuente :elpais.com, 1 de Diciembre 2000

Categoría : Prensa

El camino para procesar y condenar al general Augusto Pinochet quedó despejado el 8 de agosto, cuando el pleno de la Corte Suprema de Chile dictó un fallo histórico, tanto por su contenido jurídico como político. Catorce magistrados del más alto tribunal votaron a favor del desafuero del senador vitalicio y seis en contra en una pormenorizada sentencia de 52 páginas. Tres meses después, el juez Juan Guzmán Tapia ha ordenado la detención de Pinochet como autor intelectual de 19 secuestros y 56 homicidios calificados en la llamada Caravana de la Muerte.

'Los zarpazos del puma'
Los integrantes de esta siniestra caravana, un operativo de exterminio puesto en marcha poco después del golpe militar de septiembre de 1973, eran altos oficiales del Ejército a las órdenes del general Sergio Arellano Stark, quien actuaba como delegado del comandante jefe de la institución, es decir de Augusto Pinochet.Todas las víctimas eran opositores a la Junta militar golpista, como Carlos Berger, director de Radio Loa, en la ciudad de Calama, que, tras ser detenido el mismo día de la sublevación, fue condenado a 60 días en un consejo de guerra sumarísimo. Apenas había pasado un mes, cuando el 19 de octubre la caravana de general Arellano sacó de la cárcel de Calama a los 26 presos políticos que cumplían distintas penas dictadas por los tribunales de excepción. Entre ellos se encontraba el periodista Berger.

El general Joaquín Lagos y el coronel Eugenio Rivera, jefes militares de la I División no tuvieron conocimiento del secuestro, según declararon años más tarde ante la Justicia. Todos los presos de Calama fueron ejecutados después de ser torturados salvajemente. "Me entregaron un certificado de defunción de mi marido que señalaba como causa de la muerte: destrucción del tórax y región cardíaca por fusilamiento", explicó en su día a este diario la abogada Carmen Hertz, viuda de Berger.

Formaban parte de la Caravana de la Muerte los siguientes jefes y oficiales: general Sergio Arellano, uno de los cerebros del golpe de 1973; coronel Sergio Arredondo González, ejecutor de las órdenes y miembro de la DINA (la policía política de la dictadura); brigadier Pedro Espinoza Bravo, jefe operativo de la DINA y condenado a seis años por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier; Marcelo Morén Brito, jefe del centro clandestino de tortura de Villa Grimaldi; teniente Armando Fernández Larios (hoy comandante retirado), quien reside en EE UU en calidad de testigo protegido de la justicia, después de haber sido condenado y haber colaborado en la investigación del asesinato de Letelier, en el que participó; y Juan Chiminelli, uno de los responsables de la división exterior de la DINA, donde se planificaron atentados y operativos encuadrados en la Operación Cóndor.

Soldados y oficiales de las guarniciones locales fueron obligados a participar en los asesinatos perpetrados por la comitiva. En el transcurso del operativo hubo momentos de gran tensión. Por ejemplo, el general Lagos increpó en cierta ocasión a Arellano Stark y le impidió que continuara su recorrido de la muerte por otras ciudades del Norte, con lo que salvó muchas vidas. La respuesta del jefe de la caravana fue un documento que llevaba la firma del comandante jefe, Augusto Pinochet, que le nombraba delegado para llevar a cabo aquella carnicería.

De la Caravana de la Muerte se han escrito varios libros, pero hay que colocar en un lugar prominente Los zarpazos del puma, de la periodista Patricia Verdugo, probablemente la investigación periodística más minuciosa elaborada hasta la fecha sobre aquella comitiva, que sembró el terror por donde recaló. El libro describe la estrategia de los criminales: el jefe de la misión se presentaba a una guarnición militar con un documento que le acreditaba como oficial delegado del presidente de la Junta de Gobierno y comandante jefe del Ejército, general Augusto Pinochet. Pedía las listas de prisioneros y seleccionaba las víctimas. Sus acompañantes realizaban el resto. Un trabajo sucio en el que los elegidos eran asesinados.En el despacho del juez Juan Guzmán en la Corte de Apelaciones de Santiago se acumulan 11 volúmenes con los expedientes. Dos de ellos, los más gruesos, reúnen la documentación que hace referencia a la Caravana de la Muerte. En los casi tres años que lleva investigando el caso el juez Guzmán ha practicado infinidad de diligencias, entre las que destacan varios careos entre los oficiales procesados, que descargaron la responsabilidad de los hechos en sus subalternos. El magistrado ha acumulado pruebas suficientes que implican al ex dictador en graves violaciones de derechos humanos. Sobre estas pruebas se asentó la solicitud del levantamiento de la inmunidad parlamentaria para procesar al inculpado, y sobre esta misma base se ha decidido a dar el mayor golpe de efecto que haya dado jamás un juez en Chile: ordenar la detención de hombre más poderoso y más temido del último cuarto de siglo.


Calama: Identificaron restos de joven asesinado en la Caravana de la Muerte

Fuente :launionmc.com, 29 de Julio 2015

Categoría : Prensa

Los restos encontrados se tratan de José Gregorio Saavedra González, dirigente secundarios de 18 años de edad, quien militaba en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Junto a otros 26 reos fue sacado de la cárcel de Calama y ejecutado por la comitiva encabezada por Arellano Stark el 19 de octubre de 1973.

Leopoldo Llanos, Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, informó de un reconocimiento hecho por el Servicio Médico Legal quien consignó en su informe pericial que se tratan de restos óseos y dentales “con una probabilidad de identificación de, al menos, 99,9996% y una probabilidad de reasociación del 99,95%, respectivamente, por lo que se establece su identificación positiva”.

El estudiante de enseñanza media fue detenido por Carabineros el 24 de Septiembre de 1973 por “considerarse un peligro por participar en reuniones prohibidas en periodo de guerra”, para ser trasladado a la cárcel local. Luego fue juzgado por un Tribunal de Guerra y considerado culpable, condenándolo a seis años de relegación al sur de paralelo 38.

El 19 de octubre de aquel año se vivió el Episodio Calama de la Caravana de la Muerte, donde 27 reos, entre los que se encontraba Saavedra, fueron sacados por el batallón desde la cárcel y transportados al camino que lleva a San Pedro de Atacama donde tras haber sido torturados, fueron fusilados por efectivos del ejército.


Hace 45 años 26 jóvenes fueron fusilados en Calama

Fuente :cambio21.cl, 19 de Octubre 2018

Categoría : Prensa

Hace 45 años 26 jóvenes fueron fusilados en Calama, entre ellos el marido de Carmen Hertz. Un general dijo que le dio verguenza como quedaron los cuerpos: "Ametrallaron primero las piernas después los órganos sexuales y luego al corazón"

Por Alfredo Peña R.

Días después del golpe militar, el dictador Pinochet señaló que "No habrá piedad con los extremistas".

Por ello, al recibir noticias sobre el trato moderado que algunos comandantes de guarnición de provincia y de regiones daban a ex dirigentes de la Unidad Popular, decidió aleccionar a estos mandos "blandos" enviando a un oficial delegado que lo representaría y actuaría en su nombre.

Para tal efecto fue designado el general Sergio Arellano Stark, quien portaba un documento-pasaporte donde figuraba como "Oficial Delegado del Comandante en jefe del Ejército y Presidente de la Junta de Gobierno" para "acelerar procesos y uniformar criterios en la administración de justicia" a los prisioneros.2

Integrantes de la comitiva de la denominada Caravana de la Muerte

Arellano -que murió el 2016- dio órdenes de preparar la logística de la operación al teniente Juan Viterbo Chiminelli Fullerton.

El grupo de oficiales de Ejército que finalmente realizaron el viaje incluía a los siguientes miembros (en orden de jerarquía militar):

*General de brigada Sergio Arellano Stark, jefe del grupo, delegado de Augusto Pinochet Ugarte.
*Teniente coronel Sergio Arredondo González (más tarde director de la Escuela de Infantería).
*Mayor Pedro Espinoza Bravo, un oficial de Inteligencia del Ejército (más tarde jefe de operaciones de la policía secreta DINA e involucrado en casos emblemáticos como el asesinato de Orlando Letelier y culpado como autor del asesinato del periodista norteamericano Charles Horman, testigo de la participación norteamericana en el golpe).
*Mayor Carlos López Tapia, segundo jefe de la misión del helicóptero Puma en sus cometidos de Linares y Cauquenes, por lo que ha sido acusado de participar en la muerte de cuatro disidentes.?
*Capitán Marcelo Moren Brito? (después comandante del campo de torturas Villa Grimaldi).
*Capitán Antonio Palomo Contreras,? piloto del helicóptero Puma en su viaje al sur.
*Capitán Emilio Robert de la Mahotiere González,? copiloto del helicóptero yendo al sur, piloto en viaje al norte.
*Capitán Luis Felipe Polanco Gallardo, copiloto del anterior en el viaje al norte.
*Teniente Juan Viterbo Chiminelli Fullerton, coordinación y logística en la misión.
*Teniente Armando Fernández Larios, guardaespaldas de Arellano y perpetrador de varios asesinatos (más tarde un agente de la DINA e involucrado en el asesinato de Orlando Letelier).
*Además de estos diez miembros, fueron incluidos dos clases o suboficiales? de la escuela de infantería del ejército.

Recorrido de la Caravana de la Muerte

El grupo partió desde el aeródromo Tobalaba el 30 de septiembre de 1973, a bordo de un helicóptero Puma del ejército, el recorrido inicial incluyó ciudades del centro y sur de Chile: Rancagua, Curicó, Talca, Linares, Concepción, Temuco, Valdivia, Puerto Montt y Cauquenes. A su paso dejó 26 personas muertas. El regreso de la caravana a Santiago fue el 6 de octubre.

En el norte de Chile la misión partió el 16 de octubre de 1973, recorriendo las ciudades de La Serena, Copiapó, Antofagasta, Calama, Iquique, Pisagua y Arica. El saldo de muertos fue de 71 personas. El regreso definitivo a Santiago tuvo lugar el 22 de octubre de ese año.

Asesinatos

Los militares ejecutaron a prisioneros políticos con especial brutalidad. En varias ocasiones los hirieron con corvos antes de fusilarlos. Posteriormente las víctimas eran enterradas en tumbas sin inscripción.

Años más tarde, cuando se preguntó al ex general Joaquín Lagos Osorio -Comandante de la Primera División del Ejército y Jefe de Zona en Estado de Sitio en Antofagasta- por qué no se habían entregado los cuerpos de los ejecutados a sus familias, Lagos explicó que le avergonzaba se descubriera la barbarie con que oficiales asesinaron a los 14 prisioneros de Antofagasta.?

"Me daba vergüenza verlos. Si estaban hechos pedazos. De manera que yo quería armarlos, por lo menos dejarlos en una forma humana. Sí, les sacaban los ojos con cuchillos, les quebraban las mandíbulas, les quebraban las piernas… Al final les daban el golpe de gracia. Se ensañaron". […] "Se los mataba de modo que murieran lentamente. O sea, a veces los fusilaban por partes. Primero, las piernas; después, los órganos sexuales; después, el corazón. En ese orden disparaban las ametralladoras".

Los 26 brutales asesinatos en Calama incluido Carlos Berger

En el caso de Calama, había víctimas sentenciadas a leves penas de prisión, como el periodista Carlos Berger, condenado por un Consejo de Guerra a cien días de cárcel por haber desobedecido el día del golpe militar la orden de acallar las transmisiones de la radio que dirigía.

Según la investigación judicial, los presos fueron sacados de la cárcel de Calama y llevados a un lugar en el desierto, donde los militares los acribillaron, destrozaron los cadáveres con cortes de corvo (cuchillo de combate del Ejército) y los lanzaron a una fosa en la que, antes de cubrir con arena y tierra, hicieron explotar granadas.

Foto: Los "valientes soldados" asesinaron hasta a un niño de 16 años en Calama. José Gregorio Saavedra González, iba a cumplir 17 años, y antes de ser fusilado, fue mutilado con un corvo. Y era un niño

A comienzos de 1978, por orden de Augusto Pinochet los restos fueron exhumados, cargados en sacos atados a rieles y lanzados al mar desde un avión de la Fuerza Aérea.

La identificación de estas víctimas finalmente se logró a partir de fragmentos óseos y objetos personales hallados en el terreno en el desierto donde estuvieron enterrados los restos antes de ser exhumados y lanzados al mar.

La abogada de derechos humanos y viuda de Carlos Berger, hoy diputada Carmen Hertz, declaró “al cabo de 40 años, después de esta masacre brutal de la que fueron víctimas innumerables personas (…) todavía no alcanzamos la justicia”.

El dramático relato del crimen del joven marido de la diputada Carmen Hertz

Carlos Berger y su familia habían llegado a Calama sólo 25 días antes del golpe militar, para hacerse cargo de la dirección de la radio El Loa. En un momento crítico, decidió que debía colaborar – como comunicador – para que la zona de Calama, zona dura de mineros, pudiera recuperar un clima de tolerancia y respeto.

Su viuda, Carmen Hertz recuerda a El Dínamo con detalles el día del crimen hace exactos 45 años:

“Carlos fue arrestado en mi presencia, en el interior de la radio El Loa, por un numeroso contingente armado el mismo día 11 de septiembre a las 11.00 horas, debido a que se negó a clausurar las transmisiones de la radio. Tanto en Chuquicamata como en Calama no hubo resistencia armada alguna e incluso el mineral funcionó normalmente, lo que es ratificado por el coronel Rivera y el mayor Reveco en sus declaraciones. Carlos fue condenado a 61 días de prisión en la Cárcel Pública de Calama, por lo que fue calificado por la Justicia Militar como “una falta”. Y esta sentencia le fue notificada. Por el hecho de ser yo abogado y andar con mi hijo de corta edad en todas partes, ya que no tenía con quien dejarlo, no existían inconvenientes para visitar a Carlos todos los días, primero en el regimiento y después en la cárcel. Incluso el trato que me dispensaban los oficiales y gendarmes podría calificarlo de cordial y deferente”.

Foto: Carlos Berger, periodista y abogado, tenía 30 años cuando fue asesinado por los militares.

Y agrega Carmen: “Como existía esa buena disposición y nosotros no éramos de la zona, lo único que queríamos era regresar pronto a Santiago, de manera que el 18 de octubre le pedí al fiscal militar de Calama que conmutara los días que le faltaban a Carlos para cumplir la pena por una multa, a lo que accedió verbalmente, pero señalándome que la petición se la hiciera formalmente. Al mediodía del día siguiente, 19 de octubre, le llevé el escrito respectivo. Sin embargo, el fiscal me señaló entonces que no podía acceder a mi solicitud, puntualizando que la situación no era la misma, sin darme otros antecedentes y sólo aduciendo que ese día había arribado a la ciudad un helicóptero con una comitiva de oficiales proveniente de Santiago, al mando del general Arellano Stark.

Era la primera vez que escuchaba el nombre de ese general”. “Como no entendía qué estaba pasando, en qué consistía esta situación nueva y qué consecuencias podía tener, me fui a la cárcel para comunicarle esto a Carlos. Eran aproximadamente las tres de la tarde. Lo encontré extraordinariamente nervioso y preocupado porque habían sacado del penal a la mitad de los detenidos, encapuchados y maniatados, llevándoselos a un lugar desconocido. Inclusive en la cárcel noté medidas de otro tipo. Por ejemplo, no me dejaron ingresar al patio donde siempre había entrado, sino sólo a una sala especial. Lo acompañé hasta aproximadamente las cinco de la tarde. Estaba quemado por el sol, con sus bluejeans, su camisa, su pipa. Nos despedimos con un beso. Su último beso…”

“Subí a Chuquicamata donde yo vivía y, como dos horas después, supe que el resto de los detenidos que quedaban en la cárcel también habían sido sacados y llevados a un lugar desconocido. Llamé por teléfono al Alcaide de la Cárcel, ya que no podía bajar porque había toque de queda. Él me dijo que no me preocupara porque todos los detenidos políticos habían sido llevados al regimiento para prestar declaraciones de rutina. Él no sabía más que eso. Seguí llamando cada media hora, hasta alrededor de las doce de la noche y la respuesta era siempre la misma: “Ya van a llegar, ya van a llegar. No se preocupe señora”. A primera hora de la mañana siguiente bajé a Calama. En la gobernación me encontré con un cuadro horroroso: había funcionarios llorando, histéricos y una colega – secretaria del gobernador – me abrazó muy descompuesta y me dijo:

“Carmen, ¡los fusilaron a todos!” Le pregunté de qué me hablaba. Y ella agregó, llorando: “Fusilaron a Carlos, lo fusilaron ayer”. Yo no entendía nada, sólo creí que estaban todos locos y que eso no podía ser cierto. ¡Si le faltaba un mes para salir libre! ¡Si había una posibilidad, incluso de libertad inmediata! Tenía que ser un error”.

Foto: Carmen Hertz y Carlos Berger, en el año 1973

“Me fui al regimiento de inmediato. Al llegar noté un ambiente realmente caótico y tenso; corrían de un lado para otro diversos funcionarios militares y me costó mucho que me atendieran. Un oficial de apellido Shejman me informó que los prisioneros, entre los cuales estaba mi marido, habían sido trasladados la noche anterior a Santiago a diversos centros de detención. Ante esa contradicción, empecé a hacer muchas gestiones, las que terminaron en la tarde con una entrevista que por fin pude obtener con el gobernador, coronel Eugenio Rivera. El me indicó que esperara en mi casa, que él averiguaría y me haría llegar el dato exacto acerca de dónde estaba mi marido”.

Como a las ocho de la noche, en hora de toque de queda, llegó el llamado telefónico. Pidieron hablar, sin identificarse, con Eduardo Berger, hermano de Carlos, médico del Hospital de Chuquicamata. El atendió. La voz indicó que saliera de la casa, que fuera a la esquina. Y cortó. Carmen insistió en acompañar a su cuñado. Salieron y ahí estaba, en la esquina, junto a la vereda, estacionado un jeep militar. Adentro, dos militares y un sacerdote: el teniente Álvaro Romero, el suboficial Jerónimo Rojo y el capellán Luis Jorquera, la comisión designada por el coronel Rivera para informar a las familias. Carmen dice que jamás olvidará la fantasmagórica escena: “Uno de los militares se puso de pie dentro del jeep y comenzó a leer un texto. Recuerdo la parte en que decía “cuando los detenidos eran trasladados a la ciudad de Antofagasta, intentaron fugarse, siendo por ello todos muertos”.

No podía ser. ¿Está muerto? ¿Y su cuerpo? No, señora, no se entregarán los cuerpos. Es un error. Tiene que ser un error. Salvoconducto para viajar a Santiago. La carretera toda la noche. No, no puede ser. Pero si ahí estaba en la cárcel, con sus jeans, su camisa, su pipa. No, no puede ser. Santiago de madrugada, cuidado con las patrullas militares, cuidado con las voces de alto. Y ahí estaba, en la casa materna, la doctora Dora Guralnik, la madre: “Tuve que contarle a Dora lo que había pasado. Y mientras hablaba, tiritaba y tiritaba. No podía dejar de tiritar. Era verdad, Carlos estaba muerto. En Santiago conseguí el certificado de defunción: destrucción tórax y región cardíaca – fusilamiento. Hora:18 horas. Una hora después que me despedí de él en la cárcel, Una hora después”…


¡Sobrevivientes!

Fuente :.mercuriocalama.cl, 10 de Agosto 2003

Categoría : Prensa

El próximo 11 de septiembre se conmemorarán 30 años del hecho más oscuro en la historia de la política chilena del siglo 20. Ese día, la consciencia de este país cambió, luego que profundas divisiones políticas terminaran con un golpe militar.

En Chile, miles de personas fueron encerradas injustamente. Entre los encarcelados, muchos que estuvieron a un paso de morir, que fueron condenados por tribunales militares a la pena máxima y, que por diferentes razones casi milagrosas, se salvaron de aumentar la lista de personas muertas y desaparecidas. Esta es su historia.

El drama del exilio

Carlos Reygadas Morales, actual encargado de la oficina de turismo en la ciudad, fue detenido el 28 de octubre de 1973. Estaba en su casa, lo fue a buscar una patrulla de Carabineros y a su señora le dijeron que estuviera tranquila, porque volvería pronto. Pero fueron 12 años de larga espera.

Ese día de octubre lo marcó para siempre, ese día estaba junto a su señora y sus 4 hijos. Aparte, fue sacado de su trabajo en Chuquicamata sin ninguna razón de peso.

"Me llevaron a un retén que había en la Dupont, ahí me encerraron junto a otros 4 en un baño, donde estaba la pura taza porque no cabía más, con decir que el estanque estaba al otro lado y uno tenía que tirar la cadena con un alambre. Allí nos dejaron 3 días, recuerdo que nos turnábamos para sentarnos, porque era tan chico que no se podía de otra manera".

Fue testigo de torturas, a uno de sus compañeros lo mojaron y luego le aplicaron corriente. En ese lugar, dice Reygadas, había un teniente de apellido Araya, secretario del mayor de Chuquicamata, Osvaldo Arriagada, quien tenía un rencor particular con "Pepe" Banda (jefe de personal en Cobrechuqui) con quien había tenido un altercado previo tras el "Tacnazo" (julio 73).

Debido al problema anterior, el teniente Araya le informó que si se quería salvar, tenía que "delatar" a Banda. "Yo le dije que si acaso estaba loco, cómo podía yo hacer una cosa así. Luego me dijo "piensa en tus 4 hijos". yo le respondí que precisamente de ellos me estaba acordando, porque después cómo los iba a mirar sabiendo que a esa persona incluso la podían matar".

Luego de eso, un consejo de guerra condenó a Carlos Reygadas de usurpación de función a Carabineros, de tener un arsenal en su casa (nunca lo comprobaron), además de haber participado en una escuela de guerrillas, en San Pedro de Atacama. A pesar de que no habían fundamentos, fue condenado por el tribunal militar a la pena de muerte. El 19 de noviembre del 73 lo llevaron hasta el regimiento.

La noche anterior al fusilamiento, familiares y amigos de Reygadas hablaron con el administrador católico de la época. Según se supo, él intercedió ante Eugenio Rivera, comandante del regimiento y Gobernador de El Loa, para que no hubiera más ejecuciones en la zona, luego del paso de la Caravana de la Muerte, que ya había cobrado la vida de 26 personas, sólo en Calama.

Antes que fuera ajusticiado en forma clandestina, lo llevaron nuevamente al consejo para ratificar su condena, le leyeron la sentencia que había pedido el fiscal de esos años. Al final, su castigo fue cambiado por algo casi igual de trágico: 20 años y un día, en la Penitenciaría de Santiago.

Ya en la capital vivió el miedo, por el trato que podían darle los reclusos. Afortunadamente, todos eran presos políticos. Una vez allá inmediatamente pidió traslado al norte, donde estaba la familia.

Finalmente, el gobierno de Canadá entregó la posibilidad a 100 presos políticos para partir hasta ese país a rehacer sus vidas. Pero para él, estar lejos de la patria era como estar encarcelado, aunque de todas maneras los nuevos aires sirvieron para comenzar una nueva historia.

 

La lucha de los exonerados

Cobrechuqui, actual División Chuquicamata, fue uno de los lugares clave para la represión. En ese lugar trabajaba Juan Villablanca, "recuerdo que el 11, a eso de las 8 de la mañana se nos informó que nos teníamos que retirar de la maestranza, pero luego llegó una contraorden de amenaza que decía que el personal que abandonara los puestos iban a ser declarados en rebeldía".

Igual se fueron, y el día 12 la mayoría de los trabajadores volvió a sus faenas normales. "Faltaban varios compañeros ese día. A mí me hicieron presentarme en la gerencia porque era subteniente de reserva. Para poder reintegrarme a las filas me pusieron una lista de gente que tenía que reconocer como socialistas o comunistas".

Se negó a prestar colaboración, situación que según cuenta, le pasó la cuenta días después. En mayo del 74 fue acusado de activista político.

Esta condena, se basó en que durante el gobierno de la UP, había prestado servicios voluntarios para reparar maquinarias. El día 14 llegó una patrulla con Carabineros y militares que llevaron detenidos a 78 mineros, entre ellos, 5 supervisores.

Los llevaron a un cuartel donde los interrogaron toda la noche con períodos de torturas físicas intercaladas. El tenor de los interrogatorios se centraban en dar a conocer la ubicación de supuestas armas que se encontraban enterradas.

Luego los trasladaron a Calama, donde siguieron las flagelaciones. En ese lugar fueron acostados en un patio donde se les aplicó corriente, les hicieron comer desechos de caballos y tomar agua sucia.

En la cárcel, un paramédico se transformó en el ángel de la guarda de varios. "Siempre me voy a acordar de un asistente que trabajaba ahí, ojalá que se encuentre vivo porque me gustaría estrecharle la mano. Gracias a él me salvaron los genitales, luego que me aplicaron corriente, me curó las heridas… En el fondo, me salvó la vida".

En la cárcel de Calama había cerca de 85 prisioneros, divididos en presos políticos y de guerra. "Quiero dejar en claro que dentro de la cárcel a nosotros nadie nos tocaba, Gendarmería no tuvo nada que ver con esto, sólo fueron los Carabineros y Militares".

El consejo -recuerda Villablanca- estaba presidido por un capitán de apellido Vera. No se comprobó nada en su contra, aunque de todas maneras se le mantuvo 4 meses preso, tras lo cual se le pidió abandonara la ciudad por ser declarado persona no grata.

El 2 de noviembre del año 74 salió en libertad, nunca recibió un finiquito de Cobrechuqui, tampoco una explicación por su exoneración. Sus antecedentes estaban manchados por una supuesta conducta terrorista que nunca se comprobó, por lo que no podía encontrar trabajo en ningún lado. Luego de esos meses encerrado injustamente, perdió su trabajo, su casa, su prestigio, sus amigos, todo. Luego de un par de años pudo hacer clases en Inacap, con un nombre falso.

 

Dolor físico, dolor del alma

Jorge Alvarado es director de un colegio en la actualidad, pero su caso es increíblemente duro producto de las golpizas y torturas que vivió en la cárcel de Tocopilla y en Antofagasta.

Estuvo detenido en 3 oportunidades desde el 11. Ese día la Fuerza Aérea llegó a tomar a los trabajadores de la empresa Corfo Norte, que estaba a cargo del complejo avícola en Antofagasta, donde se desempeñaba como director.

Así partió el período de detenciones, aunque el cumplido en Cerro Moreno, no tuvo agresiones físicas ni tampoco psicológicas, sólo la privación de la libertad y falta de comida y agua.

El 14, se presentó a trabajar luego de 3 días de presidio, pero ya le tenían el finiquito por fallar y tratar (supuestamente) de apoderarse de unos pollos que existían en el complejo. Visitó a su hermano Víctor en la cárcel, no sabiendo que figuraba como un "dirigente peligroso". Pasó desapercibido.

En Tocopilla estaba por nacer su hijo. Volvió al puerto y encontró trabajo en una cooperativa de pescadores, a cargo de un capitán de Carabineros. Su mismo jefe quien lo delató, fue detenido un 27 de diciembre. Para dar con su paradero, incluso su padre fue golpeado por los perseguidores.

En la cárcel, Alvarado fue brutalmente golpeado, no pudiendo comprobar cuánto tiempo estuvo en efecto, ya que estaba en un cuarto pequeño, lleno de excremento y sin agua. Las torturas comenzaron, corriente en la lengua, en los testículos.

Se le acusó de llamar por radio a las personas para que se movilizaran en contra de los militares, situación que a la luz de los acontecimientos era imposible.

Los golpes fueron tan duros, que incluso pensó que ya no aguantaría más, orinaba sangre, producto de las patadas en los riñones. Después de varios meses dentro, salió en libertad, situación que le permitió volver con su familia y su pequeño hijo. El mismo día que estaba libre, nuevamente en la noche lo fueron a buscar a su casa, esta vez para ir hasta Antofagasta a sufrir los mismos apremios que en Tocopilla.

"Relatar estos episodios siempre es triste, pero uno tiene que sacar con amplitud de criterios los mejores propósitos de esta historia negra. Los que fuimos partidarios de la UP fuimos en gran parte responsables de lo que pasó, pero eso no justifica las torturas y los crímenes, aunque no tengo ni odio ni rencor. Quiero que la justicia aclare esto, para que nunca más en Chile ocurra".

También se consigna la historia de Edith Castro, una de las tantas mujeres que también fueron presas y torturadas en la ciudad. Fue detenida y acusada de colaborar con organismos extremistas. Su caso es en algo distinto, ya que su especial personalidad le permitió no ser torturada en forma física, aunque los apremios psicológicos y, más encima saber que su novio fue fusilado por la Caravana de la Muerte, son recuerdos que costarán mucho poder borrar.

Isla Dawson

El poeta Aristóteles España pasó largos meses, recluido junto a importantes personalidades del país, para luego ser exiliado durante 8 años en Buenos Aires. Primeramente estuvo privado de libertad en Bahía Catalina, luego de aquello lo suben a un muelle de la Armada, donde en una barcaza son trasladados al océano, donde se hicieron simulacros de fusilamiento y de arrojos al mar, situación que finalmente ocurrió, especialmente con los máximos dirigentes del Partido Comunista, a los que cuenta, bajaban con redes y golpeaban. Finalmente llegaron la Isla Dawson.

Al costado del lugar donde se encontraba recluido España, llegaron presos casi todos los ministros de Allende: José Toha, Orlando Letelier, Clodomiro Almeyda, Sergio Bitar, Anselmo Sule.

Luego de los interrogatorios previos fueron sometidos a trabajos forzados, lo que les debilitó bastante, producto de la escasa alimentación que recibían y de las más de 14 horas diarias que trabajaban.

En ese lugar, la Cruz Roja llegó para comprobar el estado de salud de los detenidos. Se trató de ocultar a los que estaban en más malas condiciones. Recuerda España como anécdota, el canciller Orlando Letelier, quien luego fue asesinado en Estados Unidos, denunció los malos tratos que ocurrían en el lugar. El alto mando quedó paralizado con la arremetida de Letelier, aunque gracias a esa denuncia temeraria, se supo que en la isla se torturaba brutalmente a los prisioneros.

"No estoy arrepentido de nada, pienso que jamás debió ocurrir lo que pasó, pero debe existir un juicio y castigo a los responsables, porque si uno quiere perdonar, debe saber a quién lo hace, ya que uno no puede perdonar a los fantasmas".

 

Marca de juventud

Víctor Alvarado fue preso en Tocopilla por pertenecer a la Juventud Socialista y ser dirigente estudiantil, y por caminar por las calles del puerto en toque de queda. Cumplía los 18 en diciembre del 73.

Primero estuvo 3 días recluido en el cuartel de Carabineros, en un celda oscura donde perdió la noción del tiempo. Por lapsos era sacado e interrogado, para hablar sobre un supuesto plan. Luego fue llevado a fichar al Registro Civil, donde fue brutalmente golpeado por el teniente Alex Cantín, mientras los carabineros se burlaban.

Antes de llegar a la oficina del registro, el vehículo que los llevaba se desvió del camino, ingresando a un sector denominado Colonia, que comunica hacia una mina. La intención -según cuenta Alvarado- era darle de baja. El rostro de uno de los funcionarios policiales que iba en la camioneta lo delataba. Luego que la camioneta estuvo cerca de 10 minutos detenida, y tras una discusión entre dos funcionarios (uno de ellos era el teniente Cantín) volvieron al camino sin cumplir con la misión.

Al salir, le explicaron que se había salvado de ser fusilado sólo por ser menor de edad, aunque si era sorprendido en cualquier acto contrario a las autoridades, sería muerto en el mismo lugar donde fuera sorprendido.

La suerte que corrió Alvarado, no fue la misma que tuvieron otros jóvenes compañeros de su partido, incluso de su misma edad. "No tengo odio, pero sí pena por lo que pasó y por la muerte de mis compañeros, por la familia de ellos. Creo que, talvez, si alguno de mis hermanos hubiera resultado muerto quizá sería diferente, pero no siento rencor, más aún, mi cargo de concejal me ha hecho acercarme a carabineros y militares, donde hay muy buenas personas, al final, los que me golpearon fueron uno o dos, no todos".