Base Aérea Cerro Moreno

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Alias:Cerro Moreno

Ubicación: dependencias de un antiguo aeródromo, Ruta 1 Antofagasta II Región

Rama:Fuerza Aérea

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Fuente :

Categoría : Otra Información

Las detenciones en la Base Aérea “Cerro Moreno”, ubicado en las dependencias de un antiguo aeródromo (Latitud: 23° 26' 20" S Longitud: -71° 33' 36" E) y que estaba bajo el control de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) se concentraron en el año 73, disminuyeron significativamente desde el 74 en adelante y el año 1980 se observó un leve aumento. La mayoría de las víctimas de la ciudad de Antofagasta, incluidas en el Informe Rettig  estuvieron recluidas en ese recinto. 

Consta a partir de los testimonios presentados ante la Comisión (Valech), que los prisioneros fueron privados de alimentos, agua, sueño y abrigo. Denunciaron además haber sufrido amenazas, golpes con objetos contundentes; que permanecían desnudos, amarrados y con los ojos vendados; eran colgados o lanzados al patio; sufrieron quemaduras, les aplicaron electricidad en el cuerpo, padecieron inmersión en aguas sucias. Otros relatan haber sido mantenidos amarrados entre varios prisioneros y con los ojos vendados en un sitio para animales. En las noches los ponían bajo unas latas que servían de techo. Para los interrogatorios y torturas, los prisioneros eran trasladados a un cuarto especial o a otro recinto. Algunos detenidos en este recinto afirman que sus aprehensores fueron civiles. Los relatos correspondientes al año 80 señalaron que los aprehensores eran miembros del SICAR o de la CNI.

La torturas en la Base Aérea “Cerro Moreno” eran llevadas acabo por miembros de la FACH, incluyendo al general Hernán Gabrielli Rojas, quien participó en la tortura de muchos presos políticos, incluyendo a un niño de 14 años a quien le causó secuelas que acabaron con su vida en el hospital de Antofagasta. Varios de los presos políticos que estuvieron en la Base Aérea “Cerro Moreno” fueron mas tarde ejecutado, incluyendo a Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, Mario Silva IriarteWashington MuñozMiguel ManríquezLuis Alaniz, Danilo Moreno y Nelson CuelloNenhad Nesko Teodorovic y su esposa, Elizabeth Cabrera BalarrizLuis Muñoz Bravo

Testimonios

(…) siguieron las golpizas por largo rato y después de algunas horas, finalmente, cesaron de maltratarnos. Nos encerraron en una especie de jaula de alambre de púa, tirados en el suelo, desnudos y al aire libre. Era de madrugada, hacía mucho frío. Tiritábamos bajo la brisa helada del desierto. Al interior de esa jaula nos encontrábamos amontonados unos sobre otros, por lo que a cualquier intento para acomodarnos provocábamos el dolor de algún compañero…

“..Soy Ricardo Navarro Valdivia. Al 11 de septiembre de 1973, era subteniente de la Fuerza Aérea de Chile y trabajaba en la Base Aérea de Cerro Moreno, en la ciudad de Antofagasta. Era un hombre sin militancia política”. Tras el golpe viajé a hacer mi trabajo en Antofagasta. Le dije a mis compañeros de no aprobaba el golpe ni la violenta represión contra el pueblo chileno. El 4 de octubre de 1973 fui arrestado en el Casino de Oficiales por los oficiales Gonzalo Pérez Cantocomandante de grupo de la Fuerza Aérea y Raúl Tapia Edal, capitán de la FACH, quien me dijo que estaba acusado de traición a la patria y de espionaje”. “De acuerdo a lo que me dijeron, la acusación era porque yo era un oficial del Plan Z, un plan que apuntaba contra la vida de todos los oficiales de las Fuerzas Armadas, sus parientes y sus hijos. También fue acusado de haber entregado al enemigo un plano de la base aérea en Antofagasta”. “Tan pronto fui arrestado, fui confinado solo en un edificio de la Oficina de Investigaciones en Antofagasta, es decir, la policía civil (Investigaciones). Fui encerrado sin alimentos durante cinco días, y fui salvajemente torturado. En ese edificio fui llevado a una habitación especial, donde fui desvestido y llevado desnudo y encapuchado a través de un corredor, donde estaban otros oficiales y tropas de la junta fascista”. “Fui tendido en una mesa, mejor dicho una plancha de metal, atado de pies y manos por cables. Ellos aplicaron electrodos en distintas partes de mi cuerpo: dedos de pies y manos, testículos, pene, boca, orejas, nariz, y me dieron golpes de corriente. Fui torturado durante cinco días, mañana y tarde, y durante ese tiempo los torturadores insistieron en tener los nombres de los oficiales que iban a participar en el Plan Z”. “Otras torturas que recibí: fui colgado de los brazos por un día y medio, mientras me interrogaban sobre el general Bachelet, que en paz descanse”.

Los torturadores son: capitán de la Fuerza Aérea Carlos von Mülhenbrog; teniente ingeniero Fernando Mujica; teniente Hernán Miquel Carmona; teniente Cristián Backs; teniente Américo Allué; capitán Hernán Gabrielli”….

Criminales y Cómplices

Comandante Marcial Vargas Campo; general Hernán Gabrielli Rojas 2ª antigüedad en la FACH en el año 2001(entonces Teniente de la FACH); general León Duffey (entonces capitán); comandante Gonzalo Pérez Canto; comandante Silvio del Lago; capitán Raúl Tapia Edole; Teniente Rafael Ulzurrún (FACH); Teniente Fernando Mujica (FACH); Teniente Américo Allué (FACH); Teniente Cristian Backs (FACH); capitán Carlos von Mülhenbrog (FACH)Teniente Hernán Miquel Carmona (FACH);

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettigg; Informe Valech; Libro: “La Represión Política en Chile: Los Hechos”; Diarios: “El Mostrador”; “Punto Final”; Archivo memoriaviva.com;


Testimonios

Categoría : Testimonio

(…) siguieron las golpizas por largo rato y después de algunas horas, finalmente, cesaron de maltratarnos. Nos encerraron en una especie de jaula de alambre de púa, tirados en el suelo, desnudos y al aire libre. Era de madrugada, hacía mucho frío. Tiritábamos bajo la brisa helada del desierto. Al interior de esa jaula nos encontrábamos amontonados unos sobre otros, por lo que a cualquier intento para acomodarnos provocábamos el dolor de algún compañero…

“..Soy Ricardo Navarro Valdivia. Al 11 de septiembre de 1973, era subteniente de la Fuerza Aérea de Chile y trabajaba en la Base Aérea de Cerro Moreno, en la ciudad de Antofagasta. Era un hombre sin militancia política”. Tras el golpe viajé a hacer mi trabajo en Antofagasta. Le dije a mis compañeros de no aprobaba el golpe ni la violenta represión contra el pueblo chileno. El 4 de octubre de 1973 fui arrestado en el Casino de Oficiales por los oficiales Gonzalo Pérez Cantocomandante de grupo de la Fuerza Aérea y Raúl Tapia Edal, capitán de la FACH, quien me dijo que estaba acusado de traición a la patria y de espionaje”. “De acuerdo a lo que me dijeron, la acusación era porque yo era un oficial del Plan Z, un plan que apuntaba contra la vida de todos los oficiales de las Fuerzas Armadas, sus parientes y sus hijos. También fue acusado de haber entregado al enemigo un plano de la base aérea en Antofagasta”. “Tan pronto fui arrestado, fui confinado solo en un edificio de la Oficina de Investigaciones en Antofagasta, es decir, la policía civil (Investigaciones). Fui encerrado sin alimentos durante cinco días, y fui salvajemente torturado. En ese edificio fui llevado a una habitación especial, donde fui desvestido y llevado desnudo y encapuchado a través de un corredor, donde estaban otros oficiales y tropas de la junta fascista”. “Fui tendido en una mesa, mejor dicho una plancha de metal, atado de pies y manos por cables. Ellos aplicaron electrodos en distintas partes de mi cuerpo: dedos de pies y manos, testículos, pene, boca, orejas, nariz, y me dieron golpes de corriente. Fui torturado durante cinco días, mañana y tarde, y durante ese tiempo los torturadores insistieron en tener los nombres de los oficiales que iban a participar en el Plan Z”. “Otras torturas que recibí: fui colgado de los brazos por un día y medio, mientras me interrogaban sobre el general Bachelet, que en paz descanse”.

Los torturadores son: capitán de la Fuerza Aérea Carlos von Mülhenbrog; teniente ingeniero Fernando Mujica; teniente Hernán Miquel Carmona; teniente Cristián Backs; teniente Américo Allué; capitán Hernán Gabrielli”….

 

"Los detenidos, luego de su paso por el lugar, fueron trasladados a la cárcel de Antofagasta y puestos a disposición del tribunal de justicia:
“Fuimos condenados a tres años y tanto, después de la apelación quedamos 18 a 541 días y dos a tres años y un día (…) Estuvimos en la cárcel 9 meses y 9 meses en relegación y el resto estuvieron 9 meses en la cárcel y el resto de su tiempo en relegación” (N.V. detenido en 1980).

El mismo año, el 18 de septiembre, fueron detenidos 9 militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria – MIR y trasladados al centro de torturas ubicado en Cerro Moreno, en ese entonces en las afueras de la ciudad:: “Nos trasladaron a un lugar desconocido, que está a unos 40 o 50 minutos más o menos de la ciudad (…) pude percatarme ya que más tarde un avión pasó por sobre nosotros a escasa altura” (Comité Arzobispado Antofagasta, 1980).

Los testimonios dan cuenta de que dicho lugar estaba implementado especialmente para aplicar diversos métodos de tortura, “incluso nuestros secuestradores hacían alusión y jactancia permanente en esa casa de las distintas y variadas torturas que están en condiciones para implementar” (H.M.).


Testimonio de un ex prisionero y amigo de Eugenio Ruiz-Tagle Involucran a jefe de Estado Mayor de la Fach con torturas en Antofagasta

Fuente :El Mostrador, 8 de Febrero 2001

Categoría : Prensa

Carlos Bau, quien al momento del golpe era gerente de finanzas de Inacesa –empresa que administraba Ruiz-Tagle- relata hoy lo que sufrió a manos de uniformados en 1973. De entre sus recuerdos, reforzados con conversaciones de oficiales de la Fach que compartieron celda con él, surge el nombre del general Hernán Gabrielli Rojas, a quien dice haber visto golpeando al asesinado ingeniero y haber sido torturado a manos suyas.

"De repente, Gabrielli llamó a Eugenio Ruiz-Tagle, y cuando él se presentó, empezó a golpearlo, a darle puñetazos. Cuando Eugenio cayó al suelo, se sumaron a la golpiza otros miembros de la comitiva, le daban puntapiés en el suelo. Fue una cosa horrorosa. Le pegaban entre varios". 

"Dos de ellos pisaron mis muñecas, uno cada una. Había otro, que por la voz puede haber sido Gabrielli, que me puso un fusil sobre la nuca. Otro más empezó a golpear con su pie en mi costilla (…) en un momento dado me desesperé y moví la cabeza para un lado. Entonces, el que apuntaba me dijo algo así como 'no te movái (ahí citó a mi madre), porque se me puede salir un tiro' ". 

 Un crudo y detallado relato es el que, a 27 años de los hechos conocidos como la Caravana de la Muerte, es el que cuenta hoy Carlos Bau Aedo, quien fuera detenido junto a Eugenio Ruiz-Tagle Orrego –una de las víctimas de la sucesión de crímenes que tienen procesado a Pinochet- en Antofagasta, el 12 de septiembre de 1973.

El testigo, hoy de 61 años –y que contaba 23 en ese entonces- compartió los calabozos, insultos y torturas que sufrió Ruiz-Tagle, cuya muerte ha pasado a cobrar súbita relevancia a partir de los nuevos documentos publicados ayer por este medio, y que inculpan al ex comandante en jefe del Ejército.

Amigos cercanos y compañeros en el Mapu, al momento del golpe ambos se encontraban trabajando en la Industria Nacional de Cemento S.A., (Inacesa). La firma construía en ese entonces una planta en un sector desértico denominado La Negra, 22 kilómetros al sur de Antofagasta, y Ruiz-Tagle había sivo enviado como gerente general, para apurar las obras.

Fundador del Mapu, Bau Aedo llegó junto con él, como gerente de finanzas. A fines de agosto “ya habíamos probado los hornos, lo último que se prueba en estas obras”. Poco tiempo después vino el golpe.

Y pese a que en numerosas ocasiones fue sometido a tortutas que él describe como brutales, sobrevivió para recordar en detalle lo ocurrido. Tanto que en su relato menciona a varios uniformados que participaron en estos episodios: entre ellos, al actual jefe de Estado Mayor de la Fach, general Hernán Gabrielli Rojas.

”Al que hable, le dispara”

Junto a Ruiz-Tagle, Bau se puso a disposición de los militares al día siguiente del golpe, al saberse buscados:

 “El día 12 nos presentamos en la intendencia (de Antofagasta), respondiendo a un bando firmado por el general Joaquín Lagos Osorio. Ese día nos presentamos junto a Mario Silva Iriarte, que era gerente de Corfonorte, y dirigente del PS; el alcalde de Antofagasta, Germán Milic, y el gerente de Enami de la zona, Ricardo Tossi”.

 “Fuimos recibidos no muy amablemente… el lugar estaba tomado por gente del Ejército. Nos fueron haciendo pasar a una oficina donde habían dos oficiales”.

– ¿Recuerda el nombre de algunos de ellos? – Uno de ellos era Adrián Ortiz Gutmann. Este señor tenía de mí una especie de ficha personal, con gran cantidad de datos sobre nosotros. Hizo un discurso bastante agresivo, nos hizo acusaciones, fue muy grosero y muy amenazante. Después, nos dijeron que quedábamos detenidos en condición de prisioneros de guerra.

– ¿Podría detallar cómo fue ese episodio? – Nos hacieron pasar a una oficina, vigilados por un soldado con un fusil. En un momento, un oficial entró violentamente a pedirle a Milic la llaves de la municipalidad. El le contestó que no las tenía, sino que las tenía un administrador, a lo cual este hombre dijo una serie de groserías, y le ordenó al conscripto que “al que hable le dispara”.

– ¿Qué pasó después? – Algunas horas después fuimos trasladados, en una pequeña caravana a la base aérea de Cerro Moreno. Ibamos en un camión, con jeep adelante y otro atrás, los dos con ametralladoras. Curiosamente, se nos recibió cortésmente. Estaba un coronel de apellido Vargas Miquel, quien después fue ascendido a general, junto a a un teniente que después fue encarcelado, Ricardo Navarro.

 – ¿Qué les dijeron ellos? – Nos informaron que éramos prisioneros de guerra, que estábamos sometidos a las normas de la Convención de Ginebra, y que nuestros derechos serían respetados en base a esas normas. Luego, el teniente nos pidió nuestros cordones de zapatos, corbatas…

 – O sea, cualquier elemento que les permitiera suicidarse… – Claro. El iba anotando las cosas en un libro, era una cosa bastante formal.

 – En ese lugar, ¿cambió el trato que recibieron? – Completamente. Nos instalaron en un casino –un casino de oficiales, o una cosa así- y después el personal de la base nos sirvió café y galletas.

 Violento giro

La insólito cambio de actitud que Bau y sus compañeros advirtieron en ese lugar dio paso rápidamente a una nueva sorpresa:

“Pero unas horas después -pienso que puede haber sido en la madrugada del 12 al 13, las puertas del casino se abrieron violentamente, y vimos entrar un grupo de la Fach, encabezado por un capitán de nombre León Tuffey, y un teniente de apellido Gabrielli. Se me ha dicho que hoy es un alto oficial de la Fach”.

– Perdone, pero hay otros testimonios que indican que se trata del general Hernán Gabrielli Rojas, quien hoy es jefe del Estado Mayor de la Fach. Su información coincide con esto? – Sí.

– ¿Está seguro, entonces, que estamos hablando de la misma persona? – Sí.

– Dígame una cosa. ¿Cómo recuerda con tanto detalle los nombres? – Estuve preso unos tres años, y en ese tiempo me tuvieron encarcelado junto a oficiales y s suboficiales de la Fach. Por ejemplo, con los generales Bachelet [padre de la actual ministra de Salud] y Poblete. En mis conversaciones con ellos pude corroborar estos nombres.

– Ya. ¿Y que pasó a continuación? – Cuando entró esta gente, más algunos suboficiales y soldados, venían con uniforme distinto al que tenían los que nos habían recibido en el casino. Estos estaban con unifome de campaña. Se produjo un cambio muy violento, y nos comenzaron a gritar. De repente, Gabrielli llamó a Eugenio Ruiz Tagle, y cuando él se presentó, empezó a golpearlo, a darle puñetazos. Cuando Eugenio cayó al suelo, se sumaron a la golpiza otros miembros de la comitiva, le daban puntapiés en el suelo. Fue una cosa horrorosa. Le pegaban entre varios.

“Después nos ordenaron ponernos en fila, con las manos en la nuca, y nos condujeron al patio de la base a un lugar que llamaban calabozo de la guardia. Nos pusieron ahí y se agregaron, me parece, tres personas más… sí, tres personas más. Trajeron a un señor Héctor Vera, que era vicerrector de la Universidad de Antofagasta, a un señor Saaveedra, que era regidor por la zona, y a un señor Juan Ruz, que me parece era del Mapu”.

– ¿Puede contarme cómo los trataban en ese lugar? – En estos calabozos se nos puso una vigilancia con ametralladoras, con suboficiales y soldados. Cada cierto tiempo nos llamaban, nos encapuchaban y nos conducían a distintos lugares de la base, a veces a pie, a veces en vehículo. Durante mi permanencia ahí fui torturado tres o cuatro veces, de distinta manera.

– ¿Cómo lo torturaban, específicamente? – En cierta ocasión me pusieron contra la pared, con la punta del fusil en la barbilla… estaba encapuchado, y me parece que los golpes me los daban con la culata y los puños, en el tórax y en el estómago. Después se me hizo un simulacro de fusilamiento. Me subieron a un camión, hicimos un viaje corto, y luego me hicieron bajar, siempre encapuchado. Entonces les ordenaron a los fusileros que dispararan, pero no lo hicieron.

 – ¿Le dijeron algo, le gritaron después de eso? – Me condujeron a una oficina, y me dijeron que eso me iba ocurrir, y que ya le había ocurrido a Eugenio, lo que no era cierto.

 “Ellos querían que habláramos, pero no eran muy explícitos en el sentido de lo que querían escuchar”.

 – ¿Qué querían que dijeran ustedes? – Nos hacían acusaciones, nos decían que en Inacesa había un arsenal… nosotros respondíamos que el Ejército había allanado Inacesa pocos días antes del golpe. A fines de agosto, se llevaron las bolas de fiero con las que el cajero aplastaba los papeles y el cuchillo del electricista. No había nada más. Pero ellos insistían en las armas, y nos acusaban de robar cierto dinero… tengo entendido que se referían a un dinero que Eugenio ordenó cambiar de caja al bodeguero, pero nada más.

 ”No te movái, que se me sale un tiro”

 Bau continúa su relato, en el que los episodios de tortura física y sicológica abundan. En ellos también aparece el nombre de Gabrielli.

 “Cuando estábamos en Cerro Moreno, un día me sacaron. Otra vez me encapucharon y me llevaron a un patio cercano a los calabozos. Me ordenaron desnudarme, y como empecé a hacerlo lentamente, me rompieron la ropa, y me hicieron acostarme sobre el ripio. Yo sentía que había elementos punzantes, probablemente vidrio molido”.

 – ¿Qué le hicieron allí? – Dos de ellos pisaron mis muñecas, uno cada una. Había otro, que por la voz puede haber sido Gabrielli, que me puso un fusil sobre la nuca. Otro más empezó a golpear con su pie en mi costilla. El dolor aumentaba, por que los golpes iban creciendo, así que en un momento dado me desesperé y moví la cabeza para un lado. Entonces, el que apuntaba me dijo algo así como “no te movái (ahí citó a mi madre), porque se me puede salir un tiro”.

 – ¿Qué tan frecuentes eran estas torturas? – Casi todos los días.

General Gabrielli niega torturas y anuncia querellas

Jefe de Estado Mayor de la institución sostuvo que no participó en los episodios en que lo involucran los testimonios de Carlos Bau y Juan Ruz, pero admitió que estuvo asignado a la Base Aérea de Cerro Moreno: eso sí, dijo que su misión comenzó un día después de la fecha en que ambos fijan la golpiza contra Eugenio Ruiz-Tagle.

 Cuatro días después de conocerse las denuncias que lo involucran en episodios de tortura en Antofagasta en los primeros días del golpe militar de 1973, y de golpizas en contra del ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, general Hernán Gabrielli Rojas, negó haber participado en los hechos que se le imputan y anunció que presentará una querella contra quienes resulten responsables de lo que él calificó como “graves injurias en mi contra”.

"Niego de la manera más categórica y absoluta cualquier participación que me pudiera haber correspondido en los hechos denunciado, señalando mi completa inocencia respecto de ellos, así como mi desconocimiento de las razones que puedan tener los denunciantes para imputármelos", dijo.

Añadió que "los más de 27 años transcurridos hacen tremendamente dificultoso para cualquier persona reconstituir lo ocurrido en esa época, en particular en la fecha que se me imputa la agresión al señor Ruiz-Tagle. Sin embargo, una situación de carácter estrictamente personal me permite recordar en forma precisa lo sucedido aquellos días".

"Contraje matrimonio y estaba con permiso"

"Así fue que siendo teniente de la Fuerza Aérea contraje matrimonio religioso el día 7 de septiembre de 1973, el que se celebró en la ciudad de Santiago y, en consecuencia, me encontraba haciendo uso de un permiso especial. Por este motivo no tuve actuación alguna en el pronunciamiento militar del día 11 de septiembre de 1973, encontrándome en esa fecha fuera de la guarnición de Antofagasta", recuerda Gabrielli.

No obstante, aclara el jefe del Estado Mayor que "con ocasión de los hechos ocurridos en 11 de septiembre de 1973 obviamente tuve que supender mi permiso por matrimonio y presentarme en la guarnición de Santiago, para luego iniciar viaje a Antofagasta junto a mi conyuge, el cual hicimos en mi automovíl particular. Mi presentación al servicio en la Base Aérea de Cerro Moreno, en Antofagasta, fue el día 13 de septiembre en la tarde, asumiendo mis funciones de piloto en el Grupo 8 al día siguente".

Gabrielli aseguró que "en mi calidad de piloto e instructor de aeronaves de combate, no me correspondió participar en interrogatorios de ninguna naturaleza, toda vez que no me desempeñaba en funciones de seguridad".

Al mismo tiempo, el segundo jefe de la Fach recordó que "con posterioridad, dentro del mismo mes de septiembre de 1973, fui destinado como jefe militar del aeropuerto de Chacalluta, de la ciudad de Arica, puesto en que permanecí hasta aproximadamente fines del mes de octubre del año '73".

 Sorprendido El alto oficial se mostró sorprendido por las denuncias que en la actualidad pesan en su contra, ya que "el suscrito ascendió a general el año 1998 y posteriormente fui ascendido a general de aviación en el año 1999, ocupando, a contar de entonces, el cargo de jefe de estado Mayor de la Fuerza Aérea que actualmente ostento, acontencimientos ambos que fueron de amplia difusión en el país y que, por lo tanto, podrían haber sido fácilmente cuestionados de haber existido algún impedimento en mi contra".

 El alto oficial no sólo debió interrumpir su permanencia en el extranjero –donde, de acuerdo a versiones de prensa, se hallaba de vacaciones, cosa que también desestimó-, sino que también hubo de reunirse con el subsecretario de Aviación, Nelson Haddad, primero, y con el Ministro del Interior, José Miguel Insulza, y el titular de Defensa, Mario Fernández, después, esta mañana.

 Gabrielli debió leer un comunicado oficial que él mismo habría redactado y que leyó sin contestar preguntas.

 De acuerdo al contenido de la nota, el general –quien ese momento era teniente- sostuvo que efectivamente estuvo asignado a la Base Aérea de Cerro Moreno, pero se presentó allí el jueves 13 de septiembre de 1973 y que debía desempeñar funciones como instructor de pilotos de aviones Hawker Hunter.

 Esa destinación, dijo, la asumió el viernes 14 en la tarde, presentándose en el Grupo de Aviación Nº 8. Para ello debió interrumpir los días libres de que gozaba tras contraer matrimonio el 7 del mismo mes. Asimismo, negó haber participado en cualquier episodio de tortura, precisando que por el carácter de su asignación, no le correspondía participar en interrogatorios, "toda vez que no me desempeñaba en funciones de seguridad".

 Un problema de fechas

El testimonio que el contador Carlos Bau Aedo –que hizo detonar el caso- entregó a este medio describe de la siguiente forma la aparición de Gabrielli, al que vio cuando se encontraba junto a Ruiz-Tagle en el casino de la dicha base:

“Pero unas horas después -pienso que puede haber sido en la madrugada del 12 al 13-, las puertas del casino se abrieron violentamente, y vimos entrar un grupo de la Fach, encabezado por un capitán de nombre León Tuffey, y un teniente de apellido Gabrielli. Se me ha dicho que hoy es un alto oficial de la Fach”.

Tras confirmar que la identidad corresponde a la del jefe de Estado Mayor de la Fach, Bau sostuvo que “de repente, Gabrielli llamó a Eugenio Ruiz Tagle, y cuando él se presentó, empezó a golpearlo, a darle puñetazos. Cuando Eugenio cayó al suelo, se sumaron a la golpiza otros miembros de la comitiva, le daban puntapiés en el suelo. Fue una cosa horrorosa. Le pegaban entre varios”.

Al testimonio de Bau se sumó después el de Juan Ruz, quien en una entrevista publicada por La Tercera confirmó las denuncias, pero precisando que la escena descrita por Bau ocurrió el día 13.


Ex subteniente de la FACh: ''Gabrielli es una persona siniestra''

Fuente :El Mostrador, 13 de Febrero 2001

Categoría : Prensa

El ex suboficial, quien declarara en 1976 que el comandante en jefe (S) de la FACh había torturado a un niño que más tarde murió, sostiene desde España -donde vive y trabaja como médico- que "Gabrielli es una persona siniestra. Es un mentiroso patológico. Le conozco muy bien, desde que tenía 14 ó 15 años, de los tiempos de la Escuela de Aviación".

Pocas horas después de que se conociera un nuevo testimonio contra el general de la FACh Hernán Gabrielli, que lo involucra en torturas que terminaron con la muerte de un niño de 14 años, el ex suboficial de esa institución que testificara en 1976 -contando ese episodio- declaró al diario español El Mundo que el oficial era uno de los uniformados que participaba en estos hechos.

El suboficial, además, escribió una carta dirigida "a la opinión pública chilena", en la que profundiza sus denuncias contra el citado oficial y otros que participaron en torturas, pero advirtiendo que "personas de la estatura moral de Hernán Gabrielli no deben ser nunca un parámetro para enjuiciar y condenar a toda una institución como la FACh".

Reproducimos a continuación el artículo, tal como aparece hoy en la prensa ibérica:

Ricardo Navarro Valdivia se ha decidido a tirar de la manta. Cuando Augusto Pinochet dio el golpe de Estado en Chile que derrocó al presidente Salvador Allende -aquel fatídico 11 de septiembre de 1973-, Navarro tenía 19 años y era subteniente (el equivalente a alférez en España) de la Fuerza Aérea Chilena (FACH). Estaba destinado en la base aérea de Cerro Moreno, en la región de Antofagasta, justo el lugar donde operaba la tétrica Caravana de la Muerte que torturó y ejecutó a decenas de personas.

Pocos días después de la cruenta asonada, a Navarro le citaba el entonces comandante de grupo y jefe del Estado Mayor de Cerro Moreno, Marcial Vargas del Campo, y le comunicaba que, conocidas «sus posiciones constitucionales», es decir, contrarias a la rebelión militar, estaba arrestado y se le prohibía abandonar el cuartel. El subteniente Navarro, sin embargo, tenía cierta libertad de movimientos dentro de las dependencias destinadas a los oficiales y dice que, por eso mismo, pudo ver "cosas que ponen los pelos de punta".

En una carta a la opinión pública chilena a la que ha tenido acceso El Mundo, Navarro afirma que "en esos días se formó rápidamente y en forma voluntaria un grupo de torturadores" encabezado por el citado Vargas del Campo y "del que formaban parte el entonces comandante de grupo Gonzalo Pérez Canto, los entonces capitanes Hernán Gabrielli Rojas, León Dufey y Raúl Tapia Edole y el comandante de escuadrilla sanitario Silvio del Lago". Este último, según el testimonio de Navarro, era el doctor que "mantenía con vida a los torturados para que pudieran seguir siendo torturados".

Navarro, que ahora es médico estomatólogo y reside en Madrid, declara con detalles que vio cómo Gabrielli y Rafael Ulzurrún -los más brutales, según sus palabras- torturaban a Eugenio Ruiz-Tagle, un ingeniero que terminó fusilado sin juicio previo en octubre de 1973. "Fue entre el 15 y el 20 de septiembre. Le pegaban culatazos en la espalda, le pateaban, le insultaban… ¡A cara descubierta!", manifestó.

Gabrielli es ahora general y el número dos de la Fuerza Aérea Chilena y sobre él ya pesan las denuncias de, al menos, dos ex presos políticos que le tachan también de haber practicado la tortura. Tras haber cancelado abruptamente sus vacaciones para dar explicaciones a las autoridades civiles y militares, Gabrielli negó ayer "de manera categórica" los cargos que le imputan y anunció que había presentado una querella criminal por injurias.

"Gabrielli es una persona siniestra. Es un mentiroso patológico. Le conozco muy bien, desde que tenía 14 o 15 años, de los tiempos de la Escuela de Aviación", sostiene Navarro, dispuesto a testificar ante el juez Juan Guzmán. "Todos estos torturadores tienen el mismo hilo de personalidad. Hacia el exterior son gente agradable, pero por dentro son bestias despiadadas".

¿Fue Navarro testigo de delitos aún más serios como el asesinato? "Sé muchas cosas, pero no me constan. Por lo que vi, creo que en Cerro Moreno murió gente por las torturas. Se les fueron de las manos. Luego inventaron lo de los helicópteros que salían hacia el Pacífico [para echar al mar a los represaliados]".

El propio Navarro fue detenido el 6 de octubre de aquel año y fue torturado por cuatro compañeros de la base aérea (por el momento prefiere no decir sus nombres). "Me aplicaron el submarino [meten la cabeza del torturado bajo el agua y la sacan cuando aquél está a punto de ahogarse], me dieron corrientes eléctricas. Otra vez me dejaron totalmente desnudo durante toda la noche [en una región donde hace mucho frío]". Condenado a cinco años y un día de prisión por traición a la patria, Pinochet le conmutó la pena por la de extrañamiento (exilio forzado). Asilado político en España, sólo pudo visitar su patria en 1990.

¿Por qué no ha hablado antes este valioso testigo ocular? "La verdad es que yo ya lo había hecho. Hice declaraciones en plena dictadura, en 1976-1977, pero no me hicieron caso. La primera vez, en una entrevista a un diario alemán; la segunda, durante un congreso antifascista en Helsinki". Ahora considera que "es el momento oportuno" de evocar el pasado, porque "han cambiado mucho las cosas en Chile", sobre todo después de que "le tomaran las huellas dactilares a Pinochet".

"Sé positivamente que hay gente muy decente dentro de las Fuerzas Armadas chilenas. Hay coroneles que quieren cambiar la imagen del estamento castrense y castigar a los torturadores. Estoy muy orgulloso del pueblo chileno y de sus Fuerzas Armadas", concluyó Navarro.


Ex capitán Jaime Donoso revela nombres de oficiales torturadores

Fuente :Punto Final

Categoría : Prensa

Los secretos de la Fach

  Inútiles han resultado los esfuerzos de la Fach por desligarse de los crímenes cometidos durante la dictadura militar. Una consecuencia directa de los reportajes de denuncia del periodista Víctor Gutiérrez publicados en el diario “La Nación”, fue la dimisión del quinto hombre en la línea de mando institucional, general Patricio Campos Montecinos, ex jefe de la Dirección General de Aeronáutica Civil y enlace de la institución durante la mesa de diálogo. Su esposa, Viviana Lucinda Ugarte Sandoval (“la Pochi”), desempeñó un activo rol en el siniestro Comando Conjunto, según las declaraciones formuladas a “La Nación” por el ex agente “Colmillo Blanco”, a quien el diario “El Mercurio” identificó como el coronel en retiro de la Fach Otto Trujillo, actualmente procesado y recluido en la ex Penitenciaría.

El Comando se habría reorganizado con el objetivo de tergiversar la información entregada por la Fach a la mesa de diálogo y entorpecer las investigaciones judiciales que comprometen a miembros de la Fuerza Aérea, con ayuda de abogados civiles financiados por la institución. El informante de “La Nación” mencionó también al coronel Roberto Serón Cárdenascomandante Juan Luis López López y al civil Alejandro Figari Verdugo (ex militante de Patria y Libertad), como agentes de la represión que se mantienen activos. La mayoría fueron procesados por el ministro en visita Carlos Cerda en 1986 y luego sobreseídos por la Corte Suprema. Pese a la trascendencia de las denuncias, la Corte de Apelaciones rechazó la designación de un ministro extraordinario y la investigación judicial quedó en manos del juez del Tercer Juzgado del Crimen de Santiago, Mario Carroza, quien acumula la mayoría de los procesos de víctimas del Comando Conjunto. Pero también el presidente Ricardo Lagos solicitó al alto mando una investigación en el interior de la Fuerza Aérea y no faltaron quienes pidieron la salida del comandante en jefe, general Patricio Ríos.

 Esta es la segunda gran crisis que estremece a la Fach bajo la comandancia del general Ríos. El año pasado debió pasar a retiro su mano derecha, el general Hernán Gabrielli, jefe del estado mayor y segunda antigüedad institucional. Este se perfilaba como futuro comandante en jefe hasta que cinco querellas por tortura frustraron sus planes.

Independientemente de que se haya reorganizado o no el Comando Conjunto, los ex uniformados de la Fuerza Aérea que están enfrentando en los tribunales a quienes los torturaron en los primeros tiempos de la dictadura militar no dudan que se ha urdido una trama para obstruir la justicia.

Uno de ellos es Jaime Donoso Parra, ingeniero aeronáutico y capitán en retiro de la Fach, quien formó parte del grupo de oficiales constitucionalistas contrarios al golpe de Estado. “He declarado en muchos juicios y participado en varios careos, y lo único que ellos hacen es negar lo que hicieron -dice-. Luego, uno sale del careo y en los pasillos del juzgado ve cómo el tipo que acaba de declarar le cuenta a sus abogados todo lo que dijo al juez. Eso permite instruir al siguiente requerido por el tribunal sobre lo que tiene que decir para no entrar en contradicciones. Estoy convencido que esconden información sobre los detenidos desaparecidos. Esto no puede ignorarlo el comandante en jefe Patricio Ríos y es muy probable que exista una interacción entre las cuatro instituciones, lo que me parece un error porque a mi juicio los responsables de los crímenes son personas y no las instituciones en sí”.

El testimonio que entrega el ex capitán Jaime Donoso corresponde a la represión ejercida por la Fach contra alrededor de 60 hombres de sus filas en los primeros años del régimen militar, específicamente en la Academia de Guerra Aérea (Aga), verdadera escuela para quienes formaron en 1975 el Comando Conjunto. Uno de los más brutales torturadores de la Aga fue el jefe del naciente Comando Conjunto, Edgar Ceballos Jones (“Comandante Cabezas”).

BACHELET Y LOS OTROS

El capitán Donoso, con dos años de antigüedad al momento del golpe de Estado, tuvo una temprana evidencia de lo que preparaban los altos mandos. Entre mayo y junio de 1973 le correspondió desempeñarse como oficial de ronda de la Guarnición de Santiago y en una oportunidad le ordenaron inspeccionar la Academia de Guerra Aérea a las dos de la mañana. “Al identificarme ante el suboficial de guardia, quien me conocía porque yo era alumno de la Academia, pretendió impedirme la entrada. Eso me pareció sumamente sospechoso, así que saqué mi pistola y lo detuve por impedir que el oficial de ronda, máxima autoridad de la guarnición, ingresara a la base. Entonces me explicó que el general Gustavo Leigh, quien estaba en el interior, le había pedido que no dejara entrar a nadie”, relata el ex uniformado. Decidió llevarlo encañonado hasta adonde estuviera el general Leigh, que en esa época era jefe del estado mayor y segunda jerarquía después del comandante en jefe, César Ruiz Danyau. Al ingresar a la base vio que estaban estacionados los autos de casi todos los generales. En la sala de conferencias había luz, pero la puerta estaba cerrada. “La abrí de una patada, con la pistola en la mano y el suboficial al lado. La sala quedó sumida en un silencio espectral. Normalmente, cuando un capitán patea una puerta lo menos que hace un general es arrestarlo. Pero todos se quedaron calladitos. Lo que me quedó inmediatamente graficado en la mente fue el plano de Santiago, donde habían colocado aviones diseñando circuitos para atacar La Moneda, la casa del presidente en Tomás Moro y las estaciones de radio. No me cupo la menor duda que se estaba planificando un golpe de Estado. El general Leigh me pidió que lo disculpara, me dio todas las explicaciones posibles, dijo que estaban haciendo un juego de guerra… ¡Claro, a las dos de la mañana! Me imagino las puteadas que debe haber recibido el general que me envió a efectuar la ronda”.

¿Qué hizo usted luego de tener esa evidencia?

“Fue una luz de alerta para los cinco o seis capitanes que éramos constitucionalistas. Habíamos estado en la universidad, la mayoría éramos ingenieros y teníamos una relación con la sociedad diferente a la del militar neto. No estábamos por el golpe de Estado y sentimos que nuestra misión era denunciar lo que se preparaba. Decidimos agruparnos en forma más estrecha y buscar vías políticas para entregar esa información al presidente de la República. Nos reunimos con los senadores Eric Schnake (PS) y Anselmo Sule (PR), y con Carlos Lazo, presidente del Banco del Estado. Ellos consiguieron una entrevista de algunos miembros del grupo con el presidente Salvador Allende, pero él no les creyó. Dijo que estaba convencido que los militares jamás darían un golpe de Estado, porque le habían jurado lealtad. Pienso que Allende era muy orgulloso. Estaba convencido que podía manejar políticamente la situación y que no sería avasallado”.

¿Ustedes simpatizaban con algún partido político?

“No, ni siquiera estábamos de acuerdo con el gobierno de Allende, que a esas alturas no era bueno, aunque yo había votado por él, porque me gustó su programa. Pero teníamos la convicción que debíamos respetar la Constitución y la ley, de acuerdo con lo que habíamos juramentado. Para nosotros, el jefe máximo era el presidente de la República y no el comandante en jefe. Por eso, hasta el último momento seguimos insistiendo en entregar la información que teníamos. Cuando ocurrió el golpe de Estado nos detuvieron a todos, junto con los generales Alberto Bachelet y Sergio Poblete, y el coronel Ernesto Galaz. Les atribuyeron vinculaciones marxistas, pero sólo cumplían con su deber”.

¿Los mantuvieron en la Aga?

“Sí, y la agresión contra nosotros fue brutal, porque nos consideraban traidores… a ellos. Cuando conversábamos, les decíamos que eran ellos los que estaban traicionando la Constitución y la patria. Nos golpeaban, nos hacían simulacros de fusilamiento, nos ponían electricidad en las partes más sensibles -incluso en heridas abiertas- y nos quemaban con cigarrillos. También empleaban drogas e hipnosis. A algunos los colgaban de unos ganchos, como en una carnicería, y los azotaban. La Academia de Guerra Aérea era un centro de torturas atroz. Los generales eran pateados en el suelo por los pelados. Buscaban la degradación máxima de nuestra personalidad. Había presos a los que les sacaron las uñas. A otros los destrozaban, los cortaban igual como un carnicero corta un chancho”.

¿Quién estaba al mando?

“Ahí estaba comprometido Leigh. Lo vi dando instrucciones precisas de lo que había que hacer. Yo había sido instructor de vuelo del general Orlando Gutiérrez, y después él fue mi torturador. Era el jefe, lo presenciaba todo. También estuvo presente Leigh cuando torturaron al general Poblete. Me lo contó en una carta que me escribió, y que está en el juicio. A él lo quemaron en el pecho y en las manos. En la Fuerza Aérea, en 1973, se estableció la tortura como un procedimiento normal para interrogar a prisioneros. No se preguntaba qué había que hacer con un preso, derechamente se le torturaba y se le decía ‘esto es lo que tienes que confesar’. Era un procedimiento estándar”.

¿Usted fue procesado?

“Después de las torturas nos hicieron el famoso sumario en tiempo de guerra llamado ‘Fach contra Bachelet y otros’, que ahora estamos impugnando ante la Corte de Apelaciones. Desgraciadamente ésta señaló que el caso debía pasar a la justicia militar, lo que es una aberración. Vamos a seguir insistiendo, porque queremos que se reconozca que no se cumplió con el debido proceso y que nos entreguen la documentación que nos corresponde. Tras el sumario, se nos hizo un juicio en el cual no teníamos defensa, no se permitió que nuestros abogados argumentaran tortura. A mí, que había denunciado el golpe, me acusaron de ‘incitación a la sedición’, ‘traición a la patria’, ‘creador del Plan Zeta’ y del ‘Plan Fuga’. Nada de eso existía. Nos condenaron en diciembre de 1973, cinco a la pena de muerte y otros a presidio. Mi condena era a 20 años. Posteriormente me la rebajaron a 15 años, y a los condenados a muerte, a 30 años de presidio. Estuve dos años preso en distintos centros militares y al final nos llevaron a la cárcel pública de General Mackenna. En 1975 aplicaron el DL 504 que nos permitió partir al exilio”.

¿En algún momento se encontró con el general Alberto Bachelet?

“Estuvimos juntos en la cárcel. El general Bachelet tenía un problema al corazón perfectamente tratable, pero si le ponían corriente, la cosa se complicaba. Fue lo que ocurrió. Un día lo sacaron para llevarlo a la Academia de Guerra. Volvió con quemaduras de cigarrillos, marcas de electrodos y con una violenta taquicardia. El doctor Alvaro Yáñez, que era uno de los presos, dijo que estaba muy mal, que necesitaba cuidados especiales. Poco después murió. En una ocasión, Leigh dijo que cómo se podía pensar que la Fuerza Aérea podía hacer esas cosas. El cinismo de los torturadores era increíble”.

¿Ha tenido oportunidad de enfrentar a sus torturadores?

“He sido careado con quienes fueron mis torturadores directos, en diferentes procesos a cargo de los jueces Juan Guzmán, Mario Carroza y Rubén Ballesteros. He declarado contra Hernán Gabrielli, el general Orlando Gutiérrez y toda una lista de torturadores. En los careos he comprobado la pequeñez de estos hombres que cuando torturaban y tenían todo el poder sobrepasaban la racionalidad humana. En la Academia mataron a un sargento de un balazo y el general Gutiérrez felicitó al soldado que le disparó. Y ahora veo a algunos seriamente dañados, como Edgar Ceballos Jones; los comandantes Ramón Cáceres y Sergio Ulises Swain; el general Orlando Gutiérrez. En esa época se paseaban por la Academia como verdaderos pavos reales, ahora los veo escondidos y cabizbajos en los juzgados. Uno les dice ‘cobarde, maldito cobarde, cómo no puedes reconocer lo que hiciste’. Bajan la cabeza y responden ‘no me acuerdo’”.

¿No muestran arrepentimiento?

“Creo que no, pero sí vergüenza, porque no se atreven a mirar de frente. Y nunca dan sus direcciones. Son unos malditos cobardes, no se puede decir otra cosa. Felizmente, han caído en contradicciones. La gran diferencia con ellos es que nosotros andamos con la cabeza en alto, nos mostramos en cualquier parte y vamos a los juzgados abiertamente, sin ningún temor, porque tenemos la conciencia limpia”.

EL CAPITULO GABRIELLI

Los ex presos de la Fach vivieron el exilio en distintos países, pero siempre mantuvieron entre ellos lazos de amistad. Jaime Donoso Parra se fue a Inglaterra, donde estudió aeronaútica superior e hizo un doctorado en aerodinámica y mecánica de fluidos en la Universidad de Londres. Se convirtió en un investigador científico de alta calificación y desarrolló una exitosa carrera profesional en la empresa privada. Inventó cuatro métodos de alta tecnología para solucionar problemas matemáticos complejos, que fueron debidamente patentados. Con uno ganó en 1997 un Premio Nacional de Ciencia y Tecnología otorgado por el Ministerio de Defensa. Sus últimos años de exilio los vivió en Suiza.

¿Cuándo iniciaron acciones ante la justicia?

“Los ex presos de la Fach sólo pudimos volver a Chile a comienzos de la década del 90, cuando era imposible hacer un juicio contra las Fuerzas Armadas porque los poderes fácticos tenían intacto su poder. Pero pensamos que algo teníamos que hacer y participamos activamente en el proceso de gestación de la ley de exonerados. Finalmente algunas personas decidieron enjuiciar por daños físicos y perjuicios. Hay ex presos dementes en Inglaterra, recluidos en hospitales siquiátricos. Otros tienen daños en los oídos, algún miembro de su cuerpo inmovilizado, enfermedades óseas por los golpes y la electricidad, o no les funcionan bien algunas partes del cerebro y se olvidan de cosas. Así nos encontramos con el Codepu, que nos ha asesorado en los juicios, y con el problema del general Hernán Gabrielli. En febrero del 2001, Carlos Bau Aedo, ex ejecutivo de la Industria Nacional de Cemento S.A. (Inacesa), denunció que Gabrielli lo había torturado a él y a otros prisioneros en 1973 en la base aérea de Cerro Moreno, de Antofagasta, entonces a cargo del comandante Marcial Vargas del Campo. A sus denuncias se sumaron los ex detenidos Juan Ruz, doctor en pedagogía y actual funcionario del Ministerio de Educación, y Héctor Vera, doctor en comunicaciones y vicerrector de la Universidad de Antofagasta. Los tres fueron víctima de tormentos físicos y psicológicos, y presenciaron cómo el entonces subteniente Gabrielli torturó salvajemente a Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, gerente de Inacesa, que junto al gerente de Corfo, Mario Silva Iriarte, fue ametrallado el 19 de octubre por la Caravana de la Muerte. Los afectados iniciaron un proceso por torturas en contra de Hernán Gabrielli, en el que los ex presos de la Fach han participado como testigos. Según declaraciones de uno de ellos, el entonces subteniente de aviación Ricardo Navarro Valdivia, Hernán Gabrielli no sólo lo torturó a él, sino también a un niño de 14 años a quien le causó secuelas que acabaron con su vida en el hospital de Antofagasta. Navarro declaró desde España en una entrevista a Televisión Nacional: “Toda la Fuerza Aérea sabía y sabe que Gabrielli es un torturador”. Otros testigos de la Fach que fueron víctimas o presenciaron torturas ejecutadas por quien llegó a ser jefe del estado mayor de esa institución son el capitán Juan Muñoz y el subteniente Oscar Navarro, oficiales de la rama de finanzas de la Fach en Antofagasta, y los cabos segundos Luis Gabriel Torres Valeria y Antonio Jara Castro.

¿Usted conoció al ex general Gabrielli?

“Nos conocimos en la Escuela de Aviación, fuimos amigos y le tuve mucha estimación. Cuando estábamos en la cárcel comenzaron a llegar presos de Antofagasta, como Carlos Bau y algunos suboficiales, que describían a Gabrielli como uno de sus torturadores. No cabía la menor duda. Yo le escribí dos cartas entre 1999 y 2000, antes de los juicios, para que viera la forma de que se compensara a quienes éramos de la Fuerza Aérea. Primero, en el aspecto moral, que es lo que más nos interesa, y luego material, porque a nosotros nos cortaron la vida a los 30 años. Nunca contestó esas cartas. La querella que Gabrielli presentó contra Carlos Bau, Juan Ruz y Héctor Vera por difamación, injurias y calumnias fue cerrada a los tres meses por el juez Ballesteros, quedando en evidencia que Gabrielli torturó, aunque esto sigue siendo la declaración de una persona contra otra. El continúa negando, pero van a seguir declarando todos los que lo vieron y sufrieron las torturas. De acuerdo con lo legalmente establecido, tendremos a estas personas en primera línea hasta que en algún momento tengan que reventar. ¡Ya aparecerá un piloto o suboficial que cuente cómo les cortaban la guata a los prisioneros y los tiraban al mar! Nosotros tenemos que ir buscando los mecanismos para acorralarlos”.

¿Qué clase de torturador era Gabrielli?

“Existían los torturadores ‘profesionales’, como los de la Academia de Guerra Aérea, y otros ocasionales, que eran los que estaban en las guardias. En este último grupo se ubicaba Gabrielli, que en esa época era un teniente de 24 ó 25 años. Los torturadores ‘oficiales’ de la base de Cerro Moreno, como el comandante Gonzalo Pérez Canto, les decían a los tenientes jóvenes que ‘ablandaran’ a los presos antes de entrar a la interrogación. Y aunque podían evitarlo, porque no era su obligación, los agarraban a golpes y patadas. Yo los llamo ‘torturadores torpes’. Esto ocurrió en todas las bases, incluida la de Quintero, donde estaba el general Patricio Ríos, actual comandante en jefe. Todos los tenientes y subtenientes de esa época, si estaban en servicio, deben haber tenido contacto con prisioneros. También los alférez y subalférez, que hoy son los generales que están bajo Ríos, deben haber participado cuando menos en las ‘operaciones rastrillo’, donde también se torturó. Que unos pegaban más y otros menos, lo tendrá que determinar la historia. Para eso estamos haciendo estos procesos. Vamos a escarbar hasta encontrar testigos que se atrevan a declarar, porque la verdad es que muchos de la Fuerza Aérea aún no dan ese paso. En los años 96-97 algunos me pidieron que por favor no los nombrara, porque ellos y sus familias habían sido amenazados. Pero ahora tenemos una ley de prensa que nos permite hablar. Por eso estoy escribiendo un libro con mis memorias donde voy a decir lo que yo vi de la historia, desde el lugar en que ésta me puso. Y me puso a este lado, porque yo tenía principios distintos a los de ellos, tan simple como eso”.

¿Alguna vez lo han amenazado a usted?

“En forma indirecta, me enviaron amenazas por teléfono cuando puse un recurso de amparo contra el general Fernando Rojas Vender, en la época en que era comandante en jefe. Pero nunca tuve miedo, estoy haciendo lo que corresponde”.

¿Por qué ese recurso de amparo?

“Se relaciona con otro problema que tenemos. Cuando jubilamos o nos dan de baja, nos tienen que entregar un documento que diga que uno es un oficial de la Fuerza Aérea dado de baja, jubilado, exonerado o lo que sea. A nosotros no nos han entregado ese documento, y por eso no nos permiten entrar a algunos lugares de la Fach. A mí incluso me han obstaculizado el paso en el Ministerio de Defensa. ¡A qué nivel llega el enclaustramiento en que están los uniformados que ni siquiera permiten a la ministra de Defensa que intervenga en esto! Debería bastar que la ministra Michelle Bachelet le dijera al comandante en jefe que nos entregue la documentación, porque es lo que corresponde legalmente. En este momento se está tratando de llegar a un acuerdo, pero si no lo hay me voy a querellar contra la comandancia en jefe de la Fuerza Aérea. Anteriormente presenté un recurso de amparo contra el general Rojas Vender y Jaime Lavados, rector de la Universidad de Chile. Sucedió que ambas instituciones convocaron a un diplomado en Derecho Aeronáutico y del Espacio, y postulé como un ciudadano cualquiera. Las clases se daban en la Academia de Guerra Aérea. El rector de la Universidad de Chile consultó a la Fach y le enviaron una carta firmada por Rojas Vender diciendo que yo no podía ingresar. Torpemente, él me remitió esa carta. Y con ella en mano, presenté el recurso. Fernando Rojas dilató todo lo que pudo la tramitación del recurso y al final mandó una carta a la Corte Suprema diciendo que yo no tenía ninguna prohibición para ingresar a la Academia. La presentó el 28 de agosto y el curso terminaba el 1 de septiembre. ¡Esa es la mentalidad sucia que tiene esta gente! Pero nada puede extrañar de alguien como Fernando Rojas Vender, que se llevaba muebles para su casa como pertrechos de guerra. El tiene una historia tenebrosa dentro de la Fach, porque siempre fue de mala calaña. Claro que todos los generales que viajaban al extranjero en esa época traían motos de agua y muebles como pertrechos de guerra, en circunstancias que la ley les permite, igual que a los diplomáticos, traer bienes de hasta 15 mil o 20 mil dólares sin impuestos. ¡Pero ellos traían mucho más!”.

¿Se ha enfrentado alguna vez con Hernán Gabrielli?

“Se ha negado a conversar conmigo. El día que teníamos un careo ante el magistrado Mario Carroza se fue a Estados Unidos y nos dejó al juez y a mí plantados. Tampoco se presentó a otro careo ante el juez Ballesteros. No me cabe la menor duda que torturó, tenemos testigos torturados por él y otros que presenciaron esas torturas. Eso es lo que he declarado en tres juzgados. El juez Carroza me va a volver a llamar, porque le pedí que quiero ver a Gabrielli y enfrentarlo. El general León Duffey, un hombre bruto que se sabía esconder muy bien, torturó con Gabrielli en Antofagasta y después pasó a la Academia de Guerra. Se dejaba ver muy poco en la Academia, igual que Florencio Dublé, quien llegó a ser jefe del estado mayor cuando Fernando Rojas Vender era comandante en jefe. Pero nosotros los identificábamos bien. Todos están siendo enjuiciados y tendrán que declarar. Hay que juzgarlos, pero no con el objetivo de que los castiguen. Lo único que me interesa es que reconozcan lo que nos hicieron y que queden claramente establecidas sus culpas”


Detención y torturas en Base Aérea Cerro Moreno y Grupo de Instrucción de Carabineros de Antofagasta

Fuente :regionalista.cl, 4 de Agosto 2019

Categoría : Prensa

En la penumbra del silencio, aguardan historias de vida cuyos destinos fueron truncados por la profunda huella que marcó la violación sistemática de los derechos humanos en Chile, donde torturas, homicidios, exilios y desapariciones forzadas, impusieron un silencio que por miedo o complicidad, censuraron una parte de la memoria histórica del país. A pesar de que muchos de estos relatos permanecen bajo el manto del negacionismo, otros en cambio, ven la luz pública para develar los crímenes perpetrados por agentes del Estado en más de 1.160 recintos públicos y privados. Entre ellos, los infranqueables muros del Grupo de Instrucción de Carabineros y la Base Aérea Cerro Moreno de Antofagasta.

I – SANGRE VERDE: TORTURAS EN NOMBRE DE LA PATRIA

Viejos tablones de madera crujían cuando los firmes pasos de carabineros marchaban al ritmo de un plan siniestro. A lo lejos se escuchaban relinchos y un olor a excremento de caballo daba señales sobre dónde podrían estar. En ese momento, la única certeza era que detrás de esas paredes verdes, la ciudad parecía seguir la rutina con normalidad.

Con los ojos vendados y un bebé de un mes de vida entre sus brazos, una adolescente de 17 años llamada Sandra Gahona, podía palpar el miedo que cada vez se hacía más denso en el ambiente. Ella sabía que era el comienzo de una dolorosa memoria que perduraría hasta el último día de su vida.

La hermana de los extremistas

La acción represiva de la dictadura militar no sólo persiguió a ciudadanas y ciudadanos disidentes, sino que también a las personas sin militancia política, tal como consigna el Informe Rettig de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Este fue el caso de Sandra Gahona, “la hermana de los extremistas”, como la llamaban sus torturadores.

La historia de Sandra forma parte de la larga lista de mujeres que tras ser secuestradas y torturadas, fueron por sobre todo víctimas de la violencia sexual. Según cifras de la Comisión Valech, en Chile hubo alrededor de 230 mujeres detenidas estando embarazadas, algunas dieron a luz en prisión, otras abortaron a causa de las torturas, y otras quedaron embarazadas producto de las violaciones perpetradas.

Enfrentando violentos contrastes en su vida, Gahona había dado a luz a su hijo en fechas cercanas al día en que su primo, Norton Flores, fue acribillado con ráfagas de ametralladoras la madrugada del 19 de octubre de 1973, en el paso de la Caravana de la Muerte por Antofagasta.

Fue un 5 de diciembre de 1973 cuando Sandra decidió presentarse ante la Fiscalía Militar junto a su hijo de tan sólo un mes de vida. El motivo: la necesidad de apelar para reducir los 50 años de presidio de su hermano mayor, Osvaldo Antivilo, condenado por militar en el Partido Comunista.

Esperando durante largas horas con el bebé entre sus brazos, en tan sólo una fracción de segundo, el escenario de la Fiscalía Militar se fue a negro. Una capucha envolvía su rostro y desde ese momento, sólo quedaba suplicar que no le hicieran daño a su hijo.

Horas más tarde, Sandra fue trasladada en un furgón manejado por agentes del Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR). Una vez que llegaron a su destino, la ubicaron en la pérgola del Grupo de Instrucción mientras designaban su celda.

Perdiendo la noción del tiempo, el paso de los días los contabilizaba con rayas en la pared. Cada día implicaba una pesadilla distinta –fueron 45 en total-, y dependiendo de la voz del torturador, Sandra sabía lo que le esperaba. “Podía distinguir entre el que me sacaba para colgarme durante horas; el que me daba golpes con sacos húmedos o el que me llevaba a un cuarto para violarme”.

Años más tarde, logró reconocer al torturador que abusaba sexualmente de ella: el ex carabinero y agente del SICAR, Héctor Obando, quien la sacaba de su celda más de diez veces en el día. Lo que se sabe actualmente de este personaje, es que fue condenado el 2011 por el delito de tenencia ilegal de armas en Puerto Montt.

A pesar del dolor insoportable, Sandra no podía gritar ni sacar la voz. “Les causaba mucha rabia que no me quejara ni gritara. Me insultaban por eso y me torturaban más aún”, comenta con extrañeza y concluye que, “fue un mecanismo de defensa (…). Hasta que conocí la parrilla”, un catre metálico donde le aplicaban electricidad en sus genitales.

Los brutales métodos de tortura no podían cruzar la línea de la muerte, y en esa misión participaban médicos y enfermeros cómplices que prestaban asistencia en los centros de detención. Así fue como llevaron a Sandra a enfermería para frenar múltiples hemorragias internas que le habrían provocado.

Durante la atención médica cargada de violencia psicológica, Sandra se encontró con la sorpresa de ser atendida por un reconocido ginecólogo de Antofagasta, quien actualmente lleva la bandera de lucha por conflictos medioambientales en la ciudad.

Sueños truncados, ideales enterrados

En los años 70, un joven entusiasta llamado Nelson Ormeño, estudiaba Pedagogía en Lengua Castellana en la Universidad del Norte. A sus 24 años, enfrentaba una época universitaria de fervor político, donde organizaciones estudiantiles despertaron por un deseo de cambio y transformación basado en la educación.

“Cuando educas al pueblo comienzan a darse cuenta dónde están las miserias y quiénes las producen”, afirma Ormeño, que al revivir este capítulo de su vida, recordó cómo las injusticias sociales removían sus convicciones, despertando su motivación por ser parte del Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

La clave de esta unión entre jóvenes que perseguían los mismos ideales, tenía su esencia en el querer “proyectarse como personas que pudieran realizar un verdadero cambio social”. Pero luego de la dictadura militar, “muchos de estos sueños se murieron, y sus idealistas hasta el día de hoy, están desaparecidos”, lamenta Ormeño.

Nelson estaba terminando de realizar una clase cuando fue detenido en agosto de 1974. A pesar de tener los ojos vendados, él sabía perfectamente dónde estaba. Lograba visualizar a través de la tela a carabineros haciendo guardia en la entrada del recinto; le sorprendía ver lo jóvenes que eran.

Ormeño estuvo detenido en dos ocasiones en el Grupo de Instrucción de Carabineros, y en ambas instancias, enfrentó las torturas del catre metálico donde le aplicaron electricidad en los testículos, lengua y dientes; además de recibir golpes y patadas en todo el cuerpo. “Durante las interrogaciones me desnudaron y humillaron, querían hacerme sentir poca cosa, bajar mi calidad de ser humano”, recuerda Nelson y afirma que los responsables, pertenecían a la Comisión Civil de Carabineros.

Durante los obscuros días en el Grupo de Instrucción, Nelson reconoció un rostro familiar que lo transportó a las cálidas calles de la ex oficina salitrera Pedro de Valdivia, donde conoció a su amigo de infancia, José Torres. Ormeño jamás habría imaginado que décadas más tarde, se reencontraría con su compañero de escuela en un recinto de torturas.

Delatado por el mismo individuo que reveló la identidad de Nelson, José Torres, en ese entonces profesor de coro de la Universidad de Chile sede Antofagasta, fue prisionero político a los 22 años por ser parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). “Me detuvieron en la vía pública en la población Corvallis. Allí me encapucharon y me metieron en una citroneta con una pistola cañón apuntando en mi espalda”.

Torres comenta que cada vez que escucha el pasar del tren revive las emociones de las torturas, visualizando las veces que lo dejaron atado de pies y manos en el catre metálico, aguantando durante horas un dolor indescriptible con la ropa mojada por su propia orina.

Algunos encerrados en calabozos y otros en barracas de madera, allí permanecían de pie durante horas con las manos y pies engrillados. Para ir al baño, todas las mañanas sacaban a las y los presos en fila india, caminando vendados con la mano derecha sobre el hombro del compañero de adelante. Hacían sus necesidades en un tarro común, y a veces, compartían el mismo inodoro donde los observaban y obligaban a dejar la puerta abierta. “Mientras estábamos ahí vendados, no cesaba el afán por parte del personal de carabineros de querer quebrarnos moralmente”, afirma un ex preso político de siglas G.L.

“Cuando me liberaron, lo primero que pensé al llegar a la esquina de Matta con Cautín, era tirarme a la rueda de un auto y morirme. Ya no aguantaba… No podía superar nada más con ese dolor y ese miedo de que me pudieran llevar de nuevo”, recuerda con pesar José Torres.

Caso Gumercindo Álvarez: ¿Homicidio en el Grupo de Instrucción?

El ministro en visita por casos de violaciones de derechos humanos de la Corte de Apelaciones de La Serena, Vicente Hormazábal, asumió el 2017 las investigaciones judiciales del Norte Grande y Norte Chico, liderando las pericias de Antofagasta.

Según cifras reveladas por el ministro Hormazábal, en Antofagasta existen 25 procesos judiciales vigentes por delitos de lesa humanidad. Del total de las denuncias, tres son las causas vigentes que corresponden a los crímenes cometidos al interior del Grupo de Instrucción de Carabineros. Entre ellos, el caso del obrero socialista Gumercindo Álvarez, detenido por miembros de la FACH el 2 de septiembre de 1974.

La versión oficial de este caso, que actualmente se encuentra en tela de juicio, relata que Álvarez se habría ahorcado en un calabozo del Grupo de Instrucción de Carabineros. Sin embargo, según antecedentes de la Comisión Rettig, el cuerpo de Gumercindo tenía quemaduras en los testículos, carecía de uñas y mostraba signos de haber estado maniatado, por lo que la teoría del suicidio no era de fiar.

“Hicimos una exhumación del cadáver y aparecieron fracturas costales. Evidentemente, si es que no fue un homicidio, este hombre sufrió muchas torturas antes de quitarse la vida”, comentó el ministro a El Mercurio de Antofagasta. Además, cuatro días después de su detención, funcionarios de carabineros habrían llegado a la casa de Álvarez para informar a la familia que estaba hospitalizado y en estado de gravedad. Sin embargo, una vez que llegaron al hospital, descubrieron que Gumercindo habría llegado muerto en un furgón de carabineros la noche anterior.

II – LOS SECRETOS DE CERRO MORENO

La Base Aérea Cerro Moreno, ubicada a un costado del aeropuerto de pasajeros, fue el centro de detención y tortura con más personas recluidas en la ciudad de Antofagasta. Bajo el control de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), las detenciones se concentraron en 1973 y aumentaron en 1980.

Los crímenes de lesa humanidad ocurrían dentro y fuera del recinto. Entre ellos, salieron a la luz casos como la tortura y posterior muerte de un niño de tan sólo 14 años; o el triple homicidio de Luis Muñoz (MIR), estudiante de la Universidad del Norte, junto a Nenad Nesko Teodorovic (MIR) y su esposa embarazada, Elizabeth Cabrera de 23 años.

“Todas las víctimas fueron ultimadas por personal militar cuando eran trasladadas hacia el recinto”, afirma Luis Galaz, Jefe de la Brigada de Derechos Humanos de la PDI.

Ante la crueldad injustificada de esto hechos, Domingo Asún, magíster en psicología social, atribuyó el actuar de los militares a “un proceso de deshumanización del otro”. En su investigación sobre la psicología experimental cognitiva de los torturadores, a las y los ciudadanos disidentes “le quitan los rasgos humanos, la identidad y todo tipo de nobleza”.

A pesar del daño provocado, Asún afirma que la meta final para los agentes del Estado en dictadura, siempre fue “defender la patria” por sobre todas las cosas. “Por eso están dispuestos a violar, a poner electricidad, a sacarles las uñas, mantenerlos en condiciones infames de indignidad, y luego, vuelven a sus casas, le hacen cariño a sus hijos, salen el fin de semana y vuelven el lunes a seguir destruyendo personas”:

Los sobrevivientes

Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando Osvaldo Caneo llegó a la base aérea de Cerro Moreno. En ese momento, la arena entre sus pies y el silencio penetrante hacían cada vez más difícil vislumbrar dónde estaba; hasta que el sonido explosivo del despegue de un avión, dejó todo en evidencia.

Fue en el mismo infierno donde conoció a su compañero Juan Carlos García, con quien compartiría los momentos más duros de su vida. Los métodos de tortura en Cerro Moreno parecían juegos. Situaban a los presos políticos en el medio, tomaban distancia, y luego corrían con fuerza para rematar con múltiples patadas en sus cuerpos.

Juan Carlos relata que varias veces intentaron ahogarlo en un pozo; en otras ocasiones, lo amarraban de los brazos y pies a una especie de plataforma de madera, la cual debía sostener con su cuerpo mientras lo golpeaban a palos.

-Mira nosotros fuimos entrenados en Brasil y Vietnam, así que sabemos bien cómo pegar, y si pasa algo y los matamos, no nos va a pasar nada. ¿Quién se va a acordar de ustedes? ¡Nadie! –gritó el militar en el rostro de García.

Esa frase nunca se le olvidó a Juan Carlos, porque en cierta forma, tenía razón. Ni el Estado, ni su familia, ni nadie podrían revertir el daño causado.

Al igual que García, Osvaldo Caneo también luchó para no ahogarse en el estanque donde fue sumergido. Hasta que un día, después de los apremios, un militar se acercó a él y le dijo:

-Debes contestarnos dos preguntas y te dejamos tranquilo… ¿Dónde están las armas para derribar los aviones?

-Ya le dije que la Juventud Socialista no maneja armas –respondió Osvaldo con el último aliento.

-Hasta aquí llegamos entonces –advirtió el militar.

Pasaron un par de horas cuando los torturadores decidieron introducir los cuerpos de Osvaldo y Juan Carlos dentro de un aparato metálico gigante con forma de carrete. Sin ropa y de manos atadas al interior del tubo, los lanzaron cerro abajo.

Cuando los torturadores se percataron de que los cuerpos de Osvaldo y Juan Carlos quedaron completamente destrozados, en un breve e irónico momento de “piedad”, decidieron no volver a lanzarlos cerro abajo por “miedo a matarlos”, recuerda García.

A 45 años desde que estas historias formaron parte de un presente donde gobernó el terrorismo de Estado, hoy rompen el silencio y derriban las murallas levantadas por el negacionismo en Chile. Un país donde la impunidad, aún gana la batalla de la incansable búsqueda de verdad y justicia.

En este sentido, la misión que heredan las generaciones de la democracia, está en preservar la memoria histórica y promover la defensa de los derechos humanos, por la construcción de un futuro donde no haya cabida para replicar esta cicatriz.

Un futuro donde el silencio deje de invisibilizar los escenarios destinados a matar y torturar; donde las víctimas de la represión, dejen de cohabitar los mismos espacios que sus torturadores en libertad, mientras todos los demás por egoísmo o comodidad, juegan a olvidar.

Porque la historia se cuenta por sí sola aunque muchas veces se intente negar; porque quienes aún luchan contra la pesada carga del pasado, hoy tienen la convicción de que nada ni nadie aquí está olvidado.


Metodos de Tortura y Testimonio de lo Sucedido

Fuente :soycriminalista.blogspot.com, 15 de Marzo 2017

Categoría : Otra Información

Los métodos que se enuncian a continuación se ajustan a la definición operativa de la tortura adoptada por esta Comisión, tras considerar detenidamente los parámetros fijados por las convenciones internacionales sobre esta práctica: "Constituye tortura todo acto por el cual se haya infligido intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, intimidar o coaccionar a esa persona u otras, anular su personalidad o disminuir su capacidad física o mental, o por razones basadas en cualquier tipo de discriminación. Siempre y cuando dichos dolores o sufrimientos se hayan cometido por un agente del Estado u otra persona a su servicio, o que actúe bajo su instigación, o con su consentimiento o aquiescencia". Es importante advertir que la consideración por separado de los distintos métodos en aras de una mayor claridad, no debe ocultar el hecho de que las formas de tortura aquí definidas podían aplicarse de manera sucesiva o simultánea sobre la misma víctima. Asimismo, no todos los métodos fueron empleados con la misma frecuencia, y se incluyen sólo aquellas descripciones representativas de lo señalado por quienes entregaron sus testimonios. Invariablemente, las definiciones son ilustradas con testimonios de personas que acudieron a esta Comisión luego de sufrir tortura por parte de distintos organismos y en períodos diferentes. Para preservar la identidad de las víctimas, se han omitido los nombres y las ocupaciones, señalándose, eso sí, la fecha de detención, el sexo y el recinto en donde ocurrieron los hechos.

 

Golpizas reiteradas 
 

 

 

 

A juzgar por la enorme cantidad de testimonios de personas golpeadas, puede afirmarse que las golpizas reiteradas constituyeron el método de tortura más socorrido durante el régimen militar y, en general, el primero que se aplicó a las víctimas de la represión. Era habitual que al momento de efectuarse la detención, la persona afectada, pese a no ofrecer resistencia, y estando incluso maniatada o esposada, fuese golpeada de manera intencional e injustificada. Este tipo de golpes, comúnmente llamados "uso excesivo de la fuerza", constituyen tortura, pues no tienen otra finalidad que provocar un sufrimiento innecesario. Consta el caso de personas golpeadas en todo el cuerpo, de manera reiterada, por varios agentes, durante tiempo prolongado. También se dieron los golpes en partes específicas del cuerpo, no rara vez en las más sensibles, a veces hasta el sangramiento. Muchas de las personas golpeadas fueron previamente desnudadas y privadas del sentido de la vista mediante una venda en los ojos o la colocación de una capucha, que les impedía advertir los golpes y les generaba una mayor sensación de indefensión. Las golpizas ocurrieron antes, durante y después de los interrogatorios. La mayoría de las secuelas permanentes que pudo conocer esta Comisión corresponden a golpes infligidos a los detenidos; entre otras, pueden mencionarse la pérdida total y parcial de la visión, pérdida total o parcial de la audición, pérdida de piezas dentales, problemas renales, esterilidad y distintas lesiones en la columna. Finalmente, pese a que el tema escapa al mandato de esta Comisión, cabe mencionar que hubo personas muertas a golpes. 

 

 A continuación se enumeran los golpes más frecuentemente recibidos por los detenidos que acudieron a brindar su testimonio:

 

• Golpes de pies y puños. 

• Golpes con objetos contundentes: culata de las armas (culatazos), palos (palizas), laque (también llamado churro, luma o tonto de goma), apedreamientos, con otros objetos contundentes.

• Golpes con objetos flexibles o no contundentes (también llamados azotes o flagelamiento): látigos, fusta para caballos, baquetas (varillas de coligüe). 

• El teléfono, esto es, golpes con mano abierta en ambos oídos (puede provocar lesiones auditivas permanentes). 

• Golpes reiterados en los ojos, boca, nariz, testículos, pechos, cuello, rodillas y otras partes sensibles del cuerpo.

 

 Las denuncias incluyen otras prácticas que implican golpes, tales como: 

 

• Callejón oscuro: hacer pasar a los detenidos por entre dos hileras de efectivos que les propinan golpes de pies, puños y culatazos. 

• Pisar y saltar sobre los detenidos cuando están tendidos en el suelo, boca arriba o boca abajo. 

• Dejar caer el cuerpo del detenido al suelo escaleras abajo. 

• Arrastrar al detenido por el suelo o por las escaleras, tomado del pelo, amarrado del cuello o de otro miembro.

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Cárcel y en el Retén de Pisagua, I Región: […] Los días de octubre fueron de gran incertidumbre, nos cambiaban de celda permanentemente, nos sacaban a interrogatorios desde lacárcel en grupos de 20 hombres, con la vista vendada, en fila india, guiados por un uniformado y en esas condiciones salíamos por las desiertas calles de Pisagua en dirección al retén de Carabineros, donde nos estacionaban y procedían a una labor de "ablandamiento", que consistía en violentos golpes al estómago, donde nos doblábamos por el dolor, a continuación nos enderezaban con otro violento golpe, esta vez proporcionados con un tonto de goma en la espalda, lo que nos obligaba a recuperar la posición vertical. Esta ceremonia se repetía hasta que alguien nos hablaba con palabras dulces y acarameladas: ¿los golpearon mucho?, ¿han recibido maltratos?, pues bien, recuerden todo lo que saben y díganlo todo, y así podrán ser libres. […]. 

 

Hombre, detenido en mayo de 1975. Relato de su reclusión en el Regimiento Chorrillos de Talca, San Clemente, VII Región: […] me bajaron en un camino de tierra y me hicieron muchas preguntas, sobre todo lo que hacía yo en el colegio, qué hacía en mi casa, cómo se llamaban mis amigos, qué hacían mis hermanos, etc., yo contesté a sus preguntas, luego siento llegar otro auto que se estaciona al lado de nosotros, se baja un hombre y dice: éste es el huevón que andamos buscando, me tomó del pelo y me golpeó contra el auto, y me mencionó un nombre y si yo lo conocía, al responder que no, me dio varios golpes con un palo de coligüe en la cintura y en las piernas, caí al suelo, me pararon y me subieron al auto de nuevo, el mismo que me golpeó dijo: "Vamos no más, allá lo vamos hacer cantar a este huevón" […]. Llegamos a un lugar que no pude identificar, porque estaba vendado. Me metieron a un cuarto y cuando estaba adentro me hicieron sacarme el pañuelo, que estaba lleno de sangre […] veo frente a mí a un militar de alto rango, éste me mira de arriba abajo y mueve la cabeza como queriendo decir "puta la media pesquisa que hicieron mis agentes", ese militar era el comandante del Regimiento Talca […]. 

 

Hombre, detenido en noviembre de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: El día 19 de noviembre de 1975 a las 2:00 a.m. aproximadamente, ingresan a nuestro domicilio, rompiendo la puerta, unos 12 a 15 civiles armados con metralletas preguntando por [se omite el nombre]. Inmediatamente proceden a amarrar a mis hijos con un alambre en las muñecas y los obligan a permanecer de boca en el piso en el pasaje. A mí me golpean con los puños al intentar averiguar lo que estaba sucediendo. Revisan toda la casa causando enormes destrozos en muebles, colchones, etc. A mí también me atan las manos con alambre; todos vendados, somos subidos a diferentes vehículos particulares. Yo quedé en el mismo vehículo con mi hijo. Según relato posterior de mis vecinos, había gran cantidad de vehículos estacionados en un gran operativo. Fuimos trasladados a lo que resultó ser Villa Grimaldi. Allí permanecí alrededor de tres horas, en un lugar que parecía ser una especie de patio habilitado como galpón. Se escuchaban voces y gritos, como que hubiera un gran número de personas. Me interrogaban siempre y me golpeaban fuertemente con los puños y manos, especialmente en la cara; a veces caía al suelo y me costaba incorporarme, ya que aún estaba amarrado.

 

 

 

Lesiones corporales deliberadas 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió numerosos testimonios de víctimas a quienes se les provocaron lesiones corporales de manera deliberada y no se desconoce que la aplicación de muchos de los métodos de tortura pueden producir distintos daños físicos. La lesión se define como el daño o detrimento corporal causado a una persona por una herida (corte o desgarro) o por un golpe. Si esta lesión es provocada intencionalmente por otro y cuando este otro un agente del Estado, o un particular con el consentimiento de aquel, quien realiza esta acción con la específica intención de provocar una lesión, esta acción es constitutiva de tortura. Lo anterior es válido, por ejemplo, para los golpes, los colgamientos y la aplicación de electricidad. Además, bajo la denominación genérica de lesiones corporales se ha querido reunir hechos perpetrados con la intención precisa de causar un daño puntual en el cuerpo del detenido, provocado cuando éste se encontraba inerme, usualmente maniatado y con la vista vendada o encapuchado. No se trata de lesiones colaterales, previstas como posibilidad, sino de daños en primer grado, medulares del tipo de agresión constitutiva de tortura. Las extracciones de partes menores del cuerpo como uñas de pies y manos, piezas dentales, pelo, cejas, etc. resultan ilustrativas de este método de tortura. Valgan como ejemplo las heridas producidas por contacto con el fuego, un objeto caliente, o una sustancia cáustica o corrosiva que descompone el tejido orgánico. En efecto, las quemaduras fueron la modalidad de lesión corporal deliberada más común durante el régimen militar. Se provocaron quemaduras en diversas partes del cuerpo de la persona detenida, inclusive en las partes más sensibles, como genitales masculinos y femeninos. Las quemaduras con cigarrillos fueron las más habituales. Pero también constan casos de quemaduras con fierros calientes u otros objetos que provocaron serios daños a quienes fueron las víctimas. Las lesiones corporales deliberadas, se pueden desglosar como sigue: 

 

• Extracciones de partes menores del cuerpo (uñas, dientes, etc.). 

• Cortes con arma blanca (en las manos, en las piernas, en los genitales, en la espalda, en otras partes del cuerpo). 

• Fracturas deliberadas (de brazos, pies, manos, dedos). 

• Heridas a bala. 

• Lesiones auditivas premeditadas, provocadas por disparo de fusil junto a los oídos o por la exposición a sonidos agudos durante tiempo prolongado, incluso hasta causar sangramiento de oídos, boca y nariz, con pérdida de conciencia en algunos casos. 

• Lesiones en las uñas u otras partes del cuerpo mediante clavadura de alfileres, yataganes u otros objetos punzantes. 

• Lesiones de diversa consideración resultantes de pasar un vehículo sobre los pies, las manos u otras partes del cuerpo del detenido.

 

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la 3a Comisaría de Rahue, Osorno, X Región: El día 19 de septiembre nos sacan del calabozo uno a uno para recibir golpes, un carabinero con un martillo de madera procede a darme un fuerte golpe en el dedo meñique de ambas manos, para luego con un alicate proceder a sacar las uñas, en ese momento ingresa el sargento [se omite el nombre], el cual quita al carabinero el alicate y procede a arrancarme con éste el bigote…, en un momento, producto del gran dolor y desesperación, logro morder la mano de este personaje, el que debe ser socorrido por un carabinero que me da un culatazo en mi cara […] pierdo el conocimiento y al despertar, me doy cuenta que sangro mucho de cabeza, nariz y boca… luego me doy cuenta que me faltan ocho dientes… había procedido a sacármelos con el alicate… o a golpes, no sé. 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1973, mientras estuvo detenido en el Regimiento Chorrillos de Talca, VII Región, señaló: […] No contentos de mi aspecto desfigurado por los golpes, me arrancaron las uñas de ambos pies y a sangre viva me aplicaban corriente provocándome un gran dolor. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Casa de la Cultura de Barrancas, a cargo de un batallón del Regimiento Yungay de San Felipe, Región Metropolitana: En un instante sentí que las yemas de mis dedos me ardían, me estaban clavando con agujas […] encendió un potente foco de mercurio a unos dos metros de mi cara. Los gritos del subteniente se empezaron a alejar, mi rostro ardía, en mi desesperación me pasé la mano por la frente y parte de la cara. El capitán golpeó la mesa que me separaba de él y me dijo que si me pasaba la mano por la cara me iba a quedar marcada para siempre. Había sido muy tardía la advertencia porque mi rostro quedó quemado y con marcas que llevo hasta hoy. 

 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1983. Relato de su reclusión en el Cuartel General de Investigaciones (General Mackenna), Región Metropolitana: Me dicen: entonces arrodíllate y pone la planta de los pies hacia arriba. Entre tres me sujetan y el cuarto procedió a saltar sobre la planta de mis pies. Yo sentía como mis huesos crujían con un dolor inexplicable. En ese momento pedí a gritos que me mataran, que ya no quería seguir viviendo, me respondieron que pronto […].

 

Colgamientos 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió abundantes testimonios de personas sometidas a este tipo de tortura, cuya aplicación se extendió por todo el período, especialmente por parte de los organismos de seguridad especializados en la represión. Junto con inmovilizar a la persona, este método mantiene a la víctima en posiciones forzadas que pueden tensionar las articulaciones hasta la dislocación, provocando dolores que se acrecientan conforme pasan los minutos y las horas. Permanecer colgado, en especial por períodos prolongados genera, además, sensaciones de indefensión, abandono y humillación, derivadas del trato atentatorio contra la dignidad humana. Durante el régimen militar, los colgamientos revistieron diversas formas. Las personas fueron colgadas de una o de ambas muñecas; de uno o de ambos pies en posición invertida; de pies y manos amarrados a un palo puesto en posición horizontal, quedando el resto del cuerpo curvado; o bien de los brazos atados detrás de la espalda método conocido como la paloma, que provoca dislocación de los hombros. El tiempo de colgamiento, librado al arbitrio del agente a cargo, podía ir desde unos minutos hasta varios días. Por añadidura, la persona colgada, con bastante frecuencia debía padecer amenazas, insultos, humillaciones, golpes, mientras se hallaba desnuda; en algunos casos, incluso se les aplicó electricidad o se les sometió a algún tipo de agresión sexual. Mención aparte merece un tipo de colgamiento especial, más sofisticado, llamado pihuelo o pau de arará ("palo volador", en portugués). Primero se amarraban las manos, luego éstas a los pies cruzando una barra o un palo en sentido horizontal por entremedio del espacio formado; a continuación, esa barra o palo se colgaba en forma horizontal, con lo cual la víctima quedaba en posición invertida, colgando de manos y pies, amarrados entre sí. En ocasiones la barra se hacía girar, y aumentaban así los dolores. El pau de arará fue utilizado principalmente, por los organismos de seguridad. A menudo, las personas que sufrieron cualquier modalidad de colgamiento, más tarde si no de inmediato, presentaron algún tipo de lesión en la columna.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento de Copiapó, III Región: Fui llevado al cuartel del regimiento. En ese recinto me ataron los pies con las manos, por detrás. Luego me ataron un cordel desde los pies a la boca abierta y, mediante un lazo tiraban el cordel, haciéndome doblar la espalda y la cabeza hacia atrás, hasta extremos insoportables y muy dolorosos. A continuación, estando atado en la forma descrita, me colgaron de un árbol y fui pateado y golpeado con una metralleta, hasta aturdirme. 

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Carabineros de los Andes, V Región: […] pienso que era como un camarín, procediendo a amarrarme las manos y colgarme en una especie de espaldera, se me moja la espalda procediendo a darme golpes con elementos de goma, (lumas) interrogándome, dónde se encontraban las armas y por algunos compañeros de Partido […].

 

Mujer, detenida en enero de 1974. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de calle Londres 38, Región Metropolitana: Me trasladaron a otra pieza en donde me hicieron desnudarme completamente. Luego me amarraron las muñecas con los tobillos quedando totalmente encogida. Enseguida colocaron una barra entre mis muñecas y los tobillos quedando suspendida de un mueble. En esta posición me golpearon los oídos y me aplicaron electricidad en las sienes, en los ojos, en la vagina, en el recto y en los pechos. Me interrogaban por nombres de personas, […] Les dije que no conocía a nadie, entonces me volvieron a golpear y aplicar corriente. En la boca me colocaron un paño, el que me lo sacaban a ratos para que hablara.[…]. 

 

Hombre, detenido en enero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: En una oportunidad me colgaron desnudo, amarrado con los brazos a la espalda y me aplicaron corriente en las partes más sensibles, especialmente genitales […] hasta la pérdida del aliento. 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1983. Relato de su reclusión en el Cuartel General de Investigaciones (General Mackenna), Región Metropolitana: Al llegar al final de la escalera que bajamos era todo frío y húmedo, sin preguntar nada me hicieron sacarme la ropa, menos las vendas, me hicieron sentarme en el suelo, recoger las rodillas y con mis manos amarradas pasarlas sobre mis rodillas. En ese momento sentí que introdujeron un fierro entre las rodillas y antebrazos […] sentí correr dos objetos, posiblemente muebles. Tomaron el fierro entre cuatro personas (lo sé porque conversaban entre ellos) y fui colgado. Una vez colgado procedieron a poner objetos duros en mis ojos, posiblemente bolitas, luego objetos metálicos en mis muñecas, tobillos, sienes, ano y pene. Luego me amordazaron introduciendo estos objetos metálicos en mi boca, precisamente en mis molares. Cuando me encontraba en esta situación sentí ruido de papeles que ponían debajo de mí. En ese momento sentí lo aterrador, que fueron fuertes descargas eléctricas, en las cuales veía mi cuerpo totalmente iluminado con un resplandor intenso […] sentía morir de dolor y de asfixia. Perdí la noción del tiempo, sólo sé que de vez en cuando me sacaban la mordaza y vomitaba en abundancia, luego volvían a lo mismo […]. Desconozco la cantidad de sesiones que fueron. Al término de cada una me dejaban colgado y decían "dejemos descansar a este huevón". Yo sentía sus pasos alejarse y sentía un alivio, pero inmediatamente volvían, aparentemente no eran los mismos, y decían "ya descansó mucho este huevón" y continuaban con el flagelo primero […]

 

Posiciones forzadas 
 

 

 

 

Tal como sucedió con los otros métodos de tortura, esta Comisión recibió un elevado número de testimonios de personas sometidas a posiciones forzadas. En el tiempo inmediatamente posterior al golpe de Estado, las posiciones forzadas por lo general ocurrieron a continuación de la detención, en los momentos previos al traslado a otros recintos y como preámbulo del interrogatorio. Los organismos de seguridad extremaron la aplicación de este método de tortura, prolongando la inmovilidad por días, inclusive semanas. Tanto así que un recinto clandestino de la DINA llegó a ser conocido como la casa de la silla, en alusión al hecho de que allí los detenidos eran mantenidos día y noche, durante todo su período de reclusión, sentados en una silla, a la cual se les amarraba de pies y manos, con la vista vendada. Por posiciones forzadas, se entiende la coacción para que el detenido mantenga una determinada posición durante un largo tiempo hasta lograr un agotamiento físico extremo. La posición puede no ser incómoda en sí misma, pero se hace intolerable y desesperante cuando se la debe mantener desde algunas horas hasta días enteros. La manera de forzar al detenido a mantener estas posiciones se obtenía mediante golpes propinados al menor movimiento (por los distintos guardias que se alternaban en sus funciones de vigilancia ininterrumpida) y amenazas de diverso tipo, a lo que puede añadirse amarras en pies y manos (con cuerdas, alambres, esposas o grilletes) y la privación temporal de la visión mediante una venda en los ojos o una capucha en la cabeza. Las posiciones más usuales, de acuerdo con los registros de esta Comisión, fueron permanecer de pie; tendido en el piso boca abajo; sentado y amarrado a una silla; de pie y con el cuerpo vuelto a la pared; con las manos en alto; o bien de rodillas y con las manos detrás de la nuca, por tiempos que iban desde varias horas hasta varios días y en algunos casos semanas.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Fiscalía Militar de Osorno, X Región: […] fui llevado a la Fiscalía Militar de Osorno, lo que es actualmente el Hospital Base de Osorno, donde nuevamente fui golpeado y amenazado de muerte. Me pusieron largas horas con las manos hacia arriba en la pared, con la amenaza si bajaba las manos me mataban […]. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Escuela de Artillería de Linares, VII Región: El militar llamó a un conscripto y le ordenó que me custodiara y me condujera hasta una gran sala donde había no menos de treinta personas detenidas. Estaban todos sentados en sillas de madera, vueltos hacia la pared. Minutos después llegó un militar con grado, quien escribió mi nombre en un pizarrón y anotó que yo debía pasar de pie toda la noche. En cuanto hubo cambio de guardia y el soldado que llegó dio la orden a los prisioneros de acostarse en el suelo, que era de madera, pero yo debía seguir de pie, sin derecho ni siquiera a apoyarme […]. Cerca de las 9 de la mañana vino un soldado a buscarme para ser "interrogado" […]. Después de un rato de golpes e insultos me preguntaron mi nombre, mi profesión y mi partido político, sin parar de darme golpes en todo el cuerpo, de la cabeza a las piernas […] el otro detective se acordó que yo había pasado toda la noche de pie y empezó a golpearme por detrás de las piernas, mientras se burlaba preguntándome si me quería sentar. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Curanilahue, VIII Región: En esta unidad policial me pusieron con las manos en la nuca afirmándome con la cabeza en la pared en posición oblicua y las piernas abiertas, permaneciendo en dicha posición aproximadamente dos horas, mientras se me golpeaba con las culatas de las metralletas y puntapiés en diversas partes del cuerpo, entre otras, los testículos […].

 

Aplicación de electricidad 
 

 

 

 

Las personas que concurrieron a esta Comisión relataron que desde el mismo día 11 de septiembre de 1973 fueron víctimas de aplicación de corriente eléctrica, en todas las regiones del país. Este método de tortura consiste en la aplicación de descargas eléctricas en la totalidad del cuerpo o bien en zonas específicas, según sean los instrumentos empleados al efecto. Invariablemente, provoca intensos dolores físicos y agudo sufrimiento psíquico. Esta tortura puede producir secuelas físicas permanentes. Más de un tercio de las personas que indicaron a esta Comisión haber sido torturadas recibieron, entre otras formas de torturas, aplicación de electricidad. Este método se utilizó durante todo los años del régimen militar: en sus inicios y durante la fase de instalación en el poder, su aplicación fue masiva y a escala nacional. En los principales recintos de detención, sea cual fuere su ubicación geográfica, se contó desde el primer momento con implementos apropiados para aplicar este tipo de tortura, que las víctimas describen como un magneto del cual salían los cables que se adherían a los puntos más sensibles del cuerpo del detenido. En muchos casos, los instrumentos disponibles permitían graduar las descargas eléctricas, aumentando o disminuyendo el voltaje a voluntad de los torturadores. En cualquier caso, en recintos de detención menores y peor equipados, también se aplicó electricidad a los interrogados aunque en forma más rudimentaria. Al momento de aplicar la electricidad, muchas personas declararon que los interrogadores los sentaban en una silla, de preferencia metálica, o bien los tendían sobre una cama o un catre metálico. Se procedía a maniatarlos, inmovilizándolos. Previamente se solía desnudar a las personas; la vista vendada o la cabeza encapuchada agravaba la sensación de indefensión. En varias ocasiones, los efectivos militares o policiales arrojaban agua al detenido para asegurarse de que la descarga eléctrica se sintiera en todo el cuerpo. Con la aparición de los organismos de seguridad especializados en la represión – fundamentalmente la DINA y la CNI-, la aplicación de electricidad se volvió rutinaria y el arsenal de métodos en uso se diversificó. Destaca el procedimiento conocido como la parrilla. Al detenido se le vendaban los ojos o se le encapuchaba. Luego se le desnudaba, acostándole sobre un catre metálico, al cual se le amarraba de pies y manos. Listos los preparativos, se procedía a aplicar descargas eléctricas mediante la colocación de electrodos en diferentes partes del cuerpo, eligiendo de preferencia las zonas más sensibles: axilas, plantas de los pies, sienes, ojos, oídos, boca, encías, lengua, senos o tetillas, pene o vagina, testículos, ano, hasta en heridas abiertas. El dolor provocado en las zonas con electrodos se irradiaba hacia el resto del cuerpo. Otra modalidad de tortura con electricidad que se informó a la Comisión era la llamada picana eléctrica, una suerte de bastón con el que se aplicaban descargas focalizadas en el cuerpo del detenido. Aunque de uso menos masivo que los métodos anteriores, también cabe referir la colocación del detenido en una bañera con agua fría, a la cual se le aplicaba electricidad. Debido a los riesgos inherentes a la aplicación de electricidad como método de tortura bajo cualquiera de sus formas, los agentes de seguridad se hicieron asesorar por médicos y otros profesionales de la salud, a fin de preservar con vida al detenido. Estos colaboradores realizaban evaluaciones de la resistencia física de la víctima, antes o durante la tortura, para ir graduando la intensidad de las descargas. Esto no sólo fue declarado directamente a esta Comisión; también consta en denuncias y querellas por torturas, presentadas ante los tribunales de justicia, por presos y presas por motivos políticos.

 

Hombre, detenido en abril de 1974. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de Londres 38, Región Metropolitana: […] me hacen meterme en la tina llena de agua, no muy fría, tendido boca arriba siento unos tiritones fuertes en el cuerpo, siento un dolor fuerte en el cuerpo y parte del corazón, quedo sin conocimiento sólo por unos segundos, vuelvo a mi conocimiento, me repiten esto dos veces más, seguramente eran golpes de corriente. Luego me ponen boca abajo con un elemento, seguramente como un horcajo y algún mango, me lo colocaban en el cuello y me hundían la cabeza en el agua, cuando ya estaba muy desesperado y había tomado un poco de agua me quitaban el elemento, repitiendo varias veces lo mismo; en ese tipo de tortura no me preguntaban nada, me sacan de la tina y me sientan en el water. Desnudo y manos esposadas me pregunta una voz si conozco a algunas personas y que dónde se encuentran […].

 

Hombre, detenido en agosto de 1984. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI en Valdivia, X Región: Uno de los agentes se ofusca y dice en tono amenazante por última vez que colabore, como sigo negando, otro agente ordena que se me quite la ropa y que él se va a encargar de "operarme"; deben haber sido dos personas las que violentamente me desvistieron, sólo me dejan puestos los calcetines y soy llevado a viva fuerza a una litera […] me amarran los pies separadamente a cada extremo de la litera, lo mismo ocurre con mis brazos y manos. Luego proceden a colocar en las partes más sensibles de mi cuerpo (genitales, tetillas, estómago, muslos y piernas), diversos aparatos que por tener los ojos tapados no pude ver ni saber de qué se trataban. Estos aparatos los fijan en mi cuerpo con scotch […] uno de ellos avisa que todo está listo, sorpresivamente siento un fuerte dolor en todo mi cuerpo que me hace ver un montón de estrellitas y a la vez siento que me orino y me cago, doy un fuerte grito; de inmediato corren dentro de la pieza algunos agentes, uno de ellos grita "¡Tápenle la boca a ese desgraciado!", rápidamente se acerca un agente con un trapo de lana que pone en mi boca y lo sujeta. Inician nuevas descargas eléctricas sobre mi cuerpo y me piden que entregue nombres y direcciones de personas que supuestamente yo debía conocer. Sigo negando, ahora me piden que entregue un solo nombre y así se terminaría […], dificultosamente les digo… que no tengo nada que ver con lo que se me acusa, por este motivo el agente que me interroga amenaza con aumentar las descargas eléctricas […] en algunos momentos creía que me moría, porque ya no era capaz de soportar tanto castigo físico y psicológico […].

 

Hombre, detenido en octubre de 1985. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI de calle Borgoño, en Santiago, Región Metropolitana: Llegué vendado. Me dieron golpes en costillas y estómago. Luego fui amarrado a una cama y me aplicaron corriente en varios sectores de mi cuerpo: pies, manos, pene y muslos. Después me examinó al parecer un médico, para certificar si tenía problemas con la electricidad. Al parecer no tuve problemas, pues me siguieron torturando. Además me informaron que habían matado a mi hermana, cosa que no era tal.

 

Amenazas 
 

 

 

 

De los testimonios de personas que sufrieron prisión política recogidos por esta Comisión, una proporción importante señaló haber sido víctimas de amenazas,las que eran recibidas cuando se encontraban en situaciones de radical vulnerabilidad. Por amenaza se entiende la intimidación mediante la advertencia respecto de los graves males o peligros que se ciernen sobre la persona afectada o sobre terceros relacionados con la misma, en caso de no satisfacer los deseos de sus captores. Reunidos ciertos requisitos, la amenaza constituye un delito en sí, sancionado por el Código Penal chileno. La amenaza grave es considerada un método de tortura causante de agudo sufrimiento psicológico en el detenido. Se considera como tortura, las amenazas de muerte, de desaparición forzada y de aplicación de algún otro tipo de tortura (por lo general física) en la persona del detenido o en familiares cercanos. La amenaza, como método de tortura, fue ampliamente utilizada durante todo el período que comprende el mandato de la Comisión. Se recurrió al amedrentamiento para mermar la fortaleza del interrogado, bien antes o durante el interrogatorio, llegando al extremo de detener al cónyuge y a los hijos, incluidos los menores de edad, para exhibirlos al detenido mientras se le advertía que serían torturados, muertos o desaparecidos. Asimismo, se tomó conocimiento de casos en que los organismos de seguridad allanaron el domicilio del detenido y obtuvieron grabaciones o fotografías de sus familiares, las que fueron utilizadas para exponérselas al detenido y forzar su declaración. También se recibieron testimonios de detenciones de parientes cercanos a personas buscadas por los organismos de seguridad, con el objeto de presionarlas para que se entregaran.

 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Fuerte Müller de Infantería de Marina de Las Salinas, V Región: Desnudo: fui golpeado de pies y manos por comandos de infantería. Fui golpeado con un machete. Se me aplicó corriente en todo el cuerpo, especialmente en los genitales, ano, etc. Estos infantes me gritaban que eran comandos entrenados en Panamá. Me desmayé dos veces, recibí muchos golpes en los oídos, quemaduras profundas en el ano. Se me gritó que no saldría de ahí con vida […]. Ya de mañana fui trasladado (arrastrado por el pelo) a una sala de reuniones donde se me expuso (semi desnudo) al grupo, sentándome en frente y mirándolos; cosa que no podía hacer bien ya que tenía ambos ojos como muy hinchados y sangraba de la cabeza y todo el cuerpo estaba golpeado. Se les dijo: "Aquí está vuestro jefe, así tratamos a estos perros" […]. 

 

Hombre, detenido en agosto de 1974. Relato de su reclusión en la Primera Comisaría de Carabineros de Calama, II Región: …Posteriormente fuimos llevados a Calama, encadenados y martirizándonos, como a los extremistas más peligrosos. Aquí en Calama (Primera Comisaría) nos recluyeron por tres días donde nos pegaban y nos amenazaban, cada vez que lo hacían, con que nos quedaban pocos días de vida puesto que nos iban a matar. ¡Veíamos pasar la muerte por todos lados!

 

Mujer, detenida en enero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Escuché con horror cómo sabían cada uno de mis pasos, lo que los calificaba para tratarme de puta cuantas veces quisieron. Lloré bajo la venda de algodón, tuve mucho miedo; me decían a cada rato que había desaparecido sin dejar rastros y que no volvería a ver a mis dos hijos. Sabían sus nombres, los colegios donde iban, los horarios de entrada y salida. Yo no lo podía creer.

 

Simulacro de fusilamiento 
 

 

 

 

El simulacro de fusilamiento es el fingimiento o imitación de la ejecución de una persona mediante la descarga de fusiles de un pelotón comisionado para tal efecto. En este caso, sin embargo, se incluyen simulacros de ejecución perpetrados con otras armas también, como metralletas, pistolas o revólveres. Estos simulacros inducen a la víctima a experimentar la inminencia de su muerte como un hecho real. La Comisión recibió testimonios que refieren este método de tortura, utilizado desde el mismo 11 de septiembre de 1973 hasta el término del régimen militar, que fue de aplicación masiva y sistemática. Usualmente, el simulacro de fusilamiento iba acompañado de una puesta en escena que buscaba darle veracidad a la experiencia, impidiendo así que el detenido sospechara del carácter ficticio del procedimiento en curso. La víctima podía ser llevada desde su recinto de reclusión hasta un lugar apartado donde se le maniataba y vendaba o encapuchaba, para luego dar instrucciones al pelotón que en efecto disparaba. En algunos casos se utilizaron balas de salva, aunque en la mayoría de los casos, éstas eran reales. La diferencia consistía en que, en vez de apuntar al cuerpo, se disparaba al aire, a los costados o sobre cabeza de la víctima. Como daño colateral de este método de tortura cabe mencionar lo ocurrido con las personas retenidas en sus celdas, barracones y habitaciones. Dado que sólo escuchaban los disparos, pensaban que la persona había muerto a causa del fusilamiento, impresión prolongada por la costumbre de no reintegrar de inmediato al presunto fusilado al sitio de su detención. El tránsito de otros detenidos hacia el simulacro de fusilamiento inducía, a los prisioneros rezagados a pensar que su turno de morir se aproximaba inexorablemente. Se conserva registro de prisioneros sometidos a más de un simulacro; sus víctimas siempre creyeron que en esa ocasión particular no había fingimiento.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Puerto Aysén, XI Región: […] fui llevado al paredón con los ojos vendados, una vez allí me dijeron que mirara por última vez y vi a mis demás compañeros en muy malas condiciones, encorvados y abatidos. Nuevamente me vendaron los ojos y me dijeron si quería algo más, les dije que sí, entonces habla rápido que tenemos poco tiempo me contestaron. Les dije: "voy a morir por mis ideas y no me arrepiento, sáquenme la venda que quiero morir como hombre"; gritaron "no se puede". Pasaron varios minutos, horas, no sé el tiempo. Escuché la voz de orden al pelotón y los disparos. Silencio profundo, luego unos pasos, silencio otra vez, no sabía dónde estaba. Traté de oler, no me atrevía a hablar, menos a tocar, estaba en estas divagaciones que tienen que haber sido en fracción de segundos, cuando escucho la voz seca del militar que me grita "¡te salvaste huevón, a la otra no te escapas!".

 

Hombre, detenido en septiembre de 1974. Relato de su reclusión en el Estadio Fiscal de Punta Arenas, XII Región: Se cumplió con todo el rito de un fusilamiento. Levantada temprano, grillos en los pies y las manos, un sacerdote (creo que falso, por las averiguaciones que hice posteriormente), sus rezos y sus letanías, indicando los pocos minutos que me quedaban en este mundo terrenal y mi encuentro con Dios. Me insistía en que confesara mis pecados, siempre le manifesté lo mismo, no tengo nada de qué arrepentirme, a lo que me respondió en una oportunidad: "El Señor te quiere recibir con las puertas abiertas". Me senté en lo que seguramente era el tradicional banquillo. Vendado nada podía ver. Lo dramático lo pusieron con el silencio, allí sentí algunos tiritones. Se me pregunta por mi último deseo y le manifiesto primero que quiero ver a mis hijos y mi señora. Eso es imposible, te damos chance de otro. Bueno, le dije, que me fusilen sin vendas, a lo que respondió uno de ellos: " el perla nos quiere conocer". Allí sentí una corazonada que me decía que no sería el final. Silencio de nuevo, suena ese ruido típico de las pasadas de las balas de fusil y los disparos. Como nada siento en el cuerpo, nada me duele. Se acerca un militar y me pone la pistola en la sien, o puede ser también un dedo, y me dice, "te salvaste"…, en forma burlesca…"me toca a mi darte el tiro de gracia y debo decirte que te quedan menos de 30 segundos de vida". Un disparo en el oído me hace sentir de nuevo que estoy con vida. El militar dice finalmente: "se salvó este desgraciado , retórnenlo a su aislamiento".

 

Hombre, detenido en julio de 1980. Relato de su traslado desde el Cuartel Borgoño a un recinto desconocido, Región Metropolitana: El viaje duró aproximadamente una hora, quizás un poco más. Una persona les abrió una especie de portón, al final de un camino de tierra. Ahí me bajaron y me pusieron grilletes en los pies, me pasaron una picota y una pala, seguía vendado y me hicieron caminar un poco y me hicieron sacar la venda. Se pusieron todos detrás mío con linternas: era de noche; me hicieron bajar una pequeña ladera; se sentían graznidos de pájaros, no estoy seguro si eran gaviotas. El campo estaba muy embarrado. Me ofrecieron decir algo antes de que me mataran, contesté que no tenía nada más que decir. Entonces con la picota y la pala me hicieron cavar un hoyo de unos 50 centímetros de profundidad, un metro de ancho y dos metros de largo. Cada cierto tiempo me hacían parar y me ofrecían hablar para salvar mi vida; les contestaba siempre que no tenía nada que agregar. El terreno que picaba no era duro, era como pantanoso y estaba reblandecido por la lluvia. Al concluir el trabajo, me hicieron tenderme de lado en la fosa, sentí que alguien pasaba la bala de un fusil y lo puso en mi sien. "Corre el fusil para atrás mejor porque si no le van a saltar los sesos". Antes de meterme en la fosa, me habían sacado los grilletes de los tobillos, y me dijeron que me iban a amarrar con alambre […]. Después de un rato, me sacaron del hoyo, me pusieron esposas, grilletes y venda y a empujones me llevaron hasta el auto […].

 

 

Humillaciones y vejámenes 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió abundantes testimonios de humillaciones y vejámenes. Éstos se aplicaron con mayor frecuencia durante los días inmediatamente posteriores al golpe de Estado. Bajo estas denominaciones se agrupan los tratos y las coacciones hacia el detenido cuya única finalidad es menoscabar su dignidad como ser humano, herir su honor, su honra y su orgullo personal. Están destinados a causar daño psíquico o mental grave. Prácticas como la ingestión forzada de desechos, no sólo provocaban un grave sufrimiento mental derivado del trato indigno de la condición de ser humano, sino que ocasionalmente, también generaban daños físicos originados en las infecciones y enfermedades contraídas a causa de la materia ingerida. Los métodos de tortura descritos en este capítulo, implican formas de humillar o vejar a una persona. Sin embargo, se han incluido en este punto, las humillaciones o vejamenes no directamente asociados a otros métodos de tortura. Las principales conductas que esta Comisión calificó como humillaciones y vejámenes, son las siguientes: 

 

• Obligar a ingerir desechos orgánicos (excrementos, orina y vómitos, de humanos o animales), además de líquidos pestilentes, etc., por vía oral o nasal. 

• Arrojar excrementos e inmundicias sobre el detenido. 

• Obligar al detenido a besar la bota de un agente militar o policial. 

• Obligar al detenido a arrastrarse por el suelo en medio de burlas y golpes. 

• Obligar al detenido a pedir perdón, a renegar de sus ideas políticas, a manifestar lealtad o reconocer la superioridad de los agentes militares o policiales. 

• Obligar al detenido a insultarse a sí mismo o a sus compañeros. 

• Hacer correr al detenido con la vista vendada en rutas con obstáculos, para que tropiece y caiga al suelo. 

• Obligar al detenido a entonar himnos o consignas políticas en medio de burlas. 

• Insultos, groserías y burlas graves, constitutivos del delito de injuria. 

• Cortar el pelo al rape del detenido y pasearlo por lugares públicos.

Hombre detenido en noviembre de 1973. Relato de su reclusión en el Campo de Prisioneros Chacabuco, II Región: En Chacabuco fui obligado a recoger los excrementos con las manos […]. Además fui golpeado en las plantas de los pies descalzos con un palo solamente porque mi segundo nombre es Augusto.

Mujer, detenida en febrero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Se me obligaba a hacer mis necesidades con la puerta abierta mientras los guardias me miraban y se mofaban de mí, se me obligaba a sentarme en la taza del baño con restos de excrementos y orina y sin que me permitieran limpiar un poco la taza antes de sentarme o limpiarme yo cuando ya había hecho mis necesidades. Exigencia de controlar el organismo de tal modo que la orina y los excrementos debían salir del cuerpo a horarios fijados por ellos. En caso contrario, se amenazaba con que si no se controlaba el organismo, te obligarían a comer tus excrementos o a beber tu orina. Este tipo de amenazas aprendí rápidamente a creerlas, cuando me tocó presenciar esta situación con un preso que no logró controlar su diarrea. De forma inexplicable mi organismo se adaptó a esta exigencia […].

Hombre, detenido en mayo de 1976. Relato de su reclusión en su domicilio, con mención a su posterior traslado al recinto de la ex iglesia La Providencia, Antofagasta, II Región: Y he de salir a la calle, fría, solitaria y callada. Me dirijo a la cabina, entre repentinas risotadas de mis acompañantes que me empujan sin suavidad y con manifiesto agrado a la parte trasera de la camioneta."¡Miren al perla! ¿Te creís en la Fiscalía, viejo cagón? ¡Atrás no más, tendido en el suelo, güeón! ¡Y en la orillita, pa’ que le hagai lugar a tus camarás¡ ¡y callaíto! ¡amárrenle bien las manos y tápenle la vista!… Estos jutres se creen la muerte… ¡La casita que tiene el upeliento! ¡Y la mujercita que tenís! ¿Dónde la conseguiste, siendo tan reviejo? … ya la visitaremos otra noche, queda sola la palomita"….[..].

Desnudamiento 
 

 

Quitarse la ropa y permanecer desnudo han sido conductas reservadas al ámbito privado, dentro de un contexto de intimidad. Por eso, coaccionar a alguién a desvestirse, o bien quitarle las ropas a la fuerza, obligándole a permanecer desnudo en presencia de desconocidos con intenciones manifiestamente hostiles, es un modo de tortura que sume a la persona en un estado de extrema vulnerabilidad e indefensión. Súmese a ello que la persona así intimidada está privada de libertad y desnuda contra su voluntad mientras es sometida a interrogatorios irregulares; que en esas condiciones se impone el temor a ser víctima de afrentas sexuales y que el cuerpo desnudo solía ser expuesto a otras formas de padecimiento, como golpes o aplicación de electricidad. La Comisión recibió numerosos testimonios de personas desnudadas violentamente, coaccionadas a desnudarse y obligadas a permanecer desnudas durante el interrogatorio. La práctica de forzar a los detenidos a desnudarse -a veces golpeando a personas ya maniatadas o rasgando con violencia las vestimentasfue habitual entre los efectivos militares y policiales, llegando a constituir un procedimiento casi rutinario para los organismos de seguridad.

Hombre, detenido en noviembre de 1974. Relato de su reclusión en la Comisaría de Collipulli, IX Región: En la Comisaría fui sometido a reiterados interrogatorios y maltratos a mi persona, inclusive me ordenaron desnudarme completamente como forma de humillarme y rebajarme, esa noche me dejaron en el calabozo.

Mujer, detenida en febrero de 1975. Relato de su reclusión en el Cuartel Silva Palma de la Armada, en Valparaíso: En los interrogatorios era desnudada y atada a una silla dándome golpes de puño en la cabeza, pecho y abdomen. Me aplicaron corriente en las sienes, pezones, lengua, genitales y tobillos. En una ocasión fui trasladada a un servicio de urgencia del Hospital Naval por fuertes dolores abdominales y estomacales, además de taquicardia. El ultimo día pude ducharme para poder ser revisada por la Cruz Roja Internacional.

Mujer, detenida en mayo de 1975. Relato de su reclusión en el Cuartel de la DINA en Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Al llegar al recinto me tiraron de la camioneta al suelo y luego me sometieron a interrogatorios con [se omite el nombre] quien me descalificó verbalmente. Luego me llevaron a las "casas Corvi" (cajones donde sólo se podía permanecer de pie). Siempre me mantuvieron con la vista vendada, manos vendadas y desnuda. Me aplicaron la parrilla eléctrica, fui víctima de tocaciones y abusos deshonestos, muchas golpizas y simulacro de fusilamiento en la punta de la piscina.

Agresiones y violencia sexuales 
 

 

La agresión sexual consiste en forzar a una persona mediante coacción física o psicológica, a realizar o padecer actos de carácter sexual. Las agresiones de este tipo se encuentran legalmente prohibidas y, reunidos ciertos requisitos, se identifican con distintas figuras delictivas por constituir un serio atentado contra la libertad de las personas, lesivo del sano desarrollo de su sexualidad y de su personalidad. En suma, cuando un detenido es violentado sexualmente por un agente del Estado o por un particular a su servicio, estas agresiones constituyen una forma de tortura porque causan en las víctimas un grave sufrimiento psicológico, generalmente acompañado de un dolor físico capaz de provocar secuelas. Esta Comisión recibió numerosos testimonios de personas que, en su condición de prisioneros políticos, sufrieron agresiones sexuales. Muchas de las mujeres detenidas que padecieron tortura fueron víctimas de alguna modalidad de agresión sexual, en distintos grados. La Comisión también recibió testimonios de varones que fueron víctimas de algún tipo de agresión sexual. Consta también, la agresión sexual perpetrada contra menores de edad. Al final de este capítulo se incluye una descripción y análisis más profundo, sobre la violencia sexual contra las mujeres. 

A continuación se enuncian los principales tipos de agresión sexual registrados en los testimonios recibidos por esta Comisión:

• Miles de personas refirieron haber sido víctimas de agresión verbal con contenido sexual; de amenazas de violación de su persona o de familiares suyos; de coacción para desnudarse con fines de excitación sexual del agente; de simulacro de violación; de haber sido obligadas a oír o presenciar la tortura sexual de otros detenidos o de familiares; de haber sido fotografiados en posiciones obscenas, todo ello en un contexto de extrema vulnerabilidad. 
• Otro número importante de personas denunciaron tocamientos; introducción de objetos en ano o vagina; violación en todas sus variantes (penetración oral, vaginal, anal); violaciones reiteradas, colectivas o sodomíticas; haber sido forzados a desarrollar actividades sexuales con otro detenido o un familiar. Se registran también casos que refieren haber sufrido la introducción de ratas, arañas u otros insectos en boca, ano o vagina. Constan testimonios de personas forzadas a tener sexo con perros especialmente adiestrados para este cometido. Por otra parte, importa consignar que la mayoría de las víctimas de agresiones y violencias sexuales refirieron graves y variadas secuelas. Es de interés señalar que gran parte de las víctimas, careció de apoyo especializado para atender estas secuelas, sobre todo durante los primeros años de la represión. Muchas personas que acudieron ante esta Comisión señalaron que nunca antes se habían atrevido a relatar estas experiencias.

Mujer, menor de edad, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes, V Región: Me condujeron a una sala, al entrar sentí mucho olor a sangre […] escuchaba individuos que hablaban bajo, uno de ellos me desató las manos y me ordenó que me desnudara, les dije que por favor no lo hicieran, pero luego en forma violenta me desvistieron, dejándome sólo la capucha puesta, me pusieron en una especie de camilla amarrada de manos y pies con las piernas abiertas, sentí una luz muy potente que casi me quemaba la piel. Escuché que estos individuos se reían, luego un hombre comenzó a darme pequeños golpes con su pene sobre mi cuerpo, me preguntó de que porte me gustaba, otro hombre escribía cosas sobre mi cuerpo con un lápiz de pasta. Luego vino el interrogatorio […] en seguida ordenó que me pusieran corriente en los senos, vagina y rodillas […]. Luego de las descargas pararon un rato, mientras sentía que hablaban entre ellos. Nuevamente retomaron el interrogatorio, esta vez me dijeron que me habían conectado a la máquina de la verdad […] por cada respuesta que daba sonaba un pito de esta máquina, por cuanto me decían que yo estaba mintiendo […] el pito de ese aparato se transformó en un infierno […] vinieron nuevamente los golpes y las descargas eléctricas, cuando casi estaba inconsciente me levantaron la capucha hasta la nariz, me pusieron un vaso en la boca haciéndome ingerir un líquido, no supe qué pasó conmigo hasta el día siguiente que me devolvieron al campo de prisioneros. En el campo fui recibida por el suboficial […] el que al verme comentó que si se diera vuelta la tortilla no querría que esto le pasara a su hija, le pregunté qué me había pasado, pero enseguida llamó a las enfermeras militares […] sentía dolor en la vagina y en todo mi cuerpo […] estaba muy deteriorada sin poder defecar […].

Mujer, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Nacional, Región Metropolitana: Estando embarazada fui torturada, violada y manoseada por un grupo de efectivos militares.

Mujer, detenida en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región: […] embarazada de cinco meses, fui detenida y hecha prisionera. Estuve un mes y medio incomunicada en la Cárcel del Buen Pastor, y sometida en el Regimiento Arica a vejámenes y torturas, entre las cuales debo, como denuncia, mencionar: […] instada a tener relaciones sexuales con la promesa de una pronta liberación; obligada a desvestirme, acariciada en los pechos y amenazada de recibir las visitas nocturnas del interrogador; golpes de electricidad en la espalda, vagina y ano; uñas de las manos y pies fueron arrancadas; golpeada en varias ocasiones con bastones de plástico y con culatas de rifles en el cuello; simulacro de fusilamiento, no me mataron pero debí escuchar como las balas silbaban a mi alrededor; obligada a tomar e ingerir medicinas; inyectada en la vena con pentotal, bajo la severa advertencia que sería hipnotizada como único medio de declarar la verdad; colocada en el suelo con las piernas abiertas, ratones y arañas fueron instaladas y dispuestos en la vagina y ano, sentía que era mordida, despertaba en mi propia sangre; se obligó a dos médicos prisioneros a sostener relaciones sexuales conmigo, ambos se negaron, los tres fuimos golpeados simultáneamente en forma antinatura; conducida a lugares donde era violada incontables y repetidas veces, ocasiones en que debía tragarme el semen de los victimarios, o era rociada con sus eyaculaciones en la cara o resto del cuerpo; obligada a comer excrementos mientras era golpeada y pateada en el cuello, cabeza y cintura; recibí innumerables golpes de electricidad […].

Presenciar torturas de otros 
 

 

Esta Comisión conoció numerosos testimonios de personas que fueron forzadas a ver u oír las torturas infligidas a otras víctimas. Los organismos de seguridad adoptaron la práctica, agravante del método en sí, de forzar al detenido a presenciar la tortura de familiares directos como cónyuge, hijos, padres, etc., a fin de extraerles declaraciones o confesiones.
Este método permite que el detenido incorpore en su racionalidad elementos de proyección sobre lo que puede ocurrirle si no colabora, a modo de anticipación o reforzamiento de la conciencia de su condición de víctima, en estado de indefensión absoluta frente a la tortura. Los métodos de tortura más frecuentemente utilizados contra familiares fueron las agresiones sexuales, la aplicación de electricidad y los golpes. Constan además, casos de detenidos torturados simultáneamente junto a sus familiares.

Hombre, detenido en junio de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de la ex iglesia Divina Providencia, Antofagasta, II Región: Esa noche me llevaron a presenciar cómo interrogaban a otro compañero. Lo tenían tendido y amarrado a un somier de alambre y lo instaban a reconocerme, al no hacerlo éste, le aplicaban descargas eléctricas. Cansados de su negativa optaron por otra táctica que consistió en ponerme a mí en su lugar y al compañero de pie al lado del somier conectándonos a ambos con cables eléctricos. Fui devuelto a la celda, antes de lo cual me mojaron.

Hombre, detenido en diciembre de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de Villa Grimaldi, Región Metropolitana: […] tras incitarnos injuriosamente a colaborar y ante mi mutismo me golpeó brutalmente haciendo uso de puños, pies y un objeto contundente durante varios minutos delante de mi madre y de mi esposa . Mi madre fue llevada aparte (luego fue liberada) y la golpiza continuó sobre mi esposa. Ofuscado por nuestro silencio […] ordenó "¡a la parrilla!" […] me sacaron a un patio donde me dejaron tendido mientras me hacían escuchar los gritos de mi compañera que torturaban en una pieza aledaña. Tras una media hora de mantenerme escuchando los tormentos de mi esposa, durante los cuales me intimaban para evitarle sufrimientos […] me desnudaron a la fuerza, me introdujeron en una pieza con catres metálicos de dos pisos, me amarraron a uno de ellos, me conectaron cables y electrodos hechos con ganchos y llaves metálicas a los pies, las manos, narices, ojos, encías, ano, pene y testículos, y comenzaron a aplicar descargas eléctricas producidas por un dínamo a manivela. […]

Mujer, detenida en enero de 1979. Relato de su reclusión en la Comisaría de Vallenar, III Región: […] me llevaron a un patio, donde con golpes de pies y manos me amarraron a una silla, me pusieron frente de una sala de tortura donde me hicieron ver cómo torturaban de uno en uno a los cinco compañeros que detuvieron junto conmigo, mientras que ellos eran salvajemente torturados a mí me seguían golpeando brutalmente estando amarrada en la silla, me exigían que hablara porque si yo no hablaba íbamos a desaparecer de uno en uno, me insultaban de una manera que nadie se imagina, como yo no hablaba daban vuelta la silla donde yo estaba amarrada y aturdían al que estaban golpeando y disparaban un tiro al aire para que yo creyera que estaba muerto, y así sucesivamente ocurrió con todos los demás compañeros, mientras que yo seguía siendo golpeada brutalmente y amarrada a esa maldita silla.

Ruleta rusa 
 

 

La ruleta rusa es un temerario juego de azar que ritualiza la práctica del suicidio. Consiste en dispararse en la sien un revólver cargado (o que simula estarlo) con una sola bala, ignorando en qué lugar del tambor o nuez está alojada ésta. La eventualidad de morir en este juego, que el detenido practicaba contra su voluntad, constituye la esencia de este método de tortura. Pese a no haber sido empleado masivamente, la Comisión recibió testimonios sobre su aplicación.

Hombre, detenido en diciembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Rancagua, Arica, I Región: […] en reiterados interrogatorios, con los ojos vendados, fui sometido a ruleta rusa.

 

Hombre, detenido en agosto de 1974. Relato de su reclusión en la Fiscalía Militar de Calama, II Región: […] hasta que llegó el día del interrogatorio en la Fiscalía de Carabineros […] me golpearon hasta cansarse, para finalmente jugar con su revólver a la ruleta rusa gatillando en repetidas ocasiones en mi boca y mis sienes para terminar riéndose en forma desmesurada de su acción.

Hombre, detenido en mayo de 1980. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI de Talca, VII Región: […] jugaban con armas de fuego (ruleta rusa), esto lo hicieron durante los días que estuvimos en el cuartel.

Presenciar fusilamientos de otros detenidos 
 

 

La Comisión recibió testimonios de prisioneros forzados a presenciar el fusilamiento de sus compañeros de prisión, muchas veces personas conocidas, amigos o colaboradores. No hace falta insistir en el sufrimiento causado por tales prácticas, que permitían al detenido vivenciar la radical inseguridad respecto a su propia suerte. En algunos recintos se practicó la modalidad agravante de arrojar sobre los detenidos, inmovilizados y tendidos en el suelo, los cuerpos agonizantes de quienes acababan de ser ejecutados. Cabe señalar que decenas de personas que brindaron su testimonio a esta Comisión han sido testigos en procesos de ejecutados políticos. 

Mujer, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Nacional, Región Metropolitana: […] Nos sacaban a la cancha media hora diaria para que viéramos cómo mataban gente de verdad o simulacro, pero cada vez más cosas para que habláramos. ¿Qué tenía que decir? ¿Inventar? 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el recinto militar de Cerro Chena, Región Metropolitana: Aparte de todo lo sufrido hacia mi persona, también vi cómo mataban hombres y mujeres frente mío y los enterraban en los mismos lugares donde nos tenían […].

Confinamiento en condiciones infrahumanas 
 

 

La prisión no es en sí misma un método de tortura. Condiciones carcelarias agravantes de la prisión como la incomunicación, tampoco pueden ser consideradas como un método de tortura per se, si bien implican una mayor vulneración de los derechos de la persona, aun en el caso de responder a un dictamen de la autoridad judicial competente en el marco de un debido proceso. Admitido lo anterior, debe precisarse que el confinamiento de una persona en una celda construida o ambientada con la expresa finalidad de provocar sufrimiento físico o psíquico, se considera como un método de tortura. Esta Comisión conoció numerosos testimonios referentes a confinamientos de esta índole. Las principales características de las celdas o lugares en los cuales las personas afectadas fueron confinadas son las siguientes: 

• Confinamiento en celdas en donde se privó al detenido de todo contacto con otra persona, por un período que podía prolongarse -en algunos casoshasta por meses, provocando afecciones psíquicas propias de la deprivación sensorial y social. Hay relatos de personas que fueron recluidas en celdas estrechas, sin iluminación, sin ventanas ni ningún otro sistema de ventilación y sin servicios higiénicos, forzadas por tanto a orinar y defecar en el mismo lugar, mientras se les privaba de agua y ocasionalmente, se les suministraban alimentos en estado de descomposición, si es que no se las mantenía lisa y llanamente en ayuno forzado. 
• Confinamiento solitario en celdas de tamaño en extremo reducido, verdaderas jaulas que no permitían permanecer de pie ni sentado, obligando a la persona afectada a soportar posiciones forzadas durante el día y la noche por períodos prolongados. 
• Confinamientos colectivos en celdas, en bodegas de barcos o en jaulas, debiendo permanecer las personas apiñadas unas sobre otras y sin lugar para hacer sus necesidades fisiológicas. 
• De los primeros meses de la represión política también existen testimonios referentes a situaciones de confinamiento solitario o colectivo en celdas donde había animales e insectos, tales como roedores, arañas, baratas y otros.
Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Isla Quiriquina, VIII Región: […] nos desnudaron y nos pusieron en una jaula, al mismo estilo como transportan los leones de un circo, pero la diferencia era que la de nosotros estaba rodeada de alambres de púas, estábamos a exhibición […].

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Base Aérea Cerro Moreno, II Región: […] Siguieron las golpizas por largo rato y después de algunas horas, finalmente, cesaron de maltratarnos. Nos encerraron en una especie de jaula de alambre de púa, tirados en el suelo, desnudos y al aire libre. Era de madrugada, hacía mucho frío. Tiritábamos bajo la brisa helada del desierto. Al interior de esa jaula nos encontrábamos amontonados unos sobre otros, por lo que a cualquier intento para acomodarnos provocábamos el dolor de algún compañero. A uno de ellos le habían quebrado la clavícula. Desgraciadamente quedé en una posición incómoda, lo que ocasionó nuevos dolores.

Privaciones deliberadas de medios de vida 
 

 

Esta Comisión recibió numerosos testimonios que señalan que las condiciones de vida en los recintos de detención eran muy precarias, situación que se veía empeorada al ser habilitados como centros de reclusión lugares no concebidos con tal propósito. También se privó deliberadamente al detenido de medios básicos de vida como el abrigo mínimo, el agua y los alimentos. La situación podía incluir ausencia de servicios higiénicos. Cuando las privaciones de medios básicos de vida son prolongadas y provocan sufrimiento innecesario, perjudicando la salud de la persona, constituyen un método de tortura destinado a provocar el debilitamiento físico y moral de los detenidos, con el fin de castigar o disminuir la capacidad de resistencia de los mismos.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Chol-Chol, IX Región: Dentro del calabozo estaba oscuro y había mal olor. La pieza era más o menos de dos por dos metros; estábamos unos sobre otros. También recuerdo que no dejaban por ningún motivo ir al baño, hacíamos nuestras necesidades allí mismo. Muchos vomitábamos del dolor y por el espantoso olor que había en ese lugar. 

Hombre, detenido en mayo de 1974. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región: Durante todo ese tiempo de detención [15 días en el regimiento] no pude cambiarme de ropa, ni bañarme, ni hacerme ningún tipo de aseo.

Privación o interrupción del sueño 
 

 

Dormir es una necesidad fisiológica con efectos reparadores que al no ser satisfecha de manera sistemática, produce alteraciones en los estados de ánimo y aun en la percepción de la realidad, así como un generalizado debilitamiento corporal. Impedir a un detenido conciliar el sueño o interrumpirlo deliberadamente en reiteradas oportunidades, durante uno o varios días, constituye un método de tortura, debido al daño físico y las perturbaciones psicológicas que ocasiona. De acuerdo con los testimonios allegados a la Comisión, estas prácticas adquirieron diversas formas de aplicación, habiendo sido las más recurrentes: mantener iluminado el recinto de detención con potentes focos, provocar ruidos molestos, golpear cada cierto tiempo al detenido.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Destacamento de Infantería de Marina N° 4 Cochrane, XII Región: […] De vuelta en el Regimiento Cochrane estuve una semana sin que se me permitiera dormir, sin alimento y sin agua para beber, además, con un soldado de punto fijo con bayoneta calada, con instrucciones de no dejarme dormir, apoyarme, sentarme o tenderme al piso. […]. 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Salamanca, IV Región: Luego de mi detención fui trasladado a la comisaría de la zona y sometido a innumerables interrogatorios por alrededor de cuatro o cinco días. Estos interrogatorios eran, tengo la impresión, realizados por carabineros y todos ellos acompañados de golpes de manos, pies y diversos objetos, permitiéndome dormir algunas horas en calabozos llenos de agua y tan solo en ropa interior. Además, por mi condición de minusválido era objeto de burlas y maltrato físico y psíquico extremo.

Asfixias 

 

Otro método de tortura a que fue sometido un número significativo de personas es el intento de asfixia, que consistía en impedirles o dificultarles la respiración. Por este medio se buscaba causar sufrimiento físico y psicológico mediante la confrontación con la eventualidad de morir ahogado. Las formas más recurrentes para provocar asfixia a los detenidos fueron: 

• Sumergir la cabeza del detenido en agua hasta provocar su inminente asfixia por falta de aire, acción repetida todas las veces que los agentes estimaban necesario. Este método ha sido llamado submarino o submarino húmedo. Su aplicación precedió, acompañó y sucedió a los interrogatorios, según fuera el parecer de los efectivos policiales o militares, y se recurría a él indistintamentecomo forma de ablandamiento preliminar o como técnica para extraer información. Una modalidad todavía más severa de asfixia consistió en colocar a la víctima en posición invertida dentro de un tambor con agua. Hay denuncias que indican que las inmersiones se efectuaban en agua mezclada con otro tipo de substancias que agravaban el sufrimiento. 
• Colocar la cabeza del detenido dentro de una bolsa plástica amarrada firmemente al cuello para impedir el ingreso de aire, provocando así la asfixia una vez que se agotaba el oxígeno. Denominado submarino seco, este método fue empleado, según los casos registrados por esta Comisión, fundamentalmente en el tiempo inmediatamente posterior al golpe de Estado
• Otras denuncias de tortura con efectos de asfixia refieren el suministro de grandes cantidades de agua por vía oral o nasal hasta llenar el estómago; la asfixia se producía durante el suministro continuo o prolongado de agua o bien al momento de llenarse el estómago.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Retén de Carabineros de Valdivia, X Región: Me tuvieron por una semana más o menos con todo tipo de torturas donde tenían un pozo bastante profundo con agua y excrementos de animal y ahí me sumían de cabeza para abajo […]. 

Hombre, detenido en noviembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Regional de Concepción, a cargo del Ejército, VIII Región: […] siendo luego incomunicado por cinco días en el Estadio Regional, me pusieron una manguera de 3/4 por la boca y daban [el] agua […].
Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Fuerte Borgoño, VIII Región: […] me pusieron algodón en ambos ojos, luego huincha adhesiva encima y un capuchón negro amarrado a la nuca, me ataron de pies y manos fuertemente y me hundían en un tambor de esos de aceite de 250 litros que contenía amonia, orina, excrementos y agua de mar, así me sumergían hasta que mi respiración no daba más, ni menos mis pulmones y la volvían a repetir una y otra vez, acompañados de golpes y preguntas, eso era lo que llamaban ellos en tortura el famoso submarino.

Exposición a temperaturas extremas 
 

 

Más allá de las incomodidades propias de hallarse privado de libertad, el hecho de exponer deliberadamente a una persona a temperaturas muy elevadas o muy bajas con la única finalidad de causar sufrimiento físico o mental, también es un método de tortura. Esta Comisión recogió varios testimonios de personas expuestas con premeditación a las inclemencias del tiempo por períodos prolongados o a temperaturas extremas, en el límite superior o inferior de lo tolerable por un ser humano saludable.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento N° 14 de Aysén, XI Región: […] fui desnudado en la nieve, a un costado del recinto a la intemperie, con aplicación de corriente en varias partes del cuerpo, golpes de culata estando en el suelo. […].

Hombre, detenido en enero de 1974. Relato de su reclusión en el Campo de Prisioneros Chacabuco, II Región: […] de pie todo el día a pleno sol (40°C) y de noche los hacían correr para sentir el frío del desierto.

Hombre, detenido en junio de 1974. Relato de su reclusión en el recinto del Grupo de Instrucción de Carabineros, Antofagasta, II Región: Estuvimos días en el patio amarrados a un poste por la espalda con la vista vendada de noche y día, expuestos al sol de día y frío de la noche.

Autor: Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura


Chile: Jefe de la F.A. acusado de tortura

Fuente :bbc.com, 11 de Febrero 2001

Categoría : Prensa

Los hechos ocurridos durante el régimen de Pinochet podrían llevar a los tribunales a jefes militares en actividad.

El jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Chile llegó este domingo a Santiago para defenderse de acusaciones por actos de tortura. El general (a) Hernán Gabrielli, interrumpió sus vacaciones en Estados Unidos y tiene previsto reunirse con el subsecretario de Aviación del ministerio de Defensa, Nelson Haddad.

El actual segundo en el mando aeronáutico de Chile fue señalado por varios testigos como uno de los protagonistas de violaciones a los derechos humanos tras el golpe que encabezó el general Augusto Pinochet en 1973.

Las denuncias vinculan a Gabrielli (cuando entonces era teniente) con la tortura a un preso político en la base aérea de Cerro Moreno, en Antofagasta, quien fue ejecutado por la "Caravana de la Muerte".

Sin declaraciones
El jefe aeronáutico llegó en un vuelo regular en la mañana del domingo al aeropuerto internacional de Santiago.
Sin hacer declaraciones a la prensa se retiró hacia su residencia, desde donde se esperaba que saliera a un encuentro con representantes del gobierno en un lugar no determinado. Algunas fuentes cercanas al ministerio de Defensa dijeron a la prensa que posiblemente el subsecretario de Aviación, Nelson Haddad le instará a hacer sus descargos en forma privada y pública.

La misma reserva que tuvo el militar en el aeropuerto, demostró también el ministro del interior, José Miguel Insulza quien se negó a comentar el tema. Sin embargo, la portavoz de la presidencia, Carolina Tohá calificó de grave la denuncia y negó que La Moneda haya solicitado formalmente una aclaración. "Pensamos que es ante los tribunales de justicia donde deben hacerse aclaraciones", indicó para dejar en manos del general Gabrielli la decisión de cómo enfrentará los cargos.

La denuncia
El general Hernán Gabrielli fue señalado esta semana por Carlos Bau Aedo, quien estuvo detenido en 1973 en la base aérea de Cerro Moreno, a más de 1.300 km. al norte de Santiago. El denunciante mencionó que el entonces teniente de la fuerza aérea participó de abusos, entre otros, contra el preso político Eugenio Ruiz Tagle, ex gerente de la Industria Nacional de Cemento (Inacesa).

La ejecución de Ruiz Tagle, el 19 de octubre de ese año es atribuida a la "Caravana de la Muerte", una comitiva militar que ejecutó a 75 presos políticos. Estos hechos ocurrieron a poco de comenzar el régimen que encabezó el general Augusto Pinochet, quien está siendo procesado por su supuesta autoría intelectual en los mismos.

Reacciona la FACH
Luego de las acusaciones, la Fuerza Aérea de Chile (FACH) salió al paso defendiendo al general en un comunicado en el que, además, expresó su preocupación por denuncias que "carecen de todo rigor jurídico". Fuentes de la FACH indicaron que un equipo jurídico analizará los pasos a seguir, tras las reuniones previstas entre el general Gabrielli, los mandos institucionales y autoridades del gobierno.

En los últimos meses se han multiplicado las denuncias contra jefes militares en actividad, a quienes se acusa de haber participado en violaciones a los derechos humanos en los primeros años del gobierno militar de Pinochet.